En relación con las operaciones generales del Espíritu Santo el tema de la gracia común también pide que lo consideremos.
No obstante, deberá
en-tenderse que la teología Reformada no considera a la doctrina de la gracia
común como una parte de la Soteriología según lo hace la teología arminiana. Al
mismo tiempo reconoce una estrecha relación entre las operaciones del Espíritu
Santo en la esfera de la creación y en la de la redención, y por tanto siente,
que no se deben disociar por completo.
EL ORIGEN DE LA DOCTRINA DE LA GRACIA COMÚN.
EL PROBLEMA QUE TIENE QUE RESOLVER
El origen de la doctrina de la gracia común tuvo principio en el
hecho de que hay en el mundo al lado del curso que sigue la vida cristiana con
todas sus bendiciones, un modo natural de vivir que no tiene que ver con la
redención pero que exhibe muchos rasgos de la vida verdadera, la vida buena y hermosa.
Surgió pues la pregunta:
¿Cómo se puede explicar la vida comparativamente ordenada que
hay en el mundo, viendo que todo él está bajo la maldición del pecado ? ¿Cómo
es que la tierra produce deliciosos frutos en rica abundancia y no nada más
espinas y abrojos ? ¿Cómo podemos explicar que el hombre pecador todavía
"retenga algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales y de la diferencia
entre el bien y el mal, y que muestre algún respeto por la virtud y por la
buena conducta externa" ? ¿Qué explicación puede darse de los dones y
talentos especiales con que el hombre natural está capacitado, y del desarrollo
de la ciencia y del arte por medio de aquellos que están despojados por
completo de la vida nueva que hay en Cristo Jesús?
¿Cómo podemos explicar las aspiraciones religiosas de los
hombres en todas partes, aun de aquellos que de ninguna manera han entrado en
contacto con la religión cristiana? ¿Cómo pueden los que no están regenerados
hablar todavía de la verdad, hacer bien a otros y llevar vidas virtuosas en
público? Estas son algunas de las preguntas a las que la doctrina de la gracia
común procura dar respuesta.
LA ACTITUD DE AGUSTÍN PARA CON ESTE PROBLEMA
Agustín no enseñó la doctrina de la gracia común, aunque tampoco
usó la palabra "gracia" en forma exclusiva como designación de la
gracia salvadora. Habló de una gracia que Adán disfrutaba antes de la caída, y
hasta admitió que la existencia del hombre como un ser viviente, sensitivo y
racional debe llamarse gracia.
Pero en contra de Pelagio que acentuaba la capacidad natural del
hombre y ninguna otra gracia reconocía sino aquella que consiste en los dones
naturales del hombre, la ley y el evangelio, el ejemplo de Cristo, y la iluminación
de la inteligencia mediante la bondadosa influencia de Dios, Agustín expresó
con énfasis la incapacidad total del hombre y su absoluta dependencia de la
gracia de Dios como un poder renovador e interno, que no sólo ilumina el
intelecto, sino que también actúa en forma directa sobre la voluntad del
hombre, bien como gracia operadora o como gracia cooperante.
Agustín emplea el término "gracia" casi en forma
exclusiva en este sentido, y la considera como la condición necesaria para el
cumplimiento de cada buena acción. Cuando los pelagianos señalan las virtudes
de los paganos que "sólo mediante el poder de una libertad innata"
eran con frecuencia misericordiosos, discretos, castos y temperantes,
contestaba Agustín que estas virtudes, así llamadas, eran pecados, porque no
brotaban de la fe. Admite que los gentiles pueden cumplir ciertos actos que son
buenos en sí y desde un punto de vista más bajo hasta se les puede considerar
loables, pero no obstante, considera que tales actos como producidos por
personas irregeneradas son pecado porque brotan sin que los motiven el amor de
Dios o la fe, y no responden al único propósito justo, la gloria de Dios.
Agustín niega que semejantes acciones sean el fruto de alguna bondad natural
del hombre.
EL CONCEPTO QUE SE DESARROLLO DURANTE LA EDAD MEDIA
Durante la Edad Media la antítesis agustiniana del pecado y la
gracia dio lugar a la' otra de la naturaleza y la gracia. Esta se fundó sobre
otra antítesis que jugó una parte importante en la teología católico romana, es
decir, la de lo natural y lo sobrenatural. En el estado de integridad el hombre
estaba dotado con el don sobrenatural de la' justicia original, que servía como
freno para tener dominada la naturaleza más baja. Como resultado de la caída el
hombre perdió este don sobrenatural, pero su verdadera naturaleza quedó apenas ligeramente
afectada. Se desarrolló en el hombre una tendencia pecaminosa, pero ésta no le impidió
producir mucho de lo que es verdadero, bueno y hermoso.
No obstante, sin la infusión de la gracia de Dios todo esto era
insuficiente para que el hombre tuviera derecho a la vida eterna. En relación
con la antítesis de lo natural y lo sobrenatural la iglesia católico romana
desarrolló la diferencia entre las virtudes morales de humildad, obediencia, mansedumbre,
liberalidad, temperancia, castidad y diligencia en lo que es bueno por naturaleza,
y que los hombres pueden ganar por sí mismos, mediante su propio esfuerzo y con
la ayuda oportuna de la gracia divina; y las virtudes teológicas de la fe,
esperanza y caridad que le son infundidas al hombre mediante la gracia
santificante. Los anabaptistas y los socinianos padecen de la misma antítesis,
pero con la diferencia de que los primeros exaltan la gracia a expensas de la
naturaleza, en tanto que los últimos exaltan a la naturaleza a expensas de la
gracia.
LA POSICIÓN DE LOS REFORMADORES Y DE LA TEOLOGÍA
REFORMADA
Sobre esto, como sobre otros puntos de doctrina, Lutero no se
libró por completo de la levadura del catolicismo romano. Aunque volvió a la
antítesis agustiniana del pecado y la gracia, trazó una distinción tajante
entre la más baja esfera terrenal y la más alta esfera espiritual, y sostuvo
que el hombre caído es capaz por naturaleza de hacer mucho que es bueno y digno
de alabanza en la más baja esfera, o sea la terrenal, aunque a la vez sea notoriamente
incapaz de hacer ningún bien espiritual.
Enseña la Confesión de Augsburgo, apelando a Agustín, "que
la voluntad del hombre tiene alguna libertad para producir la justicia civil, y
para elegir cosas como las que puede alcanzar la razón; pero que no tiene poder
para producir la justicia de Dios". El artículo contiene una cita de
Agustín en la que se mencionan muchas de las buenas obras que pertenecen a la
vida presente, las cuales puede hacer el hombre natural.
Zwinglio concibió que el pecado sea más bien corrupción que
culpa, y en consecuencia consideró que la gracia de Dios es santificante, más
bien que gracia perdonante. Esta influencia santificante que penetra en cierta
medida hasta dentro del mundo pagano, explica lo verdadero, lo bueno y lo
hermoso que hay en el mundo. Calvino no estuvo de acuerdo con la posición de
Lutero ni con la de Zwinglio. Sostuvo con firmeza que el hombre natural no
puede de sí mismo hacer cosa alguna buena, cualquiera que sea, e insistió con
mucha firmeza sobre la naturaleza particular de la gracia salvadora. Al lado de
la doctrina de la gracia particular desarrolló la doctrina de la gracia común.
Esta gracia que se manifiesta en la comunidad no perdona ni
purifica a la naturaleza humana, y tampoco efectúa la salvación de los
pecadores. Trastorna el poder destructivo del pecado; mantiene en cierta medida
el orden moral del universo, haciendo posible de esta manera una vida ordenada;
distribuye dones y talentos, en diversos grados, entre los hombres; promueve el
desarrollo de la ciencia y del arte, y derrama indecibles bendiciones sobre los
hijos de los hombres.
Desde los días de Calvino la doctrina de la gracia común fue
reconocida, por lo general, como parte de la teología Reformada, aunque también
hubo ocasiones en que se encontró con la oposición. Sin embargo, durante mucho
tiempo, poco se hizo para desarrollar esta doctrina. Con toda probabilidad,
esto se debió a que el surgimiento y dominio del racionalismo hizo que fuera
necesario colocar todo el énfasis sobre la gracia especial. Hasta el presente,
nadie ha hecho tanto como lo que hicieron Kuyper y Bavinck para el desarrollo
de la doctrina de la gracia común.
NOMBRE Y CONCEPTO DE LA GRACIA COMÚN
NOMBRE
El nombre "gracia común" como designación de la gracia
que estamos discutiendo, no puede decirse que deba su origen a Calvino. El Dr.
H. Kuiper en su obra Calvin on Common Grace dice que encontró nada más cuatro
pasajes en las obras de Calvino, en las que el adjetivo "común" se
usa con el nombre "gracia", y en dos de ellos el Reformador está
hablando de la gracia salvadora.
No obstante, en la teología Reformada posterior, el nombre
gratia communis se hizo de uso general para expresar la idea de que esta gracia
se extienda a todos los hombres, en contraste con la gratia particularis que se
limita a una parte de la humanidad, es decir, a los elegidos. En el transcurso
del tiempo se hizo evidente que el término "communis" admitía varias
interpretaciones.
En la teología holandesa con frecuencia se considera como
equivalente de "general", y como resultado, se ha hecho costumbre en
los Países Bajos hablar de "gracia general" (algemeene genade). No
obstante, hablando con precisión, el término communis, según se aplica a
gracia, aunque implica que es general, en algún sentido de la palabra, acentúa
el hecho de que esta gracia es para la comunidad, es decir, que la poseen en
común todas las criaturas, o todos los hombres, o todos los que viven bajo la
administración del Evangelio. Es por eso, que el Dr. Kuiper clasifica la gracia
común de la que habla Calvino, bajo tres títulos, es decir:
1. Gracia Común Universal, gracia que se extiende a todas las
criaturas
2. Gracia Común General, es decir, la gracia que se aplica a la
humanidad en general y a cada miembro de la raza humana
3. Gracia Común del Pacto, una gracia que es común a todos
aquellos que viven en la esfera del pacto, sea que pertenezcan o no, al número
de los elegidos.
Es muy evidente que los teólogos Reformados también clasifican
bajo el término "gracia común" a cierta gracia que no es general, es
decir, los privilegios externos de aquellos que están viviendo bajo la
administración del evangelio, incluyendo al llamamiento universal externo. Al
mismo tiempo hacen notar que esta gracia, a diferencia de la gracia común general,
pertenece a la economía de la redención.
Por último, debe notarse que el término gratia communis es
susceptible de recibir, y ya recibe, no nada más una interpretación cuantitativa,
sino también cualitativa. Puede denotar una gracia que es común en el sentido de
ordinaria. A diferencia de las operaciones especiales del Espíritu Santo,
llamamos ordinarias a las comunes. Sus operaciones naturales o usuales se
contrastan con aquellas que son desusadas y sobrenaturales.
Este es el significado del término "común" en la Confesión
de Westminster, Capítulo X, inciso 4, y en el Catecismo Mayor de Westminster, Preg.
60. W. L. Alexander declara de la gracia común que disfrutan los que viven bajo
el evangelio: "La gracia que de esta manera se proporciona es común, no en
el sentido de que se dé a todos los hombres en común, sino en el sentido de
producir efectos que son ordinarios, y que no alcanzan el grado de eficacia
realmente salvadora". 227 Entendida de este modo, la gracia de Dios puede
ser común sin ser general o universal.
CONCEPTO
La diferencia entre gracia común y gracia especial no se aplica
a la gracia como atributo de Dios. No hay en Dios dos clases de gracia, sino
una sola. La gracia divina es aquella perfección de Dios en virtud de la cual
El demuestra su favor hacia los hombres, favor inmerecido y hasta malogrado por
ellos. No obstante, esta gracia única de Dios, se manifiesta en dones y
operaciones diferentes.
La más rica manifestación de ella se ve en aquellas operaciones
bondadosas de Dios que tienden a, y resultan en, la remoción de la culpa, de la
corrupción, del castigo del pecado y en la salvación final de los pecadores.
Pero aunque esta sea la obra cumbre de la gracia de Dios, no es su única
manifestación. Aparece también en las bendiciones naturales que Dios derrama sobre
los hombres en la vida presente, a pesar de que el hombre las ha desperdiciado
y se encuentra bajo sentencia de muerte.
La gracia única de Dios se ve en todo lo que El hace para
refrenar la devastadora influencia y el desarrollo del pecado en el mundo, y
para sostener, enriquecer y desarrollar la vida natural de la humanidad en
general, y la de aquellos individuos que constituyen la raza humana. Debe
acentuarse que estas bendiciones naturales son manifestaciones de la gracia de
Dios para el hombre en general.
Algunos prefieren decir que las bendiciones naturales son
expresiones de su bondad, cariño, benevolencia, misericordia o longanimidad, pero
parece que olvidan que no podría ser bueno, cariñoso o benévolo con los
pecadores a menos que, ante todo, fuera generosísimo en gracia. No obstante,
debe recordarse que el término gratia communis aunque por lo general designa
una gracia que es común a toda la humanidad, también se usa para denotar la
gracia que es común a los elegidos y a los no elegidos que están viviendo bajo
el evangelio, por ejemplo, el llamamiento externo evangélico para ambos por
igual, y aquella iluminación interna y aquellos dones del Espíritu de que
leemos en Heb. 6: 4-6.
No obstante, se entiende que estos privilegios pueden llamarse gracia
común nada más en el sentido de que los gozan sin discriminación tanto los
elegidos como los reprobados, y de que no constituyen gracia especial en el sentido
de la gracia salvadora. A diferencia de las manifestaciones más generales de la
gracia común, estos privilegios aunque no constituyen una parte de la gracia de
Dios que conduzca necesariamente a la salvación, están, a pesar de todo,
relacionados con el proceso soteriológico. Tales manifestaciones de la gracia
común, se llaman a veces gracia "especial", pero en este caso,
"especial" no es equivalente de "lo que salva". Se puede
decir, en general, que cuando hablamos de "gracia común", tenemos en
mente una de dos cosas,
(A) Aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por medio de
las cuales sin renovar el corazón, ejercita tal influencia moral sobre el
hombre, por medio de su revelación general o especial, que el pecado queda
refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se promueve la
justicia civil; o:
(B) Aquellas bendiciones generales, como la lluvia y el fulgor del
sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo, las cuales Dios imparte a
todos los hombres, en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a Él
le parece buena. Deben notarse los puntos de diferencia, siguientes, entre la
gracia especial (en el sentido de que salva) y la gracia común:
1. La extensión de la gracia especial está determinada mediante el
decreto de elección. La gracia está limitada a los elegidos, en tanto que la
gracia común no se limita a ese número, sino que se concede a todos los hombres
sin discriminación. El decreto de elección y reprobación no tiene ninguna
influencia determinante sobre la gracia común. No puede decirse que los
elegidos reciban mayor medida de la gracia común que los no elegidos. Es asunto
que todos conocen y que ha sido observado con frecuencia, es a saber, que los
malvados, a menudo, poseen mayor medida de gracia común y tienen mayor
participación en las bendiciones naturales de la vida que los piadosos.
2. La gracia especial remueve la culpa y la pena del pecado,
cambia la vida íntima del hombre y lo limpia, por grados, de la corrupción del
pecado, mediante la operación sobrenatural del Espíritu Santo. La gracia
especial actúa sin variación en la salvación del pecador.
Por otra parte, la gracia común nunca remueve la culpa del pecado, no renueva
la naturaleza humana, sino que nada más tiene un efecto frenante sobre la
influencia corruptora del pecado, y en cierta medida mitiga sus resultados. No
efectúa la salvación del pecador, aunque en algunas de sus formas (llamamiento
externo e iluminación moral) puede relacionarse estrechamente con la economía
de la redención y tomar un aspecto soteriológico.
3. La gracia especial es irresistible. Esto no da' a entender que
sea una fuerza determinante que obligue al hombre a creer en contra de su
voluntad, sino que mediante el cambio del corazón, hace que el hombre de una
manera por completo voluntaria acepte a Jesucristo para salvación y se someta a
la obediencia de la voluntad de Dios. La gracia común es resistible, y de
hecho, siempre se le resiste en mayor o menor grado. Pablo demuestra en Rom. 1
y 2 que ni los gentiles, ni los judíos estaban viviendo a la altura del nivel
de la luz de que gozaban. Shedd dice: "En la gracia común el llamamiento
para creer y arrepentirse es invariablemente estéril, porque el hombre es
enemigo de la fe y del arrepentimiento, y está esclavizado por el
pecado".228 No tiene eficacia salvadora porque deja al corazón sin cambio
alguno.
4. La gracia especial opera de una manera espiritual y
re-creativa, renovando toda la naturaleza del hombre, y haciendo de esta manera
que el hombre pueda y quiera aceptar la oferta de salvación en Cristo Jesús y
producir frutos espirituales. Al contrario, la gracia común opera nada más de
una manera racional y moral, convirtiendo al hombre de modo general en receptor
de la verdad, presentándole para ello motivos que influyan en su voluntad, y
apelando para lograrlo a los deseos naturales del hombre.
Esto equivale a decir que la gracia especial (salvadora) es inmediata
y sobrenatural puesto que obra en el alma en forma directa mediante la potencia
instantánea del Espíritu Santo, en tanto, que la gracia común es el producto de
la operación mediata del Espíritu Santo, por medio de la verdad de la
revelación general o especial y mediante la persuasión moral.
Este concepto de la gracia común debería cuidadosamente
distinguirse del concepto de los arminianos que consideran que la gracia común
es uno de los eslabones del ordo salutis y le atribuyen importancia salvadora.
Sostienen que en virtud de la gracia común de Dios el hombre irregenerado es
perfectamente capaz de ejecutar en cierta medida el bien espiritual, volverse a
Dios con fe y arrepentimiento y de esta manera aceptar a Jesús para salvación.
Van todavía más allá de eso y sostienen que la gracia común por
medio de la iluminación de la mente y la influencia persuasiva de la verdad
incita al pecador a aceptar a Jesucristo y volverse a Dios con fe y
arrepentimiento, y que el hombre con seguridad alcanzará esta finalidad, si no
es que como pecador, con toda obstinación, resista a la operación del Espíritu
Santo.
Los Cánones de Dort tuvieron presente esto cuando rechazaron el
error de aquellos que enserian "que el hombre natural y corrupto puede
usar de manera tan buena la gracia común (por la cual entienden la luz de la
naturaleza), o los dones que todavía le quedan después de la caída, que podrá,
mediante el buen uso de ellos ganar, poco a poco, grados más altos, es decir, la
gracia evangélica o salvadora, y la misma salvación".
LA GRACIA COMÚN Y LA OBRA EXPIATORIA DE CRISTO
La pregunta surge de manera natural: ¿Están las manifestaciones
de la gracia común relacionadas de alguna manera con la obra expiatoria de
Cristo? Hasta donde sabemos, el Dr. Kuyper no se colocó de parte de tal
relación. Según él, Cristo como el Mediador de la creación, la luz que alumbra
a todo hombre que viene a este mundo, es la fuente de la gracia común. Esto
significa que las bendiciones de la gracia común fluyen de la obra de la creación.
Pero esto con dificultad basta para contestar la pregunta de
cómo puede explicarse que un Dios santo y justo extienda su gracia a los
pecadores, y conceda favores a quienes han malgastado todo, sin ser participantes
de la justicia y demostrando hasta el fin su impenitencia. La pregunta exacta
es: ¿Cómo puede Dios continuar concediendo esas bendiciones de la creación a
hombres que se encuentran bajo sentencia de muerte y de condenación?
Hasta donde esta pregunta atañe a los elegidos ya está
contestada por la cruz de Cristo, pero ¿cómo se contestará en lo que concierne
a los reprobados? Podría, quizá, decirse que no es necesario tomar una base
judicial específica para conceder al hombre la gracia común en atención al
hecho:
(A) De que la gracia común no remueve la culpa del pecado y por
tanto no lleva con ella el perdón; y:
(B) Que no levanta la sentencia de condenación, sino nada más
pospone la ejecución. Posiblemente la
divina y buena voluntad de aplazar la revelación de su ira y de soportar
"con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción"
ofrezca una explicación suficiente de las bendiciones de la gracia común.
Los teólogos Reformados,
por lo general, titubean para decir que Cristo mediante su sangre expiatoria
alcanzó con sus méritos estas bendiciones para los impenitentes y reprobados.
Al mismo tiempo, creen que dimanan de la muerte de Cristo beneficios naturales
de importancia para toda la raza humana,
y que de ellos participan también los incrédulos, los impenitentes y los reprobados.
En todas las transacciones de pacto que se recuerdan en la Escritura se ve que el pacto de gracia lleva consigo no
sólo bendiciones espirituales sino también materiales, y estas últimas, por lo general, son de tal
clase que en forma natural participan también de ellas los incrédulos. Dice Cunningham
"De la muerte de Cristo fluyen muchas bendiciones, colateral e incidentalmente, para
toda la humanidad, y esto como consecuencia de la relación que guardan el uno para con el
otro, vistos en conjunto".
Y no es sino natural que así acontezca. Si Cristo tenía que
salvar una raza elegida, llamada poco a poco de entre el mundo de la humanidad,
durante el curso de los siglos, se hacía necesario que Dios ejercitara su paciencia para
sujetar la corriente del mal, para promover el desarrollo de los poderes naturales del hombre,
para conservar vivo dentro de los corazones humanos el deseo de la justicia civil,
la moralidad externa y el buen orden en la sociedad, y para derramar indecibles bendiciones
sobre la humanidad en general. El Dr. Hodge expresa lo mismo de esta manera:
"Resulta muy claro que cualquier plan designado para asegurar la salvación de una porción
elegida de entre una raza que se propaga mediante generación y cuyos miembros viven en
asociación, como pasa con la humanidad, no podrá lograr su propósito sin afectar en gran
manera, para bien o para mal, el carácter y el destino de todo el resto no elegido de la
raza". El mismo Dr. Hodge cita al Dr. Candlish para decir que "toda la historia de la raza
humana, desde la apostasía (caída) hasta el juicio final, es una dispensación de paciencia con
referencia a los réprobos, en la cual fluyen muchas bendiciones hasta para los paganos,
bendiciones físicas y morales que afectan para siempre su carácter y destino, y todavía mucho más
para los ciudadanos cultos y refinados de las comunidades cristianas. Todas ellas les
llegan por la mediación de Cristo, y puesto que les están llegando, debieron haber estado
designadas para ellos desde el principio".
Estas bendiciones generales de la humanidad, que indirectamente
resultan de la obra expiatoria de Cristo, no sólo
fueron previstas por Dios, sino que En las designó como bendiciones para todos los que padecen ansiedad. Por
consiguiente, resulta por completo cierto que el designio de Dios en la obra de Cristo
pertenece fundamental y directamente, no al bienestar temporal de los hombres en
general, sino a la redención de los elegidos; pero secundaria e indirectamente abarca también las
bendiciones naturales concedidas a toda la humanidad sin discriminación alguna. Todo
lo que el hombre natural recibe y que no es maldición y muerte, es el resultado indirecto
de la obra redentora de Cristo.
RELACIÓN ENTRE LA GRACIA ESPECIAL Y LA COMÚN
Varias preguntas pueden presentarse respecto a esta relación,
pero de ellas las siguientes son las más importantes.
¿DIFIEREN
LA GRACIA ESPECIAL Y LA GRACIA COMÚN EN ESENCIA, O NADA MÁS EN GRADO?
Al lado de la gracia suficiente (común) los arminianos reconocen
la gracia de la obediencia evangélica, pero afirman que las dos difieren nada
más en grado, no en esencia. Las dos son soteriológicas en el sentido de que
ambas forman parte de la gracia salvadora de Dios. La primera hace posible para
el hombre que se arrepienta y crea, en tanto que la segunda, en cooperación con
la voluntad hace al hombre que se arrepienta y crea.
El hombre puede resistir a las dos, de manera que ni siquiera la
segunda es necesariamente efectiva para la salvación. No obstante, la teología
Reformada insiste en que hay una diferencia esencial entre la gracia común y la
gracia especial. La especial es sobrenatural y espiritual, remueve la culpa y
la corrupción del pecado y levanta la sentencia de condenación.
Al contrario, la gracia común es natural; y aunque algunas de
sus formas pueden estar relacionadas muy estrechamente con la gracia salvadora,
no remueve el pecado ni liberta al hombre, sino nada más refrena las
manifestaciones públicas de pecado y promueve la moralidad y la decencia en lo
público, el buen orden en la sociedad, y la justicia cívica, el desarrollo de
la ciencia y el arte, etc. Opera sólo en lo natural, y no en la esfera
espiritual.
Por tanto, debería sostenerse que aunque las dos están
estrechamente relacionadas en la vida presente, no obstante, son diferentes en
lo esencial, y no difieren nada más en grado. Ning una cantidad de gracia común
puede jamás introducir al pecador en la nueva vida que hay en Cristo Jesús.
No obstante, la gracia común se revela a veces en formas que el
hombre con dificultad puede distinguir de las manifestaciones de la gracia
especial, como por ejemplo, en el caso de la fe temporal. Parece que el Dr.
Shedd no toma en cuenta la diferencia esencial entre las dos, y esto en forma
especial, cuando dice: "El no elegido recibe gracia común, y la gracia
común inclinaría a la voluntad humana si ésta no la derrotara.
Si el pecador no presentara oposición hostil, la gracia común
sería equivalente a gracia salvadora". En una nota añade: "Decir que,
si el pecador no resistiera a la gracia común ésta sería equivalente a la
gracia regeneradora, no es lo mismo que decir que si la gracia común estuviera
ayudada por el pecador equivaldría a la gracia regeneradora.
En el primer caso Dios sería el autor único de la regeneración;
en el segundo no lo sería". Lo anterior nos recuerda la teología luterana;
pero lo que el Dr. Shedd quiso decir no es claro del todo porque en otra parte
también atribuye la no oposición del pecador a la operación del Espíritu Santo.
¿CUAL DE
LAS DOS DEBE OCUPAR EL PRIMER LUGAR, LA GRACIA COMÚN O LA ESPECIAL?
A esta pregunta debe contestarse que en un sentido temporal
ninguna de las dos tiene prioridad sobre la otra. El capítulo tres del Génesis
revela con claridad que ambas entraron en operación juntas, desde el momento
que siguió a la caída. La prioridad lógica se atribuiría, no obstante a la
gracia especial, porque la gracia común resulta subordinada de aquella en sus
operaciones en el mundo.
¿SIRVE
LA GRACIA COMÚN A UN PROPÓSITO INDEPENDIENTE, O NO?
No puede dudarse que la gracia común encuentra su propósito
parcial en la obra redentora de Jesucristo; está subordinada a la ejecución del
plan de Dios en la vida de cada uno de los elegidos, y en el desarrollo de la
Iglesia. Pero además de eso, también sirve a un propósito independiente, es
decir, el de traer la luz, enjaezar, para el servicio del hombre, las fuerzas ocultas
de la naturaleza, y desarrollar las potencias y talentos que están latentes en
la raza humana, para que el hombre ejerza un dominio siempre en aumento sobre
la creación más baja, glorificando de este modo a Dios el Creador.
¿TIENE
CADA UNA, LA GRACIA ESPECIAL Y LA COMÚN, UNA ESFERA PECULIAR, POR COMPLETO
DISTINTA LA UNA DE LA OTRA?
Puede decirse que en cierto sentido la gracia especial tiene su
esfera peculiar propia en la Iglesia organizada, aunque no de necesidad se
limita a ésta, y que la gracia común también está en operación en la Iglesia,
puesto que se concede a todos los hombres. Ambas operan en el mundo; pero en
tanto que la gracia común en el sentido más usual del término pertenece a las
cosas del mundo natural y de esta vida presente, la gracia especial tiene que ver
con las cosas de la nueva creación. No pueden menos que influenciarse
recíprocamente.
La gracia común, con sus bendiciones, enriquece a la Iglesia; y
ésta eleva los frutos de aquella a un nivel muy alto cuando los pone bajo la
influencia de la vida regeneradora.
LOS
MEDIOS POR LOS QUE OPERA LA GRACIA COMÚN
Pueden distinguirse varios medios por los cuales la gracia común
efectúa su obra. Calvino sugirió algunos de esos cuando al hablar de la
influencia restringente de la gracia, dice: "De aquí que tantas cuantas
sean las veces que los hombres disimulen su impureza, algunos lo harán
estrechados por la vergüenza nada más, y otros, por el temor de las leyes se
detendrán de lanzarse a muchas clases de iniquidad.
Algunos porque aspiran a una vida honesta, considerándola más
favorable a sus intereses, en tanto que los de más allá son exaltados sobre el
nivel vulgar para que debido a la dignidad de aquella posición se consideren
(en humildad) inferiores a su deber. De este modo, Dios, mediante su
providencia reprime la perversidad de la naturaleza evitándole que irrumpa en
acción, mas esto sin convertirla internamente en pura". En seguida
mencionamos algunos de los medios más importantes por los cuales la gracia
común realiza su obra.
LA LUZ DE LA REVELACIÓN DE DIOS
Esta es fundamental porque sin ella todos los otros medios
serían imposibles, y si fueran posibles no funcionarían adecuadamente. Nos
estamos refiriendo aquí en primer lugar a la luz de la revelación divina que
brilla en la naturaleza e ilumina a cada uno de los hombres que vienen al
mundo. En sí misma es fruto de la gracia común, pero a su vez se convierte en
medio para la más amplia manifestación de esa gracia' común, puesto que sirve
como guía a la conciencia del hombre natural.
Pablo habla de los gentiles que por naturaleza hacen las cosas
de la ley, "con lo cual, demuestran que la letra de la ley está escrita en
sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles
sus razonamientos", Rom. 2: 14 y 15. Comentando Calvino este pasaje, dice
que los gentiles de quienes trata, "prueban que hay impresa en sus
corazones una discriminación y un juicio que les hace distinguir entre lo justo
y lo injusto, y entre lo honesto y lo deshonesto".
No obstante, y además de esto, debe decirse que la gracia común
en un sentido más limitado, opera también a la luz de la revelación especial de
Dios, siendo ésta en sí misma, fruto no de la gracia común sino de la especial.
LOS GOBIERNOS
De estos también debe decirse que son, de inmediato, el
resultado y los medios de la gracia común. Según Rom. 13 los gobiernos son
ordenados por Dios para mantener el buen orden en la sociedad. Resistirlos es
oponerse a lo establecido por Dios. Dice Pablo que el magistrado "es
ministro de Dios para tu bien", Rom. 13: 4. El magistrado encuentra su apoyo
en la conciencia del hombre (versículo 5) y para los que abandonan la
con-ciencia "no en vano trae la espada". Sobre este punto la
Confesión Belga dice:
"Creemos que nuestro Dios bondadoso, a causa de la
depravación de la humanidad ha designado reyes, príncipes y magistrados, siendo
voluntad divina que el mundo se gobierne por ciertas leyes y reglamentos; y
esto con la finalidad de que se modere la disolución de los hombres, y que todas
las cosas sean conducidas entre ellos en buen orden y con decencia".
LA OPINIÓN PÚBLICA
Cuando de una manera especial, la luz natural que brilla en los
corazones se intensifica mediante la influencia de la revelación especial de
Dios, da por resultado la formación de una opinión pública que está en
conformidad externa con la ley de Dios; y esto alcanza una influencia tremenda
sobre la conducta de aquellos hombres que son muy sensibles al juicio de la
opinión pública.
Es natural que la opinión pública sea un medio de la gracia
común sólo cuando se ha formado bajo la influencia de la revelación divina. La
opinión pública se convierte en una poderosa influencia para el mal cuando no
está dominada por la conciencia, cuando no actúa en armonía con la luz de la
naturaleza, o de acuerdo con la Palabra de Dios.
CASTIGOS Y GALARDONES DIVINOS
Los arreglos providenciales de Dios por medio de los cuales
visitan en esta vida la maldad de los hombres sobre ellos mismos, y recompensa
los actos que están en notoria conformidad con la ley divina sirven al
importante propósito de reprimir el mal que hay en el mundo. Los castigos
tienen efecto detergente, y las recompensas sirven como incentivos.
La bondad moral que hay en el mundo, cualquiera que ella sea, se
corrobora en gran manera por estos medios. Muchos liquidan el mal y procuran lo
que es bueno, no porque teman al Señor, sino porque sienten que el bien trae su
propia recompensa, y sirve mejor a sus intereses.
LOS FRUTOS DE LA GRACIA COMÚN
En lo que precede ya hemos declarado que lo que nos ha quedado
de la luz de la naturaleza, está operando todavía sólo en virtud de la gracia
común de Dios. Este es uno de los más importante frutos de la gracia común sin
el cual algunos de los otros serían inconcebibles. Merecen mención los
siguientes frutos.
EL APLAZAMIENTO DE LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
Dios pronunció la sentencia de muerte sobre el pecador. Hablando
del árbol de la ciencia del bien y del mal dijo Dios: "El día que dé a
comieres, de cierto morirás". El hombre comió, y la sentencia, hasta
cierto punto, entró en ejecución, pero es claro que no se ejecutó toda, al
instante. A la gracia común se debe que Dios no ejecutara al momento toda la sentencia
de muerte sobre el pecador, y a la misma se debe que no la ejecute ahora, sino que
mantiene y prolonga la vida natural del hombre y le da tiempo para que se
arrepienta.
Dios no troncha de golpe la vida del pecador, sino que le
proporciona oportunidad para el arrepentimiento, removiendo toda excusa y
justificando la manifestación que está por venir de su ira sobre todos aquellos
que persistan en pecar hasta el fin. De los pasajes siguientes resulta
evidencia abundante de que sobre ese principio actúa Dios, Isa. 48: 9, Jer. 7:
23-25; Luc. 13: 6-9; Rom. 2: 4; 9: 22; II Ped. 3: 9.
EL PECADO SE ENCUENTRA FRENADO
Por la operación de la gracia común el pecado está frenado en
las vidas de los individuos y en la sociedad. Al presente, no se permite al
elemento de corrupción que entró en la vida de la raza humana llevar a cabo su
obra de desintegración. Calvino dice: "Pero debemos considerar que, a
pesar de la corrupción de nuestra naturaleza, hay algún lugar para la gracia
divina, una gracia que, aunque no purifique al hombre lo puede mantener sujeto
con un freno interno. Porque si el Señor dejara en libertad a cada intelecto
para prostituirse en sus concupiscencias, sin duda no quedaría un solo hombre que
no mostrara que su naturaleza es capaz de todos aquellos crímenes de los que
Pablo los acusa (Rom. 3, compárese con Sal 14: 3 y sigs.)".
Este freno puede ser externo, o interno, o ambas cosas a la vez,
pero no cambia el corazón. Hay pasajes de la Escritura que hablan de una lucha
del Espíritu de Dios con los hombres; una lucha que no conduce al
arrepentimiento, Gen 6: 3; Isa. 63: 10; Hech. 7: 51; de operaciones del
Espíritu que son finalmente retiradas, I Sam 16: 14; Heb. 6: 4-6; y del hecho
de que, en algunos casos, Dios entrega en forma definitiva a los hombres a la
concupiscencia de sus propios corazones, Sal 81: 12; Rom. 1: 24, 26, 28.
Además de los pasajes precedentes hay algunos que indican con
claridad el hecho de que Dios restringe el pecado de varias maneras, por
ejemplo: Gen 20: 6; 31: 7; Job 1: 12; 2: 6; II Reyes 19: 27, 28; Rom. 13: 1-4.
LA CONSERVACIÓN DE ALGÚN SENTIDO DE VERDAD, MORALIDAD
Y RELIGIÓN
Se debe a la gracia común que el hombre todavía retenga algún
sentido de la verdad, el bien y la belleza, con frecuencia las aprecia en un
grado muy sorprendente, y revela un deseo por la verdad, por la moralidad
externa, y hasta por ciertas formas de religión. Pablo habla de los gentiles
que "muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio
su conciencia. y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos", Rom. 2:
15, y aun dice de aquellos que dieron ilimitado desahogo a sus vidas inicuas,
que lo hicieron a pesar de que conocían la verdad de Dios, y no obstante,
detuvieron la verdad con injusticia y cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, Rom. 1 : 18-25.
A los atenienses que no conocían el temor de Dios les dijo:
"Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos", Hech.
17: 22. Los Cánones de Dort se expresan sobre este punto de la manera
siguiente: "No obstante, permanecen en el hombre desde la caída los
resplandores de la luz natural por medio de la cual el hombre todavía retiene
algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales y de la diferencia entre el
bien y el mal y demuestra alguna preocupación por la virtud y por la buena
conducta pública.
Pero esta luz de la naturaleza está tan lejos de ser suficiente
para traer al hombre al conocimiento de Dios para salvación, y a la verdadera
conversión, que es incapaz de usarla correctamente hasta en cosas naturales y
civiles. Y no sólo eso; pues siendo además esta luz tal como es, el hombre de
varias maneras la contamina del todo y la obstaculiza con la injusticia,
haciendo lo cual se vuelve inexcusable delante de Dios", II-IV, 4.
LA REALIZACIÓN DEL BIEN PÚBLICO Y LA JUSTICIA CIVIL
La gracia común capacita al hombre para cumplir lo que en
general se llama justillo civilis, lo que es justo en asuntos civiles o
naturales, a diferencia de lo que es justo en materias religiosas, las buenas
obras naturales, de modo especial en las relaciones sociales, obras que manifiesta
y objetivamente están en armonía con la ley de Dios aunque destituidas del todo
de cualquiera cualidad espiritual. Esto armoniza con nuestra Confesión Reformada.
El Art. XIV de la Confesión Belga habla en su título de la
incapacidad del hombre para cumplir lo que verdaderamente es bueno, y dice que
el hombre retiene nada más pequeños residuos de sus excelentes dones, residuos
que bastan para hacerle inexcusable, y sólo rechaza ese artículo el error
pelagiano de que el hombre puede por sí mismo ejecutar el bien espiritual, o el
bien que salva. Los Cánones de Dort II-IV, Art. 3 hablan en un estilo parecido:
"Por tanto, todos los hombres son concebidos en pecado, y
son por naturaleza' hijos de ira incapaces de hacer el bien que salva",
etc. Puede objetarse que el Catecismo de Heidelberg habla en términos absolutos
cuando en la pregunta 8, dice que somos incapaces de hacer el bien, a menos que
seamos regenerados. Pero resulta muy evidente, según el Comentario de Ursino
mismo, que no intenta negar que el hombre pueda hacer el bien civil, sino nada
más niega que pueda cumplir las buenas obras tal como están definidas en la
pregunta 91 del Catecismo. En general los teólogos Reformados sostienen que los
no regenerados pueden hacer el bien natural, el bien civil y el bien religioso
público.
No obstante, los teólogos Reformados llaman la atención al hecho
de que aunque tales obras de los no regenerados son buenas desde un punto de
vista material, consideradas como obras que Dios manda, no pueden, desde un
punto de vista formal llamarse buenas puesto que no brotan de un motivo recto
ni se dirigen a un propósito recto. La Biblia menciona repetidas veces las
obras de los no regenerados como buenas y rectas, II Rey. 10: 29, 30; 12: 2
(compárese II Crón. 24: 17- 25); 14: 3, 14-16, 20, 27 (compárese II Crón. 25:
2); Luc. 6: 33; Rom. 2: 14, 15.
MUCHAS BENDICIONES NATURALES
El hombre debe, además, a la gracia común todas las bendiciones
naturales que recibe en la vida presente. Aunque ha malgastado todas las
bendiciones de Dios, recibe abundantes pruebas de su bondad todos los días. Hay
varios pasajes de la Escritura en los que se ve, en cantidad más que
suficiente, que Dios derrama muchos de sus buenos dones sobre todos los hombres,
sin discriminación, es decir, sobre justos y malvados, elegidos y réprobos, por
ejemplo : Gen 17: 20 Comp. El ver. 18); 39: 5; Sal 145: 9, 15, 16; Mat. 5: 44,
45; Luc. 6: 35, 36; Hech. 14: 16; 17; I Tim. 4: 10. Y estos dones vienen como
bendiciones, no sólo para los buenos, sino también para los malos.
A la luz de la Biblia es insostenible la afirmación de que Dios
nunca bendice a los reprobados aunque les dé muchos dones que son buenos en sí mismos.
En Gen 39: 5 leemos que "Jehová bendijo la casa del egipcio por causa de
José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que aquel egipcio tenía en
su casa y en el campo". Y en Mat. 5: 44, 45 Jesús exhorta a sus discípulos
con estas palabras.
"Bendecid a los que os maldicen...para que seais hijos de
vuestro Padre que está en los cielos". Esto sólo puede significar una
cosa, es decir, que Dios también bendice a los que lo maldicen. Compárese
también Luc. 6: 35 y 36; Rom. 2: 4.
OBJECIONES A LA DOCTRINA REFORMADA DE LA GRACIA
COMÚN
Varias objeciones se han presentado y siguen presentándose por
algunos en contra de la doctrina de la gracia común tal como la hemos
presentado arriba. De ellas, las que siguen son las más importantes:
1. Los arminianos no están conformes con ella porque no es lo
bastante atrevida. Consideran que la gracia común es parte íntegra del proceso
de salvación. Ella es esa gracia suficiente que capacita al hombre para
arrepentirse y creer en Jesucristo para salvación, y Dios en su propósito
divino ha querido que esa gracia conduzca a los hombres a la fe y al
arrepentimiento aunque el propósito de Dios resulte frustrado por los hombres.
Una gracia sin esa intención, y que no sirva en verdad para la salvación de los
hombres, constituye una contradicción de términos.
Por eso Pope, un arminiano wesleyano, al hablar de la gracia
común tal como la entiende el sistema calvinista, "considera que es
universal y no particular; que resulta por necesidad, o cuando menos en la
práctica, inoperante para la salvación según el propósito de Dios", y la
menciona como una "influencia desperdiciada". Dice además: "La
gracia ya no es gracia si no incluye la intención salvadora del dador". Pero, con seguridad, la Biblia no limita de
esa manera el uso del término "gracia". Pasajes como Gen 6: 8; 19:
19; Ex 33: 12, 15; Núm. 32: 5; Luc. 2: 40 y muchos otros no se refieren a lo
que llamamos "gracia salvadora", ni a lo que los arminianos llaman
"gracia suficiente".
2. Se arguye a veces que la doctrina Reformada de la gracia común
en-vuelve la doctrina de la expiación universal, y por tanto, conduce al campo
arminiano. Pero no hay buena base para esta afirmación. La doctrina Reformada
de la gracia común no dice ni implica que el propósito de Dios es salvar a todos
los hombres por medio de la sangre expiatoria de Jesucristo. La expiación se
basa en forma particular sobre la proclamación universal del evangelio que se
considera posible sólo sobre la base de una expiación universal.
Ya fue sugerido así por los mismos arminianos de la época del
Sínodo de Dort cuando afirmaron que los Reformados con su doctrina de la
expiación particular no podrían predicar el evangelio a todos los hombres sin discriminación
alguna. Pero el Sínodo de Dort no reconoció que hubiera contradicción en la
posición tomada por él. Los Cánones enseñan la expiación particular, y también
requieren la proclamación universal del evangelio.
Y esto queda en perfecta armonía con la Escritura que enseña por
una parte que Cristo hizo expiación nada más para los elegidos, Juan 10: 15;
Hech. 20: 28; Rom. 8: 32 y 33; compárese también Juan 17:9; y al contrario, que
el llamamiento del evangelio debe extenderse a todos los hombres, sin ninguna
forma de discriminación, Mat. 22: 2-14; 28: 19; Marc. 16: 15, 16.
Si se objetara que no podemos armonizar por completo la oferta
indiscriminada y sincera de la salvación sobre la base de fe y arrepentimiento
con la doctrina, al parecer opuesta, de la expiación particular, admitiríamos
esta imposibilidad nuestra, pero entendiendo claramente que la verdad de una
doctrina no depende de nuestra habilidad para armonizarla con cada una de las
otras doctrinas de la Escritura.
3. Otra objeción a la doctrina de la gracia común es que presupone
en Dios cierta disposición favorable hasta para los pecadores reprobados,
aunque no tenemos derecho de presumir una disposición tal en Dios. Esta rigidez
halla su punto de partida en el consejo eterno de Dios, en su elección y en la
reprobación.
A lo largo de su elección Dios revela su amor, gracia,
misericordia y paciencia que conducen a la salvación, y en la realización
histórica de su reprobación da expresión nada más a su aversión, disgusto, odio
e ira que conduce a la destrucción. Pero esto se parece a una súper-simplificación
racionalista de la vida íntima de Dios, simplificación que no toma en debida
cuenta la revelación misma de Dios.
Al hablar de este asunto debemos tener mucho cuidado, y dejarnos
guiar por las declaraciones explícitas de la Escritura más bien que por nuestras
temerarias inferencias respecto al consejo secreto de Dios. Hay en Dios mucho
más de lo que pudiera ser reducido a nuestras categorías lógicas. ¿Son en esta
vida el elegido objeto del amor de Dios, nada más, y nunca, en ningún sentido,
objeto de su ira? ¿Pensaba Moisés en los reprobados?.
¿No implica la afirmación de Jesús de que la ira de Dios
permanece sobre aquellos que no obedecen al Hijo, que esa ira ha sido removida
cuando, y sólo hasta que, se sometieron al benéfico gobierno de Cristo? Juan 3:
16. ¿Y no dice Pablo a los Efesios que ellos 2: 3. Es evidente que los elegidos
no pueden considerarse siempre y exclusivamente objetos del amor de Dios.
Y si aquellos que son objeto del amor redentor de Dios también
pueden, en algún sentido de la palabra, considerarse como objeto de su ira, ¿por
qué sería imposible que quienes son objeto de su ira fueran, en algún sentido, participantes
de su favor divino? Alguien que a la vez fuera padre y juez detestaría al hijo
que trajeran delante de él como criminal, y estaría constreñido a descargar su ira
judicial sobre él, pero todavía podría compadecerlo y mostrarle actos de bondad
aun cuando ya estuviese condenado.
¿Y por qué para Dios había de ser imposible una cosa parecida?
El General Washington aborreció al traidor que le presentaron y lo condenó a
muerte, pero al mismo tiempo le dio pruebas de su compasión sirviéndole de los
deliciosos manjares de su mesa. ¿No podría Dios tener compasión hasta del
pecador condenado y concederle sus favores?
No hay necesidad de contestar con incertidumbre, puesto que la
Biblia enseña con claridad que Dios derrama indecibles bendiciones sobre todos
los hombres, y también indica con la misma claridad que esas bendiciones son la
expresión de la disposición favorable que hay en Dios, y que a pesar de todo no
alcanza la dimensión de una volición positiva para perdonar sus pecados,
levantarles la sentencia y concederles la salvación. Los pasajes siguientes
señalan la disposición favorable de Dios que hemos indicado: Prov. 1: 24; Isa.
1: 18; Ezeq. 18: 23, 32; 33: 11; Mat. 5: 43-45; 23: 37; Marc. 10:21; Luc. 6:35;
Rom. 2: 4.
Si pasajes como estos no dan testimonio de una disposición
favorable en Dios, parecería que el lenguaje ha perdido su significado, y que
sobre este asunto la revelación de Dios no es digna de confianza.
4. Los anabaptistas objetan la doctrina de la gracia común porque
envuelve el reconocimiento de buenos elementos en el orden natural de las
cosas, y esto resulta contrario a su posición fundamental. Ven con desprecio a
la creación natural, insisten en que Adán siendo de la tierra' era terreno, y
ven impureza, nada más, en un orden natural como ese.
Cristo estableció un orden de cosas nuevo y sobrenatural, y a
ese orden pertenece también el hombre regenerado, no el que sólo ha sido
renovado, sino un hombre nuevo por completo. El hombre nuevo nada tiene de
común con el mundo que lo rodea y por eso no debe tomar parte en la vida mundana:
Nunca jurar, no alistarse en la guerra, desconocer la autoridad civil, evitar los
vestidos a la moda, etc.
Sobre tal posición no se encuentra otra gracia que la salvadora.
Participaron de este concepto los labadistas, los pietistas, los Hermanos Moravos
y otras varias sectas. La negación de la gracia común por Barth parece seguir
los mismos lineamientos. Esto no debe asombrarnos puesto que también para él
resultan idénticos, en la práctica, la calidad de criatura y la pecaminosidad. Brunner
da el siguiente sumario del concepto de Barth:
"De reconocer a Cristo como la única gracia salvadora de
Dios tenemos que deducir que no existe ninguna gracia creadora y sustentadora
que haya estado operando desde la misma creación del mundo, y la cual se nos
haya manifestado en el mantenimiento que Dios hace del mundo, puesto que en
este caso tendríamos que reconocer dos o hasta tres clases de gracia, y eso
estaría en contradicción con la singularidad de la gracia de Cristo.
De manera parecida, la nueva creación de ninguna manera es un
cumplimiento; sino conclusivamente, una recolocación mediante una completa
aniquilación de lo que antes fue, una substitución del hombre viejo por el
nuevo. La proposición, gratia non tollit naturam sed perficit, nada tiene de
verdadero en ningún sentido, antes bien, es por completo una
archiherejía".244 Al rechazar Brunner este concepto se coloca más en línea
con el pensamiento Reformado acerca de este asunto.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Denotan siempre gracia salvadora las palabras hebreas y
griegas que se usan para gracia?
2. ¿Se usan siempre como designación de lo que llamamos 'gracia
común'?
3. ¿Presupone la doctrina de la gracia común la doctrina de la
expiación universal?
4. ¿Implica una negación del hecho de que el hombre es por
naturaleza sujeto de la ira de Dios?
5. ¿Envuelve una negación de la depravación total del hombre y de
su capacidad para hacer el bien espiritual?
6. ¿Es el bien que el hombre natural puede hacer, bueno sólo en la
vista del hombre o también es bueno a la vista de Dios?
7. ¿Destruye la doctrina de la gracia común la antítesis entre el
mundo y el reino de Dios?
8. Si no la destruye ¿cómo la explica usted?