LA GRACIA COMÚN

En relación con las operaciones generales del Espíritu Santo el tema de la gracia común también pide que lo consideremos. 

No obstante, deberá en-tenderse que la teología Reformada no considera a la doctrina de la gracia común como una parte de la Soteriología según lo hace la teología arminiana. Al mismo tiempo reconoce una estrecha relación entre las operaciones del Espíritu Santo en la esfera de la creación y en la de la redención, y por tanto siente, que no se deben disociar por completo.

EL ORIGEN DE LA DOCTRINA DE LA GRACIA COMÚN.

EL PROBLEMA QUE TIENE QUE RESOLVER
El origen de la doctrina de la gracia común tuvo principio en el hecho de que hay en el mundo al lado del curso que sigue la vida cristiana con todas sus bendiciones, un modo natural de vivir que no tiene que ver con la redención pero que exhibe muchos rasgos de la vida verdadera, la vida buena y hermosa. Surgió pues la pregunta:
¿Cómo se puede explicar la vida comparativamente ordenada que hay en el mundo, viendo que todo él está bajo la maldición del pecado ? ¿Cómo es que la tierra produce deliciosos frutos en rica abundancia y no nada más espinas y abrojos ? ¿Cómo podemos explicar que el hombre pecador todavía "retenga algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales y de la diferencia entre el bien y el mal, y que muestre algún respeto por la virtud y por la buena conducta externa" ? ¿Qué explicación puede darse de los dones y talentos especiales con que el hombre natural está capacitado, y del desarrollo de la ciencia y del arte por medio de aquellos que están despojados por completo de la vida nueva que hay en Cristo Jesús?
¿Cómo podemos explicar las aspiraciones religiosas de los hombres en todas partes, aun de aquellos que de ninguna manera han entrado en contacto con la religión cristiana? ¿Cómo pueden los que no están regenerados hablar todavía de la verdad, hacer bien a otros y llevar vidas virtuosas en público? Estas son algunas de las preguntas a las que la doctrina de la gracia común procura dar respuesta.
LA ACTITUD DE AGUSTÍN PARA CON ESTE PROBLEMA
Agustín no enseñó la doctrina de la gracia común, aunque tampoco usó la palabra "gracia" en forma exclusiva como designación de la gracia salvadora. Habló de una gracia que Adán disfrutaba antes de la caída, y hasta admitió que la existencia del hombre como un ser viviente, sensitivo y racional debe llamarse gracia.
Pero en contra de Pelagio que acentuaba la capacidad natural del hombre y ninguna otra gracia reconocía sino aquella que consiste en los dones naturales del hombre, la ley y el evangelio, el ejemplo de Cristo, y la iluminación de la inteligencia mediante la bondadosa influencia de Dios, Agustín expresó con énfasis la incapacidad total del hombre y su absoluta dependencia de la gracia de Dios como un poder renovador e interno, que no sólo ilumina el intelecto, sino que también actúa en forma directa sobre la voluntad del hombre, bien como gracia operadora o como gracia cooperante.
Agustín emplea el término "gracia" casi en forma exclusiva en este sentido, y la considera como la condición necesaria para el cumplimiento de cada buena acción. Cuando los pelagianos señalan las virtudes de los paganos que "sólo mediante el poder de una libertad innata" eran con frecuencia misericordiosos, discretos, castos y temperantes, contestaba Agustín que estas virtudes, así llamadas, eran pecados, porque no brotaban de la fe. Admite que los gentiles pueden cumplir ciertos actos que son buenos en sí y desde un punto de vista más bajo hasta se les puede considerar loables, pero no obstante, considera que tales actos como producidos por personas irregeneradas son pecado porque brotan sin que los motiven el amor de Dios o la fe, y no responden al único propósito justo, la gloria de Dios. Agustín niega que semejantes acciones sean el fruto de alguna bondad natural del hombre.
EL CONCEPTO QUE SE DESARROLLO DURANTE LA EDAD MEDIA
Durante la Edad Media la antítesis agustiniana del pecado y la gracia dio lugar a la' otra de la naturaleza y la gracia. Esta se fundó sobre otra antítesis que jugó una parte importante en la teología católico romana, es decir, la de lo natural y lo sobrenatural. En el estado de integridad el hombre estaba dotado con el don sobrenatural de la' justicia original, que servía como freno para tener dominada la naturaleza más baja. Como resultado de la caída el hombre perdió este don sobrenatural, pero su verdadera naturaleza quedó apenas ligeramente afectada. Se desarrolló en el hombre una tendencia pecaminosa, pero ésta no le impidió producir mucho de lo que es verdadero, bueno y hermoso.
No obstante, sin la infusión de la gracia de Dios todo esto era insuficiente para que el hombre tuviera derecho a la vida eterna. En relación con la antítesis de lo natural y lo sobrenatural la iglesia católico romana desarrolló la diferencia entre las virtudes morales de humildad, obediencia, mansedumbre, liberalidad, temperancia, castidad y diligencia en lo que es bueno por naturaleza, y que los hombres pueden ganar por sí mismos, mediante su propio esfuerzo y con la ayuda oportuna de la gracia divina; y las virtudes teológicas de la fe, esperanza y caridad que le son infundidas al hombre mediante la gracia santificante. Los anabaptistas y los socinianos padecen de la misma antítesis, pero con la diferencia de que los primeros exaltan la gracia a expensas de la naturaleza, en tanto que los últimos exaltan a la naturaleza a expensas de la gracia.
LA POSICIÓN DE LOS REFORMADORES Y DE LA TEOLOGÍA REFORMADA
Sobre esto, como sobre otros puntos de doctrina, Lutero no se libró por completo de la levadura del catolicismo romano. Aunque volvió a la antítesis agustiniana del pecado y la gracia, trazó una distinción tajante entre la más baja esfera terrenal y la más alta esfera espiritual, y sostuvo que el hombre caído es capaz por naturaleza de hacer mucho que es bueno y digno de alabanza en la más baja esfera, o sea la terrenal, aunque a la vez sea notoriamente incapaz de hacer ningún bien espiritual.
Enseña la Confesión de Augsburgo, apelando a Agustín, "que la voluntad del hombre tiene alguna libertad para producir la justicia civil, y para elegir cosas como las que puede alcanzar la razón; pero que no tiene poder para producir la justicia de Dios". El artículo contiene una cita de Agustín en la que se mencionan muchas de las buenas obras que pertenecen a la vida presente, las cuales puede hacer el hombre natural.
Zwinglio concibió que el pecado sea más bien corrupción que culpa, y en consecuencia consideró que la gracia de Dios es santificante, más bien que gracia perdonante. Esta influencia santificante que penetra en cierta medida hasta dentro del mundo pagano, explica lo verdadero, lo bueno y lo hermoso que hay en el mundo. Calvino no estuvo de acuerdo con la posición de Lutero ni con la de Zwinglio. Sostuvo con firmeza que el hombre natural no puede de sí mismo hacer cosa alguna buena, cualquiera que sea, e insistió con mucha firmeza sobre la naturaleza particular de la gracia salvadora. Al lado de la doctrina de la gracia particular desarrolló la doctrina de la gracia común.
Esta gracia que se manifiesta en la comunidad no perdona ni purifica a la naturaleza humana, y tampoco efectúa la salvación de los pecadores. Trastorna el poder destructivo del pecado; mantiene en cierta medida el orden moral del universo, haciendo posible de esta manera una vida ordenada; distribuye dones y talentos, en diversos grados, entre los hombres; promueve el desarrollo de la ciencia y del arte, y derrama indecibles bendiciones sobre los hijos de los hombres.
Desde los días de Calvino la doctrina de la gracia común fue reconocida, por lo general, como parte de la teología Reformada, aunque también hubo ocasiones en que se encontró con la oposición. Sin embargo, durante mucho tiempo, poco se hizo para desarrollar esta doctrina. Con toda probabilidad, esto se debió a que el surgimiento y dominio del racionalismo hizo que fuera necesario colocar todo el énfasis sobre la gracia especial. Hasta el presente, nadie ha hecho tanto como lo que hicieron Kuyper y Bavinck para el desarrollo de la doctrina de la gracia común.

NOMBRE Y CONCEPTO DE LA GRACIA COMÚN

NOMBRE
El nombre "gracia común" como designación de la gracia que estamos discutiendo, no puede decirse que deba su origen a Calvino. El Dr. H. Kuiper en su obra Calvin on Common Grace dice que encontró nada más cuatro pasajes en las obras de Calvino, en las que el adjetivo "común" se usa con el nombre "gracia", y en dos de ellos el Reformador está hablando de la gracia salvadora.
No obstante, en la teología Reformada posterior, el nombre gratia communis se hizo de uso general para expresar la idea de que esta gracia se extienda a todos los hombres, en contraste con la gratia particularis que se limita a una parte de la humanidad, es decir, a los elegidos. En el transcurso del tiempo se hizo evidente que el término "communis" admitía varias interpretaciones.
En la teología holandesa con frecuencia se considera como equivalente de "general", y como resultado, se ha hecho costumbre en los Países Bajos hablar de "gracia general" (algemeene genade). No obstante, hablando con precisión, el término communis, según se aplica a gracia, aunque implica que es general, en algún sentido de la palabra, acentúa el hecho de que esta gracia es para la comunidad, es decir, que la poseen en común todas las criaturas, o todos los hombres, o todos los que viven bajo la administración del Evangelio. Es por eso, que el Dr. Kuiper clasifica la gracia común de la que habla Calvino, bajo tres títulos, es decir:
1. Gracia Común Universal, gracia que se extiende a todas las criaturas
2. Gracia Común General, es decir, la gracia que se aplica a la humanidad en general y a cada miembro de la raza humana
3. Gracia Común del Pacto, una gracia que es común a todos aquellos que viven en la esfera del pacto, sea que pertenezcan o no, al número de los elegidos.
Es muy evidente que los teólogos Reformados también clasifican bajo el término "gracia común" a cierta gracia que no es general, es decir, los privilegios externos de aquellos que están viviendo bajo la administración del evangelio, incluyendo al llamamiento universal externo. Al mismo tiempo hacen notar que esta gracia, a diferencia de la gracia común general, pertenece a la economía de la redención.
Por último, debe notarse que el término gratia communis es susceptible de recibir, y ya recibe, no nada más una interpretación cuantitativa, sino también cualitativa. Puede denotar una gracia que es común en el sentido de ordinaria. A diferencia de las operaciones especiales del Espíritu Santo, llamamos ordinarias a las comunes. Sus operaciones naturales o usuales se contrastan con aquellas que son desusadas y sobrenaturales.
Este es el significado del término "común" en la Confesión de Westminster, Capítulo X, inciso 4, y en el Catecismo Mayor de Westminster, Preg. 60. W. L. Alexander declara de la gracia común que disfrutan los que viven bajo el evangelio: "La gracia que de esta manera se proporciona es común, no en el sentido de que se dé a todos los hombres en común, sino en el sentido de producir efectos que son ordinarios, y que no alcanzan el grado de eficacia realmente salvadora". 227 Entendida de este modo, la gracia de Dios puede ser común sin ser general o universal.
CONCEPTO
La diferencia entre gracia común y gracia especial no se aplica a la gracia como atributo de Dios. No hay en Dios dos clases de gracia, sino una sola. La gracia divina es aquella perfección de Dios en virtud de la cual El demuestra su favor hacia los hombres, favor inmerecido y hasta malogrado por ellos. No obstante, esta gracia única de Dios, se manifiesta en dones y operaciones diferentes.
La más rica manifestación de ella se ve en aquellas operaciones bondadosas de Dios que tienden a, y resultan en, la remoción de la culpa, de la corrupción, del castigo del pecado y en la salvación final de los pecadores. Pero aunque esta sea la obra cumbre de la gracia de Dios, no es su única manifestación. Aparece también en las bendiciones naturales que Dios derrama sobre los hombres en la vida presente, a pesar de que el hombre las ha desperdiciado y se encuentra bajo sentencia de muerte.
La gracia única de Dios se ve en todo lo que El hace para refrenar la devastadora influencia y el desarrollo del pecado en el mundo, y para sostener, enriquecer y desarrollar la vida natural de la humanidad en general, y la de aquellos individuos que constituyen la raza humana. Debe acentuarse que estas bendiciones naturales son manifestaciones de la gracia de Dios para el hombre en general.
Algunos prefieren decir que las bendiciones naturales son expresiones de su bondad, cariño, benevolencia, misericordia o longanimidad, pero parece que olvidan que no podría ser bueno, cariñoso o benévolo con los pecadores a menos que, ante todo, fuera generosísimo en gracia. No obstante, debe recordarse que el término gratia communis aunque por lo general designa una gracia que es común a toda la humanidad, también se usa para denotar la gracia que es común a los elegidos y a los no elegidos que están viviendo bajo el evangelio, por ejemplo, el llamamiento externo evangélico para ambos por igual, y aquella iluminación interna y aquellos dones del Espíritu de que leemos en Heb. 6: 4-6.
No obstante, se entiende que estos privilegios pueden llamarse gracia común nada más en el sentido de que los gozan sin discriminación tanto los elegidos como los reprobados, y de que no constituyen gracia especial en el sentido de la gracia salvadora. A diferencia de las manifestaciones más generales de la gracia común, estos privilegios aunque no constituyen una parte de la gracia de Dios que conduzca necesariamente a la salvación, están, a pesar de todo, relacionados con el proceso soteriológico. Tales manifestaciones de la gracia común, se llaman a veces gracia "especial", pero en este caso, "especial" no es equivalente de "lo que salva". Se puede decir, en general, que cuando hablamos de "gracia común", tenemos en mente una de dos cosas,
(A) Aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por medio de las cuales sin renovar el corazón, ejercita tal influencia moral sobre el hombre, por medio de su revelación general o especial, que el pecado queda refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se promueve la justicia civil; o:
(B) Aquellas bendiciones generales, como la lluvia y el fulgor del sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo, las cuales Dios imparte a todos los hombres, en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a Él le parece buena. Deben notarse los puntos de diferencia, siguientes, entre la gracia especial (en el sentido de que salva) y la gracia común:
1. La extensión de la gracia especial está determinada mediante el decreto de elección. La gracia está limitada a los elegidos, en tanto que la gracia común no se limita a ese número, sino que se concede a todos los hombres sin discriminación. El decreto de elección y reprobación no tiene ninguna influencia determinante sobre la gracia común. No puede decirse que los elegidos reciban mayor medida de la gracia común que los no elegidos. Es asunto que todos conocen y que ha sido observado con frecuencia, es a saber, que los malvados, a menudo, poseen mayor medida de gracia común y tienen mayor participación en las bendiciones naturales de la vida que los piadosos.
2. La gracia especial remueve la culpa y la pena del pecado, cambia la vida íntima del hombre y lo limpia, por grados, de la corrupción del pecado, mediante la operación sobrenatural del Espíritu Santo. La gracia especial actúa sin variación en la  salvación del pecador. Por otra parte, la gracia común nunca remueve la culpa del pecado, no renueva la naturaleza humana, sino que nada más tiene un efecto frenante sobre la influencia corruptora del pecado, y en cierta medida mitiga sus resultados. No efectúa la salvación del pecador, aunque en algunas de sus formas (llamamiento externo e iluminación moral) puede relacionarse estrechamente con la economía de la redención y tomar un aspecto soteriológico.
3. La gracia especial es irresistible. Esto no da' a entender que sea una fuerza determinante que obligue al hombre a creer en contra de su voluntad, sino que mediante el cambio del corazón, hace que el hombre de una manera por completo voluntaria acepte a Jesucristo para salvación y se someta a la obediencia de la voluntad de Dios. La gracia común es resistible, y de hecho, siempre se le resiste en mayor o menor grado. Pablo demuestra en Rom. 1 y 2 que ni los gentiles, ni los judíos estaban viviendo a la altura del nivel de la luz de que gozaban. Shedd dice: "En la gracia común el llamamiento para creer y arrepentirse es invariablemente estéril, porque el hombre es enemigo de la fe y del arrepentimiento, y está esclavizado por el pecado".228 No tiene eficacia salvadora porque deja al corazón sin cambio alguno.
4. La gracia especial opera de una manera espiritual y re-creativa, renovando toda la naturaleza del hombre, y haciendo de esta manera que el hombre pueda y quiera aceptar la oferta de salvación en Cristo Jesús y producir frutos espirituales. Al contrario, la gracia común opera nada más de una manera racional y moral, convirtiendo al hombre de modo general en receptor de la verdad, presentándole para ello motivos que influyan en su voluntad, y apelando para lograrlo a los deseos naturales del hombre.
Esto equivale a decir que la gracia especial (salvadora) es inmediata y sobrenatural puesto que obra en el alma en forma directa mediante la potencia instantánea del Espíritu Santo, en tanto, que la gracia común es el producto de la operación mediata del Espíritu Santo, por medio de la verdad de la revelación general o especial y mediante la persuasión moral.
Este concepto de la gracia común debería cuidadosamente distinguirse del concepto de los arminianos que consideran que la gracia común es uno de los eslabones del ordo salutis y le atribuyen importancia salvadora. Sostienen que en virtud de la gracia común de Dios el hombre irregenerado es perfectamente capaz de ejecutar en cierta medida el bien espiritual, volverse a Dios con fe y arrepentimiento y de esta manera aceptar a Jesús para salvación.
Van todavía más allá de eso y sostienen que la gracia común por medio de la iluminación de la mente y la influencia persuasiva de la verdad incita al pecador a aceptar a Jesucristo y volverse a Dios con fe y arrepentimiento, y que el hombre con seguridad alcanzará esta finalidad, si no es que como pecador, con toda obstinación, resista a la operación del Espíritu Santo.
Los Cánones de Dort tuvieron presente esto cuando rechazaron el error de aquellos que enserian "que el hombre natural y corrupto puede usar de manera tan buena la gracia común (por la cual entienden la luz de la naturaleza), o los dones que todavía le quedan después de la caída, que podrá, mediante el buen uso de ellos ganar, poco a poco, grados más altos, es decir, la gracia evangélica o salvadora, y la misma salvación".

LA GRACIA COMÚN Y LA OBRA EXPIATORIA DE CRISTO

La pregunta surge de manera natural: ¿Están las manifestaciones de la gracia común relacionadas de alguna manera con la obra expiatoria de Cristo? Hasta donde sabemos, el Dr. Kuyper no se colocó de parte de tal relación. Según él, Cristo como el Mediador de la creación, la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, es la fuente de la gracia común. Esto significa que las bendiciones de la gracia común fluyen de la obra de la creación.
Pero esto con dificultad basta para contestar la pregunta de cómo puede explicarse que un Dios santo y justo extienda su gracia a los pecadores, y conceda favores a quienes han malgastado todo, sin ser participantes de la justicia y demostrando hasta el fin su impenitencia. La pregunta exacta es: ¿Cómo puede Dios continuar concediendo esas bendiciones de la creación a hombres que se encuentran bajo sentencia de muerte y de condenación?
Hasta donde esta pregunta atañe a los elegidos ya está contestada por la cruz de Cristo, pero ¿cómo se contestará en lo que concierne a los reprobados? Podría, quizá, decirse que no es necesario tomar una base judicial específica para conceder al hombre la gracia común en atención al hecho:
(A) De que la gracia común no remueve la culpa del pecado y por tanto no lleva con ella el perdón; y:
(B) Que no levanta la sentencia de condenación, sino nada más pospone la ejecución.  Posiblemente la divina y buena voluntad de aplazar la revelación de su ira y de soportar "con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción" ofrezca una explicación suficiente de las bendiciones de la gracia común.
 Los teólogos Reformados, por lo general, titubean para decir que Cristo mediante su sangre expiatoria alcanzó con sus méritos estas bendiciones para los impenitentes y reprobados. Al mismo tiempo, creen que dimanan de la muerte de Cristo beneficios naturales de importancia para toda la raza humana, y que de ellos participan también los incrédulos, los impenitentes y los reprobados.
En todas las transacciones de pacto que se recuerdan en la Escritura se ve que el pacto de gracia lleva consigo no sólo bendiciones espirituales sino también materiales, y estas últimas, por lo general, son de tal clase que en forma natural participan también de ellas los incrédulos. Dice Cunningham "De la muerte de Cristo fluyen muchas bendiciones, colateral e incidentalmente, para toda la humanidad, y esto como consecuencia de la relación que guardan el uno para con el otro, vistos en conjunto".
Y no es sino natural que así acontezca. Si Cristo tenía que salvar una raza elegida, llamada poco a poco de entre el mundo de la humanidad, durante el curso de los siglos, se hacía necesario que Dios ejercitara su paciencia para sujetar la corriente del mal, para promover el desarrollo de los poderes naturales del hombre, para conservar vivo dentro de los corazones humanos el deseo de la justicia civil, la moralidad externa y el buen orden en la sociedad, y para derramar indecibles bendiciones sobre la humanidad en general. El Dr. Hodge expresa lo mismo de esta manera:
"Resulta muy claro que cualquier plan designado para asegurar la salvación de una porción elegida de entre una raza que se propaga mediante generación y cuyos miembros viven en asociación, como pasa con la humanidad, no podrá lograr su propósito sin afectar en gran manera, para bien o para mal, el carácter y el destino de todo el resto no elegido de la raza". El mismo Dr. Hodge cita al Dr. Candlish para decir que "toda la historia de la raza humana, desde la apostasía (caída) hasta el juicio final, es una dispensación de paciencia con referencia a los réprobos, en la cual fluyen muchas bendiciones hasta para los paganos, bendiciones físicas y morales que afectan para siempre su carácter y destino, y todavía mucho más para los ciudadanos cultos y refinados de las comunidades cristianas. Todas ellas les llegan por la mediación de Cristo, y puesto que les están llegando, debieron haber estado designadas para ellos desde el principio".
Estas bendiciones generales de la humanidad, que indirectamente resultan de la obra expiatoria de Cristo, no sólo fueron previstas por Dios, sino que En las designó como bendiciones para todos los que padecen ansiedad. Por consiguiente, resulta por completo cierto que el designio de Dios en la obra de Cristo pertenece fundamental y directamente, no al bienestar temporal de los hombres en general, sino a la redención de los elegidos; pero secundaria e indirectamente abarca también las bendiciones naturales concedidas a toda la humanidad sin discriminación alguna. Todo lo que el hombre natural recibe y que no es maldición y muerte, es el resultado indirecto de la obra redentora de Cristo.
RELACIÓN ENTRE LA GRACIA ESPECIAL Y LA COMÚN
Varias preguntas pueden presentarse respecto a esta relación, pero de ellas las siguientes son las más importantes.
¿DIFIEREN LA GRACIA ESPECIAL Y LA GRACIA COMÚN EN ESENCIA, O NADA MÁS EN GRADO?
Al lado de la gracia suficiente (común) los arminianos reconocen la gracia de la obediencia evangélica, pero afirman que las dos difieren nada más en grado, no en esencia. Las dos son soteriológicas en el sentido de que ambas forman parte de la gracia salvadora de Dios. La primera hace posible para el hombre que se arrepienta y crea, en tanto que la segunda, en cooperación con la voluntad hace al hombre que se arrepienta y crea.
El hombre puede resistir a las dos, de manera que ni siquiera la segunda es necesariamente efectiva para la salvación. No obstante, la teología Reformada insiste en que hay una diferencia esencial entre la gracia común y la gracia especial. La especial es sobrenatural y espiritual, remueve la culpa y la corrupción del pecado y levanta la sentencia de condenación.
Al contrario, la gracia común es natural; y aunque algunas de sus formas pueden estar relacionadas muy estrechamente con la gracia salvadora, no remueve el pecado ni liberta al hombre, sino nada más refrena las manifestaciones públicas de pecado y promueve la moralidad y la decencia en lo público, el buen orden en la sociedad, y la justicia cívica, el desarrollo de la ciencia y el arte, etc. Opera sólo en lo natural, y no en la esfera espiritual.
Por tanto, debería sostenerse que aunque las dos están estrechamente relacionadas en la vida presente, no obstante, son diferentes en lo esencial, y no difieren nada más en grado. Ning una cantidad de gracia común puede jamás introducir al pecador en la nueva vida que hay en Cristo Jesús.
No obstante, la gracia común se revela a veces en formas que el hombre con dificultad puede distinguir de las manifestaciones de la gracia especial, como por ejemplo, en el caso de la fe temporal. Parece que el Dr. Shedd no toma en cuenta la diferencia esencial entre las dos, y esto en forma especial, cuando dice: "El no elegido recibe gracia común, y la gracia común inclinaría a la voluntad humana si ésta no la derrotara.
Si el pecador no presentara oposición hostil, la gracia común sería equivalente a gracia salvadora". En una nota añade: "Decir que, si el pecador no resistiera a la gracia común ésta sería equivalente a la gracia regeneradora, no es lo mismo que decir que si la gracia común estuviera ayudada por el pecador equivaldría a la gracia regeneradora.
En el primer caso Dios sería el autor único de la regeneración; en el segundo no lo sería". Lo anterior nos recuerda la teología luterana; pero lo que el Dr. Shedd quiso decir no es claro del todo porque en otra parte también atribuye la no oposición del pecador a la operación del Espíritu Santo. 
¿CUAL DE LAS DOS DEBE OCUPAR EL PRIMER LUGAR, LA GRACIA COMÚN O LA ESPECIAL?
A esta pregunta debe contestarse que en un sentido temporal ninguna de las dos tiene prioridad sobre la otra. El capítulo tres del Génesis revela con claridad que ambas entraron en operación juntas, desde el momento que siguió a la caída. La prioridad lógica se atribuiría, no obstante a la gracia especial, porque la gracia común resulta subordinada de aquella en sus operaciones en el mundo.
¿SIRVE LA GRACIA COMÚN A UN PROPÓSITO INDEPENDIENTE, O NO?
No puede dudarse que la gracia común encuentra su propósito parcial en la obra redentora de Jesucristo; está subordinada a la ejecución del plan de Dios en la vida de cada uno de los elegidos, y en el desarrollo de la Iglesia. Pero además de eso, también sirve a un propósito independiente, es decir, el de traer la luz, enjaezar, para el servicio del hombre, las fuerzas ocultas de la naturaleza, y desarrollar las potencias y talentos que están latentes en la raza humana, para que el hombre ejerza un dominio siempre en aumento sobre la creación más baja, glorificando de este modo a Dios el Creador.
¿TIENE CADA UNA, LA GRACIA ESPECIAL Y LA COMÚN, UNA ESFERA PECULIAR, POR COMPLETO DISTINTA LA UNA DE LA OTRA?
Puede decirse que en cierto sentido la gracia especial tiene su esfera peculiar propia en la Iglesia organizada, aunque no de necesidad se limita a ésta, y que la gracia común también está en operación en la Iglesia, puesto que se concede a todos los hombres. Ambas operan en el mundo; pero en tanto que la gracia común en el sentido más usual del término pertenece a las cosas del mundo natural y de esta vida presente, la gracia especial tiene que ver con las cosas de la nueva creación. No pueden menos que influenciarse recíprocamente.
La gracia común, con sus bendiciones, enriquece a la Iglesia; y ésta eleva los frutos de aquella a un nivel muy alto cuando los pone bajo la influencia de la vida regeneradora.
LOS MEDIOS POR LOS QUE OPERA LA GRACIA COMÚN
Pueden distinguirse varios medios por los cuales la gracia común efectúa su obra. Calvino sugirió algunos de esos cuando al hablar de la influencia restringente de la gracia, dice: "De aquí que tantas cuantas sean las veces que los hombres disimulen su impureza, algunos lo harán estrechados por la vergüenza nada más, y otros, por el temor de las leyes se detendrán de lanzarse a muchas clases de iniquidad.
Algunos porque aspiran a una vida honesta, considerándola más favorable a sus intereses, en tanto que los de más allá son exaltados sobre el nivel vulgar para que debido a la dignidad de aquella posición se consideren (en humildad) inferiores a su deber. De este modo, Dios, mediante su providencia reprime la perversidad de la naturaleza evitándole que irrumpa en acción, mas esto sin convertirla internamente en pura". En seguida mencionamos algunos de los medios más importantes por los cuales la gracia común realiza su obra.

LA LUZ DE LA REVELACIÓN DE DIOS

Esta es fundamental porque sin ella todos los otros medios serían imposibles, y si fueran posibles no funcionarían adecuadamente. Nos estamos refiriendo aquí en primer lugar a la luz de la revelación divina que brilla en la naturaleza e ilumina a cada uno de los hombres que vienen al mundo. En sí misma es fruto de la gracia común, pero a su vez se convierte en medio para la más amplia manifestación de esa gracia' común, puesto que sirve como guía a la conciencia del hombre natural.
Pablo habla de los gentiles que por naturaleza hacen las cosas de la ley, "con lo cual, demuestran que la letra de la ley está escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos", Rom. 2: 14 y 15. Comentando Calvino este pasaje, dice que los gentiles de quienes trata, "prueban que hay impresa en sus corazones una discriminación y un juicio que les hace distinguir entre lo justo y lo injusto, y entre lo honesto y lo deshonesto".
No obstante, y además de esto, debe decirse que la gracia común en un sentido más limitado, opera también a la luz de la revelación especial de Dios, siendo ésta en sí misma, fruto no de la gracia común sino de la especial.
LOS GOBIERNOS
De estos también debe decirse que son, de inmediato, el resultado y los medios de la gracia común. Según Rom. 13 los gobiernos son ordenados por Dios para mantener el buen orden en la sociedad. Resistirlos es oponerse a lo establecido por Dios. Dice Pablo que el magistrado "es ministro de Dios para tu bien", Rom. 13: 4. El magistrado encuentra su apoyo en la conciencia del hombre (versículo 5) y para los que abandonan la con-ciencia "no en vano trae la espada". Sobre este punto la Confesión Belga dice:
"Creemos que nuestro Dios bondadoso, a causa de la depravación de la humanidad ha designado reyes, príncipes y magistrados, siendo voluntad divina que el mundo se gobierne por ciertas leyes y reglamentos; y esto con la finalidad de que se modere la disolución de los hombres, y que todas las cosas sean conducidas entre ellos en buen orden y con decencia".
LA OPINIÓN PÚBLICA
Cuando de una manera especial, la luz natural que brilla en los corazones se intensifica mediante la influencia de la revelación especial de Dios, da por resultado la formación de una opinión pública que está en conformidad externa con la ley de Dios; y esto alcanza una influencia tremenda sobre la conducta de aquellos hombres que son muy sensibles al juicio de la opinión pública.
Es natural que la opinión pública sea un medio de la gracia común sólo cuando se ha formado bajo la influencia de la revelación divina. La opinión pública se convierte en una poderosa influencia para el mal cuando no está dominada por la conciencia, cuando no actúa en armonía con la luz de la naturaleza, o de acuerdo con la Palabra de Dios.

CASTIGOS Y GALARDONES DIVINOS

Los arreglos providenciales de Dios por medio de los cuales visitan en esta vida la maldad de los hombres sobre ellos mismos, y recompensa los actos que están en notoria conformidad con la ley divina sirven al importante propósito de reprimir el mal que hay en el mundo. Los castigos tienen efecto detergente, y las recompensas sirven como incentivos.
La bondad moral que hay en el mundo, cualquiera que ella sea, se corrobora en gran manera por estos medios. Muchos liquidan el mal y procuran lo que es bueno, no porque teman al Señor, sino porque sienten que el bien trae su propia recompensa, y sirve mejor a sus intereses.
LOS FRUTOS DE LA GRACIA COMÚN
En lo que precede ya hemos declarado que lo que nos ha quedado de la luz de la naturaleza, está operando todavía sólo en virtud de la gracia común de Dios. Este es uno de los más importante frutos de la gracia común sin el cual algunos de los otros serían inconcebibles. Merecen mención los siguientes frutos.
EL APLAZAMIENTO DE LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
Dios pronunció la sentencia de muerte sobre el pecador. Hablando del árbol de la ciencia del bien y del mal dijo Dios: "El día que dé a comieres, de cierto morirás". El hombre comió, y la sentencia, hasta cierto punto, entró en ejecución, pero es claro que no se ejecutó toda, al instante. A la gracia común se debe que Dios no ejecutara al momento toda la sentencia de muerte sobre el pecador, y a la misma se debe que no la ejecute ahora, sino que mantiene y prolonga la vida natural del hombre y le da tiempo para que se arrepienta.
Dios no troncha de golpe la vida del pecador, sino que le proporciona oportunidad para el arrepentimiento, removiendo toda excusa y justificando la manifestación que está por venir de su ira sobre todos aquellos que persistan en pecar hasta el fin. De los pasajes siguientes resulta evidencia abundante de que sobre ese principio actúa Dios, Isa. 48: 9, Jer. 7: 23-25; Luc. 13: 6-9; Rom. 2: 4; 9: 22; II Ped. 3: 9.
EL PECADO SE ENCUENTRA FRENADO
Por la operación de la gracia común el pecado está frenado en las vidas de los individuos y en la sociedad. Al presente, no se permite al elemento de corrupción que entró en la vida de la raza humana llevar a cabo su obra de desintegración. Calvino dice: "Pero debemos considerar que, a pesar de la corrupción de nuestra naturaleza, hay algún lugar para la gracia divina, una gracia que, aunque no purifique al hombre lo puede mantener sujeto con un freno interno. Porque si el Señor dejara en libertad a cada intelecto para prostituirse en sus concupiscencias, sin duda no quedaría un solo hombre que no mostrara que su naturaleza es capaz de todos aquellos crímenes de los que Pablo los acusa (Rom. 3, compárese con Sal 14: 3 y sigs.)".
Este freno puede ser externo, o interno, o ambas cosas a la vez, pero no cambia el corazón. Hay pasajes de la Escritura que hablan de una lucha del Espíritu de Dios con los hombres; una lucha que no conduce al arrepentimiento, Gen 6: 3; Isa. 63: 10; Hech. 7: 51; de operaciones del Espíritu que son finalmente retiradas, I Sam 16: 14; Heb. 6: 4-6; y del hecho de que, en algunos casos, Dios entrega en forma definitiva a los hombres a la concupiscencia de sus propios corazones, Sal 81: 12; Rom. 1: 24, 26, 28.
Además de los pasajes precedentes hay algunos que indican con claridad el hecho de que Dios restringe el pecado de varias maneras, por ejemplo: Gen 20: 6; 31: 7; Job 1: 12; 2: 6; II Reyes 19: 27, 28; Rom. 13: 1-4.
LA CONSERVACIÓN DE ALGÚN SENTIDO DE VERDAD, MORALIDAD Y RELIGIÓN
Se debe a la gracia común que el hombre todavía retenga algún sentido de la verdad, el bien y la belleza, con frecuencia las aprecia en un grado muy sorprendente, y revela un deseo por la verdad, por la moralidad externa, y hasta por ciertas formas de religión. Pablo habla de los gentiles que "muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia. y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos", Rom. 2: 15, y aun dice de aquellos que dieron ilimitado desahogo a sus vidas inicuas, que lo hicieron a pesar de que conocían la verdad de Dios, y no obstante, detuvieron la verdad con injusticia y cambiaron la verdad de Dios por la mentira, Rom. 1 : 18-25.
A los atenienses que no conocían el temor de Dios les dijo: "Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos", Hech. 17: 22. Los Cánones de Dort se expresan sobre este punto de la manera siguiente: "No obstante, permanecen en el hombre desde la caída los resplandores de la luz natural por medio de la cual el hombre todavía retiene algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales y de la diferencia entre el bien y el mal y demuestra alguna preocupación por la virtud y por la buena conducta pública.
Pero esta luz de la naturaleza está tan lejos de ser suficiente para traer al hombre al conocimiento de Dios para salvación, y a la verdadera conversión, que es incapaz de usarla correctamente hasta en cosas naturales y civiles. Y no sólo eso; pues siendo además esta luz tal como es, el hombre de varias maneras la contamina del todo y la obstaculiza con la injusticia, haciendo lo cual se vuelve inexcusable delante de Dios", II-IV, 4.
LA REALIZACIÓN DEL BIEN PÚBLICO Y LA JUSTICIA CIVIL
La gracia común capacita al hombre para cumplir lo que en general se llama justillo civilis, lo que es justo en asuntos civiles o naturales, a diferencia de lo que es justo en materias religiosas, las buenas obras naturales, de modo especial en las relaciones sociales, obras que manifiesta y objetivamente están en armonía con la ley de Dios aunque destituidas del todo de cualquiera cualidad espiritual. Esto armoniza con nuestra Confesión Reformada.
El Art. XIV de la Confesión Belga habla en su título de la incapacidad del hombre para cumplir lo que verdaderamente es bueno, y dice que el hombre retiene nada más pequeños residuos de sus excelentes dones, residuos que bastan para hacerle inexcusable, y sólo rechaza ese artículo el error pelagiano de que el hombre puede por sí mismo ejecutar el bien espiritual, o el bien que salva. Los Cánones de Dort II-IV, Art. 3 hablan en un estilo parecido:
"Por tanto, todos los hombres son concebidos en pecado, y son por naturaleza' hijos de ira incapaces de hacer el bien que salva", etc. Puede objetarse que el Catecismo de Heidelberg habla en términos absolutos cuando en la pregunta 8, dice que somos incapaces de hacer el bien, a menos que seamos regenerados. Pero resulta muy evidente, según el Comentario de Ursino mismo, que no intenta negar que el hombre pueda hacer el bien civil, sino nada más niega que pueda cumplir las buenas obras tal como están definidas en la pregunta 91 del Catecismo. En general los teólogos Reformados sostienen que los no regenerados pueden hacer el bien natural, el bien civil y el bien religioso público.
No obstante, los teólogos Reformados llaman la atención al hecho de que aunque tales obras de los no regenerados son buenas desde un punto de vista material, consideradas como obras que Dios manda, no pueden, desde un punto de vista formal llamarse buenas puesto que no brotan de un motivo recto ni se dirigen a un propósito recto. La Biblia menciona repetidas veces las obras de los no regenerados como buenas y rectas, II Rey. 10: 29, 30; 12: 2 (compárese II Crón. 24: 17- 25); 14: 3, 14-16, 20, 27 (compárese II Crón. 25: 2); Luc. 6: 33; Rom. 2: 14, 15.
MUCHAS BENDICIONES NATURALES
El hombre debe, además, a la gracia común todas las bendiciones naturales que recibe en la vida presente. Aunque ha malgastado todas las bendiciones de Dios, recibe abundantes pruebas de su bondad todos los días. Hay varios pasajes de la Escritura en los que se ve, en cantidad más que suficiente, que Dios derrama muchos de sus buenos dones sobre todos los hombres, sin discriminación, es decir, sobre justos y malvados, elegidos y réprobos, por ejemplo : Gen 17: 20 Comp. El ver. 18); 39: 5; Sal 145: 9, 15, 16; Mat. 5: 44, 45; Luc. 6: 35, 36; Hech. 14: 16; 17; I Tim. 4: 10. Y estos dones vienen como bendiciones, no sólo para los buenos, sino también para los malos.
A la luz de la Biblia es insostenible la afirmación de que Dios nunca bendice a los reprobados aunque les dé muchos dones que son buenos en sí mismos. En Gen 39: 5 leemos que "Jehová bendijo la casa del egipcio por causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que aquel egipcio tenía en su casa y en el campo". Y en Mat. 5: 44, 45 Jesús exhorta a sus discípulos con estas palabras.
"Bendecid a los que os maldicen...para que seais hijos de vuestro Padre que está en los cielos". Esto sólo puede significar una cosa, es decir, que Dios también bendice a los que lo maldicen. Compárese también Luc. 6: 35 y 36; Rom. 2: 4.

OBJECIONES A LA DOCTRINA REFORMADA DE LA GRACIA COMÚN

Varias objeciones se han presentado y siguen presentándose por algunos en contra de la doctrina de la gracia común tal como la hemos presentado arriba. De ellas, las que siguen son las más importantes:
1. Los arminianos no están conformes con ella porque no es lo bastante atrevida. Consideran que la gracia común es parte íntegra del proceso de salvación. Ella es esa gracia suficiente que capacita al hombre para arrepentirse y creer en Jesucristo para salvación, y Dios en su propósito divino ha querido que esa gracia conduzca a los hombres a la fe y al arrepentimiento aunque el propósito de Dios resulte frustrado por los hombres. Una gracia sin esa intención, y que no sirva en verdad para la salvación de los hombres, constituye una contradicción de términos.
Por eso Pope, un arminiano wesleyano, al hablar de la gracia común tal como la entiende el sistema calvinista, "considera que es universal y no particular; que resulta por necesidad, o cuando menos en la práctica, inoperante para la salvación según el propósito de Dios", y la menciona como una "influencia desperdiciada". Dice además: "La gracia ya no es gracia si no incluye la intención salvadora del dador".  Pero, con seguridad, la Biblia no limita de esa manera el uso del término "gracia". Pasajes como Gen 6: 8; 19: 19; Ex 33: 12, 15; Núm. 32: 5; Luc. 2: 40 y muchos otros no se refieren a lo que llamamos "gracia salvadora", ni a lo que los arminianos llaman "gracia suficiente".
2. Se arguye a veces que la doctrina Reformada de la gracia común en-vuelve la doctrina de la expiación universal, y por tanto, conduce al campo arminiano. Pero no hay buena base para esta afirmación. La doctrina Reformada de la gracia común no dice ni implica que el propósito de Dios es salvar a todos los hombres por medio de la sangre expiatoria de Jesucristo. La expiación se basa en forma particular sobre la proclamación universal del evangelio que se considera posible sólo sobre la base de una expiación universal.
Ya fue sugerido así por los mismos arminianos de la época del Sínodo de Dort cuando afirmaron que los Reformados con su doctrina de la expiación particular no podrían predicar el evangelio a todos los hombres sin discriminación alguna. Pero el Sínodo de Dort no reconoció que hubiera contradicción en la posición tomada por él. Los Cánones enseñan la expiación particular, y también requieren la proclamación universal del evangelio.
Y esto queda en perfecta armonía con la Escritura que enseña por una parte que Cristo hizo expiación nada más para los elegidos, Juan 10: 15; Hech. 20: 28; Rom. 8: 32 y 33; compárese también Juan 17:9; y al contrario, que el llamamiento del evangelio debe extenderse a todos los hombres, sin ninguna forma de discriminación, Mat. 22: 2-14; 28: 19; Marc. 16: 15, 16.
Si se objetara que no podemos armonizar por completo la oferta indiscriminada y sincera de la salvación sobre la base de fe y arrepentimiento con la doctrina, al parecer opuesta, de la expiación particular, admitiríamos esta imposibilidad nuestra, pero entendiendo claramente que la verdad de una doctrina no depende de nuestra habilidad para armonizarla con cada una de las otras doctrinas de la Escritura.
3. Otra objeción a la doctrina de la gracia común es que presupone en Dios cierta disposición favorable hasta para los pecadores reprobados, aunque no tenemos derecho de presumir una disposición tal en Dios. Esta rigidez halla su punto de partida en el consejo eterno de Dios, en su elección y en la reprobación.
A lo largo de su elección Dios revela su amor, gracia, misericordia y paciencia que conducen a la salvación, y en la realización histórica de su reprobación da expresión nada más a su aversión, disgusto, odio e ira que conduce a la destrucción. Pero esto se parece a una súper-simplificación racionalista de la vida íntima de Dios, simplificación que no toma en debida cuenta la revelación misma de Dios.
Al hablar de este asunto debemos tener mucho cuidado, y dejarnos guiar por las declaraciones explícitas de la Escritura más bien que por nuestras temerarias inferencias respecto al consejo secreto de Dios. Hay en Dios mucho más de lo que pudiera ser reducido a nuestras categorías lógicas. ¿Son en esta vida el elegido objeto del amor de Dios, nada más, y nunca, en ningún sentido, objeto de su ira? ¿Pensaba Moisés en los reprobados?.
¿No implica la afirmación de Jesús de que la ira de Dios permanece sobre aquellos que no obedecen al Hijo, que esa ira ha sido removida cuando, y sólo hasta que, se sometieron al benéfico gobierno de Cristo? Juan 3: 16. ¿Y no dice Pablo a los Efesios que ellos 2: 3. Es evidente que los elegidos no pueden considerarse siempre y exclusivamente objetos del amor de Dios.
Y si aquellos que son objeto del amor redentor de Dios también pueden, en algún sentido de la palabra, considerarse como objeto de su ira, ¿por qué sería imposible que quienes son objeto de su ira fueran, en algún sentido, participantes de su favor divino? Alguien que a la vez fuera padre y juez detestaría al hijo que trajeran delante de él como criminal, y estaría constreñido a descargar su ira judicial sobre él, pero todavía podría compadecerlo y mostrarle actos de bondad aun cuando ya estuviese condenado.
¿Y por qué para Dios había de ser imposible una cosa parecida? El General Washington aborreció al traidor que le presentaron y lo condenó a muerte, pero al mismo tiempo le dio pruebas de su compasión sirviéndole de los deliciosos manjares de su mesa. ¿No podría Dios tener compasión hasta del pecador condenado y concederle sus favores?
No hay necesidad de contestar con incertidumbre, puesto que la Biblia enseña con claridad que Dios derrama indecibles bendiciones sobre todos los hombres, y también indica con la misma claridad que esas bendiciones son la expresión de la disposición favorable que hay en Dios, y que a pesar de todo no alcanza la dimensión de una volición positiva para perdonar sus pecados, levantarles la sentencia y concederles la salvación. Los pasajes siguientes señalan la disposición favorable de Dios que hemos indicado: Prov. 1: 24; Isa. 1: 18; Ezeq. 18: 23, 32; 33: 11; Mat. 5: 43-45; 23: 37; Marc. 10:21; Luc. 6:35; Rom. 2: 4.
Si pasajes como estos no dan testimonio de una disposición favorable en Dios, parecería que el lenguaje ha perdido su significado, y que sobre este asunto la revelación de Dios no es digna de confianza.
4. Los anabaptistas objetan la doctrina de la gracia común porque envuelve el reconocimiento de buenos elementos en el orden natural de las cosas, y esto resulta contrario a su posición fundamental. Ven con desprecio a la creación natural, insisten en que Adán siendo de la tierra' era terreno, y ven impureza, nada más, en un orden natural como ese.
Cristo estableció un orden de cosas nuevo y sobrenatural, y a ese orden pertenece también el hombre regenerado, no el que sólo ha sido renovado, sino un hombre nuevo por completo. El hombre nuevo nada tiene de común con el mundo que lo rodea y por eso no debe tomar parte en la vida mundana: Nunca jurar, no alistarse en la guerra, desconocer la autoridad civil, evitar los vestidos a la moda, etc.
Sobre tal posición no se encuentra otra gracia que la salvadora. Participaron de este concepto los labadistas, los pietistas, los Hermanos Moravos y otras varias sectas. La negación de la gracia común por Barth parece seguir los mismos lineamientos. Esto no debe asombrarnos puesto que también para él resultan idénticos, en la práctica, la calidad de criatura y la pecaminosidad. Brunner da el siguiente sumario del concepto de Barth:
"De reconocer a Cristo como la única gracia salvadora de Dios tenemos que deducir que no existe ninguna gracia creadora y sustentadora que haya estado operando desde la misma creación del mundo, y la cual se nos haya manifestado en el mantenimiento que Dios hace del mundo, puesto que en este caso tendríamos que reconocer dos o hasta tres clases de gracia, y eso estaría en contradicción con la singularidad de la gracia de Cristo.
De manera parecida, la nueva creación de ninguna manera es un cumplimiento; sino conclusivamente, una recolocación mediante una completa aniquilación de lo que antes fue, una substitución del hombre viejo por el nuevo. La proposición, gratia non tollit naturam sed perficit, nada tiene de verdadero en ningún sentido, antes bien, es por completo una archiherejía".244 Al rechazar Brunner este concepto se coloca más en línea con el pensamiento Reformado acerca de este asunto.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Denotan siempre gracia salvadora las palabras hebreas y griegas que se usan para gracia?
2. ¿Se usan siempre como designación de lo que llamamos 'gracia común'?
3. ¿Presupone la doctrina de la gracia común la doctrina de la expiación universal?
4. ¿Implica una negación del hecho de que el hombre es por naturaleza sujeto de la ira de Dios?
5. ¿Envuelve una negación de la depravación total del hombre y de su capacidad para hacer el bien espiritual?
6. ¿Es el bien que el hombre natural puede hacer, bueno sólo en la vista del hombre o también es bueno a la vista de Dios?
7. ¿Destruye la doctrina de la gracia común la antítesis entre el mundo y el reino de Dios?

8. Si no la destruye ¿cómo la explica usted?