EL AMOR DE DIOS
En las
Sagradas Escrituras se nos dicen tres cosas acerca de la naturaleza de Dios.
Primero, que “Dios es Espíritu” (Juan 4:24). En el griego no hay artículo
indeterminado, por lo que decir “Dios es un espíritu» sería en extremo
censurable, puesto que le igualaría a otros seres. Dios es “Espíritu” en el
sentido más elevado. Por ser “Espíritu” no tiene sustancia visible, es
incorpóreo. Si Dios tuviera un cuerpo tangible, no sería omnipresente, y
estaría limitado a un lugar; al ser “Espíritu” llena los cielos y la tierra.
Segundo, que “Dios es luz” (1Juan 1:5) lo cual es lo opuesto a las
tinieblas. Las tinieblas, en las Escrituras, representan el pecado, el mal, la
muerte; la luz representa la santidad, la bondad, la vida. Que “Dios es luz”
significa que es la suma de todas las excelencias.
Tercero, que “Dios es amor” (1Juan 4:5). No es simplemente que Dios “ama”,
sino que es el Amor mismo. El amor no es simplemente uno de sus atributos, es
su misma naturaleza. Muchos hoy en día hablan del amor de Dios, pero son ajenos
por completo al Dios de amor.
El amor divino
es considerado comúnmente como una especie de debilidad afectuosa, una cierta
indulgencia cariñosa; es reducido a un simple sentimiento enfermizo, copiado de
las emociones humanas. Sin embargo, la verdad es que en esto, como en todo lo
demás, nuestras ideas han de ser reguladas de acuerdo con lo que las Sagradas
Escrituras nos revelan. Esta es una urgente necesidad que se hace evidente, no
sólo por la ignorancia general que prevalece, sino también por el estado tan
bajo de espiritualidad que, triste es decirlo, es característica general de
muchos de los que profesan ser cristianos.
¡Qué poco amor
genuino hay hacia Dios! Una de las razones principales es que nuestros
corazones se ocupan muy poco de su maravilloso amor hacia los suyos.
Cuanto mejor
conozcamos su amor -su carácter, plenitud, bienaventuranza más fuerte será el
impulso de nuestros corazones en amor hacia él.
1. EL AMOR DE DIOS ES
INHERENTE.
Queremos decir
que no hay nada en los objetos de su amor que pueda provocarlo, ni nada en la
criatura que pueda atraerlo o impulsarlo. El amor que una criatura siente por
otra es producido por algo que hay en ésta; pero el amor de Dios es gratuito,
espontáneo, inmotivado. La única razón de que Dios ame a alguien reside en su
voluntad soberana. “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido
Jehová, y os ha escogido; porque vosotros erais los más pocos de todos los
pueblos; sino porque Jehová os amó” (Deut. 7:7,8). Dios ha amado a los suyos desde
la eternidad, y, por lo tanto, nada que sea de la criatura puede ser la causa
de lo que se halla en Dios desde la eternidad. El ama por sí mismo “según el
intento suyo” (2Tim. 1:9).
“Nosotros le
amamos a él, porque él nos amó primero” (1Juan 4:19). Dios no nos amó porque
nosotros le amábamos, sino que nos amó antes de que tuviésemos una sola
partícula de amor hacia él. Si Dios nos hubiera amado correspondiendo a nuestro
amor, no hubiera sido espontáneo; pero, porque nos amó cuando no había amor en
nosotros, es evidente que nada influyó en su amor. Si Dios ha de ser adorado, y
el corazón de sus hijos probado, es importante que tengamos ideas claras acerca
de esta verdad preciosa.
El amor de
Dios hacia cada uno de “los suyos» no fue movido en absoluto por nada que
hubiera en ellos. ¿Qué había en mí que atrajera al corazón de Dios? Nada
absolutamente. Al contrario, todo lo que le repele, todo lo que le haría
aborrecerme -pecado, depravación, corrupción estaba en mi corazón; en mí no
había ninguna cosa buena.
2. ES ETERNO
Necesariamente
ha de ser así. Dios mismo es eterno, y Dios es amor; por tanto, como él no tuvo
principio, tampoco su amor lo tiene. Es cierto que este concepto trasciende el
alcance de nuestra mente finita; sin embargo, cuando no podemos comprender,
podemos adorar. ¡Qué claro es el testimonio de Jeremías 31:3 “Con amor eterno
te he amado; por tanto te soporté con misericordia!” ¡Qué bendito conocimiento
el saber que el Dios grande y santo amó a sus hijos antes de que el cielo y la
tierra fuesen creados, y que había puesto su corazón en ellos desde la
eternidad!
Esto es prueba
clara de que su amor es espontáneo, porque él les amó innumerables siglos antes
de que tuviesen el ser. La misma maravillosa verdad queda expuesta en Efesios
1:4,5: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; habiéndonos predestinado”.
¡Qué de alabanzas debería producir el corazón al pensar que si el amor de Dios
no tuvo principio tampoco puede tener fin! Si es verdad que “desde el siglo
hasta el siglo” El es Dios y es “amor” entonces es igualmente verdad que ama a
su pueblo “desde el siglo y hasta el siglo”.
3. ES SOBERANO
Esto, también,
es evidente en sí mismo. Dios es soberano, no está obligado para con nadie;
Dios es su propia ley, actúa siempre de acuerdo con su propia voluntad real.
Así, pues, si Dios es soberano, y es amor, se desprende necesariamente que su
amor es soberano. Porque Dios es Dios, actúa como le agrada; porque es amor,
ama a quien quiere. Tal es su propia explícita afirmación: “A Jacob amé, mas a
Esaú aborrecí” (Rom. 9:13). No había más objeto de amor en Jacob que en Esaú.
Ambos habían tenido los mismos padres, habían nacido al mismo tiempo, puesto
que eran gemelos; con todo, ¡Dios amó al uno y aborreció al otro! ¿Por qué?
Porque le agradó hacerlo así.
La soberanía
del amor de Dios se desprende necesariamente del hecho de que no es influido
por nada que haya en la criatura. De ahí que el afirmar que la causa de su amor
reside en El mismo es sólo otra manera de decir que ama a quien quiere.
Supongamos, por un momento, lo contrario. Supongamos que el amor de Dios fuera
regulado por algo externo a su voluntad. En tal caso su amor se regiría por
unas reglas, y, siendo así, El estaría bajo una regla de amor, de manera que,
lejos de ser libre, sería gobernado por una ley. “En amor; habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según” -¿qué?
¿Algún mérito que vio en nosotros? No; sino, “según el puro afecto de su
voluntad” (Efe. 1:4,5).
4. ES INFINITO
Todo lo
referente a Dios es infinito. Su sustancia llena los cielos y la tierra. Su
sabiduría es ilimitada, porque él conoce todo el pasado, el presente y el
futuro. Su poder es inmenso, porque no hay nada difícil para él. Asimismo, su
amor no tiene límite. Tiene una profundidad que nadie puede sondear; una altura
que nadie puede escalar; una longitud y una anchura que están más allá de toda
medida humana.
Esto se nos
indica en Efe. 2:4: “Sin embargo, Dios, que es rico en misericordia, por su
mucho amor con que nos amó”; la palabra “mucho” aquí es sinónima de “de tal
manera amó Dios” en Juan 3:16. Nos habla de un amor tan sobresaliente que no
puede ser calculado. “Ninguna lengua puede expresar fielmente la infinitud del
amor de Dios, ni ninguna mente comprenderla: “excede a todo conocimiento” (Efe.
3:19). Las más vastas ideas que la mente finita puede formarse del amor divino
están muy por debajo de su verdadera naturaleza.
5. ES INMUTABLE
Del mismo modo
que en Dios “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17), tampoco su
amor conoce cambio o disminución. El indigno Jacob ofrece un ejemplo poderoso
de esta verdad: “A Jacob amé”, declaró Jehová, y, a pesar de toda su
incredulidad y desobediencia, El nunca dejó de amarle. En Juan 13:1 se nos da
otra hermosa ilustración.
Aquella misma
noche, uno de los apóstoles diría: “Muéstranos al Padre”; otro le negaría con
juramentos, todos iban a ser escandalizados y le abandonarían. Así y todo,
“como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.
El amor divino no está sujeto a vicisitudes de ninguna clase. El amor divino
“fuerte es como la muerte... las muchas aguas no podrán apagarlo” (Cant.
5:6,7). Nada puede apartarnos del mismo (Rom. 8:35-39).
6. ES SANTO
El amor de
Dios no lo regula el capricho, ni la pasión, ni el sentimiento, sino un
principio. Del mismo modo que su gracia no reina a expensas de la misma, sino
“por la justicia” (Rom. 5:21), así su amor nunca choca con su santidad. “Dios es
luz” (1Juan 1:3) se encuentra antes que “Dios es amor” (1Juan 4:5). El amor de
Dios no es una simple debilidad afectuosa, ni una especie de muelle ternura. La
Escritura declara que “el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que
recibe por hijo” (Heb. 12:6). Dios no cerrará los ojos al pecado, ni siquiera
al de sus hijos. Su amor es puro, sin mezcla de sentimentalismo sensiblero.
7. ES BENIGNO
El amor y el
favor de Dios son inseparables. Esto se pone de relieve en Romanos 8:32-39. Por
la idea y alcance del contexto se percibe claramente que es este amor, el cual
no puede haber separación: es la buena voluntad y la gracia de Dios que le
determinaron a dar a su Hijo por los pecadores. Ese amor fue el poder impulsor
de la encarnación de Cristo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito” (Juan 3:16),
Cristo no
murió para hacer que Dios nos amara, sino porque amaba a su pueblo. El Calvario
es la demostración suprema del amor divino. Siempre, que seamos tentados a
dudar del amor de Dios, recordemos el Calvario. He aquí, abundante motivo para
confiar en Dios, y para soportar con paciencia la aflicción que envía, Cristo
era el amado del Padre, y aun así no estuvo exento de pobreza, afrenta y
persecución. Sufrió hambre y sed.
De ahí que, al
permitir que los hombres le escupieran y le hirieran, el amor de Dios hacia
Cristo no sufrió menoscabo. Así pues, que ningún cristiano dude del amor de
Dios al ser sometido a pruebas y aflicciones dolorosas. Dios no enriqueció a
Cristo con prosperidad temporal en este mundo, ya que “no tenía donde recostar
su cabeza”. Pero sí le dio el Espíritu sin medida. Siendo así, aprendamos que
las bendiciones espirituales son los dones principales del amor divino. ¡Qué
bendición es el saber que, aunque el mundo nos odie, Dios nos ama!
3. LA GRACIA Y EL MÉRITO
DE DIOS EN ELLA.
LA GRACIA DE DIOS
1. “Y si por gracia, luego no por las obras; de otra manera la gracia
ya no es gracia. Y si por las obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya
no es obra”. (Rom. 11:6) Esta perfección del carácter divino es ejercida sólo
para con los elegidos.
Ni en el
Antiguo ni en el Nuevo Testamento se menciona jamás la gracia de Dios en
relación con el género humano en general, y mucho menos en relación con otras
de sus criaturas.
En esto se
distingue de la “misericordia”, porque ésta es “sobre todas sus obras” (Sal.
145:9). La gracia es la única fuente de la cual fluye la buena voluntad, el
amor y la salvación de Dios para sus escogidos. Abraham Booth, en su libro “El
Reino de la Gracia”, describe así este atributo del carácter divino: “Es el
favor eterno y totalmente gratuito de Dios, manifestado en la concesión de
bendiciones espirituales y eternas a las criaturas culpables e indignas”.
La gracia
divina es el favor soberano y salvador de Dios, ejercido en la concesión de
bendiciones a los que no tienen mérito propio, y por las cuales no se les exige
compensación alguna. Más aún; es el favor que Dios muestra a aquellos que, no
sólo no tienen méritos en sí mismos, sino que, además, merecen el mal y el
infierno. Es completamente inmerecida, y nada que pueda haber en aquellos a
quienes se otorga puede lograrla. La gracia no puede ser comprada, lograda ni
ganada por la criatura. Si lo pudiera ser, dejaría de ser gracia. Cuando se
dice de una cosa que es de “gracia”, se quiere decir que el que la recibe no
tiene derecho alguno sobre ella, que no se le adeudaba. Le llega como simple
caridad, y, al principio, no la pidió ni la deseó.
La exposición
más completa que existe de la asombrosa gracia de Dios se halla en las
epístolas del apóstol Pablo. En sus escritos, la gracia se muestra en directo
contraste con las obras y méritos, todas las obras y méritos, de cualquier
clase o grado que sean. Esto aparece claro y concluyente en Rom. 11:6: “Y si
por gracia, luego no por las obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y
si por las obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”.
La gracia y
las obras no pueden mezclarse, como tampoco pueden la luz con las tinieblas
“Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8,9). El favor
absoluto de Dios no es compatible con el mérito humano; ello sería tan
imposible como mezclar el agua y el aceite: veamos Rom. 4:4,5. “Al que obra, no
se le considera el salario como gracia, sino como obligación. Pero al que no
obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, se considera su fe como
justicia.” La gracia divina tiene tres características principales.
En primer
lugar, es eterna. Fue ideada antes de ser empleada, propuesta antes de ser
impartida: “Que nos salvó y llamó con vocación santa, no conforme a nuestras
obras, mas según el intento suyo y gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús
antes de los tiempos de los siglos” (2Tim. 11:9). En segundo lugar, es
gratuita, ya que nadie jamás la adquirió: “Siendo justificados gratuitamente
por su gracia” (Rom. 3:4). En tercer lugar es soberana, puesto que Dios la
ejerce y la otorga a quien él quiere: “Para que... la gracia reine” (Rom.
5:21).
Si la gracia
“reina”, es que está en el trono, y el que ocupa el trono es soberano. De ahí
“el trono de gracia” (Heb. 4:16). La gracia, al ser un favor inmerecido, ha de
ser concedida de una manera soberana. Por ello declara el Señor: “Tendré
misericordia del que tendré misericordia” (Efe. 33:19). Si Dios mostrara su
gracia para con todos los descendientes de Adán, éstos llegarían en seguida a
la conclusión de que Dios estaba obligado a llevarles al cielo como
compensación por haber permitido que la raza humana cayera en pecado. Pero el
gran Dios no está obligado para con ninguna de sus criaturas, y mucho menos
hacia las que le son rebeldes.
La vida eterna
es una dádiva, y por, lo tanto, no puede conseguirse por las obras, ni
reclamarse como un derecho. Si, pues, la salvación es una dádiva, ¿quién tiene
derecho alguno para decir a Dios a quien debería concederla? Y no es que el
bendito Dador niegue este don a quien lo busca con todo el corazón, y según las
reglas que él ha prescrito. No, él no rechaza a nadie que vaya con manos vacías
y por el camino que ha establecido. Pero si Dios decide ejercer su derecho
soberano de escoger de entre un mundo lleno de pecadores e incrédulos un número
limitado para salvación, ¿quién puede sentirse perjudicado? ¿Está obligado Dios
a dar por la fuerza su dádiva a aquellos que no la aprecian? ¿Está obligado a
salvar a los que han resuelto seguir sus propios caminos?
Así y todo,
nada hay que ponga más furioso al hombre natural y que más saque a la
superficie su enemistad innata arraigada contra Dios, que el hacerle ver que su
gracia es eterna, gratuita y absolutamente soberana. Para el corazón no
quebrantado es demasiado humillante el aceptar que Dios formó su propósito
desde la eternidad, sin consultar para nada a la criatura. Para el que se cree
recto es demasiado duro el creer que la gracia no puede conseguirse ni ganarse
por el propio esfuerzo. Y el hecho de que la gracia separa a los que quiere
para hacerles objeto de sus favores provoca las protestas acaloradas de los
rebeldes orgullosos.
El barro se
levanta contra el Alfarero y pregunta: “¿Por qué me has hecho tal?” El rebelde
desaforado se atreve a disputar la justicia de la soberanía divina. La gracia
distintiva de Dios se muestra al salvar a los que él, en su soberanía, ha
separado para ser sus predilectos. Por “distintiva” entendemos la gracia que
distingue, que hace diferencia, que escoge a algunos y pasa por alto a otros.
Fue esta gracia la que sacó a Abraham de entre sus vecinos idólatras, e hizo de
él “el amigo de Dios”.
Fue esta
gracia la que salvó a “publicanos y pecadores”, y dijo de los fariseos
religiosos “dejadlos” (Mat. 15:14). La gloria de la gracia gratuita y soberana
de Dios brilla de manera visible más que en ninguna otra parte, en la
indignidad y diversidad de los que la reciben. “La ley entró para agrandar la
ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia” Rom 5:20.
Manases fue un monstruo de crueldad porque pasó a su hijo por fuego y llenó a
Jerusalén de sangre inocente, fue un maestro de iniquidad porque, no sólo
multiplicó, y hasta extremos extravagantes, sus impiedades sacrílegas, sino que
corrompió los principios y pervirtió las costumbres de sus súbditos,
haciéndoles obrar peor que los idólatras paganos más detestables; véase
2Crónicas 33.
Con todo, por
esta gracia superabundante, fue humillado, fue regenerado, y vino a ser un hijo
perdonado por amor, un heredero de la gloria inmortal. “Consideremos el caso de
Saulo, el perseguidor cruel y encarnizado que vomita amenazas, dispuesto a
hacer una carnicería, acosando a las ovejas y matando a los discípulos de
Jesús. La desolación que había causado y las familias que había arruinado no
eran suficientes para calmar su espíritu vengativo. Eran sólo como un sorbo
que, lejos de saciar al sabueso, le hacía seguir el rastro más de cerca y
suspirar más ardientemente por la destrucción. Estaba sediento de violencia y
muerte. Tan ávida e insaciable era su sed que incluso respiraba amenazas y
muerte (Hech. 9:1). Sus palabras eran como lanzas y flechas, y su lengua como
espada afilada. Amenazar a los cristianos era para él natural como el respirar.
En los
propósitos de su corazón rencoroso no había sino deseo de exterminio. Y sólo la
falta de más poder impedía que cada sílaba y cada aliento que salía de su boca
no esparcieran más muerte, y no hiciera caer más discípulos inocentes. ¿Quién,
según los principios de justicia humana, no le hubiera declarado vaso de ira
preparado para una condenación inevitable?
Más aun:
¿quién no hubiera llegado a la conclusión de que, para este enemigo implacable
de la verdadera santidad, estaban reservadas forzosamente las cadenas más pesadas
y la mazmorra más oscura y angustiosa? Con todo, admiremos y adoremos los
tesoros insondables de la gracia; este Saulo fue admitido en la compañía
bendita de los profetas, fue contado entre el noble ejército de los mártires, y
llegó a ser figura destacada entre la gloriosa comunión de los apóstoles.
Veamos otro ejemplo: “La maldad de los corintios era proverbial.
Algunos de
ellos se revolcaban en el cieno de vicios tan abominables, y estaban
acostumbrados a actos de injusticia tan violentos, que eran reprochables
incluso para la naturaleza humana. Con todo, aun estos hijos de violencia,
estos esclavos de la sensualidad, fueron lavados, santificados y justificados
(1Cor. 6:9-11). “Lavados” en la preciosa sangre del Redentor; “santificados”
por la operación poderosa del Espíritu bendito; “justificados” por las
misericordias infinitas y tiernas del buen Dios. Los que en otro tiempo eran
aflicción de la tierra, fueron hechos la gloria del cielo, la delicia de los
ángeles.” La gracia de Dios se manifiesta en el Señor Jesucristo, por él y a
través de él. “Porque la ley por Moisés fue dada; más la gracia y la verdad por
Jesucristo fue hecha” (Juan 1:17).
Ello no quiere
decir que Dios hubiera actuado sin gracia para con nadie antes de que su Hijo
se encarnara; Génesis 6:8, Éxodo 33:19, etc., muestran claramente lo contrario.
Pero la gracia y la verdad fueron reveladas plenamente y declaradas
perfectamente cuando el Redentor vino a esta tierra, y murió por los suyos en
la cruz. La gracia de Dios fluye para sus elegidos sólo a través de Cristo el
Mediador. “Mucho más abundó la gracia de Dios a los muchos, y el don por la
gracia de un hombre, Jesucristo... mucho más reinarán en vida por Jesucristo
los que reciben la abundancia de la gracia, y del don de la justicia... la
gracia reine por la justicia para vida eterna por Jesucristo Señor nuestro”
(Rom. 5:15-17,21).
La gracia de
Dios es proclamada en el Evangelio (Hech. 20:24), que es “piedra de tropiezo”
para el judío que se cree justo, y “locura” para el griego vano y filósofo.
¿Cuál es la razón? La de que en el Evangelio no hay nada en absoluto que
halague el orgullo del hombre. Anuncia que no podemos ser salvos si no es por gracia.
Declara que, fuera de Cristo, don inefable de la gracia de Dios, la situación
de todo hombre es terrible, irremediable, sin esperanza.
El evangelio
habla a los hombres como a criminales culpables, condenados y muertos. Declara
que el más honesto de los moralistas está en la misma terrible condición que el
más voluptuoso libertino; que el religioso más vehemente, con todas sus obras,
no está en mejor situación que el infiel más profano. El Evangelio considera a
todo descendiente de Adán como pecador caído, contaminado, merecedor del
infierno y desamparado.
La gracia que
anuncia es su única esperanza. Todos aparecen delante de Dios convictos de
trasgresión de su santa ley, y, por lo tanto, como criminales culpables y
condenados; no esperando a que se dicte la sentencia, sino aguardando la
ejecución de la sentencia dictada ya contra ellos (Juan 3:18). Quejarse de la
parcialidad de la gracia es suicida. Si el pecador persiste en valerse de su
propia justicia, su porción eterna será en el lago de fuego. Su única esperanza
consiste en inclinarse a la sentencia que la justicia divina ha dictado contra
él, reconocer la absoluta rectitud de la misma, abandonarse a la misericordia
de Dios, y presentar las manos vacías para asirse de la gracia de Dios que el
Evangelio le presenta.
La tercera
Persona de la divinidad es el comunicador de la gracia, por lo cual se le
denomina el “Espíritu de gracia” (Zac. 12:10). Dios Padre es la fuente de toda
gracia, porque designó el pacto eterno de redención. Dios Hijo es el único
canal de la gracia. El Evangelio es el promulgador de la gracia. El Espíritu es
dador o aplicador. El es quien aplica el Evangelio con poder salvador al alma:
vivificando a los elegidos cuando todavía están muertos, conquistando sus
voluntades rebeldes, ablandando sus corazones duros, abriendo sus ojos
enceguecidos, limpiándoles de la lepra del pecado.
De ahí que
podamos decir, como G.S. Bishop: “La gracia es la provisión para hombres que
están tan caídos que no pueden levantar el hacha de justicia, tan corrompidos
que no pueden cambiar sus propias naturalezas, tan opuestos a Dios que no pueden
volverse a él, tan ciegos que no le pueden ver, tan sordos que no le pueden
oír, tan muertos que él mismo ha de abrir sus tumbas y levantarlos a la
resurrección”.
La
cuestión del mérito y la gracia está en el corazón del debate histórico entre
la teología romana católica y el protestantismo. La declaración principal de la
Reforma fue sola gratia -la
salvación es únicamente por la gracia de Dios. Los creyentes no traen ningún
mérito propio delante del juicio de Dios, sino que descansan exclusivamente sobre
la misericordia y la gracia de Dios.
El
mérito se define como aquello que se gana o se merece. La justicia requiere que
el mérito sea otorgado allí donde es merecido.
EL MERITO.
2.
El mérito es algo que una persona merece por su actuación. Si no se recibe el
mérito debido, se comete una injusticia.
La
teología romana católica habla del mérito de tres maneras. Se refiere al mérito
merecido, algo que es tan
meritorio que impone la obligación de ser recompensado. También habla sobre un
mérito congruente, en el que si
bien no es tan elevado como el mérito merecido, la recompensa de Dios sería
"congruente o apropiada". El mérito congruente se logra al realizar
buenas obras en conjunto con el sacramento de la penitencia.
Un
tercer tipo de mérito es el mérito supererogatorio,
que es el mérito que trasciende el llamado al deber. Es el mérito en
exceso logrado por los santos.
Este
mérito es depositado en la tesorería del mérito de donde la iglesia puede
retirarlo para suplir las cuentas de aquellos que carecen del mérito suficiente
para progresar del purgatorio al cielo.
La
teología protestante niega y "protesta" contra todos estos tipos de
mérito, declarando que el único mérito que tenemos a nuestra disposición es el
mérito de Cristo. El mérito de Cristo nos llega por medio de la gracia por la
fe. La gracia es el favor inmerecido de
Dios. Es una acción o disposición de Dios hacia nosotros. La gracia no es una
sustancia que puede morar en nuestras almas.
Crecemos
en la gracia, no por una medida cuantitativa de alguna sustancia dentro de
nosotros sino por la ayuda misericordiosa del Espíritu Santo que mora en
nosotros, actuando en su gracia a favor nuestro y en nosotros. Los medios de la
gracia de Dios que nos ayudan en la vida cristiana incluyen la Escritura, los
sacramentos, la oración, la comunión, y las enseñanzas de la iglesia.
RESUMEN
1.
Nuestra salvación es sola gratia, solo
por la gracia.
2.
No tenemos ningún mérito propio que obligue a Dios a salvarnos.
3.
La teología romana católica distingue entre el mérito merecido, el congruente
y el supererogatorio. Estos
tres tipos de méritos son
rechazados por el protestantismo.
4.
La gracia es el favor inmerecido o la misericordia de Dios hacia nosotros.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan
15:1-8, Romanos 4: 1-8, Romanos 5:1-5, 2 Corintios 5:17-19, Efesios 2:8-9, Tito
3:4-7.
4. LA FE
Al
cristianismo se lo suele llamar una religión. Más apropiado sería llamarlo una
"fe". Solemos hablar de la
fe cristiana. Se la llama una fe porque consiste en un conjunto de
conocimientos que es afirmado o creído por sus adherentes. También se la llama
una fe porque la virtud de la fe es central a su entendimiento de la redención.
¿Qué
significa la fe? En nuestra cultura suele confundirse con una creencia ciega en
algo irrazonable. Llamar a la fe cristiana una "fe ciega", sin
embargo, no es solo rebajar a los cristianos sino que es una afrenta a Dios.
Cuando la Biblia habla de ceguera está utilizando esta imagen para las personas que, por su pecado,
caminan en la oscuridad. El cristianismo llama a las personas a abandonar la
oscuridad, no a venir a la oscuridad. La fe es el antídoto a la ceguera, no la
causa de la ceguera.
En
su raíz, la palabra que significa
"confianza". Confiar en Dios no es un acto de creencia irracional.
Dios nos ha demostrado que es eminentemente digno de confianza. Nos ha dado
razones más que suficientes para confiar en Él. Él nos ha probado que es fiel y
que es digno de nuestra confianza.
Existe
una enorme diferencia entre la fe y la
credulidad. Ser crédulo es creer en algo por ninguna razón valedera. La
superstición está hecha y prospera en base a la credulidad. La fe, en cambio,
se establece sobre un razonamiento coherente y consistente y sobre evidencias
empíricamente valederas. Pedro escribe: "Porque no os hemos dado a conocer
el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas
artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad" (2 Pedro 1: 16).
El
cristianismo no descansa sobre mitos y fábulas sino sobre el testimonio de
quienes vieron con sus propios ojos y oyeron con sus propios oídos. La verdad
del evangelio se basa sobre acontecimientos históricos. Si el relato de estos
acontecimientos no es digno de confianza, entonces sin duda que nuestra fe es
en vano.
Pero
Dios no nos pide que creamos en cualquier cosa en base al mito. El libro de Hebreos nos proporciona una
definición de la fe: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). La fe comprende la esencia
de nuestra esperanza para el futuro. En términos sencillos, esto significa que
confiamos en Dios para el futuro en base a nuestra fe en lo que Él ha logrado
en el pasado. Creer que Dios seguirá siendo digno de confianza no es una fe
gratuita. Existen múltiples razones para creer que Dios seguirá siendo tan fiel
a sus promesas en el futuro como ha sido en el pasado. Existe una razón, una
razón sustancial, para la esperanza que tenemos dentro de nosotros.
La
fe que es la evidencia de las cosas ocultas tiene una referencia primaria, pero
no exclusiva, hacia el futuro. Nadie tiene una bola de cristal que funcione.
Todos nos encaminamos hacia el futuro por la fe y no por la vista. Podemos
hacer planes y proyectos, pero hasta nuestras mejores previsiones estarán
basadas sobre conjeturas inteligentes. Nadie de nosotros cuenta con el
conocimiento de la experiencia del mañana. Contemplamos el presente y
recordamos el pasado. Somos expertos en la percepción tardía de lo sucedido. La
única evidencia sólida que tenemos para nuestro futuro surge de las promesas de
Dios. Es aquí donde la fe nos ofrece la evidencia para las cosas no vistas.
Confiamos en Dios para el mañana.
También
confiamos o creemos que Dios existe. Y si bien Dios mismo no puede ser visto,
las Escrituras dejan en claro que el Dios invisible se ha hecho manifiesto por
las cosas visibles (Romanos 1:20). Aunque Dios no es visible para nosotros,
creemos que Él está ahí porque se ha manifestado en la creación y en la
historia.
La
fe incluye el creer en Dios.
Sin embargo este tipo de fe no es particularmente loable. Santiago escribe:
"Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan" (Santiago 2:19). El sarcasmo emana de la pluma de Santiago.
Creer
en la existencia de Dios solo nos califica para ser demonios. Una cosa es creer
en Dios, y otra cosa es creerle
a Dios. Creerle a Dios, confiar en Él para nuestra propia vida, en eso consiste
la esencia de la fe cristiana.
RESUMEN
1.
El cristianismo es una fe porque está basado en un conjunto de conocimientos
revelados por Dios.
2.
La fe no es un salto ciego en la oscuridad, sino una confianza en Dios que nos
transfiere de la oscuridad a la luz.
3.
La fe es simple, pero no es simplista.
4.
La fe no es credulidad. Está basada sobre razones valederas y evidencias
históricas.
5.
La fe nos proporciona la sustancia para nuestra esperanza futura.
6.
La fe implica confiar en lo que no se ve.
7.
La fe implica más que creer en Dios;
significa creerle a Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos
1:16-32, Romanos 5:1-11, Romanos 10:14-17, Gálatas 3:1-14, Efesios 2:8-9,
Santiago 2:14-26.
5. LA FE SALVIFICA
Jesús
en una ocasión señaló que si no tenemos la fe de un niño no podemos entrar en
el reino de los cielos. Una fe como la de un niño es un requisito previo para
ser miembro del reino de Dios.
Existe
una diferencia, sin embargo, entre una fe como la de un niño y una fe infantil.
La Biblia nos llama a ser niños en la malicia, pero maduros en nuestro
entendimiento. La fe salvífica es simple, pero no es simplista.
Como
la Biblia nos enseña que la justificación es por la fe sola, y que
la fe es condición necesaria para la salvación, resulta imperativo que
entendamos en qué consiste esta fe salvífica.
Santiago
nos explica claramente en qué no consiste esta fe: "Hermanos míos, ¿de qué
aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe
salvarle?" (Santiago 2:14).
Santiago
está distinguiendo entre la profesión de fe y la realidad de la fe. Cualquiera
puede decir que tiene fe. Si bien hemos sido llamados a profesar nuestra fe, la
profesión por sí sola no salva a nadie. La Biblia deja bien en claro que las
personas son capaces de honrar a Cristo de labios mientras sus corazones están
lejos de Él. La fe de los labios para fuera, sin ninguna manifestación del
fruto de la fe, no es fe salvífica.
Santiago
continúa diciendo: "Así también, si no tiene obras, es muerta en sí
misma" (Santiago 2: 17). Santiago describe la fe muerta en sí misma como
una fe sin ningún provecho. Es fútil y vana y no justifica a nadie.
Cuando
Lutero y los demás de la Reforma declararon la justificación solo por la fe, se
dieron cuenta que era necesario dar una definición detallada sobre la fe
salvífica. Definieron la fe salvífica en función de determinados elementos
constituyentes.
La
fe salvífica está compuesta de la información, el consentimiento intelectual, y
la confianza personal.
La
fe salvífica implica el contenido. No somos justificados por creer en cualquier
cosa. Algunos han dicho: "No importa lo que uno cree, siempre y cuando
sea sincero". Este sentimiento es radicalmente opuesto a la enseñanza de
la Biblia. La Biblia nos enseña que lo que creemos es muy importante. La
sinceridad por sí sola no es suficiente para la justificación. Podemos estar
sinceramente equivocados. La sana doctrina, al menos en lo que concierne a Las
verdades fundamentales del evangelio, es un ingrediente necesario de la fe
salvífica.
Creemos
en el evangelio, en la persona y la obra de Cristo. Esto es una parte integral
de la fe salvífica. Si nuestra doctrina es herética en los fundamentos, no
seremos salvos. Si, por ejemplo, decimos que creemos en Cristo pero negamos su
deidad, no poseemos la fe que justifica.
Aunque
es necesario tener un correcto entendimiento de las verdades fundamentales del
evangelio para poder ser salvos, un entendimiento correcto de ellas no es suficiente
para ser salvos.
Un
estudiante puede sacar las notas máximas en un examen de teología cristiana,
entendiendo todas las verdades del cristianismo, sin afirmar personalmente que
son verdad. La fe salvífica incluye la afirmación de la mente a la verdad del
evangelio.
Pero
aun si las personas entienden el evangelio y afirman o confirman su verdad,
todavía pueden llegar a no alcanzar la fe salvífica. El diablo sabe que el
evangelio es verdad, pero lo odia con todas las fibras de su ser. Hay un
elemento de confianza en la fe salvífica. Implica una confianza y una
dependencia personal sobre el evangelio. Podemos creer que una silla va a
soportar nuestro peso, pero no exhibimos una confianza personal en la silla
hasta el momento en que nos sentamos sobre ella.
La
confianza comprende la voluntad además de la mente. Tener la fe salvífica
requiere que amemos la verdad del evangelio y que deseemos vivirla. Confiamos
de corazón en la dulzura y el amor de Cristo.
Considerada
técnicamente, la confianza personal podría ser un corolario o una proyección
del consentimiento intelectual. El diablo puede aceptar la verdad de ciertos
hechos relacionados con Jesús, pero no los acepta a todos. No acepta el amor de
Cristo, ni lo anhela. Pero ya sea que diferenciemos o que combinemos la
aceptación intelectual y la confianza personal, el hecho sigue en pie de que la
fe salvífica requiere lo que Lutero llamó una fe viviente una confianza vital y
personal en Cristo como el Salvador y el Señor.
RESUMEN
1.
La fe salvífica es como la de un niño pero no es infantil.
2.
La mera profesión de fe no es suficiente para justificar a una persona.
3.
La fe salvífica requiere la aceptación intelectual de la verdad del evangelio.
4.
La fe salvífica implica una confianza personal en Cristo y el amor a Cristo.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo
18:3, Romanos 10:5-13, Efesios 2:4-10, 1 Tesalonicenses 2: 13, Santiago
2:14-26.
ITRODUCCIÓN
SALVADOR:
soter (swthvr,),
salvador, liberador, preservador. Se utiliza: (a) de Dios (Lc 1.47; 1 Ti 1.1; 2.3;
4.10, en el sentido de preservador, ya que Él da «a todos vida y aliento y
todas las cosas»; Tit 1.3; 2.10; 3.4; Jud 25); (b) de Cristo (Lc 2.11; Jn 4.42;
Hch 5.31; 13.23, de Israel; Ef 5.23, el sustentador y preservador de la
Iglesia, su «Cuerpo»; Flp 3.20, a su vuelta para recibir la Iglesia a sí mismo;
2 Ti 1.10, con referencia a su encarnación: «los días de su carne»; Tit 1.4,
título compartido, en el contexto, con Dios el Padre; 2.13: «nuestro gran Dios
y Salvador Jesucristo», donde el pronombre «nuestro», que viene en inmediata
relación con «Dios», involucra la inclusión de ambos títulos como referentes a
Cristo, lo mismo que en el pasaje paralelo en el v. 11: «nuestro Señor y
Salvador Jesucristo»; estos pasajes son por tanto un testimonio a su deidad; 2
P 2.20; 3.2, 18; 1 Jn 4.14.
Nota:
Para «Salvador» en Lc 1.69 (RVR), (1) (RV: «salvación»).
Pedían que los salvaran de la muerte. Todavía no estaban fuera de
peligro, pero pronto lo haría. Los gabaonitas veían en Israel su única
esperanza de salvación.
Yasha se usa en otras
ocasiones como cuando Jefté se quejó a los de Efraín de que no habían acudido
en su ayuda: «Teníamos un gran conflicto mi pueblo y yo con los amonitas; os pedí ayuda y no me librasteis
de sus manos» (Jue 12.2).
Aquí el énfasis está en «poner en libertad» o «librar» de una situación
que ya era real. En términos militares, puede significar unir fuerzas para
construir un ejército más potente. No es buscar ayuda a última hora. Joab le
dijo a Abisai: «Si los sirios pudieren más que yo, tú me ayudarás» (2 S 10.11; cf. 2 S 10.9).
En cuanto a la justicia y la ley civil, Yasha representaba una
obligación de prestar ayuda cuando se escuchaba el clamor de una persona que
estaban tocando:
«Porque él [el violador] la halló en el campo; dio voces la joven
desposada, y no hubo quien la librase» (Dt 22.27; cf.28.29). Por lo tanto, uno podía apelar
especialmente al rey, quien tenía la obligación de proteger los derechos
individuales: «Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en
tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey!» (2 S 14.4. 2 R 6.26). El rey
también «salvó» al pueblo de sus enemigos (1 S 10.27. Os 13.10).
Jeremías dice del rey mesiánico: «En sus días será salvo Judá, e
Israel habitará confiado» (Jer 23.6). Aquí yasha aparece paralelamente con «habitará confiado», lo cual identifica el significado de yasha como «librar de
peligro». A la postre, Dios es el Gran Rey que «va con vosotros, para pelear
por vosotros contra vuestros enemigos, para salvarnos [librarnos de peligro]» (Dt 20.4) y el Juez de
todo Israel. La palabra aparece en muchas peticiones de oración: «Levántate,
Jehová; sálvame, Dios mío» (Sal3.7). Vemos, pues, una combinación de énfasis militar (oración por
liberación de un enemigo mediante el uso de la fuerza) y énfasis judicial
(oración por lo que es deber del suplicante y obligación del suplicado; en el
caso de Dios la obligación es auto impuesta al establecerse un pacto; cf. Sal 20.9). En otros
casos la obligación judicial es clara: el rey ungido de Dios «juzgará a los afligidos del pueblo,
salvará a los hijos del menesteroso, y
aplastará al opresor» (Sal 72.4). En este pasaje la palabra que aparece en el paralelismo es shapat: «ver que la justicia se aplique».
Muchas veces el salmista tiene en mente el aspecto espiritual del
pacto eterno de Dios. Esto se ve claro
en pasajes como el Salmo 86, donde David confiesa que, aunque es el rey de Israel, está
humillado (piadosamente) y que, aunque disfruta las riquezas de la realeza,
está en necesidad (esperando en Dios).En base a estas condiciones espirituales,
ora que Dios responda según el pacto:
«Guarda mi alma, porque soy piadoso; oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía»
(Sal 86.2). Las bendiciones que implora son a la vez eternas (Sal 86.11–13) y temporales
(Sal 86.14–17).
B. NOMBRE
Yeshû a (ישְועהָ), «salvación, liberación».
Hay 78 casos de este vocablo en el Antiguo Testamento; predomina
en Salmos (45 veces) e Isaías (19 veces). Se usa por primera vez en ocasión de las
últimas palabras de Jacob: « ¡Tu salvación esperé, oh Jehová!» (Gn 49.18). «Salvación»
en el Antiguo Testamento no se entiende
como salvación del pecado, puesto que el término denota una amplia gama de
sentidos relacionados con la «liberación»: de aflicción, guerra, servidumbre o
enemigos. Las liberaciones son humanas y divinas, pero con el vocablo yeshuah contadas son las ocasiones en que seres humanos son los que efectúan la «salvación liberación».
Un par de excepciones: cuando Jonatán trajo respiro de la presión
de los filisteos contra los israelitas (1 S 14.45), y cuando
Joab y sus hombres se ayudaron mutuamente en el campo de batalla (2 S 10.11).
«Salvación y liberación» se usa generalmente con Dios como el que
la efectúa. Se le conoce como la«salvación» de su pueblo: «Engordó Jesurún, y
dio coces (tanto engordó que brillaba de
gordo), y abandonó a Dios su creador; despreció
a su protector y salvador» (Dt 32.15 LVP; cf. Is 12.2). Dios realizó
muchas maravillas en favor de su pueblo: «¡Cantad a Jehová un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas! Su diestra lo ha salvado, y su santo brazo» (Sal 98.1).
Yeshuahse usa ya sea en un contexto de regocijo (Sal 9.14) o en el caso
de una oración por «salvación» y «liberación»: «Yo estoy afligido y dolorido.
Tu liberación, oh Dios, me ponga en alto» (Sal 69.29 RVA).Habacuc describe al Señor montado en carros de salvación (3.8 LBD) para librar a su pueblo de sus opresores. El peor reproche que
se podía lanzar contra una persona era
que Dios no había acudido para Socorrerle: «Muchos dicen acerca de mí: « ¡Dios
no lo librará!» [Literalmente, «para él no hay salvación en Dios» LBA]» (Sal 3.2 RVA).Muchos nombres personales contienen una forma de la raíz, tales como Josuı («el Señor es ayuda»), Isaƒas («el Señor es ayuda») y Jesħs (una transliteración griega de yeshuah).
Yesha (ישֵעָ), «salvación, liberación». Este sustantivo aparece 36 veces en el
Antiguo Testamento. Uno de estos casos es en Sal 50.23 (RVA): «El que ofrece sacrificio de acción de gracias
me glorificará, y al que ordena su camino le mostraré la salvación de Dios». Tesuah(8668 , תשְועהָ ), «salvación, liberación».
Tesuah aparece 34 veces. Tenemos un ejemplo en Is 45.17 (RVA): «Israel será salvado por
Jehová con salvación eterna. No os avergonzaréis, ni seréis afrentados, por los
siglos de los siglos».Las traducciones en la Septuaginta son: soteria y soterion
(«salvación; preservación; liberación»)y soter («salvador, libertador»).
Las revisiones de la RV traducen el vocablo como
«salvación, libertad, liberación». Soter (swthvr,),
salvador, liberador, preservador. Se utiliza:
(A) de Dios (Lc 1.47;
1 Ti 1.1; 2.3; 4.10, en el sentido de preservador, ya que Él da «a todos vida y
aliento y todas las cosas»; Tit 1.3; 2.10; 3.4; Jud 25);
(B) de Cristo (Lc
2.11; Jn 4.42; Hch 5.31; 13.23, de Israel; Ef 5.23, el sustentador y
preservador de la Iglesia, su «Cuerpo»; Flp 3.20, a su vuelta para recibir la
Iglesia a sí mismo; 2 Ti 1.10, con referencia a su encarnación: «los días de su
carne»; Tit 1.4, título compartido, en el contexto, con Dios el Padre; 2.13:
«nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo», donde el pronombre «nuestro», que
viene en inmediata relación con «Dios», involucra la inclusión de ambos títulos
como referentes a Cristo, lo mismo que en el pasaje paralelo en el v. 11:
«nuestro Señor y Salvador Jesucristo»; estos pasajes son por tanto un
testimonio a su deidad; 2 P 2.20; 3.2, 18; 1 Jn 4.14.
Nota:
Para «Salvador» en Lc 1.69 (RVR), (RV: «salvación»).
SALVACIÓN
1.
soteria (swthriva,), denota
liberación, preservación, salvación. La salvación se usa en el NT:
(A)
de liberación material y temporal de peligros y aprehensión:
(1)
nacional (Lc 1.69: «cuerno de salvación», RV; RVR traduce «poderoso Salvador»;
v. 71; Hch 7.25: «libertad», RVR; RV: «salud»);
(2)
personal, como del mar (Hch 27.34: «salud», RV, RVR); de la cárcel (Flp 1.19:
«liberación»; RV: «salud»); del diluvio (Heb 11.7: «que su casa se salvase»,
RV, RVR; VM: «la salvación de su casa»);
(B)
de la liberación espiritual y eterna concedida inmediatamente por Dios a
aquellos que aceptan sus condiciones de arrepentimiento y fe en el Señor Jesús,
en quien únicamente se puede obtener (Hch 4.12), y en base de la confesión de
Él como Señor (RO 1.16;
EF 1.13; VÉASE MÁS BAJO SALVAR);
(C)
de la experiencia presente del poder de Dios para liberar de la servidumbre del
pecado (p.ej., Flp 2.12, donde la referencia especial, aunque no total, es al
mantenimiento de la paz y de la armonía; 1 P 1.9). Esta presente experiencia
por parte de los creyentes es virtualmente equivalente a la santificación; para
este propósito, Dios puede hacerlos sabios (2 Ti 3.15); no deben descuidarla
(Heb 2.3);
(D)
de la futura liberación de los creyentes en la parusía de Cristo por sus
santos, salvación que es el objeto de su confiada esperanza (p.ej., Ro 13.11; 1
Ts 5.8, y v. 9, donde se les asegura la salvación, siendo la liberación de la
ira de Dios destinada a ser ejecutada sobre los impíos al final de esta era,
véase 1 Ts 1.10; 2 Ts 2.13; Heb 1.14; 9.28; 1 P 1.5; 2 P 3.15);
(E)
Cristo en la época de «la epifanía (o resplandor) de su parusía (2 Ts 2.8; Lc
1.71; Ap 12.10); (1) en sentido inclusivo, recapitulando todas las bendiciones
otorgadas por Dios sobre los hombres en Cristo por medio del Espíritu Santo
(p.ej. 2 Co 6.2; Heb 5.9; 1 P 1.9, 10; Jud 3);
(G)
ocasionalmente, como virtualmente significando el mismo Salvador (p.ej., Lc
19.9; cf. Jn 4.22, véase SALVADOR);
(H)
en ascripciones de alabanza a Dios (Ap 7.10), y como aquello que es prerrogativa
suya de otorgar (19.1).
2.
soterion (swthvrion,), neutro
del adjetivo soterios, se
utiliza como nombre en Lc 2.30; 2.6, pasajes ambos en los que denota al
Salvador, como en Nº 1
(G);
en Hch 28.28, como en Nº 1
(B);
en Ef 6.17, donde la esperanza de salvación es descrita metafóricamente como un yelmo.
Nota: El adjetivo soterios, que trae salvación,
portador de salvación, se usa con el propósito de describir la gracia de Dios
(Tit 2.11: «para salvación»; VM: «que trae salvación»); F. Lacueva, en Nuevo Testamento Interlineal, loc.
cit., traduce así: «Porque ha aparecido la Gracia de Dios salvífica a todos los
hombres».
SALVACION. A Dios se le llama Salvador (Oseas 13:4; Lucas 1:47) y es presentado como el Dios de salvación (Salmo 68:19, 20; Lucas 3:6; Hechos 28:28).
En el AT, la salvación se refiere tanto al tipo de liberación
diaria, regular como de los enemigos, enfermedades y peligros (ver 1 Samuel
10:24; Salmo 72:4) como a las de grandes liberaciones que se interpretan específicamente
como siendo una parte categórica de la participación única y especial de Dios
en la historia humana así como también a las revelaciones especiales de su
carácter y voluntad. El ejemplo supremo de esto es el éxodo (Éxodo 14:13, 30,
31; 15:1, 2, 13; 18:8), lo que incluyó la liberación de la esclavitud de
Egipto, el viaje seguro hacia la Tierra Prometida y el establecimiento allí
como un pueblo nuevo en una relación nueva con Dios (Deuteronomio 6:21-23;
26:2-10; 33:29).
Existen dos aspectos más en relación con la salvación en el AT.
Primero, la salvación se refiere a la acción futura de Dios cuando él librará a
Israel de todos sus enemigos y enfermedades y creará un nuevo orden de
existencia (ver Isaías 49:5-13; 65:17 ss.; 66:22, 23; Hageo 2:4-9; Zacarías
2:7-13). Segundo, esto es la esperanza del Mesías, quien librará a su pueblo de
sus pecados (Isaías 43:11; 52:13; 53:12).
Además, en el AT, cuando Dios actúa para liberar a Israel, él
actúa en justicia, y su acto es también uno de salvación (Isaías 45:21; 46:12,
13).
La salvación futura de Dios incluye una nueva creación, el rehacer
y el renovar el viejo orden creado (Isaías 9:2-7; 11:1-9; 65:17 ss.).
En el NT, a Jesús se le presenta como el Salvador de los pecadores
(Lucas 2:11; Juan 4:42; Hechos 5:31; 13:23; Filipenses 3:20; 2 Pedro 1:1, 11; 1
Juan 4:14). El título reservado para Dios en el AT se le transfiere a Jesús.
Cuando una persona se arrepintió y creyó, esa persona recibió la salvación
(Marcos 2:5; Lucas 7:50; 19:9, 10).
Por causa de la vida, muerte y exaltación de Jesús, la salvación
es una realidad presente. Es la liberación del dominio del pecado y de Satanás;
es la libertad para amar y servir a Dios ahora (Hechos 4:12; 2 Corintios 6:2; Hebreos
2:3). La salvación también es, sin embargo, una esperanza futura (Romanos 5:9;
1 Pedro 1:5; Apocalipsis 19:1).
Veamos ahora el componente de lo que enseña la escritura a través
de todo su panorama doctrinal en cuanto a la salvación.
PRINCIPALES DOCTRINAS DE LA SALVACIÓN
1-ARREPENTIMIENTO, 2-CONVERSIÓN, 3-REDENCIÓN,
4-JUSTIFICACIÓN
5-SUSTITUCIÓN 6-REGENERACIÓN 7-SANTIFICACIÓN
8-RECONCILICIÓN
9-IMPUTACIÓN 10-GLORIFICACIÓN 11-PROPICIACION
12-ADOPCIÓN
13-COSERVACIÓN 14-REMISIÓN 15-SUPLICA
16-ORIGEN
1. ARREPENTIMIENTO
(heb., naham, desistir, subh, volverse; gr., metanoia, de meta, cambio, y noieo, ejercicio de la mente).
Es el proceso por el cual uno cambia de parecer
o de opinión. A Dios se le describe como arrepintiéndose (Éxodo 32:14; 1 Samuel 15:11; Jonás 3:9-10; 4:2, usando naham), en el sentido de que él cambió su actitud hacia
un pueblo por causa de un cambio dentro del pueblo. Dios como deidad perfecta no
cambia en su naturaleza esencial, más cambia su relación y actitud de ira
a misericordia y de bendición a juicio, como lo requiera la ocasión. El
arrepentimiento humano es un cambio para
lo mejor, y es un cambio consciente del mal o de la desobediencia o pecado o idolatría hacia el Dios viviente (2 Reyes
17:13; Isaías 19:22; Jeremías 3:12, 14, 22; Jonás 3:10, usando subh).
En el NT, el arrepentimiento y la fe son los dos lados de una
misma moneda (Hechos 20:21). Ellos son una respuesta a la gracia. Jesús predicó
la necesidad que tenían los judíos de arrepentirse (Mateo 4:17), y
requirió que sus apóstoles discípulos predicaran el arrepentimiento a los
judíos y a los gentiles (Lucas 24:47; Hechos 2:38; 17:30). El arrepentimiento es
un profundo cambio de mente que involucra el cambio de dirección de
vida. El lado positivo del arrepentimiento es la conversión, el genuino
volverse a Dios o a Cristo en busca de gracia.
Palabras
que en las lenguas modernas expresan una verdad central en la historia de la Revelación
de Dios a los hombres. Tanto en el hebreo como en el griego bíblico hay varias palabras
para expresar la conversión del pecador a Dios. La necesidad del
arrepentimiento para entrar en el reino de Dios es algo que el Nuevo Testamento
afirma tajantemente (Mt. 3:8; Lc. 5:32; Hch. 5:31; 11:18; 26:20; Ro. 2:4,
etc.).En el Antiguo Testamento, este término se aplica también a Dios,
mostrando cómo Dios, en su gobierno sobre la tierra, expresa su propio
sentimiento acerca de los sucesos que tienen lugar sobre ella. Pero esto no
choca con Su omnipresencia. Son dos los sentidos en que se habla del arrepentimiento
con respecto a Dios.
(1)
En cuanto a Su propia creación o designación de objetos que después no
corresponden a Su gloria. Se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la
tierra y de haber puesto a Saúl como resobre Israel (Gn. 6:6, 7; 1 S. 15:11,
35).
(2)
En cuanto a castigos de los que ha amenazado bendiciones que ha prometido.
Cuando Israel se apartaba de sus malos caminos y buscaba a Dios entonces Dios
se arrepentía del castigo que Él había dispuesto (2 S. 24:16, etc.).
Por
otra parte, las promesas de bendecir al pueblo de Israel cuando estaba en la
tierra fueron condicionadas a su obediencia, de manera que
Dios,
si ellos hacían lo malo, se arrepentiría del bien que Él les había prometido. Tanto
a Israel como, de hecho, a cualquier otra nación (Jer. 18:8-10). Entonces
alteraría el orden de Sus tratos hacia ellos. En cuanto a Israel. El Señor
llega a decir:
«Estoy
cansado de arrepentirme» (Jer. 15:6). En todo esto entra la responsabilidad
humana, así como el gobierno divino. Pero las «promesas incondicionales» de Dios,
dadas a Abraham, Isaac y Jacob, no están sujetas a arrepentimiento. «Porque los
dones y el llamamiento de Dios son irrevocables» (Ro.11:29). «Dios no es hombre
para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. El dijo, ¿y no
hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?» (Nm. 13:19;1 S. 15:29; Mal. 3:6). Y esto
tiene que mantenerse así con respecto a cada propósito de Su voluntad.
Con
respecto al hombre, el arrepentimiento es el necesario precursor de su
experiencia de la gracia de Dios. Se presentan dos motivos para el arrepentimiento:
la bondad de Dios que guía al arrepentimiento (Ro. 2:4), y el juicio que se avecina,
en razón del cual Dios manda a todos los hombres ahora que se arrepientan (Hch.
17:30,31); pero es de Su gracia y para Su gloria que se abre esta puerta de
retorno a Él (Hch. 11:18). Él allega para sí al hombre en Su gracia en base a
que Su justicia ha quedado salvaguardada por la muerte de Cristo. De ahí que el
testimonio divino es «del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo» (Hch. 20:21). El arrepentimiento ha sido definido como «un cambio
de mente hacia Dios que conduce al juicio de uno mismo y de los propios actos»
(1 R. 8:47; Ez. 14:6; Mt. 3:2; 9:13; Lc. 15:7; Hch. 20:21; 2Co. 7:9, 10, etc.).
Esto no sería posible si no fuera por el reconocimiento de que Dios es misericordioso.
También
se habla de arrepentimiento en relación con un cambio de pensamiento y de
acción allí donde no hay mal del que arrepentirse (2 Co. 7:8).
En
la predicación apostólica el arrepentimiento es uno de los temas centrales; ya
desde la predicación de Jesús lo encontramos como una de las exigencias del
reino, y el día de Pentecostés, en su sermón, Pedro termina invitando a los
oyentes a arrepentirse de sus pecados y convertirse a Cristo (Hch. 3:19; 2 Co.
7:9; He. 6:1; Ap. 2:21).
En
el Nuevo Testamento la palabra «arrepentimiento»es, por lo general, la
traducción de la palabra «metanoia», que significa cambio de actitud, cambio de
modo de pensar o de plan de vida (Mt.3:2; 4:17; 11:20; Mr. 1:15; 6:12; Lc.
10:13; 11:32;Hch. 2:38; 8:22; 17:30; 2 Co. 12:12; Ap. 2:5, 16).Éstos y muchos
otros pasajes del Nuevo Testamento nos indican la centralidad de esta realidad
y de esta doctrina en el mensaje de Cristo y de los apóstoles. La traducción de
«metanoia» por «penitencia» que hacen algunas ediciones católicas romanas no solamente
es un error, sino que contradice el Nuevo Testamento.
2. CONVERSION
(heb., shuv, gr., epistrophe).
Una vuelta, lit. O figurada, ética o religiosa, ya sea de Dios o, más
frecuentemente, a Dios. Implica tanto una vuelta de como una vuelta a algo. En
el NT algunas veces está asociada con el arrepentimiento (Hechos 3:19; 26:20) y
fe (hechos 11:21); negativamente vuelta del pecado y positivamente creencia en
Cristo (Hechos 20:21). Aunque la conversión es un acto del hombre, la causa el poder
de Dios (Hechos 3:26).
CONVERSIÓN: (gr. «epistrophë» =
«volverse a»).
En
las Escrituras es el efecto que acompaña al nuevo nacimiento, un volverse hacia
Dios. Se expresa, magnamente en el caso de los tesalonicenses, mostrando cómo
«os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero»
(1 Ts. 1:9). Pablo y Bernabé pudieron informar a los santos en Jerusalén de «la
conversión de los gentiles» (Hch.
15:3).
En el discurso de Pedro a los judíos dice él: «Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hch. 3:19). Sin
convertirse, no podrían entrar en el reino de los cielos (Mt. 18:3). Se usa
este término en un sentido algo distinto con respecto al mismo Pedro. Sabiendo
el Señor que Pedro iba a caer bajo las sacudidas de Satanás, le dijo: «Y tú,
una vez vuelto, confirma a tus hermanos»; esto es, cuando hubiera vuelto en
contrición, o hubiera sido restaurado.
En
el AT los términos hebreos que significan lo mismo, «ser vuelto», «volverse»,
aparecen en pasajes como Sal. 51:13; Is. 6:10; 60:5; cp. 1:27.
La conversión
es un concepto muy importante en el Antiguo Testamento. Debe entenderse en sus
tres tipos básicos: conversión individual, conversión comunitaria y conversión
como parte de un proceso permanente en la vida del creyente.
En
el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce «conversión» es shub , que significa «regresar,
volverse» y es un llamado de atención para dejar de lado prácticas idolátricas
y volver a Dios. Todo lo que ocupe en el corazón del creyente el lugar destinado
a Dios es idolátrico, y el llamado a la conversión implica echar a un lado todo
lo que aparte al creyente de Dios. Tal es el mensaje, por ejemplo, de los
profetas en su llamado a dejar los ídolos (Is 46), las injusticias (Is 5.8) y
toda forma de inmoralidad.
El
aspecto comunitario de la conversión en el Antiguo Testamento se manifiesta de dos
modos: primero, en que Dios insta personalmente o a través de los profetas a
que todo el pueblo se convierta (Os 14.12); y segundo, que esto parece ser un
requisito para una conversión que produzca frutos de arrepentimiento
manifiestos en obras de solidaridad y justicia hechas evidentes en el seno de
la misma comunidad. Por ejemplo, Amós 2.6–8 relaciona la idolatría de Israel
con las inmoralidades y la injusticia social de las que hay que arrepentirse
cambiando la conducta. El llamado individual a la conversión está íntimamente
relacionado con la responsabilidad del creyentes ante el pueblo de Dios, y los
profetas llaman a que el creyente cambie su existencia en términos de
solidaridad y de justicia con el prójimo (por ejemplo, que sea honesto en
términos comerciales, usando balanzas y pesas justas como en Miq 6.11), así
como también con la íntima relación entre Dios y cada individuo (Zac 1.3).
En
el Nuevo Testamento las palabras que expresan conversión son metanoia (en
los Sinópticos y Apocalipsis) y epistrefo (en Hch, y 1 P). El concepto shub del Antiguo Testamento se
complementa con la noción de proceso de conversión (metanoia), por
ejemplo en Mateo 3.8 , y se continúa con la idea de conversión como manifiesta
en actos externos (epistrefo)
en Hch 26.20 (también en Mt 3.8 ). La conversión es una vuelta de algo hacia
algo. En su lado negativo es el arrepentimiento (Hch 26.20) y en su fase
positiva es la fe (Hch 11.21). La verdadera conversión se levanta sobre el arrepentimiento
y la fe, que llevan al creyente no solamente a observar una nueva forma de
vida, sino a una transformación espiritual completa (2 Co 3.18).
El
Nuevo Testamento enseña que la conversión no es pasiva (algo que se tiene o se siente),
sino dinámica (algo que se hace). Es la respuesta que una persona da al
evangelio en forma incondicional y que le afecta en su totalidad. Significa
comprometerse con Cristo y vivir para Dios en novedad de vida, mediante el
poder que da el Espíritu Santo (Ro 6.1–4; Col 2.10–16; 3.1). Entonces la
conversión en el Nuevo Testamento es un activo compromiso con Cristo mediante
el poder del Espíritu Santo, que continúa durante toda la vida del creyente y
que conduce al hombre a la liberación de estructuras de injusticia, violencia,
mentira y esclavitud. La verdadera conversión libera al individuo de toda forma
de idolatría y restaura su relación con Dios.
3.
REDENCIÓN
(heb., gueulaj; gr., lutrosis, apolutrosis). Es una metáfora usada tanto en el AT como en el NT para
describir la misericordia y acción costosa de Dios a favor de su pueblo (seres
humanos pecaminosos). El significado básico de la palabra es soltar o dejar en
libertad por el pago de un precio, liberación o salvación por medio de un
método costoso. Cuando se usa en relación con Dios, ello no sugiere que él haya
pagado un precio a alguien, sino más bien que su misericordia requirió todo su
poder e involucró la profundidad más grande de sufrimiento posible. De este
modo, Dios redimió a Israel de Egipto liberando al pueblo de la esclavitud y
colocándolo en una nueva tierra (Éxodo 6:6; 15:3; Salmo 74:2; 77:15 ss.;
106:10; Isaías 43:1, 3,14-16; 48:20; 51:10, 11; 63:16; Jeremías 31:11).
El verbo padaj, en
su uso secular, se utiliza para expresar precio de rescate (p. ej., Levítico
27:27; Números 18:15-17; Salmo 49:7). Cuando se usa en relación con la obra de
rescate del Señor, 13 de las 39 referencias aluden al éxodo (p. ej.,
Deuteronomio 9:26; 2 Samuel 7:23; Nehemías 1:10). Tres referencias hablan
específicamente del perdón de pecados (Deuteronomio 21:8; Salmo 130:8; Isaías
1:27).
Para apreciar el tema de la redención del NT, tiene que asumirse
la posición de los seres humanos como esclavos del pecado (Juan 8:33, 34). Por
lo tanto, ellos tienen que ser puestos en libertad para llegar a ser sirvientes
liberados del Señor (Marcos 10:45). Esta redención pagada por el costoso
sacrificio de la vida de Jesús es un acto completo en cuanto a Dios atañe.
Más los resultados de la redención en cuanto a nosotros atañe son
experimentados en parte ahora y en su totalidad en la resurrección de los
muertos (Lucas 21:27, 28; Romanos 8:23; Efesios 4:30).mediante
el pago de un rescate». Dios, habiendo
pasado juicio sobre los primogénitos de los egipcios, reclamó los primogénitos de los israelitas para Su
servicio (Éx. 13:2). Después del episodio del becerro de oro, Dios eligió a los levitas en lugar de a los primogénitos (Nm. 3:5-8,12, 44-51;
cfr. Éx. 32:26-29). Los primogénitos demás que no podían ser sustituidos por
los levitas fueron rescatados por
precio; así quedaron libres(Dt. 3:46-51). De la misma manera, se podía redimir
la tierra enajenada o a alguien que se
hubiera vendido por deudas (Lv. 25:23, 24, 47, 54). Los
israelitas fueron redimidos de Egipto por el gran poder de Dios (Éx. 15:3;)
De
ahí, el tema pasa a la redención del alma o de la vida, perdida a causa del
pecado. El hombre no puede dar a Dios rescate por su hermano: porque la
redención del alma es de gran precio, y no se logrará jamás: esto es, se tiene
que abandonar toda esperanza de dar uno mismo el rescate. El precio es imposiblemente
alto para el hombre (cfr. Sal. 49:7-8). En el NT hay dos términos que se
traducen«redención»:
(A)
«lutrosis», y sus derivados, «apolutrosis» y el verbo «Iutroo», «desatamiento,
liberación, desatar», indicándose la liberación mediante el pago de un rescate,
redención, redimir.
(B)
«Exagorazo», «comprar en un mercado». Cristo ha redimido a los creyentes de la
maldición de la Ley (Gá. 3:13; 4:5).
Los
cristianos son exhortados a que rediman el tiempo, esto es, a que compren o se
aseguren cada oportunidad que les sea posible (Ef. 5:16; Col. 4:5). Un término relacionado
con éste, «agorazo», se traduce «comprar» en todos los pasajes de la versión Reina-Valera,
a excepción de en 2 P. 2:1, «rescató»; Ap. 5:9, «redimido» (y Ap. 14:3, 4 en la
revisión 1960, «REDIMIDO»).
En
realidad, debiera traducirse con el verbo «comprar». La diferencia de concepto
se aprecia mejor en pasajes como el de 2 P. 2:1, donde no se puede
decir«redimido», porque los mencionados son los que niegan los derechos de
Cristo, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina, aunque sí habían sido
«comprados». Cristo compró todo, pero sólo los creyentes son «redimidos». Los
cristianos hablan, en ocasiones, de la «redención de alcance universal» sin
realmente significar este concepto, no distinguiendo apropiadamente entre
«comprar» y «redimir».
En
Ef. 1:14 se hallan ambos conceptos: «la redención de la posesión adquirida».«Redención»
se usa en ocasiones en el sentido del derecho o título a redimir (Sal. 130:7;
Ro. 3:24); este derecho Dios lo ha adquirido con toda justicia en Cristo, y en
virtud de él se presenta al hombre como Aquel que justifica. Así, Dios se
aseguró la redención antes de que el hombre entrara en su esfera. Los creyentes
disfrutan ahora de ella por rafe, en el sentido del perdón de los pecados, en Cristo,
donde se halla la posición del creyente (Ef.1:7). Así, el creyente es puesto en
Cristo, en quien tiene redención por Su sangre. Como resultado de ello, la
redención se extiende al cuerpo (Ro. 8:23; Ef. 4:30) y a la misma creación
(cfr. Ef. 8:19-21ss.). En su aplicación, el término redención denota el poder
en el cual es hecha efectiva, así como la base o condición sobre la que se
basa.
Los
israelitas llamaban «REDENCIÓN»
al acto de vengar la sangre de un pariente; al que
lo hacía llamaban «redentor» (Nm 35. 12 , 19 , 21 , 27; Dt 19.6, 12, 13). Pagar
para que dejaran en libertad a uno que estaba vendido era
también redimir o rescatar (Lv 25.48). Redentor era asimismo
el que compraba las tierras
de un pariente difunto, para que no se perdieran (Rut 4.1–7). Entre los
israelitas se podía redimir la vida de una persona o
de un animal, como en el caso de los primogénitos
(que a Dios había que entregar). Para ello era necesario
pagar un precio, el cual se debía entregar
al sacerdote (Éx 13.13 , 15 ; Lv 27.27 ; Nm 18.15 , 16 ).
En
su obra a favor de los hombres, Dios es redentor por excelencia. La liberación
de los israelitas de la esclavitud en Egipto es un acto de redención (Éx 6.6)
de parte de Jehová Dios. La idea principal en la redención es soltar o liberar.
El →
PECADO mantiene al hombre en servidumbre y, por tanto, la salvación incluye el
librarlo de esa esclavitud.
En
Cristo Jesús, Dios pagó el precio completo de la redención del género humano (Col
1.13 ). Redención es liberación del poder de las tinieblas, a fin de vivir bajo
la soberanía o el reino del amor de Dios. En el Antiguo Testamento, la
esperanza de Job está puesta en Dios su redentor (Sal 19.25). Asimismo, David
considera a Dios su redentor (Sal 19.14), y el profeta Isaías destaca este
concepto; trece veces aparece el término en ese libro profético (por ejemplo,
41.14 ; 43.14 ; 44.6).
En
el Nuevo Testamento la doctrina de la redención es cardinal. Todos las personas
están esclavizadas por el pecado, y son «hijos de ira» (Ef 2.1–3; 2 Ti 2.26);
necesitan, por tanto, ser redimidos. Entre los del pueblo de Dios eran muchos
los que esperaban la redención divina. Ana, la viuda profetisa, confió y
declaró que el niño Jesús, a quien logró conocer en el templo, era quien
satisfaría esa esperanza (Lc 2.36–38). Jesucristo realiza esta redención (Ro
3.24; Gál. 3.13) por medio de su →
SANGRE vertida en la cruz (Ef 1.7; Col 1.14). El mismo habló de «dar su vida en
rescate por muchos» (Mt 20.28); y Pablo dice que Cristo «se dio a sí mismo en
rescate por todos» (1 Ti 2.6) para una redención que es eterna (Heb 9.12).
Él,
pues, tomó nuestro lugar, y recibió el castigo que nosotros merecíamos por
nuestros pecados. Por tanto, un efecto justo y lógico de esta obra redentora en
nosotros debe ser glorificar a Dios mediante una vida pura y fructífera, tanto
en lo material como en lo espiritual. La redención abarca al hombre como un todo
y como tal lo transforma (1 Co 6.20). La redención culminará gloriosamente en
la →
RESURRECCIÓN (Hch 26.18; Ro 8.15–23 ; 1 Co 15.55–57).
4. JUSTIFICACIÓN
(heb., tsedheq, tsadheq; gr., dikaioo, validar, absolver, vindicar,
rectificar). La palabra justificación puede ser definida como
el acto judicial de Dios por medio del cual, basado en la obra meritoria
de Cristo imputada al pecador y recibida por fe, Dios declara al pecador
absuelto de pecado, liberado de su pena y restaurado como justo. Significa
estar establecido por Dios en una relación recta con él. Esta doctrina
se encuentra en las epístolas de Pablo, especialmente las de Gálatas
y Romanos.
Como un revés de la actitud de Dios hacia el pecador dada la nueva
relación del pecador con Cristo, justificación es:
(1) Un acto declarativo por el cual se declara al pecador libre de
culpa y de las consecuencias del pecado (Romanos 4:6-8; 5:18, 19; 8:33, 34; 2
Corintios 5:19-21);
(2) Un acto judicial en el cual la idea de juicio y de salvación se
combinan para representar el cumplimiento de la ley por parte de Cristo a favor
del pecador (Mateo 10:41; Romanos 3:26; 8:3; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13; 1 Timoteo
1:9; 1 Pedro 3:18);
(3) Un acto remisivo en el cual Dios en realidad remite el pecado en
un perdón completo (Romanos 4:5; 6:7); y.
(4)Un acto restaurativo por el cual el pecador perdonado encuentra
nuevamente el agrado de Dios al imputársele la justicia de Cristo (Romanos
5:11; 1Corintios 1:30; Gálatas 3:6).
Las Escrituras enseñan cuatro puntos básicos e indispensables
acerca del acto de justificación. La justificación implica:
A: REMISIÓN DEL CASTIGO:
Por medio de la cual el creyente justificado es declarado libre de
las demandas de la ley ya que ellas han sido satisfechas en Cristo (Romanos
4:5) y no está expuesto más a la pena de la ley (Romanos 6:7).
B. RESTAURACIÓN AL FAVOR DE DIOS:
En que el creyente justificado es declarado personalmente justo en
Cristo. Una mera absolución o remisión dejaría al pecador en la misma condición
de un criminal puesto en libertad.
Justificación da a entender que el trato de Dios con el pecador es
como si él nunca hubiera pecado. El pecador es considerado ahora personalmente
justo en Cristo (Gálatas 3:6). No hay sólo absolución sino también aprobación; no
sólo perdón, sino también promoción.
C.
IMPUTADA LA JUSTICIA DE DIOS:
La cual es impartida al creyente justificado por medio de la
presencia de Cristo. La salvación en Cristo imparte al creyente la calidad y el
carácter de la justicia de Cristo (Romanos 3:22-26; Filipenses 3:9). Cristo
llega a ser el Justificador por medio del cual una nueva vida es inaugurada en
el creyente (1 Corintios 1:30).
D. NUEVA CONDICIÓN LEGAL ANTE DIOS:
En la cual, en lugar de estar bajo la condenación del pecado, el
creyente justificado se encuentra ante Dios en Cristo. Cristo toma el lugar del
pecador, el lugar de maldición (Gálatas 3:13), siendo hecho pecado (2 Corintios
5:21) y siendo juzgado por el pecado; el creyente se encuentra ahora en la
justicia de Cristo (Romanos 3:25) y es considerado como un hijo (Gálatas 4:5).
La base sobre la cual depende la justificación es la obra redentora
en la muerte de Cristo. La justicia intrínseca de Cristo es la única base por
la cual Dios puede justificar al pecador (Romanos 3:24; 5:19; 8:1; 10:4; 1
Corintios 1:8; 6:11; Filipenses 3:9; Tito 3:7).
La causa instrumental de justificación es la fe, siendo esta la
respuesta del alma a la gracia redentora de Dios (Romanos 3:28).
La fe es la condición de la justificación pero no puede ser
considerada meritoria, sino que solamente como la condición por medio de la
cual la obra meritoria de Cristo es aceptada por el pecador. La base definitiva
de la justificación es la obra de Cristo completada, acabada y adecuada que
como sacrificio expiatorio para bien del pecador obtuvo él en su obra redentora
en la cruz. La justificación es un acto por el cual el Dios tres veces
santo declara que el pecador que cree viene a ser justo y aceptable ante Él,
por cuanto Cristo ha llevado su pecado en la cruz, habiendo sido «hecho
justicia» en su favor (1 Co. 1:30).
La
justificación es gratuita, esto es, totalmente inmerecida (Ro. 3:24);sin
embargo, se efectúa sobre una base de total justicia, por cuanto Dios no simplemente pasa el borrador
sobre nuestros pecados con menosprecio de su santa Ley. Las demandas de su
santidad han quedado plenamente satisfechas
en Jesucristo que, no habiéndola jamás quebrantado, sino siendo Él mismo
totalmente santo y justo, llevó en nuestro lugar toda la ira por la Ley quebrantada y por toda la
iniquidad del hombre.
En
el tiempo de «su paciencia» (el AT), Dios podía parecer injusto al no castigar a hombres como David, p. ej.; ahora, al haber
mantenido en la cruz su justicia y amor, puede justificar libremente al impío
(Ro. 3:25-26; 4:5). Jesús nos justifica
por su sangre (Ro. 5:9) y por su pura gracia (Tit. 3:7). Así, la justificación
se recibe por la fe, y nunca en base a las obras (Ro. 3:26-30; 4:5; 5:1; 11:6; Gá. 2:16; Ef. 2:8-10).Se trata
de un acto soberano de Aquel que, en Cristo, nos ha llamado, justificado y
glorificado: «¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Ro. 8:30-34).
El
pecador acusado por la Ley (Gá. 3:10-14), por Satanás (Zac. 3:1-5; Ap. 12:10-11) y por su conciencia (1 Jn. 3:20), no queda
solamente librado del castigo por el Juez Soberano: es declarado justo, y hecho
más blanco que la nieve (Is. 1:18).
Para él ya no hay condenación (Ro. 8:1), por cuanto Dios lo ve en Cristo, revestido de la justicia perfecta de su divino hijo (2 Co. 5:21). El punto más controvertido en el
curso de los siglos con respecto a esta
maravillosa doctrina es el siguiente: ¿Es la fe realmente la única condición de
la justificación, o no son necesarias las buenas obras junto con la fe para llegar a ella? Se encuentran
acerca de este tema las opiniones más extremas. Ya entre los primeros
cristianos los había que pensaban que se
podían contentar como una adhesión sólo intelectual a la doctrina evangélica,
sin consecuencias prácticas en cuanto a su vida moral y servicio.
Pablo
tuvo que refutar constantemente este grave error (Ro. 16:1). Los capítulos 12 a
16 de Romanos completan su magistral
exposición de la salvación por la fe insistiendo en la realidad de las obras
que son el fruto necesario de la justificación (cfr. Gá. 5:16-25; Tit. 2:14;
3:1, 5, 8, 14, etc.). En cuanto a Santiago, dice exactamente lo mismo al
afirmar que «la fe sin obras es
muerta».
La
fe que justificó a
Abraham era viva, por cuanto produjo obras; fue por ello que la fe «se
perfeccionó por las obras» (Ro. 2:17-26). Se puede resumir de la siguiente manera la argumentación de los dos autores inspirados: el
pecador es justificado gratuitamente por la sola fe, antes de haber podido
llevar a cabo obra alguna de ningún tipo
(Pablo); desde el momento en que recibe la gracia de Dios, su fe produce obras
que constituyen la demostración de
la realidad de su justificación (Santiago). Si su fe permaneciera
sin obras, ello demostraría que la pretensión de tener tal fe era vacía: «si
alguno "dice" que tiene
fe...» (Stg. 2:14). Un árbol silvestre tiene que ser injertado a fin de que produzca buenos frutos; el creyente recibe una nueva naturaleza precisamente con el objeto de que pueda dar
buenos frutos, y no porque poco apoco haya ido produciendo frutos
satisfactorios.
Pero
si no produce buenos frutos, es que no hay naturaleza capaz de producirlos. No
hay fe, se trata de una fe muerta. Es muy común el error de confundir la justificación
con la santificación. Se aduce que no es posible aceptar que uno está
justificado cuando siguen patentes las imperfecciones e incluso caídas en la
vida espiritual. El hecho es que la justificación nos es dada desde el mismo
momento en que creemos, desde el mismo momento de nuestro nuevo nacimiento.
Dios,
en su gracia y por causa de la cruz, borra nuestros pecados y nos regenera. Desde
aquel momento empieza el crecimiento del recién nacido en Cristo. Cada día se
darán progresos a conseguir, victorias a ganar; el cristiano se halla en la
escuela de Dios, donde día a día será corregido por las faltas cometidas, a fin
de llegar a ser partícipe de la santidad de Dios gracias a la plenitud y poder
del Espíritu Santo (1 Jn. 1:6-2:2). E
n
el curso de la Edad Media, en las iglesias. Romana y Ortodoxa Griega, la
doctrina de la justificación por la fe quedó oscurecida por una falsa
concepción del papel de las buenas obras. La cruz de Cristo no era ya
considerada como suficiente para satisfacer toda nuestra deuda: el hombre debía
al menos satisfacer una parte por sus obras meritorias, sus peregrinaciones,
por los ritos de la iglesia, y sus propios sufrimientos en el purgatorio. Fue
al volver a descubrir las luminosas enseñanzas de Pablo, particularmente en las
epístolas a los Romanos y a los Gálatas, que los Reformadores devolvieron a los
creyentes la certidumbre de la salvación y les señalaron la libertad gloriosa
de los hijos de Dios.
La solución de Dios al problema del pecado, según nos la
presenta la palabra de Dios, es como sigue: No condona el pecado (no
hace la vista gorda ante el pecado), pero tampoco condena al pecador,
sino que lo sustituye por Su Hijo (2 Co. 5:21).
1. DIOS TIENDE EL «PUENTE»
Por lo dicho (ver Is. 59:2) se ve que la sima que separa al
pecador miserable del Dios justo y misericordioso es, en cierto modo, infinita
en su «anchura»; hace falta un puente de infinita «largura» como para poder
unir las dos orillas.
Pues bien, Dios, en su infinita misericordia ha tendido ese
puente en Cristo (ver 2 Co. 5:19-21), para que todo aquel que cree (Jn. 3:16b) pueda pasar del reino de las tinieblas al reino de
la luz (Col. 1:13). Cristo es el gran Pontífice, el único Pontífice, ya que «Pontífice» es un vocablo latino que significa: «el que
hace de puente», o «el que hace puentes».
2. ¿CUÁL HA SIDO EL COSTO DE ESE «PUENTE»?
Por lo dicho se deduce que el «puente de salvación» le ha salido
al hombre demasiado barato, tan barato que le ha sido otorgado totalmente gratis; y eso, cuando
él no lo apetecía, sino que más bien se mantenía en rebeldía contra Dios (Ro.
5:6-10).
Pero lo que al hombre le ha salido otorgado gratis, a Dios le ha
resultado extremadamente caro, porque
«fuimos rescatados... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con
la sangre preciosa de Cristo».
Para evitar confusiones (como la que ocasiona la lectura de Ro.
3:25 en la RV), es preciso añadir de inmediato que no fue la sangre misma, sino el
derramamiento de esa sangre, lo que tuvo el necesario valor sacrificial. Ya
he dicho en otro lugar que era necesario derramar la sangre suficiente para
causarle normalmente la muerte, y no más; pero él dio una prueba más de su
generoso amor hacia nosotros, haciendo que saliese hasta la última gota de esa
preciosa sangre.
De este modo, triunfó Dios en Cristo contra todos los poderes
del mal (el diablo, el pecado, la muerte) y lo que parecía una derrota se ha
convertido en una grandiosa y espectacular victoria (ver Col. 2:14-15).
3. EL DESAMPARO DEL HIJO DE DIOS
La sustitución efectuada en el Calvario alcanza honduras
insondables que la palabra de Dios nos ayuda a vislumbrar: 2 Corintios 5:21
sirve para explicar el grito de Cristo en Mateo 27:46; Marcos 15:34 «Dios mío,
Dios mío, ¿a qué fin me desamparaste?» (vers. literal).
Antes de pasar adelante, ruego al lector que advierta la
diferencia entre lo que suelen decir las versiones y lo que dice el original:
A) Las partículas griegas hinatí = ¿para qué?
(en Mt.) y eis tí = ¿hacia qué? (en Mr.), de ningún modo significan «¿por qué?»
(diremos algo más sobre esto en las preguntas).
B) El verbo no está en pretérito perfecto («me has desamparado»),
sino en aoristo («me desamparaste»), lo que sirve para entender que el eclipse mental
de Cristo había pasado.
Si fue precisamente entonces cuando lanzó el grito, es porque el
tormento de verse desamparado por el Padre fue tan intenso que no tuvo fuerzas
para pronunciar palabra.
Hay versiones que traducen «abandonaste» o «has abandonado», en
lugar de «desamparaste». Creo que, en cosas tan graves, hemos de procurar la
mayor precisión posible. «Abandonar» tiene una connotación de ausencia física, mientras que
«desamparar» tiene connotación de repugnancia moral. Lo explicaré con una
ilustración: Una madre «abandona» a su hijo cuando se ausenta de él o lo despide
de casa; pero lo «desampara» cuando no le presta la necesaria ayuda, aunque
esté físicamente cerca de él.
En el Calvario, el Padre estaba tan físicamente al lado del Hijo
que compartía con él (como siempre) la misma Deidad; en cambio, lo desamparó
como si volviese la cara al otro lado ante la repugnancia que le causaban los
pecados con que estaba cargado, a pesar del amor permanente entre las tres
Personas de la Deidad.
Después de lo dicho, me apresuro a prevenir contra una posible
confusión. En efecto, el hecho de que Dios Padre continuase en todo momento
amando al Hijo, máxime cuando este Hijo estaba dando el supremo ejemplo de su «obediencia
hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil. 2:8), no es óbice para entender el desamparo en toda su
negrura hasta el quebrantamiento de su
eterna comunión
espiritual con el Padre, ya que 2
Corintios 5:21 no dice que Dios hiciese a Cristo «víctima por el pecado», sino
que «lo hizo pecado», ya que en la Cruz, Cristo estaba envuelto por el pecado de la
humanidad, aunque su interior se conservaba completamente puro y santo, de lo
contrario no habría estado debidamente cualificado para ofrecer su sacrificio
de expiación (ver He. 7:25).
4. ¿FUE NECESARIA PARA NUESTRA REDENCIÓN LA MUERTE DE CRISTO EN CRUZ?
A esta pregunta tenemos que responder afirmativamente: Fue
necesario que Cristo muriera crucificado, porque, de lo contrario, habría
muerto apedreado conforme a la Ley de Moisés (ver Dt. 21:18-23), con lo cual:
A) No le habría salido sangre, necesaria para el sacrificio (véase
Lv. 17:11; He. 9:22).
B) Le habrían roto los huesos, contra Juan 19:36-37, a la luz de
Salmos 22:16-17.
Es muy notable el que, muy pocos años antes de la muerte de
Cristo (ver Jn. 10:31-33), el poder romano había quitado a los judíos la
facultad de ejecutar la pena capital por lapidación (ver Jn. 18:31-32).
5. «Y POR SU LLAGA FUIMOS NOSOTROS CURADOS» (IS. 53:5)
Así vierte este lugar la RV. La Biblia de las Américas vierte: «y
por sus heridas (margen: o, llagas) hemos sido sanados». Pedro (1 P. 2:24) vierte el hebreo de
este modo: «con cuya herida fuisteis sanados», pero siguiendo a la Septuaginta (LXX), donde
leemos: «y con la herida de él nosotros fuimos sanados».
Sin embargo, resulta sumamente interesante, y teológicamente
importante, examinar el texto hebreo, que dice literalmente: «y con su azotaina (hubo) curación para nosotros». Pongo a continuación el hebreo, en su pronunciación castellana,
porque nos ayudará en la explicación: «Ubajaburató («y con su
azotaina») nirpá («curación») –se suple el verbo «haber»– lánu («para nosotros»)».
Dos detalles son dignos de análisis en ese pequeño fragmento de
tres vocablos hebreos:
A) Tras la primera U, que es el vau copulativo, convertido en b (o, v), porque la palabra
siguiente (bajaburató) comienza por b (preposición de ablativo); queda así jaburat (azotaina, en
singular), en estado constructo, por estar «aglutinado», no suelto, y la o final que es el sufijo de
3ª persona singular masculina.
Ahora bien, jaburah (en estado absoluto) viene de la raíz jabar, que significa «unir», y
así tenemos el nombre común jaber, que significa «asociado» con lo que jaburató lleva también,
al menos, implícita la idea de «solidaridad de Cristo con nosotros», de acuerdo
con Hebreos 2:14. Los dos conceptos de «sustitución» y «solidaridad» se unen
así, dándonos la medida del amor con que Cristo se entregó voluntariamente por nosotros
(ver Jn. 10:18; 2 Co. 8:9).
B) El otro detalle, más importante todavía, es que el hebreo no
dice: nirpánu («fuimos curados») ni anájnu nirpánu («nosotros
énfasis fuimos curados »), sino nirpá lánu = «curación para nosotros».
La diferencia es muy grande, pues, si dijese
«fuimos curados», daría a entender que todos (Isaías se engloba a sí mismo con
los rebeldes hijos de Israel) fuimos curados en la cruz de Cristo, lo
cual es falso, pues sólo alcanzan curación los elegidos (implícitos en el
«nosotros» de 1 P. 2:24); en cambio, si se traduce como debe hacerse según el
original– «hubo curación para nosotros», estamos afirmando que
Cristo, en la cruz, hizo provisión de salvación
abundante para todos, aunque no todos se
aprovechen de tal provisión a causa de la incredulidad.
Este segundo detalle nos servirá mucho en la lección 15. Me alegra ver
que Alec Motyer, uno de los mejores expositores de lengua inglesa, en su
magnífico comentario a Isaías (The Prophecy Of
Isaiah, Inter-Varsity Press, pág. 429), dice: «it was
“at the price of his wounds” that we have healing» (la cursiva es mía) = «fue al precio de sus heridas como tenemos
curación».
5. SUSTITUCIÓN
La
sustitución nos enseña que Dios suplió tolo lo necesario para nuestra Salvación.
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne,
pero vivificado en espíritu; (1Pe 3:18)
Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar
los pecados. (Heb 10:4)
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra
habitación celestial; (2ª Co 5:2) pues así seremos hallados vestidos, y no
desnudos. (2ª Co 5:3) veremos lo que significa mediador para ampliar este termino
MEDIADOR
(gr., mesites, un intermediario). Una persona que
hace posible relaciones amistosas entre dos o más personas distanciadas o
separadas.
Corresponde al árbitro de (Job 9:33). El NT utiliza mesites dos veces en relación con Moisés como el mediador de la ley (Gálatas
3:19, 20) y cuatro veces refiriéndose a Jesús (1 Timoteo 2:5; Hebreos 8:6;
9:15; 12:24).
En el AT, Jonatán fue el intercesor de David ante Saúl (1 Samuel
19:4).
Abraham intercedió en nombre de Abimelec (Génesis 20) y Sodoma (Génesis
18:23-33). Moisés fue un mediador en nombre de faraón (Éxodo 8:8-13; 9:28-33) y
de Israel (Éxodo 33:12-17). Samuel fue un intermediario cuando Israel recibió
un rey (1 Samuel 9:15-27) y cuando se volvió corrupta (1 Samuel 12:19).
Los ángeles actuaron como mediadores a través de los cuales la
voluntad de Dios se dio a conocer al hombre (Génesis 22:15; 24:40; 32:1; Jueces
6:11). A veces Dios apareció en forma humana (Génesis 12:7; 17:1; 35:7, 9;
Daniel 8:17). En algunos casos, el ángel de Jehovah parece haber sido una manifestación
de Dios, quizá una aparición temporaria del Mesías (Génesis 16:7-13). Luego, la
clase sacerdotal actuó como mediadores entre el hombre y Dios (Levítico 1—7).
Este
término se puede definir de una manera amplia como aquel que actúa entre dos
partes, bien para reconciliarlas, bien entre partes en las que no se dé
hostilidad, con el propósito de que concierten un acuerdo o pacto.
Evidentemente, el mediador debe estar en relación con ambas partes.
En
su sentido bíblico, el mediador es aquella persona que interviene entre Dios y
el hombre, con el fin de comunicar la mente de Dios al hombre, y con el fin de
representar al hombre a Dios abogando por su causa. Todos los mediadores del AT
son tipos que señalan al Mediador único y definitivo, el Señor Jesucristo. Desde
la Caída, el hombre ha estado moralmente separado de Dios; la distancia es
infinita. Esta distancia ha sido cubierta por Cristo, como revelación de Dios,
en su encarnación, y reconciliando al hombre con Dios, mediante su sacrificio
expiatorio en la cruz.
(A) LA MEDIACIÓN EN EL AT.
En
el AT hallamos una rica expresión de mediación en diversos tipos: Noé (Gn.
8:20), Abraham (Gn. 12:7, 8; 15:9-11), Isaac (Gn. 26:24),Jacob (Gn. 31:54;
33:20) actuaron como mediadores por sus familias ante Dios, y también dando a
sus familias, en ocasiones, mensajes y proclamaciones proféticas de parte de
Dios.
Melquisedec,
el rey-sacerdote de Salem, nos es presentado como el tipo del rey teocrático
ideal y verdadero tipo del sacerdocio de Jesucristo (Sal.110; cfr. He.
7).Moisés vino a ser el primer mediador nacional entre Dios e Israel. Su misión
fue la de ser el portavoz del Señor ante el pueblo, y el representante del
pueblo ante Dios. Sólo él podía acercarse a Dios, y fue con él con quien el
Señor habló directamente, cara a cara (cfr. Éx. 33:11).
Y
él se presentó a Dios para comunicarle las palabras del pueblo a Él, como a un
soberano a quien sólo puede tener acceso su ministro designado (cfr. Éx. 19:8).
Su mediación intercesora queda dramáticamente ejemplificada en el episodio del
becerro de oro. Dios estaba dispuesto a destruir a todo el pueblo de Israel, pero
Moisés se interpuso, orando a Dios para que mostrara misericordia en el juicio
(Éx. 32:12-14).
Otros
ejemplos de mediación los tenemos en el sacerdocio levítico, y que tenía su
mayor énfasis en su función de representar al hombre ante Dios (esp. Lv. 16),
aunque se daba también el ministerio profético (la representación de Dios ante
el hombre), puesto que el pueblo podía consultar al sumo sacerdote, que conocía
la voluntad de Dios por medio del Urim y Tumim (Éx. 28:30; 1 S. 28:6; Esd.
2:63; Neh. 7:65).
Otros
mediadores cuya principal función era representar a Dios ante el pueblo y dar a
conocer su voluntad y propósitos fueron los profetas. El advenimiento de la
monarquía llevó del reinado directo de Jehová sobre Israel al reinado por mediación
de un rey, responsable ante Jehová del recto gobierno de su pueblo (1 S.
8:4-9). A partir de entonces el rey es considerado como «el ungido de Jehová».
El rey teocrático tuvo su realización más aproximada en David, el hombre según
el corazón de Jehová (cfr. 1 S. 13:14), y de cuya dinastía surgiría Aquel que
reuniría en Sí el oficio de Mediador de un Nuevo Pacto, último y definitivo, en
el triple aspecto de Sacerdote,
Profeta
y Rey. Como Sacerdote, prefigurado por Melquisedec (Sal. 110); como Profeta, preanunciado
por el mismo Moisés (Dt. 18:15); y como Rey teocrático, prefigurado por David
(conquistador) y Salomón (rey de paz), y prometido por Dios al mismo David
(cfr. 1 Cr. 17:11-14, que evidentemente van más allá de Salomón, y contempla ya
al Rey mesiánico; cfr. asimismo Jer. 30 y 31).
Otro
aspecto de gran importancia en la figura del Mediador es el de «Siervo
Sufriente». Como Mediador, buscando abrir el camino a un perdón justo por parte
de Dios, de manera que «él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe
de Jesús» (Ro. 3:26, véase JUSTIFICACIÓN), para obrar la reconciliación (2 Co.
18:21). Esta obra la efectuó siendo «herido por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados.
Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Is. 53:56). Fue tomando
nuestro lugar bajo la ira de Dios contra el pecado, habiendo asumido la naturaleza
humana, excepto el pecado, que pudo venir a ser «el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo» (Jn. 1:29). Un Hombre capaz, Dios hecho carne, dando
satisfacción infinita a Dios Juez por todos los pecados de la humanidad. Es
sobre la base de esta redención efectuada que tiene lugar en el presente la
actividad mediadora de Cristo en el cielo.
(B) LA MEDIACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO.
Por
su encarnación (véase ENCARNACIÓN), Cristo vino a revelarnos al Padre (Jn.
1:49). Por sus palabras de amor, por sus actos de misericordia y poder, podemos
conocer el corazón del Padre de una manera entrañable y directa. Por mediación
de Cristo, Dios el Hijo encarnado, podemos llegar a conocer verdaderamente que
el Dios justo del Sinaí es asimismo AMOR (1 Jn. 4:8).
Así,
el concepto de mediación, que se va desarrollando a través de las páginas de la
Biblia, desde el gemido de Job: «No hay entre nosotros [Dios y Job] árbitro que
ponga sus manos sobre nosotros dos» (Job 9:33, cfr. v. 32) y a través de todos
los tipos y sombras, llega hasta su máxima y definitiva expresión en Cristo,
Dios y Hombre verdadero, aquel que no sólo es Redentor capaz en base a su doble
naturaleza, humana y divina, sino que también es Mediador capaz, en base a la
misma razón. Por ello es que Pablo destaca: «Hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5).
En
efecto, se trata de Jesucristo como un verdadero hombre individual que asume
nuestra representación ante Dios, de la misma manera que es como verdadero Dios
eterno (cfr. Jn. 1:1, etc.), que se nos revela en su Encarnación y obra de
Redención. Cristo viene a cumplir así el profundo deseo de Job, poniendo, por
así decirlo, sobre el hombro de Dios y sobre el hombro de cada hombre, y
aproximando al hombre enemistado con Dios a un Dios que ha querido obrar y ha
obrado la reconciliación (cfr. Col. 1:20), reconciliación que ofrece a todos
por el Evangelio de Su gracia, con un llamamiento entrañable en busca de sus enemigos
para ofrecerles la salvación, que alcanza un carácter de lo más solemnemente
patético, mostrando lo infinito del amor y de la compasión de Dios hacia sus pérdidas
y errantes criaturas: «así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si
Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios» (2 Co. 20).
(C) LA SINGULARIDAD DE CRISTO COMO MEDIADOR.
Una
cuestión de gran importancia a considerar es la afirmación bíblica de que
Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. El apóstol Pablo lo deja
muy claro en su primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5).
Cristo
mismo ya lo había afirmado en diversas maneras y bajo diferentes figuras de
lenguaje: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino
por mí» (Jn. 14:6), «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo» (Jn.
10:9). «Yo soy el buen pastor... » (Jn. 10:14).
Es
solamente por medio de Cristo, y sólo Cristo, que podemos llegar a la
salvación, a la vida, y a la comunión con Dios, «y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos» (Hch. 4:12). Por ello mismo, se deben rechazar todas las
doctrinas que pretenden que el hombre necesite de la mediación de otros para
llegar a Dios. Ni instituciones, ni hombres, ni santos, ni ángeles, ni María la
madre del Señor, a quien la Iglesia de Roma atribuye el título de «mediadora de
todas las Gracias», enfrentándose a la clara verdad que nos es presentada en
las Escrituras.
En
efecto, si ponemos a cualquier otro mediador entre nosotros y Dios, o a María
para que incline el corazón de su Hijo en nuestro favor, como lo enseña la
Iglesia de Roma, se contradice la liza afirmación de 1 Ti. 2:5 de que hay un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. (Véase MARÍA).
La
intercesión constituye una parte constante de la mediación. Cristo, el mediador
del Nuevo Pacto, está en su ministerio celestial intercediendo por los suyos Intermediario entre un hombre y otro (2 S 14.1–23) o entre Dios
y el hombre, por quien el uno y
el otro se comunican. En la Biblia, donde se acentúa la
santidad de Dios y la pecaminosidad del hombre,
la idea de mediación involucra EXPIACIÓN de
los pecados, PROPICIACIÓN de la justicia divina y RECONCILIACIÓN de las
dos partes. Aunque el término mediador aparece
con poca frecuencia, todas las Escrituras
están saturadas del concepto del Dios que busca
a sus criaturas, valiéndose de una mediación adecuada a la madurez de su pueblo.
EN
EL ANTIGUO TESTAMENTO: Aunque el Antiguo Testamento concibe a Dios de manera concreta y
antropomórfica, y le atribuye una intervención personal en la vida de la
naturaleza y de los hombres, reconoce también otros mediadores entre Dios y la
humanidad. (Solo en un pasaje, Job 9.33, aparece el término.)
Hay mediadores que pertenecen al mundo celestial. Los ÁNGELES son
mensajeros de Dios, sobre todo el ÁNGEL DEL SEÑOR. Sin embargo, la idea de esta
mediación con un sentido salvífico aparece en una época muy tardía (Job 5.1; Dn 6.22; 10.13; 12.1s; Zac 1.12s) y en forma bien
delimitada. En esta época, gracias a un nuevo énfasis sobre la trascendencia
divina, adquirieron cualidades divinizadas la SABIDURÍA, la PALABR y el
ESPÍRITU DE DIOS.
Algunas hombres ejercían una mediación descendente (es decir, de
Dios al pueblo), como los profetas y patriarcas. Así, sobre todo según la
concepción posterior, Moisés transmitió las leyes divinas y hablaba con Jehová
íntimamente. Como mediador, también pedía gracia para el pueblo culpable y
calmaba la ira divina. El sistema sacrificial era capital en la mediación, y
los SACERDOTES y el REY, ungidos de Dios, podían actuar como mediadores. El
SIERVO DE JEHOVÁ es mediador por excelencia no solo entre Dios e Israel, sino
entre Dios y todos los pueblos (Is 49.6; 52.13–15; 53.11).
EN EL NUEVO TESTAMENTO
En la persona divino-humana de Jesucristo la mediación alcanza su
cumplimiento pleno (Hch 4.12; 1 Ti 2.5s). En los Sinópticos, a Jesús se le presenta como el HIJO por excelencia,
único revelador del Padre (Mt 11.27), poseído de su propia autoridad y enviado para dar su vida en
rescate (Mc 10.45 HIJO DEL HOMBRE). Predica y realiza el REINO DE DIOS, y sella con
sangre el nuevo PACTO; por eso exige una entrega y seguimiento incondicionales.
Según el Evangelio de Juan, Cristo era mediador aun desde la eternidad (1.3s). El VERBO encarnado media
el conocimiento de Dios (1.18; 14.9), la gracia (1.14, 16) y la vida eterna (3.16), porque es el único camino hacia el Padre (14.6).
Pablo elabora más sistemáticamente estos conceptos, y es seguido
en esto por otros escritores (cf. frases como «por medio de Cristo», «en
Cristo», Ro 2.16; 5.9; 2 Co 5.18; Col 1.20). Cristo medió en la creación del universo (1 Co 8.6; Col 1.16; Heb 1.2), pero lo hizo
especialmente en el establecimiento del nuevo pacto (Heb 6.17; 8.6; 9.15; 12.24). En su función de nuevo Sumo
Sacerdote es superior a Moisés (Gal 3.19s; Heb 7), y su sacrificio expiatorio es perfecto (Heb 9.11–14).
6. REGENERACIÓN
(gr., paligguenesia, nacimiento). La regeneración
tiene como su idea básica nacer de nuevo o ser restaurado. Aunque la palabra es
en realidad usada solamente dos veces en el NT (Mateo 19:28; Tito 3:5), muchos
pasajes sinónimos sugieren su significado básico. Términos relacionados son
nacer de nuevo (Juan 3:3, 5, 7), nacido de Dios (1:13; 1 Juan 3:9), dar vida
(Efesios 2:1, 5), y renovación (Romanos 12:2; Tito 3:5). La regeneración es el
cambio espiritual realizado en los corazones de las personas en las que su
naturaleza pecaminosa inherente es cambiada y por la que ellas son capacitadas
a responder a Dios en fe.
La regeneración es, por lo tanto, un acto de Dios a través de la
agencia inmediata del Espíritu Santo operativo en el ser humano (Colosenses
2:13), originando en él una nueva dimensión de vida moral, una resurrección a
nueva vida en Cristo. Esta nueva vida no es meramente un estado neutral que
resulta del perdón de pecado, sino una implantación de la justicia de Cristo en
el humano, por el cual él le da vida (Juan 5:21), es engendrado (1 Juan 5:1),
hecho una nueva criatura (2 Corintios 5:17), recibe una nueva vida (Romanos 6:4)
y la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). (gr.
«palingenesia»).
La
regeneración o nuevo nacimiento es el cambio de naturaleza producido por el
Espíritu Santo en el hombre, al que le comunica una vida nueva. La justificación
cambia la situación del hombre ante Dios: es declarado justo, y no más considerado
como pecador; la regeneración transforma su ser moral y espiritual. Lo primero
es necesario a causa de su culpabilidad; lo segundo, a causa de su corrupción.
El
hombre natural está muerto en sus delitos y pecados (Ef. 2:1). No puede recibir
ni conocer las cosas del Espíritu de Dios (1 Co.2:14). No puede ni ver el Reino
de Dios ni entraren él (Jn. 3:3, 5). Para ello, es necesario que nazca de
nuevo, no ya de la carne, sino de Dios (Jn. 3:6-8). Juan insiste en el hecho de
que «todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios» (1Jn. 5:1);
aún más, ya no es un hijo del diablo, sino de Dios (1 Jn. 3:8-10); habiendo
pasado de muerte a vida, puede amar a sus hermanos (1 Jn. 3:14; 4: 7). El Señor
crea en él un hombre nuevo (Ef.4:22-24; Col. 3:9-10); hace de él una nueva criatura
(2 Co. 5:17), comunicándole una nueva naturaleza. El creyente resucita así espiritualmente
con Cristo, que vive en Él por el Espíritu, permitiéndole vivir para Su gloria
(Ro. 6:4-11;8:9; Gá. 5:16, 22-25).
Los
factores de la regeneración, tales como sondados en las Escrituras, son los
siguientes:
(A)
La Palabra viva y permanente de Dios actúa en muchos como una semilla de vida
(1 P. 1:23; cfr. Ro. 10:17).
(B)
La obra milagrosa del Espíritu Santo nos resucita espiritualmente (Tit. 3:5; Jn. 3:5-8).Esta obra es
instantánea, como el nacimiento físico, incluso si la conversión (que es su
resultado) lo es menos (véase CONVERSIÓN).
(C)
Habiendo recibido la Palabra de Dios y aceptado la obra de convicción del
Espíritu Santo, la fe es puesta de corazón en Jesucristo.
A
partir de ahí, «tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida»(Jn. 5:24).La regeneración bautismal es la enseñanza de la
iglesia de Roma y de aquellas confesiones que participan en su concepción
ritualista-sacramental. Según esta enseñanza, el bautismo es la causa eficaz de
la regeneración de una manera milagrosa, y los niños que mueren sin bautismo no
pueden entrar en el Paraíso.
Es
de esta manera que se malinterpreta el pasaje de Jn. 3:3-5. Sin embargo, todo
lo que se ha expuesto acerca del papel de la Palabra de Dios, del Espíritu
Santo, y de la fe, muestra lo erróneo de tal interpretación. En realidad no es
el bautismo de agua lo que regenera al que oye con fe; el bautismo de agua es el
símbolo y testimonio de esta realidad, y la incorporación al testimonio corporal
de la Iglesia en su aspecto externo.
REGENERACIÓN:
Cambio radical que el Espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo
oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como Salvador. La persona
pasa del dominio del pecado al dominio del Espíritu, e inicia el crecimiento y
el progreso espirituales cuya meta es la perfección, el llegar a ser semejante
a Cristo ( Mt 13.23 ; Jn 3.5; Ro 8.29 ; 2 Co 5.17 ; 1 P 1.21–23 ).
El
término «regeneración» aparece solo dos veces en el Nuevo Testamento (RV). Una es
en Mateo 19.28 , donde nuestro Señor lo emplea en un sentido escatológico, refiriéndose
a la restauración de todas las cosas, cuando los apóstoles participarán con Él en
gloria, autoridad y juicio. La otra es en Tito 3.5, donde el apóstol Pablo
compara nuestra salvación con un lavamiento o limpieza que purifica la
naturaleza pecaminosa del hombre.
Pero
la doctrina de la regeneración está implícita en muchísimos pasajes. Quizás el principal
de todos sea el de Juan 3.1–12, en el cual se relata la conversación de Jesús y
→
NICODEMO. Allí nuestro Señor habló del nuevo nacimiento como la condición indispensable
no solo para ver o comprender el →
REINO DE DIOS, sino para entrar y pertenecer a él. La figura de un segundo
nacimiento da a entender que el cambio debe ser tan radical que en la práctica
sea un nuevo nacimiento. La idea de que el hombre está muerto en el pecado,
pero que en el Espíritu nace y vive, es prominente en el Nuevo Testamento (Jn
5.24; Ef 2.1 ; Col 2.13 ).
La
iniciativa en la regeneración pertenece a Dios y se efectúa por el Espíritu
Santo (Jn 1.13 ; 3.5 , 8 ); los efectos de ella son duraderos ( Ro 8.2 ; 2 Co
5.17 ). No es posible entender ni explicar racionalmente este cambio, pero sus
resultados son evidentes (Lc 3.8; Jn 3.7 , 8 ).
En
el Antiguo Testamento la enseñanza de la regeneración se aplica más bien al pueblo
escogido, y se habla de la restauración de Israel como tal. Sin embargo, la
base de esta transformación nacional es el cambio moral del individuo mismo; de
ahí que los profetas hicieran hincapié en la necesidad de un nuevo corazón. La
salvación que Dios prometió abarca eso: darles un corazón nuevo (Jer 24.7;
31.31–33; Ez 11.19).
El
rey David entendió que la solución del problema espiritual de su naturaleza
pecaminosa (Sal 51.5) era que Dios lo volviera una nueva criatura con un
corazón limpio (51.10 ). Este es el «nuevo hombre» de que Pablo habla varias
veces (Ef 2.51; 4.24).
La
regeneración se diferencia de la →
JUSTIFICACIÓN en que esta es un cambio en nuestra relación con Dios, mientras
que aquella es un cambio en nuestra naturaleza moral. Ambas, sin embargo, son
experiencias simultáneas provenientes de la gracia divina. Así mismo, también
la regeneración es diferente de la →
SANTIFICACIÓN: la primera es el comienzo de la vida nueva; la segunda es el
desarrollo de esta vida hacia la perfección. La regeneración es el nacer, y la
santificación el crecer en la nueva vida en Cristo.
7. LA SANTIFICACIÓN.
El proceso o resultado de ser hecho santo. Cuando la santidad se
aplica a cosas, lugares y a personas significa que ellos son consagrados y
apartados para el uso de Dios. Cuando es usada en relación con personas, puede
tener una dimensión moral. De este modo en el NT, los creyentes son descritos
como ya (objetivamente) santificados en Cristo (1 Corintios 1:2, 30).
Son llamados a mostrar esa consagración en sus vidas (1
Tesalonicenses 4:3; 5:23; Hebreos 2:11; 9:13; 10:10, 14, 29; 13:12). Han de ser
santos en su vivir diario por el poder del Espíritu Santo.
La
santificación es la obra del Espíritu Santo en nosotros, para purificarnos,
separarnos del mal y hacemos conforme a la imagen de Cristo y aceptos a Dios.
De la misma manera que no podemos merecer nuestra salvación, tampoco podemos santificarnos
mediante nuestros propios esfuerzos. Es Dios quien purifica nuestros corazones
por la fe (Hch. 15:9), en respuesta a nuestra fe.
Es
Él que nos santifica (Éx. 31:13; Lv. 20:7-8). «Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo... el cual también lo hará» (1 Ts. 5:23-24). Los
gentiles deben serle «ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo»
(Ro. 15:16). «Ya habéis sido santificados por el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Co.
6:11; 1 P. 1:2; 2 Ts. 2:13). Para santificarnos, el Espíritu Santo se sirve
sobre todo de la Palabra de verdad, que Él inspiró, y de la oración, que Él también
nos inspira (Jn. 17:17; 15:3; Ef. 5:26; 1Ti. 4:5; cfr. 1 P. 1:2).
El
Espíritu Santo glorifica a Cristo, que nos ha sido hecho santificación (1 Co. 1:30).
Hemos sido santificados en Él, y Él se ha santificado por nosotros (1 Co. 1:2;
Jn. 17:19). El Espíritu nos revela sobre todo la verdad capital de que «somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre»(He. 10:10). Es Su sangre la que purifica de todo pecado, después de
habernos procurado el perdón (1 Jn. 1:7, 9). Ro. 6:3-4 nos muestra que después de
haber muerto, en Cristo, al pecado, podemos resucitar con Él y andar en novedad
de vida, teniendo «por fruto la santidad» (Ro. 6:22). Todo el cap. 8 de
Romanos, sin emplear el término «santificación», nos revela su secreto: «La ley
del Espíritu de vida en Cristo Jesús» (Ro. 8:2) debe actuar en nosotros y
transformar nuestra vida.
Entonces
no viviremos ya más bajo el dominio dela carne, sino bajo la disciplina del
Espíritu, que hará morir en nosotros las acciones del cuerpo (Ro. 8:13). Pablo
habla del gran misterio de la morada del Señor en nosotros, que quiere así volvernos
«perfectos en Cristo» (Col. 1:26-28).
Se
han formulado muchas teorías contradictorias acerca de la santificación.
Siguiendo a Wesley, ciertos intérpretes ven en ella una «segunda bendición» que
debe seguir a la conversión y que debemos recibir instantáneamente por la fe. Afirman
ellos que Dios purifica entonces de inmediato nuestro corazón de su pecado
original, «de todo aquello que nos impulsaba al mal».
Esta
doctrina se acerca peligrosamente al perfeccionismo. En el opuesto extremo se
hallan aquellos cristianos que enseñan que nunca nos desembarazaremos aquí
abajo del hombre viejo, y que nos encontraremos siempre en el lastimoso estado
de Ro. 7. Estos autores no han comprendido la gloriosa solución expuesta en el cap.
8, como ya se ha descrito brevemente en los párrafos anteriores. El salvo queda
liberado al entrar en la consciencia y en el disfrute de la provisión del
Espíritu en él. Esta presencia es el privilegio de todo hijo de Dios, que debe
vivir entonces según el Espíritu (Ro. 8:9; 1 Co. 6:19).
Así,
aunque verdaderamente la erradicación del«hombre viejo» sólo tendrá lugar para
el cristiano bien por la muerte, bien por la transformación en el arrebatamiento
(. 1 Co. 15:51-54; 1 Ts. 4:14-17), el creyente tiene el privilegio de andar en el
poder de la nueva vida en resurrección en Cristo, y por tanto de considerarse
en la práctica tal como está ya posicionalmente: muerto al pecado (cfr. Ro. 6:
Col. 3).
De
esta manera, el creyente puede vivir una vida victoriosa; no obstante, se debe
tener en cuenta en todo caso que el andar del cristiano está continuamente
sostenido por el oficio intercesor de Cristo en el Cielo Hay también provisión «si alguno pecare», en
Cristo como Abogado (1 Jn. 1:9-2:2).
Guardados
por el poder de Dios para salvación (1 P. 1:5), y con el Espíritu Santo, que
puede santificarnos por completo, y guardar nuestro espíritu, alma y cuerpo
irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo, el cristiano puede
así vivir una vida grata a Dios. Y tiene un poderoso motivo para ello, porque
el Señor Jesucristo vendrá «para ser glorificado en sus santos y ser admirado
en todos los que creyeron»
SANTIFICACIÓN: La doctrina de
la justificación conduce naturalmente a la de la santificación. El estado justificado reclama una vida
de santificación, consagrada al servicio de Dios.
NATURALEZA Y CARACTERÍSTICAS DE LA
SANTIFICACIÓN.
La
santificación puede ser definida como la operación del Espíritu Santo, que mediante
la divina gracia purifica al pecador, renueva toda su naturaleza a la imagen de
Dios y le capacita para realizar buenas obras. Difiere de la justificación en
que tiene lugar en la vida interior del hombre, y no es un acto legal, sino una
nueva creación. Generalmente es un proceso largo, y nunca produce la completa
perfección en esta vida. Aunque es decididamente una obra sobrenatural de Dios,
el creyente puede y debe cooperar en ella por un uso diligente de los medios
que Dios ha puesto a su disposición, 2.a Cor... 7:1; Col. 3 6-14; 1.a Pedro
1:22.
La
santificación no consiste en una simple supresión de lo que ya fue abandonado
en la regeneración, sino que implica fortificar, acrecentar e intensificar la
nueva vida.
Consta
de dos partes: la supresión de las contaminaciones y corrupción de la naturaleza
humana, Rom. 6:6; Gal. 5:24, y el desarrollo gradual de la nueva vida de consagración
a Dios, Rom. 6:4-5; Col. 2:12; 3:1, 2; Gal. 2:19. Puesto que tiene lugar en el
corazón del hombre, afecta naturalmente a toda su vida, Rom. 6:12; 1ª Cor. 6:15,
20; 1.a Tes. 5:23.
El
cambio en el hombre interior ha de producir obligatoriamente un cambio en su vida
exterior. Que el hombre tiene que cooperar en la obra de santificación se desprende
de las repetidas advertencias contra el mal y las tentaciones, Rom. 12:9, 16 y
17; 1.a Cor... 6:9, 10; Gal. 5:16-23 y de las constantes exhortaciones a una
vida santa, Miq. 6:8; Juan 15:4-7; Rom. 8:12, 13; 12:1 y Gal. 6:7, 8, 15.
EL CARÁCTER IMPERFECTO DE LA
SANTIFICACIÓN EN ESTA VIDA
Aun
cuando la santificación afecta a todas las partes del hombre, sin embargo, el desarrollo
espiritual de los creyentes permanece imperfecto durante toda su vida.
Tenemos
que luchar contra el pecado mientras vivimos, 1ª Reyes 8:46; Prov. 20:9; Santo
3:2 y 1.a Juan 1:8. La vida del creyente se caracteriza por una lucha constante
entre la carne y el espíritu.
Aun
los mejores creyentes tienen que confesar sus pecados, Job. 9; 3:20; Salmo
32:5; 130:3; Proverbios 20:9; Isaías 64:6; Daniel 9:7; Romanos 7:14 y 1.a Juan
1:9. En todas estas citas hallamos a los creyentes orando por el perdón, Salmo
51:1-2; Daniel 9:16, o exhortados a ello, Mateo 6: 12-13; Santiago 5:15, y
luchando para alcanzar una mayor perfección, Romanos 7:7, 26; Gálatas 5:17; Filipenses
3:12 y 14.
Esta
verdad es negada por los llamados perfeccionistas, que sostienen que el hombre
puede alcanzar la santidad en esta misma vida. Se fijan en el hecho de que la
Biblia manda a los creyentes ser perfectos, Mateo 5:48; 1. Pedro 1:16; Santiago
1:4 y habla de algunos como perfectos, Génesis 6:9; Job 1:8; 1.a Reyes 15:14; Filipenses
3:15 y también en la declaración de que aquel que es nacido de Dios no peca, 1ª
Juan 3:6, 8, 9, 15 y 18. Pero el hecho de que tenemos que esforzamos para alcanzar
la perfección no prueba que algunos sean ya perfectos.
Además
la palabra «perfecto» no significa siempre una persona completamente libre de
pecado, Noé, Job, Asa fueron llamados perfectos, pero su historia demuestra
claramente que no eran absolutamente sin pecado. Y el apóstol Juan quiere significar
o bien que el nuevo hombre no peca, o que los creyentes no viven en el pecado.
Notemos que el mismo declara: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos
a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros, 1 Juan 1:8.
SANTIFICACIÓN Y BUENAS OBRAS
La santificación
conduce naturalmente a una vida de buenas obras. Estas pueden ser llamadas los
frutos de la santificación. Las tales obras no son perfectas en sí mismas ni
proceden de una perfecta santificación, sino que brotan del principio de amor y
fe en Dios que existe en el alma, de acuerdo con una consciente conformidad con
la voluntad de Dios según nos ha sido revelada, Deut. 6:2; Mateo 7: 17 y 18;
12:33, 35 y Heb. 11 :6, y son hechas 1ª Sam. 15 :22; Santo 2 :8, teniendo como
objetivo final la gloria de Dios, 1.a Cor... 10 :31; Col. 3 :17, 23. Solamente
los que son regenerados por el Espíritu de Dios pueden realizar tales buenas
obras. Esto no significa, sin embargo, que los no regenerados no pueda hacer el
bien en ningún sentido de la palabra.
Véase
2ª Reyes 10:29, 30; 12:2; 14:3; Lucas 6:33 y Rom. 2:14. En virtud de la gracia común
de Dios los no regenerados pueden realizar obras que están de acuerdo externamente
con la Ley y sirven a sus propósitos loables; pero estas obras son siempre
radicalmente defectuosas porque están separadas de la raíz espiritual del amor
a Dios y no significan una obediencia interior efectiva a la Ley divina ni
tienen como principal propósito la gloria de Dios. En oposición con los
Católico-Romanos debemos sostener que las buenas obras del creyente no son
meritorias, Lucas 17:9-10; Efesios 2:8-10 y Tito 3:5; aun cuando Dios promete
recompensarlas con recompensas abundantes y generosas, 1.a Corintios 3:14;
Hebreos 11:26.
En
oposición a los antinominianos, debemos hacer hincapié en la necesidad de las buenas
obras, Colosenses 1:10; 2. Timoteo 2:21; Tito 2:14 y Hebreos 10:24.
LA SANTIFICACIÓN COMO OBRA DE DIOS.
1. 1ª Tes.
5:23. «El Dios de paz os santifique en todo para que vuestro espíritu alma y
cuerpo sea guardado entero y sin reprensión para la Venida de Nuestro Señor
Jesucristo.
2.
Hebreos 2:11. «Porque el que santifica Y los que son santificados de uno son todos:
por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos».
LA COOPERACIÓN DEL HOMBRE EN LA
SANTIFICACIÓN
1. 2.
a Cor... 7:1. «Así que amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en el temor
de Dios».
2.
Heb. 14:14. «Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual ninguno verá al
Señor».
LA MORTIFICACIÓN DEL VIEJO HOMBRE
1.
Rom. 6:6. «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre, juntamente fue crucificado
con El, para que el cuerpo del pecado sea desecho a fin de que no sirvamos más
al pecado».
2.
Gal. 5:24. «Así que los que son de Cristo: han crucificado la carne con sus afectos
y concupiscencias.
LA VIVIFICACIÓN DEL NUEVO HOMBRE
1. Ef.
4:24. «y vestir el nuevo hombre que es creado según Dios en justicia y santidad
de verdad».
2.
Col. 3:10. «y revestidos del nuevo, el cual por el conocimiento es renovado conforme
a la imagen del que lo crió».
SANTIFICACIÓN INCOMPLETA EN ESTA VIDA.
1.
Rom. 7: 18. «Y yo sé que en mí (es a saber en mi carne), no mora el bien: porque
tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo».
2.
Fil. 3:12. «No que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; mas prosigo al
blanco para ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado de Cristo
Jesús».
LA NATURALEZA DE LAS BUENAS OBRAS
1. 1a
Sam. 15:22. «y Samuel dijo: ¿Tiene Jehová tanto contentamiento con los holocaustos
y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer
es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los
carneros».
2. 1
Cor... 10:31. «Así que comáis o bebáis o hagáis otra cosa, hacedlo todo a gloria
de Dios».
3.
Heb. 11:6. «Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que a
El se allega, crea que lo hay y que es galardonador de los que le buscan».
8. RECONCILIACIÓN
(gr., katallagué). La reconciliación es un
cambio de relación entre Dios y el hombre basado en el cambio de posición del
hombre a través de la obra redentora de Cristo. En el NT se sugieren tres
aspectos de este cambio:
1. Una reconciliación de personas entre quienes ha existido un estado de enemistad; Dios establece
en la obra redentora de Cristo la base de esta cambiada relación de personas
(Romanos 5:10; 2 Corintios 5:19).
Nunca se dice que Dios se reconcilia con el hombre, sino que el hombre
lo hace con Dios, debido a que es lo pecaminoso del hombre que crea la enemistad
(Romanos 8:7; Colosenses 1:21) y precipita la ira de Dios(Efesios 2:3, 5).
2. Una reconciliación de condición de modo que todas las bases de la relación de enemistad son
quitadas y las bases de un compañerismo completo se establecen (2 Corintios
5:18-20; Efesios 2:16).
3. Una reconciliación que surge
del cambio en el hombre inducido por la acción de Dios. El hombre no es reconciliado meramente porque su relación ha cambiado,
sino porque Dios lo ha cambiado a él a través de Cristo de modo que él pueda
ser reconciliado (Romanos 5:11; 11:15; 2 Corintios 5:18; Efesios 2:5).
La reconciliación proviene, por lo tanto, de Dios, a través de
Cristo, para el hombre, de modo que no solamente las barreras de oposición al compañerismo
que pudiesen existir en la gente pecaminosa sean removidas, sino que la base
positiva para el compañerismo pudiese ser establecida a través de la justicia
de Cristo imputada al hombre.
Aunque el fundamento suficiente de la reconciliación está
establecida en la obra redentora completa de Cristo, la reconciliación es la
base sobre la que se establece el continuo compañerismo (Romanos 5:10). Alejado
el hombre de Dios, su Creador,
al desobedecerlo, la justicia y santidad de Dios debían ser vindicadas.
El
Señor rompió la comunión con el pecador (Gn. 3:23-24), juzgando un mundo lleno de violencia por el pecado en el Diluvio (Gn.
6:5-7) y dejando tras Babel que las naciones siguieran sus propios caminos (Gn.
11:8-9).
Para
Israel, es en la expiación que se muestra la posibilidad de la reconciliación.
Se trata de una propiciación: una vez que se había hecho expiación por el pecado, y la sangre de la víctima estaba
sobre el propiciatorio, la Ley quedaba cumplida, la justicia satisfecha y
vindicada, y Dios podía
libremente exhibir Su misericordia y amor. El propiciatorio (véase
PROPICIATORIO) es el único lugar dado en el que Dios se puede encontrar con Aarón, que representa a todo el pueblo (Éx.
25:22).
El
gran Día de la Expiación expresaba así de una manera simbólica y profética la gran amnistía que se proclamaría un día con la venida del
Mesías (Lv. 16). «Dios
estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Co. 5:19). Por la cruz,
Cristo quitó el pecado, destruyó la enemistad, estableció la paz y reconcilió a los hombres (judíos y paganos), no sólo con
Dios, sino también entre ellos (Ef. 2:16).La reconciliación operada en el
Calvario tuvo efectos hasta en el cielo
(Col. 1:20-22; Ef. 1:10).
Es
el mismo Jesucristo que pagó el precio de nuestra reconciliación, la paga del
pecado que demandaba la vindicación de
la justicia divina para mantener Su santidad. Desde entonces puede tomar la
mano del pecador arrepentido, y ponerla en la del Dios de santidad y de amor con toda justicia (cfr.
Ro. 3:23-25).
Sin
embargo, es de todo punto necesario que el rebelde reconozca su culpa y que
acepte «ser reconciliado con Dios». En efecto, ¿cómo podrán reconciliarse con
Dios los que pretenden «no haber hecho nunca nada malo»? El corazón de Israel
era «falso y rebelde» (Jer. 5:23), y somos todos por naturaleza «hijos de
desobediencia» (Ef.2:2-3). Es una gracia suprema saber que «siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Ro. 5:10).
Y
este acto no pertenece sólo al pasado: el que cree de corazón en Jesucristo,
obtiene la reconciliación de una manera actual y presente (Ro. 5:10-11).Además,
Dios confía a los creyentes «el ministerio de la reconciliación». Hace de ellos
embajadores de Cristo, que suplican a los hombres en todo lugar que se
reconcilien con Él (2 Co. 5:18-20).No se trata de una simple proclamación de
una salvación universal que todos los hombres ya posean.
La
reconciliación es para todos aquellos que no rechacen la provisión de Dios para
su salvación. El hecho trágico es que son muchos los que no dan la respuesta de
obediencia de fe a Dios en Cristo, y de los que, por tanto, se puede decir que
permanece la ira de Dios sobre ellos (Jn.3:36 y Mt. 23:37).
RECONCILIACIÓN:
es el Restablecimiento de la amistad del hombre con Dios, pues entre
ambos reinaba la enemistad; y, más que el establecimiento de buenas relaciones
en general, es la eliminación de un profundo desacuerdo. El hombre por su
pecado se encontraba alejado de Dios; pero en la persona de su Hijo, Dios mismo
ofreció el camino hacia la reconciliación.
Según
la enseñanza paulina, la reconciliación es una muestra del amor de Dios y un
estado presente (Ro 5.10); se recibe a través del Señor Jesucristo (v. 11). La
exclusión temporal de los judíos del plan de Dios provocó la reconciliación del
mundo gentil (Ro 11.15; 2 Co 5.18 ); Dios, estando en Cristo, reconcilió al
mundo consigo mismo (v. 19).
La
acción espontánea de Dios anula la enemistad que mantiene al hombre separado de
su Creador, y la creación de una naturaleza redimida dentro del hombre capacita
a este para llevar una vida de comunión y amor con Dios (Ro 5.11).
Pablo
resume el plan redentor de Dios en «la palabra de la reconciliación» (2 Co
5.19), la cual ha sido encomendada a los cristianos para su proclamación a
todas las personas. «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados».
9: IMPUTACIÓN
IMPUTAR. Un término que significa atribuir algo a otra persona, o acreditar
algo a la cuenta de otro. Esto a veces se lleva a cabo en una manera judicial,
de tal manera que la cosa imputada llega a ser la base para recompensa o
castigo.
En algunas versiones los términos heb. Y gr. también se traducen
por tenido en cuenta, ser considerado, imputar, atribuir, tomar en cuenta, ser
contado por, etc. El imputar es algo que se menciona por toda la Biblia
(Levítico 7:18; 17:4; 2 Samuel 19:19; Salmo 32:2; Romanos 4:3-25; 5:13;
2Corintios 5:19; Gálatas 3:6; Santiago 2:23), subrayando las doctrinas del
pecado original, la expiación y la justificación.
El pecado de Adán no sólo afectó sino también se imputó a su
posteridad (Romanos 5:12-21). Por el pecado de Adán entraron al mundo la muerte
y el pecado, y fueron pasados a todos los hombres. En Adán todos los hombres fueron
condenados y hechos pecadores. Cristo llevó nuestros pecados y murió en nuestro
lugar (Isaías 53; 2Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24). Esta es una verdad básica
para la doctrina de la expiación.
La justificación (Romanos 3:24; 5:15; Gálatas 5:4; Tito 3:7) incluye
el hecho de que los méritos del sufrimiento y la obediencia de Cristo son imputados
al pecador, y de ahí en adelante éste es considerado justo ante los ojos de
Dios.
La
imputación tiene un importante puesto en el plan divino de salvación.
«Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado» (Sal.32:2; Ro.
4:8).
El
pecado del que cree en Jesús no le es imputado. Cristo ha hecho la expiación;
el creyente puede tener que ser disciplinado debido a ellos (1 Co. 11:31, 32;
He. 12:7), pero no hay imputación. Al contrario, entra en la bendición del hombre
al que Dios imputa, o cuenta, justicia sin obras.
Abraham
creyó a Dios, y le fue contado (mismo término) como justicia; y esto es verdad de
todos los creyentes sin distinción (Ro. 4:3, 4).Por ello, no sólo se trata de
que los pecados del creyente no le sean imputados, sino que es contado como
justo. En 2 Co. 5:19 se da el aspecto de gracia por el cual Cristo vino a la
tierra.
Dios
estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, no imputando a los hombres sus
ofensas; sin embargo, el mundo lo rechazó y sigue rechazando. En Ro. 5:13,
«donde no hay ley, no se inculpa de pecado», trata del gobierno de Dios. Los
que pecan sin ley, sin la ley perecerán (cfr. Ro. 2:12). El pecado no deja de
serlo ante Dios. Sin embargo, los que no tienen la ley no son llamados a dar
cuenta de sus actos ahora en el gobierno de Dios sobre la tierra (. Hch.
17:30).
10. LA GLORIFICACIÓN
Recuerdo
un momento crucial antes de un partido final por un campeonato de baloncesto en
la escuela secundaria, cuando nos abrazamos con mis compañeros de equipo para
escuchar las instrucciones de último minuto de nuestro entrenador. Nuestro entrenador,
tratando de inspirarnos hacia la victoria, nos dijo:
"Muchachos,
hemos trabajado mucho para este momento. Ahora salid y ¡cubríos de
gloria!" Lo hicimos. Ganamos el campeonato que tanto habíamos ansiado y
nos cubrimos de gloria. Pero este tipo de gloria es pasajera. La búsqueda de
este tipo de gloria comienza otra vez con la iniciación de cada nueva temporada
o cada nuevo campeonato.
Hay
una gloria mayor, una gloria permanente y que nos satisface mucho más, que les
espera a todos los santos al final de su peregrinación espiritual. En la Biblia
se la conoce como la "glorificación". La glorificación es el término
utilizado por Pablo en su "cadena de oro" de la redención:
Porque
a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. Ya los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a
éstos también justificó; ya los que justificó, a éstos también glorificó
(Romanos 8:29-30).
La
doctrina de la glorificación se refiere al momento cuando, en la segunda venida
de Cristo, los verdaderos creyentes, tanto los vivos como los muertos, tendrán
la redención completa y final de sus cuerpos y alcanzarán su estado final.
La
salvación de los escogidos se completará. "Porque es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de
inmortalidad" (l Corintios 15:53). Al final,
la muerte, el último enemigo, será sorbida en victoria. El proceso de la
santificación habrá llegado a la meta.
La
glorificación, entonces, es la gran esperanza del creyente para el futuro. Dios
hará que todo esté bien y lo mantendrá de ese modo por toda la eternidad. Pero
la glorificación también es un consuelo en el presente. En este mundo caído
donde sufrimos el pecado tanto dentro como fuera de nosotros, es un consuelo
saber que Dios está ahora mismo trabajando para purificar a sus santos y
preparándolos para su gloria futura. El creyente en cierto sentido ya ha sido
glorificado, sellado para la eternidad, para siempre un hijo de Dios.
1.
La glorificación constituye el punto final de nuestra salvación.
2.
La glorificación completará nuestra santificación.
3.
La promesa de la glorificación futura nos da consuelo e inspiración para el
presente.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan
17:13-23 Romanos 8:29-30 1 Corintios 15:50-54 2 Corintios 3:18.
El
pasaje primario del Nuevo Testamento sobre la glorificación o resurrección del
cuerpo es 1 Corintios 15: 12-58. Pablo dice: «También en Cristo todos volverán a
vivir, pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen» (vv. 22-23).' Pablo considera la
naturaleza del cuerpo de resurrección con algún detalle en los versículos
35-50, que examinaremos en la sección C más abajo. Luego concluye el pasaje
diciendo que no todos los creyentes morirán, sino que cuando Cristo vuelva sus
cuerpos serán cambiados instantáneamente en nuevos cuerpos de resurrección que
nunca envejecerán, ni se debilitarán, ni pueden morir:
Fíjense
bien en el misterio que les vaya revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un
instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y
los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados (1 Co. 15:51-52).
Pablo
explica más en 1 Tesalonicenses que las almas de los que han muerto e ido a
estar con Cristo volverán y serán reunidas con sus cuerpos en ese día, porque Cristo
las traerá consigo: « ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó?
Así también Dios resucitará con Jesús
a los que han muerto en unión con él» (1 Ts 4:4). Pero aquí Pablo afirma
no sólo que Dios traerá con Cristo a los que han muerto; también afirma que «los muertos en Cristo resucitarán primero» (1
Ts 4:16).
Así
que estos creyentes que han muerto con Cristo también son resucitados para
encontrarse con Cristo (Pablo dice en el v. 17: «seremos arrebatados junto con
ellos en las nubes para encontramos con el Señor en el aire»). Esto sólo tiene
sentido si son las almas de los
creyentes que han ido a estar en la presencia de Cristo que vuelven con él, y son
sus cuerpos los que son
resucitados de los muertos para unirse con sus almas, y entonces ascienden para
estar con Cristo.
Además
de estos pasajes en 1 Corintios 15 Y 1 Tesalonicenses 4, varios otros pasajes del
Nuevo Testamento afirman la realidad de la doctrina de la glorificación. Jesús
dice: «viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz,
y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal
resucitarán para ser juzgados» Gn 5:28-29).
Jesús
también dice: «y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada
de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día final. Porque la voluntad de mi Padre es
que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final» Gn 6:39-40; cf. vv. 44,
54).
Pablo
dice: «el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por
medio de su Espíritu, que vive en ustedes» (Ro 8:11; 2 Ca 5:1-7). Él se da
cuenta de que los creyentes deben vivir con anhelante expectación del retomo de Cristo y del cambio en
nuestros cuerpos para ser como el propio
cuerpo perfecto de Jesús. Dice: «En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos
recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo
glorioso, mediante el poder con
que somete a sí mismo todas las cosas» (Flp 3:20-21).
Varios
pasajes indican que Pablo esperaba una considerable medida de continuidad entre
nuestros presentes cuerpos terrenales y nuestros cuerpos futuros de resurrección.
Pablo dijo: «El mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida
a sus cuerpos mortales por
medio de su Espíritu, que vive en ustedes» (Ro 8: 11). Dijo que Jesús
«transformará nuestro cuerpo miserable
para que sea como su cuerpo glorioso» (Flp 3:21).
Y
cuando Pablo habló de la naturaleza del cuerpo de resurrección dio un ejemplo
de una semilla que se siembra en el suelo: «No plantas el cuerpo que luego ha
de nacer sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano. Pero
Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le da un cuerpo
propio» (1 Co. 15:37-38). En este ejemplo, él echa mano del conocimiento humano
común de que hay diferencias entre lo que se siembra y lo que brota (vv.
42:44), pero también hay continuidad; así como una semilla crece para ser una planta
más grande, reteniendo la materia que había en ella pero tomando en sí misma otros
materiales de la tierra por igual, así nosotros tendremos continuidad y
diferencias también.
En
esta analogía podemos decir que lo que
sea que quede en la tumba de
nuestros cuerpos físicos Dios lo tomará y transformará y usará para
hacer un nuevo cuerpo de resurrección. Pero los detalles de cómo esto sucederá
siguen siendo oscuros para nosotros, puesto que la Biblia no los especifica;
debemos afirmar esto porque la Biblia lo enseña, aunque no podamos explicar
completamente cómo sucederá.
11. PROPICIACIACIÓN
(gr.
«hilasmos», del verbo «ser propicio»). La propiciación denota, en las
Escrituras, aquel aspecto de la muerte de Cristo en el que vindicó el carácter
santo y recto de Dios, y en virtud del cual Él puede ser propicio, o
misericordioso, a todo el mundo (1 Jn. 2:2; 4:10).
En
He. 2:17 se usa una palabra relacionada (el verbo), «expiar los pecados del
pueblo», en la versión Reina-Valera, revisión antigua y 1960, o «hacer
propiciación» (Rev. 77; V. M.; cfr. «Nuevo Testamento interlineal
griego-español» de F Lacueva, loc. cit.).En Ro. 3:25 el término no debería ser «propiciación»,
sino «propiciatorio», tal y como se traduce correctamente en He. 9:5. .
PROPICIACIÓN: Satisfacción
de la →
JUSTICIA de Dios mediante un Dios es santo y su reacción vindicadora (Sal7.11; → IRA DE DIOS ) solo se aplaca al quitar
el pecado que la causó.
En
el Nuevo Testamento, la muerte expiatoria de Cristo es la promesa por
excelencia (Ro3.25). Hizo posible que Dios fuera propicio hacia los creyentes y
el mundo entero (1 Jn 2.2; cf. Heb 8.12). La promesa destaca la gravedad del
pecado, lo grande de la obra redentora de Cristo y la invitación al pecador de
apropiarse esa obra perfecta
VEREMOS EXPICIACIÓN PARA ENTENDER
MEJOR LO QUE ES PROPICIACIÓN
12.
EXPIACIÓN.
Incluye la idea de reparación, de lograr una reconciliación que produce
armonía entre los que han estado separados, enemistados. En el AT, expiación se
expresa mayormente por el verbo kaphar, cuya
raíz significa cubrir.
El sustantivo relacionado con este verbo, kopher, se usa principalmente en casos de rescate que cubre la ofensa, no
de barrerlo fuera de la vista sino hacer un pago equivalente para que la ofensa
sea realmente y exactamente pagada (p. ej. Éxodo 30:12 rescate; Números 35:31; Salmo
49:7; Isaías 43:3). Originándose de este uso del sustantivo, una sección entera
del verbo (en heb. las formas piel y pual, kipper y kuppar) llegó a reservarse para
expresar sólo la idea de quitar la ofensa por medio de un pago equivalente y de
esta manera acercando al que cometió la ofensa con el ofendido. Los únicos usos
seculares de esta palabra (en Génesis 32:20; Levítico 5:16; 16:30, 33; 17:11)
muestran también que los medios de expiación, el precio real pagado como
equivalente del pecado cometido, era la sangre sacrificial, la vida entregada
en la muerte.
En el ritual del día de la Expiación (Levítico 16:15-17, 20-22) el
Señor quería que su pueblo supiera la significación de lo que había sucedido en
secreto cuando el sumo sacerdote rociaba la sangre sobre la cubierta de expiación
(heb., kapporeth). Por lo tanto decretó la ceremonia del macho cabrío vivo para
que pudieran ver con sus propios ojos a sus pecados puestos sobre otro y ver
que sus pecados eran quitados para siempre para nunca volver.
En la teología cristiana, la expiación es la doctrina central de
la fe y puede correctamente incluir todo lo que Jesús logró para nosotros en la
cruz. Fue una expiación vicaria (sustituta). En el día de la Expiación el macho
cabrío, que era sustituido, en cierto sentido no era tan valioso como una
persona, aunque nunca hubiera pecado; pero Dios en su gracia sin igual proveyó
un sustituto que era infinitamente mejor que el pecador, absolutamente sin
pecado y santo y más querido por el Padre que toda su creación. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23) y al que no conoció pecado, por nosotros Dios le
hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia
de Dios en él (2Corintios 5:21).
Hay dos hechos contrarios que el ingenio de los teólogos no
hubieran podido reconciliar sin la solución de Dios: Primero, que Dios es santo
y odia el pecado y que según su santa ley el pecado es un crimen capital; y
segundo, que Dios es amor (1 Juan 4:8). Así que el dilema era: ¿Cómo puede Dios
ser justo y al mismo tiempo justificar al pecador? (Romanos 3:26). Juan 3:16
nos dice que tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo. En los eternos
concilios de la Trinidad, Jesús se ofreció a sí mismo para cargar con nuestros
pecados (Apocalipsis 13:8).
Voluntariamente se despojó a sí mismo de las divinas vestiduras de
omnipotencia, omnisciencia y gloria (Fil 2:5-8) a fin de ser auténticamente
humano. Cumplió a la perfección la ley en nuestro lugar (Mateo 5:18) y luego
pagó la pena por nuestros pecados al morir por nosotros en la cruz. La obra
expiatoria de nuestro Señor mira hacia tres direcciones: hacia el pecado (1
Pedro 1:18, 19), hacia nosotros (Romanos 5:6-11) y hacia el Santo Padre (1 Juan
2:1).
La RVA emplea el término expiación mientras la RVR-1960 utiliza la palabra “propiciación” tres veces:
hilasterion (Romanos 3:25; también BA, BJ y VHA [DHH: perdón; RVA:
expiación]); hilasmos (1 Juan 2:2; también BA, BJ y VHA [DHH: sacrificio; RVA: expiación]); hilasmos (4:10; también BA, BJ y VHA [DHH:
sacrificio; RVA: expiación]). La BA la usa una vez más (hilaskomai, Hebreos 2:17 [BJ, RVA, RVR-1960 y VHA: expiar; DHH: obtener el
perdón]. Propiciación y expiación no son sinónimos; tienen significados muy
distintos.
Propiciación es algo que se hace a una persona: Cristo propició a
Dios en el sentido de que apartó la ira de Dios de los pecadores culpables,
soportando esa ira él mismo en la soledad del Calvario.
La expiación es lo que se hace para con delitos o pecados o malas
acciones: Jesús proveyó el medio para limpiarlas o cancelarlas.
13. LA ADOPCIÓN.
La hija de faraón adoptó a Moisés (Éxodo 2:10) y Mardoqueo adoptó
a Ester (Ester 2:7, 15). Hadad el edomita se casó con la hermana de la reina
egipcia y el hijo de ellos, Genubat, fue criado entre los hijos de faraón,
adoptado o no legalmente (1 Reyes 11:20). No se sabe si se practicaba la
adopción en la propia tierra de los hebreos.
Pablo es el único escritor del NT que usa el término; en su caso
es una metáfora derivada del uso helenístico y la ley romana. La situación
legal de un hijo en los comienzos de Roma era poco menos que la de un esclavo,
aunque en la práctica su rigor variaba según el temperamento del padre. Un hijo
era propiedad de su padre quien:
(1) Tenía derecho a las ganancias de su hijo:
(2) Podía transferirlo como propiedad ya sea como una adopción o una
venta auténtica y:
(3) Podía, bajo ciertas circunstancias, darle muerte.
Un hijo adoptivo era considerado como un hijo nacido en la
familia. Ya no podía heredar de su padre natural. Ya no era responsable de sus
antiguas deudas (una falla que eventualmente fue corregida). Para su familia
anterior, estaba muerto. Con el correr del tiempo, se fueron incluyendo
modificaciones al rigor con que se trataba a hijos en la ley romana y, sin
duda, Pablo lo consideraba desde un punto de vista helenístico más liberal.
En Gálatas 4:1-3 Pablo enuncia correctamente la ley romana en
cuanto a los hijos. Dios envió a su Hijo a nacer como un ser humano bajo la ley
para redimir a los esclavos del pecado y darles todos los derechos de hijos (Gálatas
4:4, 5). Ser adoptados nos llevó de la esclavitud a ser hijos y herederos (<Gálatas 4:7).
La adopción es más que una cuestión de posición o estado; cuando
Dios nos adoptó, puso su Espíritu en nosotros y fuimos sujetos a su control (Romanos
8:1-15). Esto incluye castigo (Hebreos 12:5-11) tanto como herencia (Romanos
8:16-18). Romanos 8:23 habla de nuestra adopción como algo futuro, en el
sentido de que los efectos completos serán consumados en ocasión de la
redención de nuestros cuerpos, la liberación de todas las restricciones que la
limitación de un cuerpo mortal impone.
En
Romanos 9:4 Pablo comienza con una enumeración de los privilegios de los
israelitas con su adopción. Israel como hijo (Éxodo 4:22; Deuteronomio 14:1;
Oseas 11:1) no era resultado de la relación natural por creación (Hechos
17:28), sino una peculiar por un pacto de promesa, una relación espiritual por
fe, bajo la gracia soberana de Dios. Pablo expresa la acción de Dios que
resultó en que nos adoptara y enumera sus efectos (Efesios 1:4-12).
Esta
acción empezó con la elección de Dios: Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, usando
la predestinación como el modo (nos predestinó); a Cristo como agente (por Jesucristo); y
él mismo es el padre que adopta para sí mismo. El acto soberano de Dios es recalcado
en la frase final del v. 5: según el beneplácito de su voluntad. Que
dicha adopción no es una mera cuestión de posición resulta claro al ver la declaración
del propósito de la elección: nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Efesios
1:4).
La
adopción, en el sentido moderno que tiene esta palabra hoy día, o sea la
incorporación en el seno de
la familia, como hijo, de una persona ajena a ella, no se conoció entre los
israelitas. En el resto del Medio Oriente se practicó ya desde la
Antigüedad, teniendo por objeto proporcionar, a los maridos
cuyas mujeres fueran estériles, hijos que los ayudasen en su trabajo y en su
ancianidad.
En
los archivos de Nuzi se conservan actas que nos relatan las adopciones llevadas
a cabo por distintos señores. La adopción se expresaba por un rito común que se
practicaba también en otros pueblos. El hijo se ponía encima o en las rodillas
de la persona que lo adoptaba. La ceremonia se efectuaba para adoptara los
hijos de una esclava (Gn. 30:3-8), y en el caso del abuelo con sus nietos (Gn.
48:5-12; 50:23; Rt. 4:16-17). El padre que carecía de hijo varón podía casar a
su hija con un esclavo y considerar el hijo nacido del matrimonio como hijo
propio (1 Cr. 2:35).
Los
efectos de tal adopción (adopciones en sentido limitado, puesto que ocurrían
dentro de la misma) eran limitados en cuanto a los derechos hereditarios. En el
Derecho Romano la adopción era una especie de compra que se llevaba a cabo en presencia
de testigos. San Pablo parece aludir a ella al escribir a los gálatas (Gá.
4:5).
En
nuestros días, la adopción no es cosa rara entre los judíos ni en Oriente,
donde se hace ante una autoridad con fórmulas legales. En el Nuevo Testamento
la adopción denota un acto de libre gracia de Dios, por el cual, justificándonos
por la fe, somos recibidos en la familia de Dios y constituidos herederos del patrimonio
celestial. En Cristo Jesús, y mediante sus méritos expiatorios, los creyentes
reciben la adopción «de hijos» (Gá. 4:4-5).
Algunos
de los privilegios de este estado de adopción son el amor y cuidado de nuestro
Padre celestial; la semejanza a su imagen, una confianza similar en Sí; el
libre acceso a Sí en todo tiempo; el testimonio del Espíritu Santo, por el cual
exclamamos: «¡Abba, Padre!», y el mismo Espíritu Santo, que es las arras que
Dios nos da de su adopción en Cristo Jesús; y un titulo a nuestro hogar
celestial (Ro.8:14-17; 9:4; Ef. 1:4-5).Que los creyentes son hijos adoptivos de
Dios, se repite muchas veces en el Nuevo Testamento; Jesús no sólo enseña a los
suyos a llamar a Dios «Padre nuestro» (Mt. 6:9), sino que da el título de«hijos
de Dios» a los pacíficos (Mt. 5:9), a los caritativos (Lc. 6:35) y a los justos
resucitados(Lc. 20:36).
El
fundamento de este título está en todo el Antiguo Testamento y se precisa en la
teología de San Pablo. La adopción filial era ya uno de los privilegios de
Israel (Ro. 9:4), pero ahora los cristianos son hijos de Dios en un sentido
mucho más fuerte, por la fe en Jesucristo (Gá. 3:26; Ef.1:5).
Esta
doctrina está también en los escritos de San Juan: «Hay que renacer, dice Jesús
a Nicodemo (Jn. 3:3-5), del agua y del Espíritu.» En efecto, a los que creen en
Cristo les da Dios el poder ser hechos hijos de Dios (Jn. 1:12). Esta vida de
hijos de Dios es para nosotros una realidad actual, aun cuando el mundo lo
ignore (1 Jn. 3:1).
Vendrá
un día cuando se manifestará abiertamente, y entonces seremos semejantes a Dios,
porque lo veremos como Él es (1 Jn. 3:2).No se trata, pues, únicamente de un
título que muestra el amor de Dios a sus criaturas: El hombre participa de la
naturaleza de aquel que lo ha adoptado como hijo suyo (2 P. 2:4). Los hijos de
Dios participan de la misma naturaleza de Dios, y la gracia viene directamente
de la naturaleza divina.
ADOPCIÓN:
Acto por el que una persona recibe como hijo a uno que no lo
es, y le confiere todos los derechos y obligaciones de esa posición.
Aunque
la adopción se conocía en tiempos antiguos (por ejemplo, en los archivos de → NUZI), los judíos no la practicaban
directamente. Por lo general, los casos en el Antiguo Testamento que se
asemejan a la adopción formal sucedieron en países extranjeros y los adoptados
de un israelita solían ser parientes cercanos (Gn 48.5; Éx 2.10; 1 R 11.20 ;
Est 2.7 ).
En
el Nuevo Testamento solo Pablo usa la palabra y da en cada una de las cinco referencias
un sentido teológico. En el derecho romano, el término adoptio se
usaba cuando un hombre tomaba como suyo al hijo de otro, en un acto que incluía
una venta simbólica delante de testigos. Quizás Pablo se refiera a esta
costumbre en Gal 4.5 , 6 .
La
doctrina neotestamentaria de la adopción se presenta especialmente en Ro 8.15; Gál.
4.5 y Ef 1.5 . La posición de hijo se pone en contraste con la del esclavo (Ro
8.15 ; Gál. 4.7 ) o la de un menor bajo tutela ( Gal 3.25 , 26 ).
La
adopción es un acto soberano y gratuito de Dios ( Ef 1.5 ), por el que, sin
mérito humano y en base a la redención consumada en la cruz ( Gal 4.5 ), Él da
al creyente en Cristo la posición de hijo suyo ( Gál. 3.26 ).
Usando
adopción en
un sentido algo distinto, Ro 9.4 habla de la relación especial que Dios
estableció con la nación de Israel (Éx 4.22). Romanos 8.23 se refiere a la
futura realización completa o «promulgación pública» de nuestra posición como
hijos (cf. 1 Jn 3.1–3).
Como
adoptado, el creyente tiene confianza en Dios en vez de temor ( Ro 8.15 ). La obra
del Espíritu Santo es concientizarlo en su posición y encaminarlo en ella (Ro
8.14 , 16) hacia una herencia juntamente con Cristo (Ro 8.17). Aunque la
palabra adopción no
aparece en otros pasajes, el concepto se encuentra a través del Nuevo
Testamento, sobre todo en los escritos de Juan (p. ej., Jn 1.12).
14. LA CONSERVACIÓN DIVINA
Es aquella
obra continua de Dios por la cual sostiene todo lo que existe. Aunque el mundo
tiene una existencia diferente del ser divino y no es parte de Dios, a pesar de
todo la base de esta existencia continua del mundo es Dios mismo. Permanece así
porque Dios manifiesta continuamente su poder, por el cual todas las cosas
retienen su ser y su actividad. Encontramos tal doctrina en los pasajes
siguientes: Salmo 136:25; 145:5; Nehemías 9: 6; Hechos 17:28; Colosenses 1:17;
Hebreos 1:3.
LA CONCURRENCIA DIVINA
Es
aquella obra divina por la cual Dios coopera con todas sus criaturas y hace que
obren precisamente tal como obran. Ello implica que hay causas secundarias en
el mundo como los poderes de la naturaleza y la voluntad humana, pero afirma
que los tales no actúan independientemente de Dios. Dios obra en cada acto de
sus criaturas, no solamente en sus actos buenos sino también en los malos. Dios
los estimula para la acción, acompaña tal acción en todo momento y hace que tal
acción sea eficaz.
De todos
modos no debemos suponer que Dios y hombre sean causas iguales; Dios es la causa
primaria y el hombre la causa secundaria. Tampoco debemos concebir tal cooperación
como si cada agente hiciera una parte de la misma. Toda obra es enteramente un
acto de Dios y un acto del hombre en su totalidad. Además, deberíamos tener
presente que esta cooperación no hace a Dios responsable de los actos malos del
hombre. Encontramos las bases de tal doctrina en las Escrituras, Deuteronomio
8:18; Salmo 104:20, 21, 30; Amos 3:6; Mateo 5:45; 10:29; Hechos 14:17;
Filipenses 2:13.
EL GOBIERNO DIVINO
Es
la actividad continua de Dios por la cual gobierna todas las cosas de modo que sirvan
para el objeto por el cual fueron creadas. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento
nos presentan a Dios como Rey del universo. Dios adapta su gobierno a la
naturaleza de las criaturas que El rige. Así su gobierno físico difiere de su
gobierno del mundo espiritual. El gobierno divino es universal, Salmo 103: 19;
Daniel 4:34-35, e incluye los seres más insignificantes, Mateo 10:29:31, y aun
aquello que parece accidental, Proverbios 16:33. Asimismo tiene que ver con las
obras buenas y malas del hombre, Filipenses 2:13: Génesis 50:20 y Hechos 14:16.
15. LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS
La
mayoría de nosotros conocemos a personas que han hecho una profesión de fe en
Cristo y que hasta posiblemente han realizado un potente despliegue de fe,
involucrándose activamente en la vida y el ministerio de la iglesia, para luego
repudiar esa fe y abandonarla. Este tipo de experiencia siempre hace que surja
la pregunta: ¿Acaso puede una persona que experimentó la salvación perderla?
¿Constituye la apostasía un peligro claro y actual para el creyente?
La
Iglesia Romana Católica nos enseña que las personas pueden y de hecho pierden
la salvación. Si una persona comete un pecado mortal, dicho pecado mata la
gracia de la justificación que habita en su alma. Si muere antes de ser
restaurada a un estado de gracia por medio del sacramento de la penitencia, irá
al infierno.
Existen
muchos protestantes que también creen que es posible perder la salvación. Las
advertencias del capítulo 6 de Hebreos y la preocupación de Pablo con respecto
a ser "eliminados" (1ª Corintios 9:27), así como los ejemplos del Rey
Saúl y de otros, han conducido a muchas personas a concluir que las personas pueden
caer completa e irreparablemente de la gracia.
Por
otro lado, la teología de la Reforma enseña la doctrina de la perseverancia de
los santos. Esta doctrina también es conocida como "la de la seguridad
eterna". En esencia esta doctrina enseña que si uno tiene la fe salvífica
nunca la podrá perder, y si se pierde es que nunca se tuvo. Como escribe Juan:
"Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido
de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros (1 Juan 2: 19).
Sabemos
que es posible para algunas personas enamorarse de determinados elementos del
cristianismo sin aceptar a Cristo mismo. Es posible que un joven se sienta
atraído por la diversión y el estímulo de un grupo juvenil que tiene un
programa interesante.
La
persona puede "convertirse" al programa sin convertirse a Cristo.
Dicha persona puede ser como la ilustrada en la parábola del sembrador:
El
sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto
al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó
sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó
entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y
otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno
(Lucas 8:5-8).
Esta
parábola puede ser que se refiera a quienes en un principio creyeron, pero
luego se apartaron, o puede significar que quienes "creyeron" tenían
una fe falsa o espuria, como sostiene la teología de la Reforma. Solamente la
semilla que cae en la buena tierra puede dar el fruto de la obediencia. Jesús
nos dice que estas personas que escuchan su palabra "son las de corazón bueno
y recto" (Lucas 8: 15). Su fe procede de un corazón verdaderamente regenerado.
La
doctrina de la perseverancia no se basa en nuestra capacidad para perseverar,
ni siquiera si somos regenerados, sino que se apoya en la promesa que Dios ha
hecho de preservarnos. Pablo, escribiendo a los Filipenses, dice: "Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Es por gracia
y únicamente por gracia que los cristianos perseveran. Dios acabará la obra que
comenzó. Se asegurará que los propósitos en la elección no se vean frustrados.
La
cadena de oro de Romanos 8 nos da un testimonio adicional sobre esta esperanza:
"Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos
también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó"
(Romanos 8:30). Y luego continúa para declarar que "ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:39).
Tenemos
esta seguridad porque la salvación es del Señor y somos hechura suya. Él les da
el Espíritu Santo a todos los creyentes como una promesa que ha de completar lo
que comenzó.
También
ha sellado a cada creyente con el Espíritu Santo. Nos ha marcado con una marca
indeleble y nos ha dado su persona como primer depósito, lo que garantiza que
cumplirá con la transacción.
La
base principal de esta confianza la encontramos en la obra de Cristo como Sumo
Sacerdote, que intercede por nosotros. De la misma manera que Jesús oró por la
restauración de Pedro (pero no por la de Judas), así ora por nuestra
restauración cuando tropezamos y caemos. Podemos caer durante un período, pero nunca
caeremos del todo e irreparablemente. Jesús oró en el aposento alto:
"Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese"
(Juan 17:12).
Solo
Judas se perdió, porque era el hijo de perdición desde el principio, y su
profesión de fe había sido espuria. Aquellos que verdaderamente son creyentes no
pueden ser arrebatados de la mano de Dios (Juan 10:27-30).
1.
Muchas personas realizan una profesión de fe en Cristo y luego lo repudian.
2.
La perseverancia de los santos se basa en las promesas de Dios para preservar a los santos.
3.
Dios completará la salvación de los escogidos.
4.
La teología de la Reforma enseña que las personas que se apartan de la fe nunca
fueron realmente creyentes.
5.
Tenemos confianza en nuestra salvación porque hemos sido sellados con el
Espíritu Santo. Dios nos ha dado su palabra en el Espíritu Santo para que
nuestra salvación se complete.
6.
La intercesión de Cristo es
para nuestra preservación.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan
6:35-40Romanos 8:31-39Filipenses 1:6 2 Timoteo 2:14-19Hebreos 9:11-15
16. REMISIÓN, REMITIR
1.
afesis (a[fesi), despido,
liberación (de afiemi, véase B,
Nº 1). Se utiliza del perdón de los pecados, y se traduce «remisión» en RV y
«perdón» en RVR (Mt 26.28; Mc 1.4; Lc 1.77; 3.3; 24.47; Hch 5.31; 13.38; 26.18;
Ef 1.7; Col 1.14; Heb 9.22; 10.18: «remisión» (RV, RVR). Véase , A, y también
LIBERTAD.
2.
apolutrosis (ajpoluvtrwsi),
para lo cual véase bajo REDIMIR, B, Nº 2, se traduce «remisión» en Heb 9.15
(RV, RVR; VM, RVR77: «redención»).
Nota: Para anektos, traducido «más remisión» (Lc
10.12, RV; RVR: «más tolerable»), véase TOLERABLE.
VERBOS
afiemi (ajfivhmi),
despedir, enviar (relacionado con A, Nº 1). Se traduce con el verbo remitir en
Jn 20.23, dos veces: «A quienes remitiéres los pecados, les son remitidos». Las
Escrituras dejan claro que las palabras del Señor no tenían la intención de
otorgar el ejercicio de la absolución, la cual las Escrituras declaran que es
la prerrogativa exclusiva de Dios.
No
hay ningún caso en el NT de tal acción por parte de los apóstoles. Los términos
se deben entender en un sentido «declarativo»; esta afirmación tiene que ver con
los efectos del ministerio de ellos, con su doble efecto de remisión o de
retención. No podían, ni nadie podía después de ellos, perdonar los pecados,
como tampoco fue José quien restauró el copero a su oficio o colgó al panadero
(Gn 41.13), ni como tampoco eran los profetas los que cumplían aquello «que
declaraban que iba a sucederles a ellos mismos (Jer 1.10; Ez 43.3).
Paradidomi (paradivdwmi,),
Se traduce «remitía la causa al que juzga justamente» (1 P 2.23, RV; VM:
«remitía»; RVR, RVR77, LBA: «encomendaba»; Besson: «se entregaba»).
PERDON: (heb., kaphar, nasa’, salach; gr., apoluein, charizesthai, aphesis, paresis). En el NT frecuentemente se usa remisión como equivalente de perdón. Significa dejar de lado el resentimiento o el derecho de compensación por una ofensa. La ofensa puede ser una privación de la propiedad,
los derechos o el honor de una persona; o puede ser una violación de
la ley moral.
Las condiciones normales para el perdón son el arrepentimiento y
la voluntad de hacer reparación o expiación; y el efecto del perdón es la
restauración de ambas partes al estado de relación anterior. El perdón es un
deber y no debe ponerse un límite al mismo (Lucas 17:4). Un espíritu que no
perdona es uno de los pecados más serios (Mateo 18:34, 35; Lucas 15:28-30).
Dios perdona los pecados del hombre por la muerte expiatoria de
Cristo. El perdón de los humanos por Dios está estrechamente relacionado con el
perdón de los semejantes por los hombres (Mateo 5:23, 24; 6:12; Colosenses 1:14;
3:13). Aquellos perdonados por Dios antes de la encarnación fueron perdonados
debido a Cristo, cuya muerte estuvo predestinada desde la eternidad (Hebreos
11:40). La deidad de Cristo incluye el poder de perdonar los pecados (Marcos
2:7; Lucas 5:21; 7:49).
17. SÚPLICA, SUPLICACIÓN, SUPLICAR
1.
deesis (devhsi), véase ORACIÓN,
B, Nº 3. Se traduce «súplica» en Ef 6.18, dos veces; 1 Ti 5.5 (RV:
«suplicaciones»); véase también ROGATIVA.
2.
jiketeria (iJkethriva), forma
femenina del adjetivo jiketerios,
denotando «de un suplicante», utilizándose como nombre, anteriormente una rama
de olivo llevada por un suplicante (jiketes),
luego, más tarde, una súplica, utilizado con el Nº 1 en Heb 5.7: «ofreciendo
ruegos y súplicas». En la LXX, Job 40.22 (versión castellana: 41.3).
Nota: El verbo proskuneo se traduce erróneamente «le
suplicaba» en Mt 18.26 (RVR; RV adoraba»; VM: «rindió homenaje»).
ADORACIÓN (heb., shahah, inclinarse, postrarse; gr., proskyneo, postrarse, reverenciar). El honor, reverencia y homenaje dado a seres o poderes superiores, sean hombres, ángeles o Dios.
Cuando se rinde a Dios, la adoración implica un reconocimiento de
las perfecciones divinas. Puede expresarse en forma de discurso directo, como
en adoración, acción de gracias, o en servicio a Dios; puede ser privada o
pública.
En tiempos patriarcales había la oración privada (p. ej., Génesis
18) y el acto público de edificar un altar (p. ej., Génesis 12:7). Moisés
estableció la base de la adoración pública de Israel y le dio su punto céntrico
en el tabernáculo (p. ej., 1 Samuel 1:1). El ritual del templo, que tuvo su
origen en el tabernáculo, era conducido por los sacerdotes asistidos por los
levitas.
En las sinagogas, el énfasis era más en la instrucción que en la
adoración. Los cristianos judíos, mientras les fue permitido, continuaron
adorando en el templo y la sinagoga, aun cuando para ellos todo el sistema
ceremonial y de sacrificios había terminado con la muerte y resurrección de
Jesús.
La adoración cristiana pública se desarrolló según el modelo de la
sinagoga. Parece ser que desde el principio los creyentes se reunían en hogares
para reuniones fraternales privadas; la ocasión era el día del Señor (Juan
20:19, 26; Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2). El culto público cristiano consistía
en predicación (Hechos 20:7; 1 Corintios 14:9), lectura de las Escrituras (Colosenses
4:16; Santiago 1:22), oración (1 Corintios 14:14-16), canto (Efesios 5:19; <Colosenses 3:16), bautismos y
la cena del Señor (Hechos 2:41; 1 Corintios 11:18-34), ofrenda para
beneficencia (1 Corintios 16:1, 2), y algunas veces profetizar y hablar en
lenguas.
ADORACIÓN Culto
o reverencia que se rinde a Dios por sus obras (Sal 92.1–5 ) y por ser quien es
( Sal 100.1–4 ). Se expresa mediante →
ORACIÓN ( Gn 12.8 ; Neh 9 ), →
SACRIFICIO ( Gn 8.20 ), →
OFRENDA ( Gn 4.3 , 4 ; 1 S 1.3 ; Dt 26.10 ; 1 Cr 16.29 ); → ALABANZA ( 2 Cr 7.3 ; Sal 29.1 , 2 ;
86.9 ; 138.1 , 2 ), →
CANTO ( Sal 66.4 ), ritos ( Éx 12.2, 27 ), meditación ( Sal 63.5 , 6 ), → TEMOR ( Sal 96.9 ), → AYUNO ( Neh 9.1–3 ; Lc 2.37 ), → FIESTA y → ACCIÓN DE GRACIAS ( 2 Cr 30.21 , 22 ),
y sobre todo inclinación ( Sal 95.6 ; 1 Cr 29.20 ) y servicio ( Dt 11.13 ; Jos
22.27 ). Estos dos últimos conceptos se expresan en hebreo y en griego con
palabras que también significan «adoración» (Dt 6.13 ; 10.12 , 13 ; 2 R 5.18 ;
cf. Mt 4.10 ; Ro 12.1 ), de modo que no se distingue entre «servir» y «adorar»
ni entre «inclinarse» y «adorar».
La
adoración externa y cultual debe nacer de una actitud interna (Is 29.13), que a
su vez se expresa en obediencia y una vida dedicada por entero al servicio de
Dios ( 1 S 15.22 , 23 ; Miq 6.6–8 ; cf. Stg 1.27 ). El adorador debe ser bueno
y justo ( Sal 15 ; Am 5.21–26 ) para que su adoración sea aceptada ( Sal
50.7–23 ; Is 1.11–20 ; cf. Mt 5.23 , 24 y Jn 4.23 ), además de sincero ( Sal
51.16–19 ).
En
la adoración, los patriarcas invocaban el nombre de Jehová ( Gn 13.4 ),
celebraban el pacto ( Gn 15.7–21 ) y la sustitución ( Gn 22 ; cf. Lv 17.11 ), y
practicaban los lavamientos y las purificaciones ( Gn 35.2 ; cf. Éx 19.10 ),
todo lo cual precede al culto más formal y complejo que se verá después en el → TABERNÁCULO y el → TEMPLO ( 1 6–8 ; 2 Cr 20–31 ). A pesar
de este desarrollo posterior, no se pierde el aspecto personal de la adoración
( 2 S 17.18–29 ; Sal 23 ; Is 55.6–9 ).
En
el Nuevo Testamento, el culto de la →
SINAGOGA ( Lc 4.16–21 ) se adapta a las necesidades de la → IGLESIA . Incluye alabanzas, salmos,
cánticos ( Ef 5.19 , 20 ), lectura bíblica, enseñanza, exhortación ( Col 3.16 ;
4.16 ; 1 Ti 4.13 ), oración, ayuno, santa cena ( Hch 2.46 ; 13.1–3 ; 1 Co
11.18–34 ), profecía ( 1 Co 14 ), doctrina, mensajes en lenguas e interpretación
( 1 Co 14.26 ).
En
ambos testamentos el pueblo de Dios lo adora públicamente ( Hch 20.7 ), en privado
( Gn 24.26 , 27 ; Dn 6.10 ; Mt 6.5 , 6 ) y en familia ( Gn 35.1–3 ; Hch
16.30–34 ).
Se
prohíbe terminantemente la adoración de seres humanos ( Hch 10.25 , 26 ;
14.11–15 ; cf. Est 3.2 , 5 ), ángeles ( Col 2.18 ; Ap 19.10 ; 22.8 , 9 ) u otra
criatura ( Mt 4.10 ; Dt 6.13 ; Ap 14.9–11 ). La adoración de dioses falsos es
una ofensa que trae las más terribles consecuencias en todo el Antiguo
Testamento ( Éx 20.3–6 ; 32.1–11 , 30 , 35 ; Dt 4.15–18 ; 8.19 ; etc.; cf. Ro
1.25 ). En el Nuevo Testamento la adoración se dirige a Jesucristo ( Mt 14.33 ;
Jn 5.22 , 23 ; Heb 1.6 ; Ap 5.8–14 ), y se destaca que el culto ofrecido a
Jehová en el Antiguo Testamento explícitamente pertenece a Jesús ( Flp 2.10, 11
Is 45.23 ). La adoración a Dios y al Cordero es la esencia misma de la vida celestial
( Ap 4.6–11 ; 15.3 , 4 ; 19.1–8 ).
18.
ORIGEN
anothen (a[nwqen),
de arriba, de lo alto. Se traduce «desde su origen» (Lc 1.3)
Los
siguientes adverbios tienen este significado (se omiten aquí las preposiciones).
1.
ano (a[nw, ) denota arriba, en
un lugar más elevado, Hch. 2.19 (lo opuesto a kato, abajo). Con el artículo significa aquello que está arriba
(Gal 4.26; Flp 3.14, «el supremo llamamiento»); con el artículo plural, las
cosas de arriba (Jn 8.23, lit.: «de las cosas de arriba»; Col 3.1,2). Con eos, tanto como, se traduce «hasta
arriba» en Jn 2.47. Tiene el significado «hacia arriba» en Juan 11.41 y Heb
12.15. Véanse ALTO, BROTAR, SUPREMO.
2.
anoteron (ajnwvteron, 511),
grado comparativo del Nº 1; es el neutro del adjetivo anoteros. Se usa.
(A)
de movimiento a un lugar más elevado, «más arriba» (Lc 14.10);
(B)
de situación en un lugar más elevado, esto es, en la parte anterior de un
pasaje, «diciendo primero» (RVR, VM), «al decir más arriba» (Heb 10.8).
3.
anothen (a[nwqen, 509), de lo
alto, de arriba. Se usa de lugar:
(A)
del velo del templo, con el significado «de arriba» (Mt 27.51; Mc 15.38); de la
vestidura de Cristo (Jn 19.23, lit.: «desde las partes superiores», plural);
(B)
de cosas que provienen del cielo, o de Dios en el cielo (Jn 3.31; 19.11; Stg
1.17; 3.15, 17). Se utiliza también en el sentido de «de nuevo». Véanse ALTO
(DE LO), ARRIBA (DE), (DE) NUEVO, (DESDE SU), ORIGEN, (DESDE EL PRINCIPIO).
(1) (analambano se
traduce como «recibir arriba» en Mc 16.9; Hch 1.2, 22; 1 Ti 3.16 (RVR).
(2)
Anaspao se traduce «llevado
arriba» en Hch 11.10 (RVR). Véase SACAR. (3) anafero (véanse LLEVAR, OFRECER), se traduce como «llevar
arriba» en Lc 24.51 (RVR). (4) Analempsis
se traduce en la RVR como «ser recibido arriba»
1.
lambano (lambavnw), denota bien
tomar o recibir: (I) literalmente: (a) sin un objeto, en contraste a pedir,
p.ej., Mt 7.8: «recibe»; Mc 11.24: «que lo recibiréis» (VM: «que lo recibisteis
ya»; RVR77: «que lo estáis recibiendo»); en el original no hay objeto; lit.
«que habéis recibido»; (b) en contraste a dar, p.ej., Mt 10.8: «recibisteis»;
Hch 20.35: «recibir»; (c) con objetos, sea que se trate de cosas, p.ej., Mc
10.30: «reciba cien veces más»; Lc 18.30: «que no haya de recibir mucho más»
(en los mss. más comúnmente aceptados; en TR se utiliza Nº 4); Jn 13.30:
«Cuando hubo tomado el bocado»; Hch 9.19: «habiendo tomado alimento»; 1 Co
9.25: «recibir una corona corruptible»; o personas, p.ej., Jn 6.21: «le
recibieron»; 13.20: «El que recibe al que yo enviare»; 16.14: «tomará»; 2 Jn
10: «no lo recibáis». En Mc 14.65: «le daban de bofetadas» es, lit. «le
recibieron a bofetadas»; así lo traducen RVR77: «los guardias le recibieron a
bofetadas»; LBA: «los oficiales le recibieron a bofetadas»; por su parte, NVI
traduce coloquialmente: «también los guardias la tomaron con él a bofetadas»;
esto puede calificarse de vulgarismo; (II) metafóricamente, de la Palabra de
Dios (Mt 13.20: «que la recibe con gozo»; Mc 4.16,11: «la reciben con gozo»);
los dichos de Cristo (Jn 12.48: «el que … no recibe mis palabras»); el
testimonio de Cristo (Jn 3.11: «no recibís nuestro testimonio»); un ciento en
esta vida, y vida eterna en el mundo venidero (Mc 10.30); misericordia (Heb
4.16: «alcanzar», RV, RVR, RVR77; Besson: «recibamos»); una persona (prosopon, véase ROSTRO) Lc 20.21: «no
haces acepción de persona»; lit. «no recibes la cara»; Gal 2.6: «Dios no hace
acepción de personas». Se trata de una expresión utilizada en el AT, bien en el
sentido de ser gentil o amable hacia alguien (p.ej., Gn 19.21; 32.20), o, en
sentido negativo, en el sentido de ser imparcial (p.ej., Lv 19.15; Dt 10.17).
Este último es el sentido que tiene en los dos pasajes del NT acabados de
mencionar; véase PERSONAS (DE ACEPCIÓN). En Flp 3.12 se traduce: «No que lo
haya alcanzado» (RVR). Este verbo, sin embargo, no significa «alcanzar»
(contrastar con katantao,
alcanzar, llegar, v. 11; véanse ALCANZAR, LLEGAR, etc.). Moule traduce este
pasaje así: «No que yo haya ya recibido»; VM traduce «No que yo haya recibido»,
esto es, el premio. Nota: Lambano y prosopon están combinados en los nombres prosopolempsia, acepción de personas, y prosopolemptes, uno que hace acepción de personas, así como en
el verbo prosopolempteo, hacer
acepción de personas; véase PERSONAS (ACEPCIÓN DE).
2.
paralambano (paralambavnw,
3880), recibir de otro (para,
procedente del lado), o tomar, tiene el sentido de recibir en Mt 1.20, de las
instrucciones dadas a José con respecto a María; v. 24: «recibió a su mujer»;
Jn 1.11, de la no recepción de Cristo por parte de los suyos: «los suyos no le
recibieron»; 1 Co 11.23, de la recepción por parte de Pablo de la enseñanza del
Señor con respecto al memorial de la Cena: «yo recibí del Señor»; 15.1, de la
recepción del evangelio: «el cual también recibisteis»; v. 3, de la recepción
de doctrina: «lo que asimismo recibí»; Gal 1.9, de la recepción del evangelio:
«Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea
anatema»; v. 12, del hecho de que Pablo no recibió de hombre alguno el
evangelio que predicaba; Flp 4.9, de actuar conforme a las enseñanzas del
apóstol: «Lo que … recibisteis … esto haced»; Col 2.6, de los creyentes
habiendo recibido al Señor Jesucristo, siendo por ello mismo exhortados a andar
«en Él»; 4.17: «recibiste», de un ministerio; 1 Ts 2.13: «cuando recibisteis»,
de la Palabra de Dios; 2 Ts 3.6: «recibisteis», de la enseñanza recibida de
Pablo, Silvano y Timoteo por los tesalonicenses; Heb 12.28: «recibiendo», de la
recepción de un reino inconmovible, en una exhortación a la consiguiente
gratitud y consagración a Dios por parte del creyente. Véase TOMAR, y también
APRENDER, Nº 3, LLEVAR, Nº 26.
3.
analambano (ajnalambavnw),
tomar arriba (ana), tomar para
uno mismo, recibir. Se traduce con el verbo recibir en Mc 16.19; Hch 1.2,22; 1
Ti 3.16: «fue recibido arriba». Véase TOMAR, y también ARRIBA, LLEVAR, Nº 25,
RECOGER.
4.
apolambano (ajpolambavnw, 618),
significa recibir de otro: (a) recibir algo debido a uno (Lc 18.30, TR, en los
mss. más comúnmente aceptados aparece el Nº 1; 23.41; Ro 1.27; Col 3.24; 2 Jn
8); (b) sin la indicación de que lo recibido sea debido (Lc 16.25; Gal 4.5; en
TR, 3 Jn 8, en lugar del Nº 7, que se halla en los mss. más comúnmente
aceptados); (c) recibir de vuelta (Lc 6.34, dos veces; 15.27). Para su otro
significado, tomar aparte (Mc 7.31), véase TOMAR; véase también APARTE, Nota.
5.
proslambano (proslambavnw,),
denota tomar para uno mismo (pros,
a) o recibir, y se utiliza siempre en la voz media, significando un interés
especial de parte de aquel que recibe, con la sugerencia de una bienvenida (Hch
28.2: «Nos recibieron a todos»; Ro 14.1: «Recibid al débil en la fe»; v. 3:
«porque Dios le ha recibido»; 15.7: «recibíos los unos a los otros, como
también Cristo nos recibió», dos veces; Flp 12, TR: «recíbele», en los mss. más
comúnmente aceptados se omite; v. 17: «recíbele como a mí mismo»).
6.
metalambano (metalambavnw),
tener o conseguir una parte de, participar en (meta, con). Se traduce «recibe», de una bendición de Dios (Heb
6.7); en RV: «recibir los frutos» (2 Ti 2.6; RVR: «participar de los frutos»;
Heb 12.10: «para que recibamos su santificación» (RVR: «para que participemos
de su santidad.
7.
jupolambano (uJpolambavnw,),
tomar o llevar sobre (jupo,
debajo), recibir. Se traduce: «le recibió», de una nube en la ascensión; en 3
Jn 8, donde aparece en los mss. más comúnmente aceptados: «acoger» (RV:
«recibir»), en lugar del Nº 4, que aparece en TR, etc.; véanse PENSAR,
RESPONDER, SUPONER.
8.
decomai (devcomai,), recibir
mediante una recepción deliberada y bien dispuesta de aquello que es ofrecido.
Se utiliza de: (a) tomar con la mano, asir, recoger, apoderarse de, p.ej., Lc
2.28: «le tomó»; 16.6 y 7: «toma tu cuenta»; 22.17: «habiendo tomado la copa»;
Ef 6.17: «tomad el yelmo»; (b) recibir, dicho de un lugar recibiendo a una
persona, de Cristo en los cielos (Hch 3.21); o de personas al acoger a alguien
como visitante (p.ej., Jn 4.45; 2 Co 7.15; Gal 4.14; Col 4.10); ofreciendo
hospitalidad, etc. (p.ej., Mt 10.14,40, cuatro veces, 41, dos veces; 18.5; Mc
6.11; 9.37; Lc 9.5,48,53; 10.8,10; 16.4); Lc 19.9, de recepción «en las moradas
eternas» [lit. «en los tabernáculos (gr. skene)
eternos»; véase TABERNÁCULO], dicho de los seguidores de Cristo que han
utilizado «las riquezas injustas» (RV: «de maldad»; VM: «de injusticia») para
dar ayuda a («ganad amigos») otros; de la acción de Rahab al acoger o recibir a
los espías (Heb 11.31); de la acción del Señor al recibir el espíritu de un
creyente que fallece (Hch 7.59); de recibir un don (2 Co 8.4 (TR; RVR sigue los
mss. más comúnmente aceptados, que lo omiten); de la favorable recepción del
testimonio y enseñanza, etc. (Lc 8.13; Hch 8.14; 11.1; 17.11; 1 Co 2.14: «no
percibe», RV, RVR; RVR77: «no capta»; VM: «no recibe»; 2 Co 8.17; 1 Ts 1.6);
también en 1 Ts. 2.13, donde paralambano
(véase Nº 2) se utiliza en la 1ª parte: «recibisteis», y decomai en la 2ª parte: «recibisteis»
(VM diferencia entre ambos, traduciendo «recibisteis» y «aceptasteis»,
respectivamente). El primer verbo se refiere al oído; el segundo, añadiendo la
idea de apropiación, al corazón. También aparece en Stg 1.21. En 2 Ts 2.10:
«recibieron», del amor de la verdad», frase que significa «amor por la verdad»;
cf. Mt 11.14: «si queréis recibirlo», construcción elíptica frecuente en los
escritos griegos. También de recibir, en el sentido de soportar, aguantar (2 Co
11.16: «recibidme como a loco»; de recibir en el sentido de obtener (Hch 22.5;
28.21); de venir a ser participante de beneficios (Mc 10.15; Lc 18.17; Hch
7.38; 2 Co 6.1; 11.4; Flp 4.18).
Nota: Existe una cierta
distinción entre lambano y decomai (más pronunciada en la
utilización temprana, clásica), en el sentido de que en muchos casos lambano denota un acto de tomar que
surge del sujeto, en tanto que decomai
indica más frecuentemente «una recepción bien dispuesta o que se apropia
de lo dado» (Grimm-Thayer).
9.
anadecomai (ajnadevcomai, 324),
recibir con buena disposición, de buena gana. Se utiliza en Hch 28.7, de la
recepción dispensada por Publio al grupo de náufragos en Malta; en Heb 11.17,
de la recepción de las promesas de Dios por parte de Abraham: «que había
recibido gozosamente» (VM, considerándose ana, arriba, como intensivo; este matiz no se refleja en RV,
RVR, RVR77, Besson, LBA, NVI). Moulton y Milligan señalan la frecuencia de este
verbo en los papiros en el sentido legal de asumir la responsabilidad de algo,
hacerse garante de, asumir, y dicen: «La predominancia de este significado
sugiere su aplicación en Heb 11.17. La afirmación de que Abraham había
«asumido», «asumido la responsabilidad de», las promesas, quizá no sea ajeno a
lo que se expresa». La responsabilidad sería ciertamente la de su fe en la
recepción de las promesas. En griego clásico tenía el significado de recibir, y
es algo difícil dar otro sentido cualquiera a las circunstancias, quizás con la
excepción de que la fe de Abraham asumió el ejercicio de la certidumbre del
cumplimiento de las promesas.
10.
apodecomai (ajpodevcomai),
compuesto de apo, de, desde,
intensivo, y Nº 8, expresa decomai con
mayor intensidad, y significa recibir cordialmente, dar la bienvenida, recibir
sin reservas de ningún tipo. Se utiliza: (a) en su sentido literal (Lc 8.40:
«le recibió … con gozo», RVR; 9.11: «recibió», en los textos más comúnmente
admitidos; en TR aparece el Nº 8; Hch 18.27: «le recibiesen»; 21.17: «nos
recibieron»; 28.30: «recibía»); (b) metafóricamente (Hch 2.41: «los que
recibieron»; 24.3: «lo recibimos»), en el sentido de reconocer, utilizándose el
término en un tono de respeto. Véase ACEPTAR, A, Nº 2.
11.
diadecomai (diadevcomai, 1237),
recibir por medio de otro, recibir a su vez (dia, a través, y Nº 8). Aparece en Hch 7.45: «el cual recibido
metieron» (RV; RVR: «recibido a su vez»; VM, «a su turno … cuando entraron»);
el significado aquí es, «habiéndolo recibido después», esto es, como de parte
de Moisés bajo el caudillaje de Josué. En los papiros este término se utiliza
de forma similar de visitar como delegado (véase también Field, Notes on the Translation of the New
Testament, 116).
12.
eisdecomai (ejisdevcomai,),
recibir adentro (eis). Se
utiliza solamente en 2 Co 6.17, donde el verbo no significa aceptar, sino
admitir (en antítesis a «salid», y combinando Is 52.11 con Sof 3.20: «os
recibiré».
13.
epidecomai (ejpidevcomai,
1926), lit. aceptar al lado (epi,
sobre), aceptar (hallado en los papiros, de aceptar las condiciones de un
arriendo). Se utiliza en el sentido de aceptar en 3 Jn 9: «no nos recibe» (RV,
RVR, RVR77, VM, Besson; LBA traduce «no acepta lo que decimos» y da la
siguiente nota al margen: «Lit., «no nos acepta»»; NVI traduce coloquialmente:
«no quiere saber nada de nosotros»); en el v. 10, en el sentido de recibir con
hospitalidad. En ambos versículos se utiliza negativamente, con referencia a
Diótrefes.
14.
paradecomai (paradevcomai,),
recibir o admitir con aprobación (para,
al lado). Se utiliza: (a) de personas (Hch 15.4: «fueron recibidos», en los
mss. Más comúnmente aceptados, en lugar de Nº 10 en TR; Heb 12.6: «recibe por
hijo»); (b) de cosas (Mc 4.20: «la reciben»), dicho de la Palabra de Dios (VM:
«la aceptan»); Hch 16.21: «recibir», negativamente, de costumbres; 22.18:
«recibirán», negativamente, del testimonio de Pablo; 1 Ti 5.9: «no admitas» (RV:
«recibas», con negación), de acusación sin corroborar contra un anciano. En la
LXX, Éx 23.1; Pr 3.12.
15.
prosdecomai (prosdevcomai,),
recibir a uno mismo, recibir favorablemente, y también esperar, aguardar. Se
utiliza de recibir en Lc 15.2: «a los pecadores recibe»; Ro 16.2: «que la
recibáis en el Señor»; Flp 2.29: «Recibidle, pues, en el Señor». Véanse
ABRIGAR, ACEPTAR, ESPERAR, SUFRIR.
16.
jupodecomai (uJpodevcomai,),
denota recibir bajo el propio techo (jupo,
debajo), recibir como huésped, dar hospitalidad (Lc 10.38: «le recibió en su
casa»; 19.6: «le recibió gozoso»; Hch 17.7: «Jasón ha recibido»; Stg 2.25:
«cuando recibió a los mensajeros»).
17.
komizo (komivzw,), denota
sostener, portar, traer (p.ej., Lc 7.37: «trajo un frasco de alabastro»); En la
voz media, portar para uno mismo, de ahí: (a) recibir (Heb 10.36: «obtengáis»,
RV, RVR, RVR77, Besson; VM: «recibáis»; LBA, NVI: «podáis recibir»; 11.13: «sin
haber recibido», RV, RVR, RVR77, Besson; LBA; VM: «no habiendo recibido»; NVI:
«sin haber obtenido», en los textos más comúnmente aceptados; en TR aparece lambano, Nº 1; v. 39: «no
recibieron», RV, RVR, RVR77, VM, LBA; NVI traduce «ninguno de ellos alcanzó el
cumplimiento de las promesas»; Besson: «no alcanzaron»; 1 P 1.9: «obteniendo»,
RV, RVR, RVR77, LBA; VM: «recibiendo»; Besson: «alcanzando»; NVI traduce
«estáis obteniendo»; 5.4: «recibiréis», RV, RVR, RVR77, VM, NVI, LBA; Besson:
«conseguiréis»; en TR se utiliza también en 2 P 2.13, en los textos más
comúnmente aceptados aparece adikeomai:
«sufriendo mal», VM, LBA; RV, RVR, RVR77 y NVI siguen TR: «recibiendo»); (b)
recibir de vuelta, recuperar (Mt 25.27: «hubiera recibido»; Heb 11.19: «le
volvió a recibir»); metafóricamente, de retribución (2 Co 5.10: «para que cada
uno reciba»; Col 3.25: «el que hace injusticia, recibirá»), del creyente ante
el tribunal de Cristo en el más allá, donde recibirá conforme a las injusticias
cometidas en esta vida; Ef 6.8, de recibir, en la misma ocasión: «el bien que
cada uno hiciere», Véanse OBTENER, TRAER.
18.
adikeo (ajdikevw, 91), hacer
mal, injusticia (a, privativo; dike, derecho). Se utiliza en la voz
pasiva en 2 P 2.13 (en los mss. más comúnmente utilizados en lugar de Nº 17 en
TR). Se da un juego de palabras que puede expresarse de la siguiente manera:
«siendo defraudados de la paga del fraude», uso este del verbo que se ilustra
en los papiros.
19.
apeco (ajpevcw, ), denota: (a)
transitivamente, tener plenamente, haber recibido; así se traduce en la RVR77
en Mt 6.2,5,16: «ya están recibiendo» (RV, RVR, VM: «ya tienen»); Lc 6.24:
«habéis recibido» (RVR77; RV: «tenéis»; RVR, VM: «ya tenéis»). En todos estos
casos, el tiempo presente tiene un sentido perfectivo, en consecuencia de la
combinación con el prefijo apo (de,
desde); no que esté en tiempo perfecto, sino que contempla la acción en su
resultado consumado. Así sucede en Flp 4.18, donde tanto la RV como la RVR y la
RVR77 traducen «lo he recibido» (VM traduce «habiendo recibido», manteniendo el
mismo sentido). En Flm 15: «para que le recibieses para siempre» (VM traduce
«para que volvieses a tenerle para siempre»); véase TENER, Nº 2, y la
referencia a las ilustraciones procedentes de los papiros acerca de la
utilización de este verbo en recibos; (b) intransitivamente, estar lejos,
distante, utilizado con porro,
lejos (Mt 15.8; Mc 7.6, traducido «está lejos de mí»; lit. «lejos dista de mí»
Lacueva, Nuevo Testamento Interlineal,
loc. cit.); con makran,
lejos, a distancia (Lc 7.16; 15.20: «no estaban lejos de la casa», lit. «no
distaban lejos»); sin adverbio cualificador (Lc 24.13): «que estaba a» (F. La cueva:
«distaba», Nuevo Testamento
Interlineal, op. cit.).
20.
coreo (cwrevw,), dar espacio,
hacer sitio para (cora, lugar).
Se utiliza metafóricamente de recibir con la mente (Mt 19.11: «son capaces de
recibir»; RV: «reciben»; v. 12: «recibir»; RV: «ser capaz»); en el corazón (2
Co 7.2: «admitidnos», RV, RVR; VM: «¡Recibidnos de corazón!»); F. Lacueva
traduce «Abríos a nosotros» (Nuevo
Testamento Interlineal, loc.
cit.). 21. kerdaino (kerdaivnw,), ganar. Se
traduce «para recibir» en Hch 27.21, de perjuicio y perdida; sin embargo, este
término se utiliza aquí metafóricamente de evitar, de ahorrarse (RV: «evitar»;
Besson: «ahorraros»; NVI: «habríais ahorrado»; LBA: «evitando»); véase GANAR
bajo GANANCIA, B, Nº 1.
Notas:
(1)
Anablepo, mirar arriba, denota
también recobrar recibir la vista, y se traduce «recibieron la vista» en Mt
20.34; «reciba la vista» (Lc 18.41); «Recíbela», lit. tal como traduce VM:
«Recibe la vista»; RV: «ve»; Jn 9.11: «recibí la vista», RV, RVR; v. 15 y 18,
dos veces: «había recibido la vista», RV, RVR; en RV, 1ª mención, se traduce
«hubiese recibido la vista»); Hch 9.17: «recibas la vista» (RV, RVR); v. 18:
«recibió … la vista» (RV, RVR); 22.13: «recibe la vista» (RV, RVR, 1ª mención
(2)
antilambano se traduce: «recibió
a Israel su siervo» en Lc 1.54 (RV; RVR: «Socorrió»); véanse AYUDAR, A, Nº 1,
BENEFICIAR, A, SOCORRER;
(3)
apantao, ir al encuentro, salir
a recibir. Se utiliza en Jn 4.51 (TR), traducido «salieron a recibirle» (RV,
RVR). En los mss. más comúnmente aceptados aparece el verbo jupantao;
(4)
jupantao se utiliza en Jn
12.18: «había venido… a recibirle»; en los mss. Más comúnmente aceptados
aparece en lugar de en Jn 4.51
(5) sunantao, se
traduce «salió. a recibirle» en Hch 10.25; Heb 7.1: «que salió a recibir»;
véanse también ACONTECER, Nº 3, SALIR;
(6)
dero, azotar, dar de bofetadas,
golpear. Se utiliza en la voz pasiva en Lc 12.47: «recibirá muchos azotes»
(RVR); lit. como traduce RV: «será azotado
(7)
didomi, dar, se traduce con el
verbo recibir; «los que recibieron la facultad de juzgar» en Ap 20.4 (RV: «fue
dado.
(8)
para eleeo, en la voz pasiva (2
Co 4.1: «la misericordia que hemos recibido»; RV: «la misericordia que hemos
alcanzado»; 1 T 1.13,16: «fui recibido a misericordia.
(9)
kleronomeo, ser heredero de,
heredar, se traduce «recibirán» de la tierra por heredad (Mt 5.5, RV, RVR; VM:
«heredarán») cf. kleroomai, ser
tomado como una herencia; kleronomia,
herencia; kleros, suerte,
heredad;
(10)
para meteco en 1 Co 9.10,
traducido «recibir» en referencia a fruto» (RV, RVR; VM: «participar»)
(11)
nomotheteo, ordenar por ley,
establecer, promulgar (nomos,
ley: tithemi, poner), se
utiliza en la voz pasiva, y se traduce «recibió el pueblo la ley» (Heb 7.11;
«establecido», en 8.6, RV: «ha sido formado»); véanse ESTABLECER, LEY;
(12)
parakaleo, véase ROGAR, se
traduce «recibirán consolación» (Mt 5.4, RV, RVR; VM: «serán consolados»);
véanse también, CONSOLAR, A, Nº 1, EXHORTAR, etc.;
(13)
prasso, véase HACER, A, Nº 2,
etc., se traduce «lo hubiera recibido» en Lc 19.23 (RVR; RV: «demandara»), con
el significado especial, financiero, de demandar, requerir, una suma debida;
puede ser que el amo, al dirigirse al siervo negligente, utilice el término
«exigir», «requerir», o «demandar» (como en 3.13) como consecuencia del
carácter que le atribuye el siervo.
(14)
crematizo, dar admonición,
instrucción, revelación, de parte de Dios, se traduce «ha recibido
instrucciones de un santo ángel» (Hch 10.22; RV: «ha recibido respuesta»; VM:
«tuvo respuesta»); véase , A, Notas (2),
y también ADVERTIR, AMONESTAR, B, Nº 3, AVISAR, A, Nº 3, LLAMAR, A, Nº 11,
REVELAR;
(15)
patroparadotos, adjetivo,
denota transmitido por los padres de uno, se utiliza en 1 P 1.18: «la cual
recibisteis de vuestros padres» (RV, RVR; VM: «que vuestros padres os
legaron»), de la vana manera de vivir anterior a la fe (de pater, padre, y paradidomi, transmitir);
NOMBRES
1.
lepsis o lempsis (lh`yi), recibimiento
(relacionado con lambano, A, Nº
1). Se utiliza en Flp 4.15: «de … recibir». En la LXX, Pr 15.27,29.
2.
anale)m(psis (ajnavlhmyi",
354), un tomar arriba (ana,
arriba, y Nº 1). Se utiliza en Lc 9.51, con referencia a la ascensión de
Cristo; «había de ser recibido arriba» es, lit. «del recibimiento arriba de
Él». Véanse ARRIBA.
3.
metalempsis (metavlhmyi",
3336), una participación, toma, recibimiento. Se utiliza en 1 Ti 4.3: «para ser
recibidas con acciones de gracias» (VM; RVR: «participasen»); lit. «para la
recepción con acción de gracias».
4.
proslempsis (provslhmyi), (pros, a, hacia, y Nº 1), se utiliza
en Ro 11.15: «recibimiento» (RV, VM; RVR: «admisión»; Besson: «acogida»), de la
final restauración de Israel.
5.
apantesis (ajpavnthsi), véase
ENCONTRAR, B, Nº 2. Se traduce como verbo en la RVR en Mt 25.1: «salieron a
recibir» (Besson: «al encuentro»); v. 6: «salid a recibirle» (Besson: «al
encuentro»); Hch 28.15: «salieron a recibirnos» (Besson: «al encuentro de
nosotros»); 1 Ts 4.17: «para recibir al Señor» (Besson: «al encuentro»).
6.
jupantesis (uJpavnthsi), un ir
al encuentro, precedido por la preposición eis, lit. «a un encuentro». Se traduce en forma verbal, con el
verbo recibir, en Mt 25.1: «salieron a recibir» (Besson: «al encuentro»); en
los mss. más comúnmente aceptados, en lugar de Nº 5, que aparece en TR; Jn
12.13: «salieron a recibirle (Besson: «al encuentro»; VM: «a su encuentro»); en
Mt 8.3 «salió al encuentro» (RV: «a encontrar»), donde también aparece los mss.
más comúnmente aceptados en lugar de Nº 5, que se utiliza en TR.
7.
apodoque (ajpodochv),
relacionado con apodektos (véase
AGRADABLE bajo AGRADAR, B, Nº 4), significa digno de ser recibido con
aprobación, aceptación, y se traduce en forma verbal en RV y RVR, con el verbo
recibir en 1 Ti 11.15; 4.9: «digna de ser recibida; (RVR77: «digna de total
aceptación»). La frase en 1.15 halla en un escrito del siglo I se expresa
agradecimiento por un presente procedente de una princesa.
Habiendo
conocido tan grades doctrinas que nos afirma lo que somos y seremos en la
eternidad solo nos que es estar siempre humillados ante el que lo hizo todo
amén.
19. LA CERTEZA DE LA
SALVACIÓN
¿Puede
alguien saber con plena certeza si es salvo? Que alguien declare que está
seguro de su salvación parece ser un acto de extrema arrogancia. Sin embargo la
Biblia nos llama a hacer de nuestra salvación un asunto de certeza. Pedro nos
ordena: "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra
vocación y elección" (2 Pedro 1:10).
Es
nuestro deber buscar con diligencia la certeza de nuestra salvación. No la
debemos buscar por vana curiosidad para saber cuál es el estado de nuestra
alma, sino para mejorar nuestro crecimiento en la santificación. Los cristianos
que permanecen inseguros sobre el estado de su salvación están sujetos a todo
tipo de preguntas que paralizan su caminar con Cristo. Tropiezan con las dudas
y son vulnerables a los ataques de Satanás. Es por eso que debemos buscar tener
la certeza de nuestra salvación.
Hay
cuatro posiciones posibles con respecto a la certeza de la salvación.
PRIMERA POSICIÓN: Hay personas que no son
salvas y que saben que no son salvas. Estas personas saben de la enemistad
hacia Dios que tienen en su corazón y no quieren tener nada que ver con Cristo
como su Salvador. Son audaces en proclamar que no tienen necesidad de Cristo.
Estas personas son por lo general públicamente hostiles al evangelio.
SEGUNDA POSICIÓN: Hay
personas que son salvas pero que no saben que son salvas. Estas personas están
en realidad en un estado de gracia pero no tienen la seguridad de la salvación.
Es posible que estén luchando con el pecado en sus vidas y que duden de su
propia salvación porque les remuerde la conciencia. En este grupo están quienes
todavía no tienen la certeza de que están entre los escogidos.
TERCERA
POSICIÓN: Hay personas que son salvas
y saben que son salvas. Este es el grupo constituido por los que tienen la
certeza de su elección y llamado. Tienen un entendimiento claro y cierto de qué es lo que la
salvación requiere y han llenado los requisitos. Han creído en el testimonio
del Espíritu Santo cuando Él les
dio testimonio a sus espíritus de que eran los hijos de Dios
(Romanos 8:16).
CUARTA POSICIÓN: Hay personas que no son
salvas pero que creen que son salvas. Estas personas tienen la certeza de la
salvación pero no tienen la salvación. Su certeza es una falsa certeza.
Como
es posible tener una certeza falsa de la salvación, ¿cómo podemos saber si
estamos en la tercera posición o en la cuarta posición? Para responder esta
pregunta debemos analizar con más detalle a este cuarto grupo y preguntarnos
cómo es posible tener un falso sentido de certeza.
La
manera más fácil de tener una falsa certeza de la salvación es tener una falsa
doctrina de la salvación. Por ejemplo, si una persona sostiene un punto de
vista universalista sobre la salvación pueden seguir el siguiente razonamiento:
Todas las personas son salvas.
Yo
soy una persona. Por lo tanto, yo soy salvo.
Como
esta doctrina está en el error, su certeza no tiene ninguna base firme.
Otra
manera en que las personas pueden tener una falsa certeza de su salvación es
creer que pueden alcanzar el cielo si viven una vida de bien. Quienes piensan
que están viviendo una vida suficientemente buena para satisfacer las demandas
de un Dios santo se engañan a sí mismas pensando que están salvas.
¿Pero
qué sucede si una persona tiene una doctrina cierta de la salvación? ¿Acaso
todavía es posible que tenga una certeza falsa? Debemos responder que sí. Una
persona puede creer que tiene la fe salvífica cuando en realidad no la tiene.
La
prueba para la certeza auténtica tiene dos vertientes. Por un lado, debemos
examinar nuestros propios corazones y ver si tenemos una fe verdadera en
Cristo. Debemos ver si tenemos o no un amor genuino hacia el Cristo bíblico.
Porque sabemos que dicho amor sería imposible sin la regeneración.
En
segundo lugar, debemos examinar el fruto de nuestra fe. No necesitamos que el
fruto sea perfecto para tener esta certeza, pero debe haber algún tipo de evidencia
del fruto de la obediencia para que nuestra profesión de fe sea creíble. Si no
hay ningún fruto presente, entonces no hay ninguna fe presente. Donde se
encuentre la fe salvífica, allí también se encontrará el fruto de dicha fe.
Por
último, debemos buscar nuestra certeza en la Palabra de Dios, a través de la
cual el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que somos sus hijos.
RESUMEN
1.
Es nuestro deber buscar diligentemente la certeza de la salvación.
2.
La certeza de la salvación mejorará nuestra santificación.
3.
Hay cuatro grupos o posiciones posibles con respecto a la certeza:
(A)
Quienes no son salvos y saben que no son salvos.
(B)
Quienes son salvos pero no tienen la certeza de que son salvos.
(C)
Quienes son salvos y saben que son salvos.
(D)
Quienes no son salvos pero creen que son salvos.
4.
La falsa certeza se basa principalmente sobre una falsa doctrina de la
salvación.
5.
Para obtener una certeza auténtica debemos analizar nuestros propios corazones
y examinar el fruto de nuestra
fe.
6.
La plena certeza proviene de la Palabra de Dios unida al testimonio del
Espíritu Santo.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo
7:21-23, Juan 3:1-21, Romanos 8:15-17, 2 Corintios 1:12, 1 Juan 2:3-6, 1 Juan
5:13.
DOCTRINAS
DE LA GRACIA
LECCION: 1
LOS CINCOS PUNTOS ESENCIALES DE LA
BIBLIA
Este estudio es continúo a los tres anteriores, es por eso que tenemos
que visualizar los mismos según el tema que estudiemos, esto nos ayudará más a
conocer a Dios y todo su plan con los suyos.
1.- PECADO ORIGINAL. CORRUPCION
TOTAL.
EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA.
Este breve asentamiento de este estudio para poder guiarnos hacia más
profundidad Bíblica. La doctrina de la corrupción total aparece en la confesión
de Westminster de las maneras siguientes; "Por este pecado nuestros
primeros padres cayeron de su rectitud original y perdieron la comunión con
Dios, y por tanto quedaron muertos en el pecado y totalmente corrompidos en
todas las facultades y partes del alma y del cuerpo"
"Siendo ellos el tronco de la raza humana, la culpa de este pecado
le fue imputada, y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se
transmitieron a la posterioridad que desciende de ellos según la generación
ordinaria.
El alcance y los efectos del pecado original San Pablo, Agustín y
Calvino toman como punto de partida el hecho de que toda la humanidad pecó en
Adán y que todos los hombres son "inexcusables" Ro. 2:1. Pablo
recalca una y otra vez que estamos muertos, Efe. 2:12. Podemos notar en este
versículo el énfasis quíntuple que hace el apóstol colocando frase sobre frase
para acentuar dicha verdad.
La doctrina de la corrupción total, que declara que el hombre sean igual
de malos, ni que no exista persona alguna sin alguna virtud, ni que la
naturaleza humana sea mala en sí misma. Lo que significa es que el hombre desde
la caída se encuentra bajo la maldición del pecado, y que es incapaz de amar a
Dios.
El hombre no regenerado puede, debido a la gracia común, amar a sus
familiares, ser buen ciudadano, quizá de donar un millón de pesos para un
hospital, pero no puede dar ni un simple vaso de agua fría a un discípulo en el
nombre de Jesús. Un hombre si fuere borracho, puede que logre abstienes de la
bebida por laguna razón; pero jamás podrá hacerlo por amor a Dios.
Pruebas Bíblicas: I Cor. 2:14, Gen. 2:17, Rom. 5:12, II Cor. 1:9, Efe.
2:1-3; 12, Jer. 13:23, Sal. 51:5, Jn. 3:5 Ro. 3:10-12.
2. EL DECRETO ETERNO DE DIOS.
ELECCIÓN INCONDICIONAL.
EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA.
La doctrina de la elección ha de considerarse sólo como una aplicación
particular de la doctrina general de la predestinación en tanto se relaciona
con la salvación de los pecadores. La confesión de Westminster presenta la
doctrina de la siguiente manera: "Por el decreto de Dios, para la
manifestación de su propia gloria, algunos hombres y ángeles son predestinados
a vida eterna, y otros preordenados están designados particularmente
inalterablemente, y su número están cierto y definido que ni se puede aumentar
ni disminuir".
Es importante entender con claridad esta doctrina de la elección divina,
ya que nuestro concepto de dicha doctrina determinará nuestro concepto de Dios,
del hombre, del mundo, y de la redención. Calvino dice "Jamás nos
convenceremos como debiéramos de que nuestra salvación procede y mana de la
fuente de la misericordia gratuita de Dios, mientras no hayamos comprendido se
elección eterna, pues ella, por comparación, nos ilustra la gracia de Dios.
PRUEBA BÍBLICA.
La primera pregunta que debemos formularnos es, ¿Hallamos esta doctrina
en las Escrituras? Consideremos lo que dice San Pablo en Ef. 4:5. También es
bueno considerar la cadena de oro con sus cinco eslabones; conocidos,
predestinados, llamados, justificados, glorificados. Ro. 8:29.30. Podemos
considerar esta elección bajo diferentes aspectos: (ver cat. menor P. 7 y 8)
A) Una Elección Individual.
Las Escrituras presentan la elección como algo que ocurre en el pasado
sin consideración a méritos personales, y totalmente soberano. Ro. 9:11,12; Jn.
15:16; Ro. 5:6,8; 1Rey. 19:18.
B) Una Elección Nacional.
Dios escoge a algunas naciones para que reciban mayores bendiciones
espirituales y temporales que otras. Esta forma de elección ha sido bien
ilustrada en la nación Judía, en ciertas naciones europeas y de América. A
través del Antiguo Testamento se afirma que los judíos eran un pueblo escogido.
Am. 3:2; Sal. 147:20; Deut. 7:6
C) Una Elección Para Los Medios Externos De Gracias.
Nacer en un hogar cristiano donde se escucha y lee el Evangelio. Nadie
puede escoger el lugar de su nacimiento.
D) Una Elección En Cuanto Las Vocaciones.
Dios nos concede los talentos especiales que nos capacitan para ser
estadista, o médico, o abogado, o agricultor, o músico, ser inteligente, o los
dones de belleza, etc.
La elección también incluye a los ángeles, pues de ellos son partes de
la creación de Dios y están bajo su gobierno. Algunos son Santos, otros
pecaminosos. 1 Tim. 5:21; Mar. 8:38: 2 Ped. 2:4: Mt. 25:41.
3. LA EXPIACIÓN LIMITADA.
La pregunta que tenemos que discutir es, ¿Ofreció Cristo su vida como
sacrificio por toda la humanidad, sin distinción o excepción; o la ofreció
solamente por los elegidos? Los calvinistas sostienen que según la intención y
el plan de Dios, Cristo murió por los elegidos únicamente.
La confesión de Fe Westminster dice concerniente a esta doctrina
"Por tanto, los que son elegidos, habiendo caído en Adán son redimidos por
Cristo, y en debido tiempo eficazmente llamados a la fe en Cristo por el
Espíritu Santo; son justificados, adoptados, santificados, y guardados por su
poder, por medio de la fe, para salvación. Nadie más será redimido por Cristo
eficazmente llamado, justificado, adoptado, santificado y salvado, sino
solamente los elegidos. (Cap. 3 secc. 6) cat. m. P, 16.
Esta doctrina no significa que se puede limitar el valor o el poder de
la expiación que Cristo hizo. El valor de la expiación depende de y es medio
por la dignidad de la persona que la hizo Jesucristo el Hijo de Dios. Es
importante hacer esta declaración: El calvinista limita la expiación al decir
que ésta no es aplicada a todas las personas, el Arminiano la limita al decir
que solamente el que cree es salvo.
Las escrituras afirman que Cristo fue un rescate por sus elegidos.
Cristo también enseñó que los elegidos y los redimidos eran las mismas
personas, leer; Jn. 10:14,15; 15:13: 17:6, 9,10; Ef. 5:25. Cristo murió por hombres
como Pablo y Juan, no por hombres como Faraón y Judas, quienes eran cabras y no
ovejas. En Génesis leemos que Dios "puso enemistad" entre la simiente
de la mujer y la simiente de la serpiente.
En Gal. 3:16 Pablo usa el término "simiente" y lo aplica a
Cristo como individuo, dándonos a entender que la simiente de la mujer es el
pueblo de Dios elegido. De igual manera puede notarse que la simiente de la
serpiente es esa porción de la raza humana no elegida por Dios. Prestemos
atención a las palabras del señor Jesús en Jn. 6:70; 8:44. Y las de Pablo,
Hech. 13:10.
4. LA GRACIA EFICAZ. EL LLAMAMIENTO EFICAZ
La confesión de Westminster presenta la doctrina de la gracia eficaz de
la siguiente manera, "A todos a quienes Dios ha predestinado para vida, y
a ellos solamente, la agrada en su tiempo señalado y aceptado, llamar
eficazmente por su palabra y Espíritu fuera del estado de pecado y muerte en
que están por naturaleza, a la gracia y salvación por Jesucristo, iluminando
espiritual y salvadoramente su entendimiento, a fin de que comprendan las cosas
de Dios; quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne, renovando
sus voluntades y por su potencia todopoderosa, induciéndoles hacia aquello que
es bueno, y trayéndoles eficazmente a Jesucristo; de tal manera que ellos
vienen con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la
voluntad de hacerlo" (cap. X secc. I y2)
Creemos que los méritos de la obediencia y del sufrimiento de Cristo son
suficientes, adecuados y ofrecidos gratuitamente a todos los hombres. Pero
surge la pregunta, ¿Por qué se salva y otro se pierde? ¿Por qué razón unos se
arrepienten y creen, mientras que otros, con los mismos privilegios externos no
se arrepienten? El calvinista sostiene que es Dios quien causa la diferencia.
El Arminiano, atribuye la diferencia a los hombres mismos.
Las escrituras enseñan que el hombre en su estado natural está
totalmente muerto en su pecado, y que Dios por su gracia nos resucita. Ef.
2:1,4-6; Jn. 5:24; Col. 2:13; Tít. 3:5; 1 Ped. 2:9; II Cor. 5:17; Ez. 11:19.
La regeneración y el llamamiento eficaz, no viola la libertas del
hombre. Dios tampoco trata al hombre como si fuese una piedra o un pedazo de
madera. Dios ilumina la mente y cambia todos los conceptos erróneos que el
pecador abriga sobre Dios sobre sí mismo, y sobre el pecado. La persona
regenerada comienza a ser guiada por nuevos motivos y deseos, y cosas que antes
odiaba, ahora ama y desea. Este cambio no acontece por ninguna compulsión
externa, sino debido a un nuevo principio de vida creado en el alma y que busca
lo que le satisface.
5. LA PERSEVERANCIA DE LOS CREYENTES. (DE
LOS SANTOS)
La doctrina de la perseverancia de los santos aparece en la confesión
Westminster de la manera siguiente: "A quienes Dios ha aceptado en su amado,
y que han sido eficazmente llamados y santificados por su Espíritu, no pueden
caer ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente han
de perseverar en él hasta el fin, y serán salvados eternamente. Fil. 1:6; 2
Ped. 1:10; Jn. 10:28,29; 1 Jn. 3:9. Cap. XVII secc. 1 y 2
Esta perseverancia... depende no de su propio libre albedrío, sin o de
la inmutabilidad del decreto, que fluye del amor gratuito e inmutable de Dios
Padre (2 Tim. 2.18,19; Jer. 31:3) de la eficacia del mérito y de la intercesión
de Jesucristo (Heb. 10:10,14; 13:20,21; 7;25; 9:12-15; Jn. 17:11,24; Rom.
8:33-39) de la morada del Espíritu" (Jn. 14:16,17: 1 Jn. 2:27; 3:9). Si
Dios ha escogido incondicionalmente a ciertas personas para vida eterna, y si
su Espíritu aplica eficazmente a éstas los beneficios de la redención, entonces
la conclusión es, que estas personas serán eternamente salvas.
La perseverancia no depende de nuestras buenas obras sino de la gracia
de Dios. Pablo enseña que los creyentes no están bajo la ley sino bajo la
gracia y por esto no pueden ser condenados por haber violado la ley (Rom. 6:14;
7:4,8; 4:15; Gal. 5:3).
La doctrina de la perseverancia, no significa que el creyente no pueda
caer en pecado, el mejor de los creyentes aun puede caer en pecado. (2 Cor.
4:7; Rom. 7:19-25) En cuanto a los supuestos creyentes que se apartan de la fe
definitivamente, demuestra que nunca han sido hijos de Dios. La cizaña nunca
fue trigo. Mat. 13:38; 2 Cor. 11:14; Mt. 24:24; Rom. 9:6,7; 1 Jn. 2:9; Apc.
2:9.
LECCIÓN: 2
ACENTAMIENTO PARA ESTE ESTUDIO
Mientras
existen otras doctrinas de gran importancia, estas cinco son las básicas para
su desenvolvimiento como cristiano frente a Dios y el mundo. Al no conocerlas
no sólo en forma intelectual sino también en su propia vida, ellas amoldarán su
manera de pensar como también servirán de base para las demás doctrinas
bíblicas.
También
te llevaran a una comunión con Dios El Señor más intima y así compartir del
evangelio como es debido, según lo anunciado en la gran comisión. (Mateo 28:
19-20)
LA
PRIMERA DOCTRINA: Se enfoca
sobre la condición del hombre, es decir, su depravación total. Actualmente
escritores en las ciencias humanas tratan de describir lo que es el hombre
dentro de su realidad actual. Para Freíd, el problema del hombre está al nivel
sexual. Para Marx, la realidad socio-económica amolda al hombre. El es nada más
o menos que el reflejo de su realidad. La palabra de Dios entra en juicio sobre
el hombre por su estado de rebelión frente a Dios, y su degeneración personal y
social. La Biblia nos presenta un retrato completo del estado del hombre su
depravación total.
LA
SEGUNDA DOCTRINA: Nos
presenta un Dios de amor y misericordia. Un Dios que incondicionalmente elige
del fango del mundo, a su pueblo, para rescatarlo, regenerarlo y restaurarlo a
la plenitud de vida. Mientras Dios ama a todas sus criaturas, El antes de la
fundación del mundo, se fijo en su pueblo preferido. Un pueblo que en si no
tubo nada de qué jactarse. Un pueblo sin valor antes de que Dios extendiera su
amor en elección. Un amor que ha elegido personas de toda tribu, nación y
lenguaje para compartir en su pueblo. Una amor que ha elegido “una gran
multitud, la cual nadie podrá contar” (Apocalipsis 7.9).
LA
TERCERA DOCTRINA: Nos
muestra cómo Dios salvó a su pueblo. La salvación para su pueblo se consiguió
en la Cruz del Calvario. Cristo murió en la cruz en el lugar del pecador,
aquella persona que Dios el Padre eligió en su amor. Cristo tomó sobre sí, el
castigo que el pecador merece para que él recibiera la justicia de Cristo, Ahora
el pecador, conoce perdón de pecados, restauración con Dios y la gracia de Dios
sobre su vida. Cristo en verdad murió por su pueblo para que sea verdaderamente
un pueblo de Dios.
LA
CUARTA DOCTRINA: Nos
señala la obra del Espíritu Santo al atraer el pecador a Cristo. El es el que
da la nueva vida que hace posible escuchar y entender el mensaje del Evangelio.
El es el que convencerá al pecador de su pecado y su situación trágica. El es
el que da fe al pecador para confiar en el Señor como También arrepentirse. Sin
la obra del Espíritu Santo eficazmente atrae al Señor en una forma suave y
dulce, a los pecadores elegidos al señor.
LA
QUINTA DOCTRINA: Da
mucha confianza como también esperanza al verdadero cristiano, elegido por el amor
de Dios, justificado por la muerte de Cristo en la Cruz y la regeneración por
el Espíritu Santo. Es la doctrina que nos muestra el verdadero cristiano es
salvo para siempre. Su salvación verdaderamente es asegurada, no sobre
cualquier esfuerzo humano, sino por la intervención constante del poder de
Dios. El que Dios el Padre ama, le protege. El que Dios el Hijo rescató, le
sostendrá. El que Dios el Espíritu Santo regeneró, le santificará. Todo viene
al cristiano por la gracia no merecida de Dios para con él.
¡Oh
profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque de El, y por
El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria por los siglos. Amén.
LECCIÓN: 3
1: DEPRAVACIÓN TOTAL.
Como
hay muchas ideas equivocadas respecto a la depravación total, es necesario ante
todo establecer lo que no es la doctrina; y luego, en segundo lugar, explicar
lo que es.
I. LO QUE NO ES
A. NO ES DEPRAVACIÓN ABSOLUTA.
A
veces la palabra depravación unida a la palabra total da la impresión de que el
hombre es todo lo malo imaginable, todo lo malo que puede ser, algo así como el
diablo.
Pero
depravación total no es lo mismo que depravación absoluta. Depravación absoluta
significa que una persona expresa su depravación siempre a la enésima potencia.
No sólo sus pensamientos, palabras y acciones son pecaminosos, sino que lo son
en grado sumo. Ser totalmente depravado, sin embargo, no significa que una
persona es lo peor posible en forma intensiva, sino lo más mala posible en
forma intensiva, sino lo más mala posible en forma intensiva.
No es
que no pueda cometer un crimen peor que el que ha cometido; antes bien, es que
nada de lo que hace es bueno. El permea todas las facultades de su alma y todas
las esferas de su vida. Es incapaz de hacer una cosa que sea buena.
Ilustrémoslo. Cuando el niño miente, a menudo dice mentiras pequeñas. Estas
mentiras podrían ser mucho peores. Sin embargo en sí mismas ya son malas. Ese
mentir es malo. En consecuencia, el niño es malo. Pero no tan malo como podría
serlo.
O,
cuando los niños se pelean, a menudo lo hacen mofándose el uno al otro o
dándose golpes a empujones; pero podrían hacerlo sacándose los ojos con tijeras
o poniendo alfileres debajo de las uñas.
Unos
adultos llaman a otros “estúpido” y “miserable”; pero en vez de insultarse
podrían quitarse la vida.
Hitler
fue un criminal vicioso; sin embargo incluso el perdonó a algunos pueblos
franceses ante los ruegos de un sacerdote.
Kitty
Genovese fue dejada a morir en Nueva Cork a la vista de veintiocho personas.
Esta apatía, este no querer mezclarse en un asunto así, es abominable; y sin
embargo los veintiocho hubieran podido ayudar a matarla. Y no lo hicieron. No
eran todo lo malos que podían ser.
Durante
el reinado del rey Saúl hubo un periodo transitorio: “El Espíritu de Jehová se
aparto de Saúl y le atormentaba un Espíritu malo de de parte de Jehová” (1S.
16.14). En otras palabras, en la primera parte de su reinado no actuó en forma
tan mala como lo hizo en la segunda parte. Incluso los que están cometiendo el
pecado imperdonable (He. 6:4-8) no actuaron en otro tiempo todo lo mal que
hubieran podido, sino que “una vez fueron iluminados y buscaron el don
celestial y fueron hechos participantes del Espíritu Santo”.
Siempre
ha habido hipócritas en la iglesia: los que tienen apariencia de santidad, pero
niegan el poder de Dios (2 Ti. 3.5), e incluso predican y realizan milagros,
como en el caso d Judas. Estos hipócritas incluso hubieran podido prescindir de
las apariencias de caridad y perseguir directamente a la gente pero no lo
hicieron.
Los
pecados del hombre no solo son tan malos como podrían ser, sino que tampoco son
tan amplios como podrían ser. Un hombre determinado no comete todos los pecados
posibles. Todos nosotros violamos de pensamiento los mandamientos de Dios, pero
no todos los violamos de hecho. Todos sentimos odio, por ejemplo, pero no todos
cometemos homicidios. Casi todos tenemos deseos lujuriosos, pero no todos hemos
cometido adulterio de hecho.
La
explicación de esta moderación en el pecado está en que Dios, por medio de su
gracia común (es decir la gracia que se da a los no creyentes), refrena a las
personas para que no hagan el mal que podrían hacer. Por ejemplo, en Génesis 20
leemos que e rey Abimelec no pecó tanto como podría haberlo hecho, porque Dios
l impidió que cometiera adulterio con Sara, esposa de Abraham. Y pablo escribe
a los tesalonicenses que “ya está en acción el ministerio de la iniquidad” (2ª Te.2.7),
pero a este espíritu malo le hace frete alguien “quien al presente lo detiene”.
B. NO ES UNA AUSENCIA COMPLETA DE BIEN RELATIVO.
No
sólo es cierto que el no regenerado no comete los peores pecados posibles, no
todas las clases de pecado, sino que también es cierto que es capaz de hacer
algún bien _ si s entiende adecuadamente la palabra bien.
El
catecismo de Heidelberg ofrece una definición muy clara de bien. En respuesta a
la pregunta: “¿pero cuáles obras son buenas?” el Catecismo responde: “Sólo las
que se hacen por fe verdadera, de acuerdo con la ley de Dios, y para su gloria”
(pregunta y respuesta 91). Así pues según el Catecismo, hay tres elementos
indispensables para que las obras sean verdaderamente buenas: fe verdadera,
conformidad con la Ley de Dios y motivación adecuada.
Por
otra parte una obra relativamente buena en lo exterior quizá puede parecer buen
y sin embargo puede no haber nacido de verdadera fe ni ser para ni ser para la
gloria de Dios, Los no cristianos, aun siendo totalmente depravados pueden
realizar obras relativamente buenas.
Supongamos,
por ejemplo, que un no creyente roba $5.000 de un banco y luego escribe un
cheque por $1.000 para la Cruz Roja, a fin de que lo alaben. Este donativo en
lo exterior está conforme a la ley de Dios; pero como nace de la fe y como
carece del motivo de glorificar a Dios, es pecaminoso. Es una acción sólo relativamente
buena.
Albert
Schweitzer es ejemplo de alguien que negó el Cristianismo Bíblico y sin embargo
avergonzó a muchos cristianos ortodoxos con su amor y amabilidad. Sacrificó
tres carreras brillantes y renunció a la cultura de Europa para ir a trabajar y
a sufrir con los negros de África. Como filosofo experto en el nuevo testamento
y organista de fama mundial, se sentía como Dives, vestido de púrpura y lino
fino, lleno de lujos, en tanto que había tanto lazaros en África cuyas heridas
lamían los perros. Se dedico en una forma sacrificada al cuidado de los
enfermos en el corazón de África, viviendo una vida ejemplar de bien relativo.
Sus acciones externas se conformaban a la ley del amor; pero no creía en el
Dios trino y no lo guiaba el motivo justo de la gloria de; sus acciones se
podrían llamar verdaderamente buenas sólo en un sentido relativo.
Tomemos
otros ejemplos de bien relativo. Consideremos al soldado no cristiano que en el
combate es modelo de valor y amor al lanzarse sobre una granada para salvar a
sus compañeros. O al no cristiano que arriesga la vida al arrojarse frente a un
camión para rescatar la vida de un niño. O al pagano blasfemo que ayuda al
mendigo. O al judío que dona su amplia propiedad para que se utilice como
parque público. O al unitario que da $100.000 para construir unos laboratorios
en la universidad. O al anciano que vive al otro lado de la calle y no quiere
saber nada de la iglesia. Es respetable, cuida muy bien de su casa, arregla el
jardín, ama a su esposa, da caramelos a los niños del vecindario, y no jura.
En
todos estos ejemplos están ausentes dos ingredientes necesarios de las buenas
obras: fe en Jesucristo y el motivo de hacerlo todo para la gloria del Dios
trino. Por esta razón se las puede llamar obras relativamente buenas. *
La
Biblia da ejemplos de bien relativo. El Antiguo Testamento menciona a tres
reyes, por ejemplo Jehú, Joas, y Amazías
quienes no temieron verdaderamente a Dios, y fueron reprobados. Sin embargo de
Jehú dice Dios: “Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis
ojos…tus hijos
* El
título del Artículo XIV de la Confesión Belga menciona lo “verdaderamente
bueno” cuando habla de la “incapacidad” del hombre caído “par hacer lo que es
verdaderamente bueno” Los Cánones de Dort hablan de “bien que salva” (III-IV,
3). Estos términos pueden ser engañosos porque incluso las acciones del
regenerado no son “verdaderamente buenas”, ya que ni su fe ni el motivo que lo
guía son completamente perfectos.
Ninguna
persona en la tierra ama a Dios con todo el corazón, la mente y el alma. Y sin
embargo, las acciones del Cristiano regenerado son de una índole completamente
diferente de las del incrédulo. La fe y la motivación adecuada están presentes,
aunque en una forma imperfecta. Tampoco es correcto hablar del “bien que
salva”, puesto que el cristiano no se salva por las buenas obras, sino por
Cristo.
Se sentarán
sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación” (2R. 10.30). De Joas la
Biblia dice que “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2 R. 12.2). Y el
escritor repite las mismas palabras en el caso del rey Amazías. Así pues, estos
reyes hicieron cosas agradables delante de dios, si bien, en último término, se
perdieron.
En el
Nuevo Testamento Cristo afirma el hecho de que los réprobos hacen el bien
cuando mandan a los discípulos que amen no sólo a sus amigos sino también a sus
enemigos. Dijo así: “Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito
tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo” (Lc. 6.33). En otras
palabras, Cristo dice que los no elegidos hacen el bien. También aquí no se
puede interpretar esto en el sentido de que hacen lo que es verdaderamente
bueno, sino un bien relativo.
Y
Pablo escribe a los romanos (2.14) que “los gentiles que no tienen ley, hacen
por naturaleza lo que es de la ley”. No conocen a Jesucristo, no poseen la ley
del Antiguo Testamento, sin embargo hacen cosas que en lo externo están de
acuerdo con la ley de Dios cosas que son agradables a Dios en un sentido
relativo,
Vemos,
pues, que la depravación total no significa que los hombres sea el epítome del
diablo. Porque, de hecho, el hombre no comete todos los pecados posibles; y los
pecados que comete no siempre son todo lo malo posible. Además, vemos que él
puede incluso realizar una cierta cantidad de bien relativo. ¡Cuán agradecidos
podemos estar a Dios por el ejercicio de su gracia común, con la cual no sólo
refrena del mal al no regenerado, sino que también lo capacita para hacer este
bien relativo!
II. LO QUE ES
A. POSITIVAMENTE: SÓLO PECAR Y SIEMPRE PECAR.
Aunque
afirmamos que el hombre natural, el que no ha sido regenerado por el Espíritu
Santo, puede hacer el bien relativo, es necesario volver a insistir en que
incluso este bien no es fundamentalmente “verdadero bien” a los ojos de Dios.
La razón de esto es, como dice la Confesión Belga, que están ausentes la
motivación del amor y la fe. De hecho, ese bien relativo no es otra cosa, en el
sentido más profundo, que pecado y maldad.
La
depravación total significa que el hombre natural nunca puede hacer ningún bien
que sea fundamentalmente agradable a Dios, y, de hecho, hace siempre el mal.
Este es el testimonio diáfano de la Escritura.
En
Génesis 6.5 se nos dice “que la maldad de los hombre era mucha en la tierra, y
que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal”. Fijémonos cuidadosamente en la descripción de la maldad. Era
mucha. Llegaba hasta lo más recóndito del hombre. No sólo a su corazón, no sólo
a los pensamientos de su corazón, sino también al designio de los pensamientos
del corazón. Estas actitudes íntimas, según la Biblia, eran sólo el mal y lo
eran de continuo siempre. Génesis 8.21 añade que esto era así, no solo cuando
el hombre ya era maduro, sino desde la juventud.
Jeremías
dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosa, y perverso; ¿quién lo
conocerá?” (17.9). El testimonio de la mayoría de los Cristianos concuerda con
el de Jeremías. Incluso después de que una persona se hacho Cristiana, y por
consiguiente conoce mejor las cosas, resulta aterrador comprobar cuán
hipócrita, engañador, y malo es su corazón.
El
salmista dice que esta depravación se aplica incluso en el caso del recién
nacido: “He aquí, en maldad he sido formado y en maldad me concibió mi madre”
(51.5). Esto no significa que el acto sexual sea malo, sino que desde la
concepción, el nacimiento el hombre está contaminado con el pecado debido a la
caída de Adán.
En
forma inequívoca Pablo, citando los Salmos 14 y 53, dice “No hay justo, ni aun
uno, no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…
No hay temor de Dios delante de sus ojos (Ro. 3.10-18).
Esta
depravación es, pues, extensiva más bien que intensiva. El hombre no peca en
todas las formas posibles, ni en la forma peor posible, puede incluso hacer
algún bien relativo, pero peca en todo lo que hace. No hace ni una sola cosa
que sea completamente agradable a Dios.
B. NEGATIVAMENTE: INCAPACIDAD TOTAL.
Otra
forma de describir la depravación total es llamarla incapacidad total, de
hecho, muchos prefieren ese término al de depravación total, ya que éste
conduce a pensar que el hombre es todo lo malo que puede ser: El término
incapacidad total, sin embargo, tiene el defecto de ser demasiado negativo.
Sugiere que la condición pecadora del hombre es una carencia más bien que una
característica positiva. Pero el término es muy útil para hacer entender el
hecho de la incapacidad del hombre para hacer, entender, e incluso desear el
bien. Examinemos esta triple incapacidad del hombre.
1. EL HOMBRE NO PUEDE HACER
EL BIEN.
La
confesión Belga es muy bíblica cuando afirma la “incapacidad” del hombre
natural “para hacer lo que es verdaderamente bueno”. Los Cánones de Dort son
también bíblicos cuando confiesan que “todos los hombres son incapaces del bien
que salva”
Al
hablar de la total incapacidad moral del no regenerado para hacer el bien,
Jesús en cierta ocasión pregunto: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos
de los abrojos?” Su respuesta fue: “todo árbol da buenos frutos, pero el árbol
malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos” Mt. 7.17-18).
En
otras palabras, el no regenerado no puede hacer lo que es verdaderamente bueno.
Pablo
en cierta ocasión dijo, escribiendo en una forma semejante: “Nadie que hable
por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús
Señor sino por el Espíritu Santo” (1Co. 12.3).
En
otra ocasión Jesús dio el secreto de la vida cristiana: la unión con Cristo
(Jn. 15). Utilizó la metáfora de la vid y los pámpanos. Al hablar de la
incapacidad para hacer buenas obras, dijo: “como el pámpano no puede llevar
fruto por sí mismo, sino permanecéis en mí… Separados de mí nada podéis hacer”
(Jn. 15.4-5). Esto es incapacidad total.
Con
afirmaciones igualmente amplios, Pablo niega la incapacidad del no cristiano
para hacer el bien cuando escribe: “La mente carnal (es decir, no regenerada)
es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de dios, ni tampoco
puede; y los que viven según la carne (es decir los no regenerados) no pueden
agradar a Dios” (Ro. 8.7-8). Lea de nuevo esta descripción triple de la
depravación total o incapacidad total: el no cristiano es enemigo de Dios, y le
resulta imposible hacer el bien y agradar a Dios.
2. EL HOMBRE NO PUEDE
ENTENDER EL BIEN.
El
hombre no sólo es incapaz de hacer el bien por si mismo; ni siquiera puede
entender el bien. Esta ciego como Cíclope, con su único ojo quemado. Lidia por
ejemplo, oyó a Pablo predicar a Cristo a orillas del río en Filipos. Sólo
después de que el Señor abrió su corazón pudo comprender lo que Pablo decía
(Hch. 16.14). Hasta ese momento su comprensión estaba entenebrecida, para
emplear la descripción que Pablo hace de los gentiles en Éfeso (Ef. 4.18). O,
para emplear otra ilustración paulina, el velo que tenía sobre el corazón le
impedía ver la verdad (2 Co. 3.12-18). Pero cuando dios actuó en su corazón
espiritual, pudo responder a la predicación de Pablo.
Durante
el ministerio de Jesús, los judíos lo rechazaron. “a lo suyo vino, y los suyos
no le recibieron (Jn. 1.11). El problema no estuvo en la presentación de la
verdad. La verdad estaba allí. Jesús era el hijo de dios encarnado. La luz
brillo en la oscuridad, pero la oscuridad no pudo comprenderla.
El
Hijo realizó milagros y predicó a los judíos, pero éstos blasfemaron de Él. En
cierta ocasión Jesús preguntó: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje?” Él mismo
dio la respuesta: “porque no podéis escuchar mi palabra” (Jn. 8.43).
Sin
duda que los judíos oían a Jesús con sus oídos físicos. Pero Jesús hablaba
acerca de sus oídos espirituales. Como dijo en otra ocasión, “De oído oiréis, y
no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis” (Mt. 13.14). Esto explica por
qué algunos teólogos y estudiosos de la Biblia pueden dedicar la mayor parte de
la vida a estudiar la Biblia y sin embargo rechazan a Jesucristo como su Dios,
Señor y Salvador.
La
causa del rechazo no está en el testimonio claro de la palabra de Dios. Antes
bien, está en la ceguera, tinieblas y dureza de su corazón. Si el hombre no
está regenerado, no puede entender.
Uno
de los pasajes más claros que enseñan la incapacidad del hombre natural para
entender las cosas de Dios es 1 Corintios 1 y 2. Pablo dice que la palabra de
la cruz (es decir, el mensaje central del cristianismo) es locura para los que
se pierden (1 Co. 1.18). Con su propia “sabiduría” no llegan a conocer a Dios
(v.21).
Si
pudieran conocer a Dios con su sabiduría natural, entonces muchos sabios serían
cristianos. Pero no ocurre así. La razón de que mentes brillantes no acepten el
cristianismo es que todas las mentes son ciegas, a no ser que estén
regeneradas. Porque como afirma pablo, el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender; porque se han de discernir espiritualmente” (2.14). En otras
palabras, sin el Espíritu Santo uno no puede entender las cosas de Dios.
3. EL HOMBRE NO PUEDE DESEAR
HACER EL BIEN.
El no
cristiano no sólo es incapaz de hacer nada que sea verdaderamente bueno, no
solo es incapaz de entender el bien, sino, peor todavía, ni siquiera puede
desear el bien. Una cosa es tener un objetivo bueno y no poder alcanzarlo. Esta
incapacidad de alcanzar un objetivo bueno es parte de la depravación del
hombre. Otra cosa es tener un objetivo bueno, pero no poder siquiera entender
lo que es ese objetivo.
Esta
falta de comprensión también es parte de la depravación del hombre. Pero el
colmo de la depravación total es que el hombre natural ni siquiera desea un
objetivo bueno. No le preocupa en lo más mínimo. Esta última afirmación no es
exacta. Sí le preocupa: odia el bien y la fuente del mismo, a saber, Dios. Esta
falta de deseo de Dios es a la vez el abismo y el epítome de la depravación total
del hombre natural.
Esta
incapacidad de desear el bien, y especialmente a Jesucristo, la expresa Jesús
mismo con vigor en otra de sus frases definitivas expresadas en forma negativa
(Mt.7.18; Jn. 3.3; 8.43; y 15.4-5).
Dijo
“ninguno pude venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Jn. 6.44).
Poco después repitió el mismo pensamiento con palabras diferentes: “Ninguno
puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Jn. 6.65). He aquí la
depravación total: el hombre no puede escoger a Jesús. Ni siquiera puede dar el
primer paso para acudir a Jesús, a no ser que el Padre lo atraiga. Y esta
depravación es universal. “ninguno” puede venir; dice Jesús. No sólo algunos no
pueden, sino que nadie puede. Esta es incapacidad universal y total.
La
prueba más poderosa de que el hombre no puede ni desear el bien se encuentra en
las ilustraciones bíblicas que hablan del efecto de la acción inicial del
espíritu santo: corazón de carne, nacimiento, creación y resurrección. Estas
expresiones demuestran con claridad que un niño puede entender la incapacidad
moral total del hombre.
Por
ejemplo, en el Antiguo testamento se describe al no regenerado como poseedor de
un corazón que esta hecho de piedra (Ez. 11.19). El corazón de piedra no tiene
vida. Está muerto no puede hacer nada. Esta es la incapacidad total. Pero Dios
dice que regenerará a su pueblo. Pondrá un Espíritu nuevo en ellos, y entonces
tendrá un corazón de carne, que está vivo. Entonces poseerán la capacidad de
seguir a Dios.
Jesús
utilizó la analogía del nacimiento: “el que no naciere de nuevo, no puede ver
el reino de Dios” (Jn. 3.3). El bebe nunca desea o decide nacer. Nunca
contribuye ni en un ápice a su propio nacimiento. En todo el proceso, desde la
concepción hasta el nacimiento, está completamente pasivo y es completamente
incapaz de controlar su propio nacimiento. De forma semejante, el no creyente
no puede dar un solo paso hacia su nuevo nacimiento. Lo debe generar el
espíritu santo. Los arminianos enseñan el concepto antinatural de que alguien
que espiritualmente no es puede desear nacer, puede creer en Cristo y entonces
nacer de nuevo. Pero un “no ser” no existe y por consiguiente no puede tener
deseos de ir a Cristo.
Pablo
usa la ilustración de la creación. Dijo que si alguien está en Cristo es una criatura
nueva (2Co. 5:17, Gal. 6.15). Lo que no existe-la nada-nunca se puede producir
a sí mismo. El concepto mismo de creación implica necesariamente pasividad e
incapacidad totales por parte del objeto que va ser creado. Lo que es cierto en
el terreno físico lo es también en el espiritual: las personal son totalmente
incapaces de hacerse a sí mismas criaturas nuevas en Cristo.
Pablo
también utilizó la analogía de la resurrección cuando en Efesios 2.1 escribió,
“Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados.” En el versículo 5 dice: “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos
dio vida juntamente con Cristo” (Col. 2.13).
Algunos
buenos cristianos interpretan estos versículos en el sentido de que el hombre
está herido o enfermo, pero no muerto, porque dicen que el hombre sigue
teniendo la capacidad de pedir la ayuda de Dios para su salvación. El hombre
tiene poder para creer o no creer. No está realmente muerto; porque si lo
estuviera, no podría pedir ayuda. Sólo está enfermo. Sí lleno de pecado,
enfermo con el pecado, pero aun así puede pedir al doctor que lo ayude. Pero el
calvinista sostiene la enseñanza clara de la Biblia y dice: “No, está muerto.
Ni siquiera puede abrir la boca. Ni siquiera tiene deseo alguno de llamar al
doctor para que lo ayude. Está muerto.”
El
Arminiano compara al no regenerado con alguien que se arroja por la ventana de
un segundo piso, se rompe tres costillas, y una pierna, pero sigue viviendo. El
hombre sabe que está gravemente herido y por tanto necesita un doctor. De
hecho, puede pedir ayuda de algún transeúnte o arrastrarse hasta el teléfono
para llamar al doctor. Desea sanar.
El
calvinista, sin embargo, compararía al hombre con alguien que salta del último
piso de un rascacielos y se aplasta en la calle. Incluso si quedara algo sano
en él después de llegar al suelo, no sabría que necesita ayuda, y mucho menos
la podría pedir. El hombre está muerto –sin vida- y ni siquiera puede desear
sanar.
O,
para utilizar otro ejemplo: La postura que da al hombre algo de crédito por su
salvación al otorgarle la capacidad de creer, describe al hombre como
ahogándose. Éste agita la cabeza dentro del agua y mueve vertiginosamente los
brazos, tratando de mantenerse a flote. Si alguien no lo ayuda, morirá. Quizá
ya se le han medio llenado de agua los pulmones; incluso puede haber perdido el
conocimiento por unos momentos, pero sigue teniendo suficiente presencia de
ánimo y capacidad para moverse y gritar para que lo salven. Si llama al
salvavidas, éste lo salvara.
La
descripción bíblica, sin embargo, es la de un hombre que está en el fondo del
océano, a más de mil metros de profundidad. El peso de agua es de seis
toneladas por centímetro cuadrado. Ha estado ahí durante mil años y los
tiburones han devorado su corazón. En otras palabras, el hombre está totalmente
muerto y es totalmente incapaz de pedir a nadie que lo salve. Para que se salve
tiene que ocurrir un milagro. Alguien tiene que sacarlo de la superficie y
devolverle la vida, y entonces podrá pedir al salvavidas que lo rescate.
Esta
es la descripción del pecador. Está muerto en sus pecados y transgresiones
(EF.12.1, 5). No desea sanar. Está muerto.
Cuando
Cristo le grito a Lázaro que saliera del sepulcro, éste no tenía vida como para
oír, incorporarse, y salir. No había en él ni un hálito de vida. Para poder oír
a Jesús quien lo instaba a salir, éste tuvo que devolverle la vida. Jesús lo
resucitó y entonces Lázaro pudo responder.
Estas
ilustraciones ponen de manifiesto el punto básico de la discrepancia entre los
arminianos y los calvinistas, lo que Martín Lutero afirmó que era el eje en
torno al cual giró toda la reforma.* El Arminiano y nos referimos a él
con cordialidad aunque no es bíblico en este punto cree que Cristo murió por el
pecado y que nadie puede contribuir a lo más mínimo a pagar por sus propios
pecados. Hasta aquí todo está bien. “Jesús pagó por todo, todo se lo debo a
él”.
* La
esclavitud de la voluntad, por Martín Lutero. El título de este libro es otra
buena descripción de la depravación completa y de la incapacidad total. La
voluntad no es libre: está en esclavitud, sometida al diablo. Es “como un
animal que se encuentra entre dos jinetes. Si lo monta Dios, quiere lo que Dios
quiere y va donde Dios desea. Si lo monta Satanás, quiere lo que quiere Satanás
y va donde Satanás desea. Tampoco puede escoger al jinete; son los mismos
jinetes los que luchan para decidir quién lo va a conseguir.” Este excelente
libro de Lutero contra las ideas no bíblicas de Erasmo muestra lo buen
calvinista que era Lutero.
Pero
la entraña del problema está en que el Arminiano va todavía más lejos y afirma
que el no salvo puede, pude por su propia fuerza y con ayuda del espíritu
Santo, pedir a Jesús que lo salve. Y una vez que lo pide, entonces nace de
nuevo.
El
“calvinista” bíblico, sin embargo dice no. El Arminiano ha empezado la casa por
el tejado. El hombre está muerto en sus pecados y delitos, no sólo enfermo o
herido, pero todavía con vida. No, el no salvo, el no regenerado, está
espiritualmente muerto (Ef.2) Es incapaz de pedir ayuda a no ser que Dios
cambie su corazón de piedra por un corazón de carne y lo haga vivir
espiritualmente (Ef.2.5). Entonces, una vez que ha nacido de nuevo, puede por
primera vez acudir a Jesús para expresar pesar por sus pecados y pedirle que lo
salve.
La
pregunta es: ¿Es Dios el autor sólo de la redención o también de la fe? ¿Pone
Dios de parte suya el sacrificio vicario de Cristo, y el hombre su fe? ¿O es la
fe también don de Dios (Ef.2.8)? ¿Depende la salvación parcialmente de Dios (dar
a Cristo en la cruz) o totalmente de Dios (dar a Cristo para que muera por
nosotros además de darnos la fe)?
¿Se
queda el hombre con un poquito de la gloria-la incapacidad de creer? ¿O
pertenece toda la gloria a Dios? La enseñanza de la depravación total es que
Dios es merecedor de toda la gloria y el hombre no es digno ni de una mínima
parte de ella.
CONCLUSIÓN.
De la
enseñanza bíblica acerca de la depravación total del hombre se puede sacar tres
lecciones.
1. LA DEPRAVACIÓN TOTAL EXPLICA LOS PROBLEMAS DE NUESTRO MUNDO.
El
odio congénito hacia Dios y al hombre constituye la raíz de las violencias
estudiantiles, de las protestas sangrientas, de las anarquías, de las huelgas
egoístas, del tráfico de drogas, de los crímenes y del caos general hacia el
cual se encamina el mundo.
Sin
querer ser simplistas ni ingenuos, se puede afirmar que la sociedad no
resolverá estos problemas básicos hasta que las personas nazcan de nuevo y se
vuelvan a Jesucristo. Porque la Biblia nos dice que el hombre no está vivo
espiritualmente, y la consecuencia es “que no hay quien haga lo bueno, no hay
ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno
de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de
amargura.
Sus
pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus
caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus
ojos” (Ro. 3.12-18). Y todo empeorará antes de mejorar, según las profecías de
la Biblia. En los últimos tiempos, Satanás quedará en libertad por un tiempo, y
parecerá como si las fuerzas del mal se hubieran desencadenado.
Esto
no significa que la conversión del mundo entero resolvería todos los problemas.
Porque los cristianos nacidos de nuevo siguen siendo pecadores, aunque
básicamente han sido cambiados. El mundo necesita más que la conversión:
necesita que los cristianos apliquen los principios cristianos a la política,
al trabajo, a la economía y a la sociedad general.
Pero
esta enseñanza de la depravación total debe poner sobre aviso al cristiano para
que no se sorprenda ante la mentalidad destructora rebelde, anárquica y llena
de odio del mundo presente; y nos debería indicar la necesidad que se tiene del
evangelio para resolver estos problemas.
2. EL CONOCIMIENTO DE LA DEPRAVACIÓN TOTAL DEBERÍA TAMBIÉN ENSEÑARNOS QUE
SOMOS TOTALMENTE MALOS Y ESTAMOS EN UNA SITUACIÓN TERRIBLE A NO SER QUE DIOS
NOS AYUDE
Cuando
alguien se entera por la Biblia de la enormidad de su pecado, debería querer
acudir a Dios para pedirle, “Ayúdame, Jesús, Soy malo y pecador. He obrado mal.
No soy bueno. Sálvame Jesús.” Cuando lo hace, se sigue una tercera verdad.
3. EL CONOCIMIENTO DE LA DEPRAVACIÓN TOTAL LE ENSEÑARÁ AL HOMBRE QUE SI
DESEA PEDIR A DIOS QUE LO AYUDE, LO HACE SÓLO PORQUE DIOS MISMO PONE EN ÉL EL
QUERER Y EL HACER SEGÚN SU BUENA VOLUNTAD (FIL. 2:12.13)
Sabrá
que Jesús no sólo murió por sus pecados, sino que Dios incluso puso en su
corazón la capacidad de creer en Jesús. Entonces exclamará, “¿Hasta dónde llega
la bondad de Dios?” No sólo envía a Cristo para que cargue con el castigo que a
mí me correspondía, sino que incluso hace que yo, quien en realidad no amo a
Jesús, desee amarlo y creer en él. ¡Qué Dios tan bueno!
INSTRUCCIONES PARA AYUDAR A LOS LÍDERES EN EL EMPLEO DE LAS PREGUNTAS
PARA DISCUSIÓN
1. Todos
tienen intereses diferentes y formación diferente; de aquí se desprende pues
que no todas las preguntas servirán para todos. Sepa, pues, seleccionar las que
le parezcan de mayor interés. Su número es más que suficiente para una sesión.
2. Si
alguien responde correctamente a la pregunta desde un principio, quizá no sea
lo mejor decir: “Muy bien; pasemos a la siguiente pregunta.” Antes bien,
desempeñe el papel del abogado del diablo: interrogue a los demás a ver si
están de acuerdo con la respuesta dada, y pregunte por qué lo están. El
aprendizaje es más provechoso cuando hay desacuerdo en las respuestas. Deje que
los demás discutan las divergencias por un rato. Como líder no trate de
resolver el problema de inmediato. Pero al final esté seguro de dar lo que
usted piensa que es la verdad. No los deje en la duda, pero permítales discutir
entre sí durante un tiempo.
3. Nunca
se ría de ninguna respuesta ni la ridiculice, por muy tonta que piense que es.
El hacerlo es la forma más segura de detener la discusión. Los demás tendrían
miedo de que les fuera a ridiculizar, en el caso de que cometiera algún error.
Sin estar de acuerdo con el error sugerido, suele ser posible hallar algo de
verdad en la respuesta dada. Es mejor aprovechar eso y luego discretamente
mostrar en que aspectos estaba equivocada la persona.
4. No
haga preguntas a las que se pueda responder con un sí o un no. En este caso
fracasaría. La pregunta estaría seguida de un rotundo silencio. Si hace esa
clase de preguntas, continúelas con un “¿Por qué?” aunque usted sepa todas las
respuestas, no lo de a entender y haga que expliquen por qué piensan en la
forma en que lo hacen.
PREGUNTAS PARA ESTUDIO Y DISCUCIÓN DEL CAPÍTULO QUE USTED HA TERMINADO DE LEER:
1. ¿Por
qué se dice que la depravación es Total?
2.
¿Cuál es la diferencia entre depravación total y depravación absoluta?
3. ¿Qué
es gracia común? Mencione por lo menos tres aspectos de la misma.
4. ¿Es
el cristiano totalmente depravado?
5. Dé
algunos ejemplos de depravación total basándose en noticias recientes o en la
vida de conocidos.
6. ¿Qué
quiere decir “bien relativo”?
7. ¿Por
qué el así llamado bien relativo no es fundamental y básicamente malo?
8. Tome
la vida de algún no cristiano bien conocido. ¿Es totalmente malo? Al responder,
asegúrese de que define que quiere decir por bien y por mal.
9. De
ejemplos de personas que externamente hacen el bien, pero cuyas motivaciones
son malas. ¿Hacen el bien y o el mal? ¿Por qué?
10.
¿Puede amar a Dios el no regenerado? Acuda a su Biblia al contestar las
siguientes preguntas:
1. ¿Qué
dicen los siguientes textos sobre la depravación total del pecador:
A.
Salmo 51.5
B. Juan
6.44, 65
C. Juan
8.7, 8
D.
Romanos 8.7, 8
E. 1
Corintios 2.14
2. ¿Qué
dice la enseñanza bíblica de la depravación total? ¿A la luz de la Depravación
total se podrá conseguir un mundo mejor por medio de ¿mayor educación? O ¿por
la elevación de sueldos? ¿Nivel de vida? etc.
3. Al
estudiar las Escrituras, ¿cuál describe la situación del pecador; la de un
enfermo o la de un muerto? Fíjese en el Apéndice de este estudio.
1.
¿Cuáles son los artículos de la “Confesión Belga de Fe” como de la “Confesión
de fe de Westminster” que tratan de la depravación total? ¿Hay alguna idea en
ellas que le resulte original? ¿Cuál es?
2. A la
luz de su estudio de la Biblia, como también de estos documentos Históricos
formule en sus propias palabras lo que es la situación del Hombre.
LECCIÓN: 4
2: ELECCIÓN INCONDICIONAL
Cuando
se utilizan los términos Predestinación o elección Divina, muchas personas se
estremecen; y se imaginan al hombre aprisionado en las garras de un Destino
horrible e impersonal. Otros –aun algunos los que creen en la doctrina- piensan
que esto está muy bien pero para las aulas de teología, pero que no tiene por
qué mencionarse desde el púlpito. Preferirían que la gente lo estudiara en
secreto en su propia casa.*
Una
actitud tal no es bíblica y se origina en la falta de conocimiento de la que la
Biblia dice acerca de la elección. Porque la elección, lejos de ser una
doctrina horrible, si se entiende bíblicamente, es quizás la mejor enseñanza,
la más cálida y más alegre de toda la Biblia. Esta hará que el cristiano alabe
a Dios y le agradezca su bondad al salvarlo gratuitamente, ya que como pecador
lo que merecía era el infierno.
* Como
la predestinación está asociada tan íntimamente con Juan Calvino, es muy
instructivo ver la actitud humilde, piadosa y temerosa de Dios que el
reformador tuvo hacia el tema. Fue tan deliciosamente bíblica y humana, que lo
he citado extensamente en la parte final del estudio.
A fin
de entender lo que la Biblia dice acerca de la elección divina, examinémosla
bajo los siguientes aspectos:
I. Lo
qué es.
II. Base
bíblica.
III.
Algunas aclaraciones.
IV.
Ventajas prácticas.
I. LO QUE ES
Para
poder entender claramente lo que es la elección incondicional, ayudará el
conocer el significado de algunos términos:
A. PREDETERMINACIÓN.
Predeterminación
significa el plan soberano de Dios, por medio del cual éste decide todo lo que
va a suceder en el universo entero. Nada sucede en este mundo por casualidad.
Dios está detrás de todas las cosas. Él decide y hace que las cosas sucedan. No
se sitúa al margen, temiendo quizá lo que pueda suceder a continuación. No, Él
ha predeterminado todas las cosas “según el designio de su voluntad” (Ef.
1.11): el movimiento de un dedo, el pálpito del corazón, la risa de una niña,
el error de una mecanógrafa-incluso el pecado. (Vea Gn. 45.5-8; Hch. 4.27-28; y
el cap. 6 de este libro.)
B. PREDESTINACIÓN.
La
predestinación es parte de la predeterminación. En tanto que la
predeterminación se refiere a los planes que Dios tiene para todas las cosas
que suceden, la predestinación es la parte de la predeterminación que se
refiere al destino eterno del hombre: cielo o infierno. La predestinación se
compone de dos partes: elección y reprobación. La elección tiene que ver con
los que van al cielo, y la reprobación con los que van al infierno.
C. ELECCIÓN INCONDICIONAL.
Para
entender este término, consideramos cada palabra:
1.
Elección. Todos sabemos que es una elección nacional: escoger entre candidatos a
uno para que sea presidente. Elegir significa escoger, seleccionar, optar. La
elección divina significa que Dios escoge a algunos para que vayan al cielo. A
otros los pasa por alto y éstos irán al infierno.
2.
Incondicional. Una elección condicional es una elección que está
condicionada por algo que hay en la persona que es elegida. Por ejemplo, todas
las elecciones políticas son elecciones condicionales, la selección del votante
está condicionada por algo que el candidato es o ha prometido.
Algunos
candidatos prometen el cielo si son elegidos. Otros prometen solamente ser
buenos representantes y hacer todo lo que crean mejor. Otros apelan al hecho de
que son de un grupo determinado o de una clase social determinada. Así pues las
elecciones humanas son siempre elecciones condicionales, ya que la decisión del
votante se basa en las promesas e índole del que va a ser elegido.
Pero,
por sorprendente que pueda parecer, la elección divina es siempre elección
incondicional. Dios nunca basa su elección en lo que el hombre piensa, dice,
hace o es. No sabemos en qué basa Dios su selección, pero no es algo que esté
en el hombre. No es que ve algo bueno en un hombre específico, algo que induce
a Dios a decidir elegirlo.
¿Y no
es esto maravilloso? Supongamos que la elección que Dios hace para el cielo se
basara en algo que teníamos que ser o pensar o hacer. ¿Quién se salvaría
entonces? ¿Quién podría presentarse delante de Dios y decirle que ha hecho
alguna vez algo siquiera por un instante, que fuera realmente bueno en el
sentido más profundo de esta palabra? Todos nosotros estamos muertos en
nuestros pecados y transgresiones (EF. 2).
No
hay nadie que haga el bien, nadie (Ro. 3) Si la elección de Dios se basara en
una sola cosa buena que se encuentra en nosotros, entonces nadie sería elegido.
Entonces nadie iría al cielo; todos irían al infierno. Porque nadie es bueno.
Por lo tanto, agradezcamos a Dios su elección incondicional.
Para
dejar bien claro lo que quiere decir elección incondicional, es necesario
referirse al arminianismo. No me agrada tener que hacerlo, porque puede parecer
que sea enemigo de los arminianos. Por el contrario, creo que los arminianos
pueden ser cristianos nacidos de nuevo. * Ellos creen que hay un Dios
trino, que Jesús es Dios, y que murió por los pecados del hombre, sostienen la
salvación por la fe sola y no por las obras. Por consiguiente, todos los
verdaderos creyentes los que confían en Jesús como salvador suyo deberían
sentirse en verdadera comunión cristiana con los arminianos. Son uno en Cristo.
Aunque
los arminianos son cristianos sinceros, están completamente equivocados
respecto a las siguientes doctrinas de depravación total, elección incondicional,
expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia de los santos. Y la
única razón por la que mencionamos el arminianismo es para mostrar con mayor
claridad las enseñanzas bíblicas.
* El
arminianismo recibió el nombre del teólogo Holandés, Jacobus Arminius, quien
vivió de 1560 a 1609. Desarrolló los Cinco Puntos del Arminianismo, contra los
cuales se pronunció el concilio de la iglesia de Dort (Holanda) en 1618-19.
Porque
lo blanco nuca es tan blanco como cuando se contrapone a lo negro. Así también,
las verdades bíblicas del Calvinismo nunca se ven tan claras como cuando se le
contrapone a las ideas erróneas del arminianismo. De esta manera, no es sino
con renuencia que menciono tanto al arminianismo, pero lo hacemos por amor y
aprecio por ellos. Simplemente deseamos presentar el gozo pleno de la fe
cristiana que no sea oscurecido con la idea errónea de la elección condicional.
Según
el Arminiano, la elección divina y si creen en la elección es incondicional.
Creen que Dios prevé quien creerá en Cristo, y entonces, basado en ese
conocimiento previo, Dios decide elegir a los creyentes para el cielo. Creen
que a veces el hombre natural y no regenerado posee suficiente bondad en sí
mismo para que, si el Espíritu Santo lo ayuda, desee elegir a Jesús. El hombre
elige a Dios, y entonces Dios elige al hombre. La elección de Dios queda
condicionada por la elección del hombre. El Arminiano, pues enseña la elección
condicional; en tanto que el calvinista enseña la elección incondicional.
II. BASE BÍBLICA
Los
Cinco Puntos del Calvinismo están íntimamente ligados entre sí. El que acepta
uno de los puntos aceptará los demás. La elección incondicional se desprende
necesariamente de la depravación total.
Si
los hombres son totalmente depravados y sin embargo, algunos se salvan,
entonces es obvio que la razón de que algunos se salven y otros se pierdan
descansa enteramente en Dios. Todo el género humano continuaría perdido si
quedara abandonado a sí mismo y Dios no escogiera a algunos para que se
salvaran. Porque por naturaleza el hombre está espiritualmente muerto (Ef. 2) y
no sólo enfermo. No posee en sí mismo ni vida ni bondad espirituales. No puede
hacer nada que sea verdaderamente bueno nada, ni siquiera entender las cosas de
Dios y de Cristo, y mucho menos desear a Cristo o la salvación.
Sólo
cuando el Espíritu Santo regenera al hombre tener fe en Cristo y ser salvo. Por
consiguiente, si la depravación total es bíblicamente verdadera, entonces la fe
y la salvación consiguiente se dan sólo cuando el Espíritu Santo actúa por
medio de la regeneración. Y la decisión respecto a que a qué personas serán
objeto de su acción debe pertenecer por completo, ciento por ciento, a Dios, ya
que el hombre, como está espiritualmente muerto, no puede pedir ayuda. Esto es
elección incondicional: La elección de Dios no depende de nada de lo que el
hombre hace.
A. JUAN 6.37, 39
Jesús
prometió a sus oyentes, “Todo lo que el padre me da, vendrá a mí; y al que a mi
viene, no le hecho fuera, Y ésta es la voluntad del padre, el que me envió: Que
de todo lo que me diere, no pierda yo nada sino que lo resucite en el día
postrero.”
Se ve
muy claramente que aquellos que resucitarán en el último día- todos los
creyentes verdaderos- el Padre se los da a Cristo. Y sólo aquellos que el Padre
a Cristo pueden venir a él. La salvación está por completo en las manos del
Padre. Él es quien se los da a Jesús para que se salven. Una vez que hayan sido
entregados a Jesús, éste se preocupará entonces de que ninguno de ellos se
pierda. Así pues, la salvación depende por completo de que el Padre entregue a
algunos a Cristo. Esto no es más que la elección incondicional.
B. JUAN 15.16.
Cristo
dijo, “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros.”
Si
hay algún texto que señale claramente la elección incondicional es éste. El
Arminiano dice que él escoge a Cristo. Cristo dice, “No, vosotros no me
elegisteis a mí. Al contrario, yo os elegí a vosotros.”
Es
cierto que el cristiano elige a Cristo. Cree en él. Es decisión suya. Y sin
embargo Cristo dice, “No, no me elegisteis vosotros a mí.” La observación
negativa de Cristo es una forma de decir que si bien el cristiano cree a veces
que él mismo es el factor decisivo en elegir a Cristo, la verdad es que en
último término, es Cristo quien escoge al creyente.
Y
entonces después de esto, el creyente elige a Cristo. Nosotros pensamos que
todas las cosas buenas que hacemos en la vida, tal como creer en Cristo las
logramos por nuestros propios medios; pero debemos recordar que Dios es quien
produce en nosotros tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad
(Fil. 2.12, 13). Juan lo expresó de otra forma en su primera carta, “Nosotros
le amamos a él, porque él nos amó primero.” El amor de Dios es anterior al amor
del hombre. Este es el amor selectivo de Dios.
C: HECHOS 13.48.
Lucas
informó, “Creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.”
He
aquí otro texto de una claridad total para quienquiera que lea la Biblia sin
nociones preconcebidas acerca de la elección. Lucas cuenta las conversiones
ocurridas en Antioquía donde Pablo y Bernabé habían predicado. Al informar
acerca de los resultados del ministerio de ellos emplea las palabras del texto
citado.
Esto
ha turbado a los arminianos hasta tal punto que sus teólogos han tratado de
retorcer las palabras para hacerlas decir, ”Todos los que creyeron estaban
ordenados para vida eterna”; y el predecesor del unitarianismo, Socino
(1539-1604), de hecho tradujo de esta forma, pero esto violenta totalmente el
texto. Esta traducción armonizaría muy bien con la teoría arminiana según la
cual Dios prevé quiénes van a creer y luego los predetermina. Pero la Biblia
dice exactamente lo contrario: “Creyeron todos los que estaban ordenados para
vida eterna.” La sencillez cabal de este texto es sorprendente.
D. 2 TESALONICENSES 2.13.
El
apóstol Pablo afirmó, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios
respecto a vosotros, hermanos amados por el señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y
la fe en la verdad.”
Adviértase
ante todo que se dice que el Señor amó a los tesalonicenses. Este es ya amor
selectivo. Este término “amados por” nunca se emplea para el caso del no
creyente, o del mundo, en ninguno de los pasajes de la Biblia. Dios nunca llama
a Judas o al mundo que lo rechaza, “amados por el Señor.” Este término se
reserva para aquellos que aman a Jesús y que han sido salvados por su muerte.
Esto es ya un indicio del amor eterno y selectivo de Dios.
Luego
adviértase que Pablo dice expresamente que Dios escogió a los tesalonicenses,
dando a entender que pasó por alto a otros.
Además,
Pablo escribe que Dios los escogió desde el principio; es decir desde antes de
la fundación del mundo (Ef. 1.4)-desde la eternidad. Alguien dirá, “Seguro que
los escogió desde la eternidad, que preordenó quiénes irían al cielo; pero lo
hizo basado en el conocimiento previo. Dios previó quienes creerían en Cristo y
basado en esto los escogió.”
Esta
forma de razonar pasa por alto la enseñanza clara de Pablo. Pablo no dice que
Dios escogió a los tesalonicenses porque eran santos o creyeron. Al contrario,
dice exactamente lo opuesto. Dios los escogió “para salvación”. Algunas de las
versiones modernas lo traducen “para ser salvados” (Versión Popular). La salvación
viene sólo por fe; de manera que cuando Pablo dice que Dios escogió a los
tesalonicenses “para ser salvados”, esto, desde luego, implica que Dios eligió
darles el único medio para conseguir esa salvación a saber, la fe.
Si
Dios eligiera dar a alguien el resultado sin darles los medios para
conseguirlo, la elección no tuviera significado. Por si hubiera todavía algunos
que dudaran de la que la fe sea un don de Dios y no fruto de los esfuerzos del
hombre (Ef. 2.8), Pablo dice expresamente que Dios los escogió para salvación
“mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. En otras
palabras, salvación, santificación y fe forman un todo que les vino a los
tesalonicenses de parte de Dios. Así pues, 2 Tesalonicenses enseña una elección
de Dios que no depende de nada que haya en el hombre, ni de su santificación ni
de su fe. No, la elección de Dios es incondicional.
E. EFESIOS 1.4-5.
Pablo
dice que Dios padre nos ha bendecido con toda bendición espiritual, “según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinados para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.”
Adviértase
con qué vigor habla Pablo de la elección. Dice que Dios “nos escogió”, no que
nosotros escogimos a Dios. Luego agrega que Dios nos ha “predestinado”. Además,
la elección soberana se subraya más con la afirmación de que Dios nos escogió
en Cristo; es decir, nos escogió no debido a nosotros mismos sino por causa de
Cristo Jesús.
Quizá
algunos arminianos continuarán arguyendo que Dios sí predestinó a algunos, pero
que esto se basó en el conocimiento que Dios tenía de quienes iban a creer. Por
consiguiente, la decisión depende realmente del hombre y no de Dios. Pero
adviértase que Pablo no dice que Dios nos escogió porque somos santos, sino,
para que fuésemos santos y sin mancha. Y la santidad incluye la fe, porque no
hay santidad sin fe. Efesios 1 se opone por completo a lo que dice el
Arminiano, y excluye la elección que se base en algo que haya en el
hombre-obras o fe.
Esta
conclusión se refuerza más cuando Pablo agrega que esta elección y
predestinación fueron “según el puro afecto de su voluntad”. Dios no escogió al
hombre porque previó que hubiera en él algo que valiera la pena, como la fe,
porque entonces hubiera dicho que nos predestinó “según la fe prevista en el
hombre”. Por el contrario, Pablo omite cualquier alusión al hombre y dice que
la razón se encuentra solamente en “el puro afecto” de Dios.
Para
hacer resaltar con más fuerza esta elección soberana de Dios, que no se basó en
nada que exista en el hombre, Pablo agrega la expresión, “de su voluntad”. Esto
no fue necesario para su razonamiento. Había dicho que la elección había sido
según el puro afecto de Dios; esto era suficiente para indicar que la elección
de Dios se basaba en razones que estaban totalmente en el mismo. Pero luego
agrega “de su voluntad”, lo cual indica todavía con más vigor la libertad de la
elección de Dios, el hecho de que la razón hay que buscarla sólo en su
voluntad.
F. ROMANOS 8.29, 30.
Pablo
afirma, a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo…Y a los que predestinó a éstos también llamó;
y a los que llamó, a éstos también justificó: y a los que justificó, a éstos
también glorificó.”
Si
hay algún versículo que parezca apoyar el concepto arminiano de la
predeterminación basada en el conocimiento previo, es éste. Pero sólo mediante
una lectura superficial se llegaría a esta conclusión. Porque la palabra
traducida en la versión antigua como “antes conoció” es una expresión griega y
hebrea que significa “amar antes”. Cuando la Biblia dice que Adán “conoció” a
Eva, no quiere decir que Adán conoció lo alta que era y la clase de
temperamento que tenía. No, significa que Adán amó a Eva. Y cuando David dice
que Dios “conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá”
(Sal, 1), no dice que Dios conoce al justo y no conoce al malo. Dios conoce
todas las cosas y a todas las personas, incluyendo a los malos. Propiamente
David quiere decir que Dios ama el camino de justo y odia el camino del malo,
al cual castigará.
En
forma semejante, cuando dios dice por medio de Amós, “a vosotros solamente he
conocido de todas las familias de la tierra” (3.2), no niega su omnisciencia,
diciendo que no conoce a nadie más intelectualmente. No se trata de una
metáfora que significa, “de entre todas las familias de la tierra solamente os
he amado a vosotros.”
Del
mismo modo, cuando pablo dice en romanos 8.29, “a los que antes conoció,
también los predestinó”, Pablo utiliza la expresión bíblica de “conocer” en
lugar de “amar” y quiere decir “a los que antes amó, los predestinó.” Si
“conoció” significara aquí sólo conocimiento intelectual, entonces Dios no lo
conocería todo; porque entonces no conocería a los que no ha predestinado para
la justificación y glorificación. Lo que Pablo dice en Romanos 8 es que hay una
cadena áurea de salvación que comienza con el amor eterno y selectivo de Dios y
continua por eslabones irrompibles a través de la predeterminación, el
llamamiento efectivo, la justificación, hasta la glorificación final en el
cielo.
En
lugar de apoyar el punto de vista arminiano de que la predeterminación se basa
en el conocimiento previo, Romanos 8 está de acuerdo en forma definitiva con el
resto de la Escritura en el sentido de que la predeterminación del creyente se
basa en el amor eterno de Dios. Gracias a Dios de que existe esta cadena
ininterrumpida de salvación. El que cree en Cristo sabe que forma parte de
ella.
G. ROMANOS 9:_6-26.
Todos
los textos mencionados previamente son excelentes para mostrar que Dios no
elige a las personas porque haya algo en ellas que lo atraiga. Pero la
afirmación más espléndida de todas se encuentra en Romanos 9.
El
problema principal de Romanos 9-11 es éste: “¿Cómo pueden los israelitas,
quienes poseyeron todas las bendiciones de Dios en el pasado, estar
espiritualmente perdidos? ¿Ha olvidado Dios sus promesas a Israel?” Pablo
responde con un no rotundo. “No que la palabra de Dios haya fallado” (9.6).
Entonces dedica el resto del capítulo a mostrar que la salvación no se obtiene
porque uno sea descendiente físico de de Abraham, sino que se recibe de la
gracia soberana de Dios. Y esto es lo que deseamos mostrar: El primer indicio se
encuentra en el hecho de que Rom. 9.7 Pablo habla de la elección soberana de
Isaac en lugar de Ismael. Dios habló en forma soberana y selectiva, “en Isaac
te será llamada descendencia.”
Luego
Pablo señala la misma elección soberana en el caso de Jacob y Esaú. Jacob y
Esaú tenían los mismos padres e incluso habían nacido a la vez: eran gemelos.
Sin embargo Dios en forma soberana escogió a Jacob y pasó por alto a Esaú.
Para
mostrar que la elección de Dios no se basó en un conocimiento previo, Pablo
escribe que Dios dio a conocer su elección a Rebeca antes de que nacieran los
mellizos y antes de que hubieran hecho nada, ni bueno ni malo (9.11). “Así fue
dice Pablo, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese,
no por las obras sino por el que llama” (9.11). Dios no escogió a Jacob porque
vio de antemano que sería bueno o creería. La fuente de la elección no se halla
en el hombre, sino en “el que llama”, es decir Dios simplemente afirma, “A. Jacob
amé, mas a Esaú aborrecí” (9.13).
Como
seres humanos quisiéramos preguntar, “¿Pero por qué Dio? Y Dios simplemente
responde reiterando el hecho, “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” y no da
ninguna razón que satisfaga la pregunta inquieta que se hace el hombre.
Pablo
percibe el sentimiento de insatisfacción que sin duda se despertará en la mente
de los que van a escuchar su carta. Percibe que algunos pensarán
espontáneamente, “¿Qué clase de Dios es éste? No es justo amar a uno y
aborrecer a otro incluso antes de que nazcan y antes de que tengan oportunidad
de demostrar lo que son.” Por eso en el versículo siguiente (14) Pablo se
pregunta: “¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios?” Éste es el
meollo: La elección incondicional parece implicar la idea de un Dios injusto y
por consiguiente no puede ser. Así razona el hombre.
Antes
de que pasemos a examinar la respuesta de Pablo ante tal acusación,
reflexionemos un momento en el hecho de que esta misma pregunta que Pablo se
hace presupone la elección incondicional. La cuestión de la injusticia en Dios
nunca, nunca se suscita dentro de la teoría arminiana. Porque según el
Arminiano, Dios no elige arbitrariamente, ya que prevé quién será bueno o malo,
o quién creerá. La elección de Dios se basa en algo que el hombre hace o cree.
Su predeterminación es completamente justa; se decide sobre los méritos del
hombre.
La
acusación de injusticia hecha a Dios se suscita sólo si la elección es
incondicional; porque al hombre le parece necio hablar de un Dios bueno y justo
que simplemente escoge a Jacob y pasa por alto a Esaú, especialmente cuando
Jacob no es mejor que Esaú, ni tiene más méritos que él. Esto es una locura,
piensa. Dios debe ser injusto.
Por
consiguiente, el hecho mismo de que Pablo plantee la pregunta acerca de la
injusticia presupone que habla acerca de la elección incondicional. Según la
teoría arminiana de la elección incondicional, no habría posibilidad de
plantear el problema de la injusticia. Pero Pablo lo hace, con lo que demuestra
que está enseñando la elección incondicional.
La
respuesta de la palabra infalible de Dios a la pregunta de Pablo no es
retractar lo dicho respecto a la soberanía de la elección de Dios, ni tratar de
ofrecer una explicación racional al hombre que duda. Pablo simplemente afirma
“En ninguna manera.” Ni se atrevan a decir o a pensar que Dios es injusto. No
lo es. Es un Dios bueno y santo, y jamás es injusto.
Quizá
no lo podemos entender todo aquí. Después de todo, sólo somos humanos; no somos
Dios. ¿Acaso puede sorprender que siendo pecadores y mezquinos no entendamos
todo lo que se refiere a Dios? ¿Acaso sus caminos no son más elevados que los
nuestros tanto como el firmamento infinito está muy por encima de la tierra?
Incluso
Pablo afirma de otra forma la elección incondicional por parte de Dios con una
expresión del Antiguo testamento. “Tendré misericordia del que yo tenga
misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (9.15). Y más adelante
dice, “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”
(9.18) Según la Biblia, la elección depende en forma exclusiva de Dios. Es
libre de amar al que quiera y pasar por alto al que quiera, no debido a lo
bueno o malo que haya en el hombre, sino por sus propias buenas razones.
Sería
posible considerar como suficientes las pruebas alegadas en cualquiera de los
numerosos puntos mencionados en Romanos 9. Pablo ha demostrado en forma
concluyente que la salvación no del que actúa, sino del que llama, y que la
elección es incondicional. No hace falta proseguir con otros argumentos. Y sin
embargo parece como si Pablo tuviera en mente a los arminianos cuando escribió
el versículo 16. Porque Pablo lo dice en forma tan inequívoca que no puede
haber ningún mal entendido, “Así que no depende del hombre que quiere, desea o
decide; ni tampoco del que corre. Depende exclusivamente de Dios quien tiene
misericordia.
Si
todavía hay alguien que dude de estas afirmaciones explícitas de la Biblia de
que nuestra salvación está totalmente en manos de Dios, y que no depende ni en
lo más mínimo del que quiere o del que corre, que lea una y otras vez Romanos
9.16. Porque ésta es la Palabra de Dios.
III. ALGUNAS ACLARACIONES
A. ¿HA ELUDIDO EL PROBLEMA EL ARMINIANO?
Una
de las razones por las que el Arminiano hace que el hombre sea el factor
decisivo en la salvación es que espera salvaguardar la libertad del hombre.
Cree que si Dios predetermina todas las cosas, entonces el hombre no es ni
libre ni responsable. Por ello opta por reducir los planes determinantes de
Dios y reservar un cierto terreno en el que el hombre actúa libre e
independientemente de Dios. (A modo de adelanto, se debería advertir que el
calvinista defiende tanto la soberanía de Dios como la responsabilidad del
hombre, si bien no puede reconciliar ambas racionalmente. Véase capítulo 6.)
Pero
debería advertirse que el Arminiano no consigue muy bien lo que pretende.
Porque según la posición del Arminiano, Dios conoce de antemano todo lo que va
a suceder. Dios no escogió a los que creerían en Cristo; pero si ha conocido desde
la eternidad cuál va a ser la elección de cada hombre, porque Él es
omnisciente. Si Dios conoce de antemano lo que sucederá, entonces sólo lo que
Él conoce de antemano llegará a suceder.
No
hay otra alternativa. Si Dios conoció de antemano que el Sr. A. creería,
entonces no hay posibilidad alguna de que éste no crea. Por tanto, si Dios sí
conoce de antemano todas las cosas, como dice el Arminiano, entonces todas las
cosas ciertamente sucederán y no hay posibilidad de otra alternativa.
Bien,
esto es exactamente lo que cree el calvinista: Dios conoce de antemano todas
las cosas, los sucesos futuros son ciertos, y el hombre tiene responsabilidad
de hacer el bien. La única diferencia es que el calvinista se atreve a decir
que Dios es todopoderoso y controla estos sucesos; en tanto que el Arminiano
dice que el hombre los controla. El calvinista se atreve a hacer de Dios un
Dios real, un Dios todopoderoso, y no un Dios parcialmente poderoso. Y el
Arminiano no ha ganado nada con su teoría, ya que está exactamente frete al
mismo problema que tiene el calvinista; a saber, cómo reconciliar la
responsabilidad humana con la certeza absoluta de todos los sucesos.
B. EL HOMBRE ES LIBRE.
Contrariamente
a lo que piensa la mayor parte de las personas el calvinista enseña que el
hombre es libre ciento por ciento – libre de hacer exactamente lo que quiere.
Dios no coacciona a nadie en contra de su voluntad.
Y
precisamente por ser libre, el hombre es esclavo debido a que el hombre hace lo
que quiere hacer, no posee una voluntad libre (lo cual no es lo mismo que decir
es libre); es decir, el hombre es totalmente incapaz de escoger entre el bien y
el mal. El alcohólico no es libre. Técnicamente puede escoger externamente
entre beber y no beber. Pero en realidad sólo puede hacer una cosa. No puede
dejar de beber más de lo que puede dejar de respirar. Tiene que beber. Es
esclavo del alcohol. Y sin embargo es libre. Hace exactamente lo que desea
hacer. Nadie lo obliga a beber.
De la
misma manera, el no cristiano es libre. Hace precisamente lo que le gustaría
hacer. Sigue los deseos de su corazón. Como su corazón está corrompido e
inclinado a toda clase de males, libremente hace lo que desea hacer, a saber,
pecar. Odia al Dios trino y todo lo que Él representa. Por consiguiente, en
realidad nunca lo escogerá. No puede, porque no lo desea. Así pues,
precisamente porque el no regenerado es libre, es esclavo. Es esclavo del
diablo y de sus propios deseos malos, y no puede servir a Dios.
Históricamente,
la expresión Libre albedrío se ha utilizado en teología para indicar que el
hombre es libre de hacer lo que desea hacer, y voluntad libre se ha utilizado
para indicar la clase de libertad que nadie posee a saber, la capacidad o
libertad de escoger entre el bien y el mal, entre creer en Cristo o rechazarlo.
A
propósito, el cristiano tampoco tiene voluntad libre.* Técnicamente
puede tener la opción externa de escoger o rechazar a Cristo, pero básicamente
no la tiene. Cristo no lo dejará rechazarlo. Todo lo que el Padre ha dado a
Cristo vendrá a Cristo, Nadie los arrancará de las manos de Cristo (Jn. 6.33,
39). En otras palabras, el cristiano no posee voluntad libre. Así pues, si
usted es cristiano verdadero, dé gracias a Dios de que nunca, ni por un
momento, podrá volverle la espalda a Jesús. El calvinismo no es tan horrible
después de todo, ¿no es cierto?
C. EN LA PREDESTINACIÓN TODOS OBTIENEN LO QUE DESEAN.
A
veces la gente se queja de que la predestinación es una doctrina dura que
obliga a la gente a hacer lo que no quiere hacer. Dicen que si desearan creer, no
podrían, a no ser que Dios los hubiera predestinado; y si desearan no creer,
Dios los iba a obligar ir al cielo. Así pues, ¿de qué sirve el creer?
Debe
decirse con toda firmeza que todos consiguen precisamente lo que desean. Para
decirlo en la forma más brusca posible: Los condenados están contentos de estar
en el infierno. Nadie está en el infierno en contra de su voluntad. Todos los
que están ahí están contentos de ello.
No
interprete mal esa afirmación. Los condenados saben que después de la muerte
todos van o al cielo o al infierno. No les gusta el infierno, pues de lo
contrario no sería infierno
*Tampoco
Dios posee voluntad libre, Dios no puede escoger hacer el mal, porque es sólo
bien.
No
les gusta el infierno, pues de lo contrario no sería infierno. Es el lugar
donde los gusanos nunca mueren y donde le fuego nunca se apaga. En el infierno
sólo hay agonía eterna. Es infernal. De manera que a los condenados no les
gusta estar ahí. Pero hay algo que odian más que ese mismo tormento: a Dios
Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo.
El
último lugar en ele que quisieran estar es en el cielo. No pueden digerir la
idea de arrepentirse de sus pecados y de amar a Dios y a los demás más que a sí
mismos. No desean estar en el infierno, pero cuando saben que la alternativa
del infierno es ir al cielo con corazón puro, prefieren permanecer en el
infierno. Es pues, cierto que todos consiguen lo que desean: Los cristianos
están contentos de estar con Dios, y los condenados están contentos de no estar
con Dios.
Cuántas
veces el no cristiano se queja de la enseñanza de la predestinación, suele ser
una racionalización hipócrita de su rechazo de Cristo. Yo preguntaría:
¿Qué
desea? ¿Está arrepentido de sus pecados? ¿Confía en Cristo como Salvador? ¿Ama
a Dios y desea ir al cielo? Si la respuesta es sí, entonces debería saber que
es cristiano. Ya ha creído. Y “al que a mí viene, no le hecho fuera”, dice
Jesús. Tiene lo que desea.
Si
responde que no a esas preguntas, entonces preguntaría, “¿Por qué se queja?
Tiene todo lo que desea. No desea a Cristo, no desea el cielo. Bien, tiene
exactamente lo que desea.”
III. VENTAJAS PRÁCTICAS
Estas
enseñanzas bíblicas acerca de la elección son difíciles de entender. Si alguien
sigue dudando de ellas, debería recordar que la salvación no depende de creer
todo lo que la Biblia dice acerca de la elección incondicional. Podemos tener
confusión de ideas e incluso negar algunas verdades bíblicas, y sin embargo ser
salvos. La salvación no depende de poseer el conocimiento de un teólogo.
Depende sólo de si uno ha puesto verdaderamente la confianza en Jesucristo para
que lo salve de sus pecados. Por consiguiente, tanto los arminianos como los
calvinistas que se arrepienten de sus pecados y acuden a Cristo para conseguir
la salvación irán al cielo.
Pero
si yo fuera arminiano, desearía saber con certeza lo que dice la Biblia acerca
de la elección; porque es innegable que el arminiano pierde mucho de la riqueza
de la vida cristiana debido a sus puntos de vista. Véase como ocurre esto de
estas dos formas:
A. ALABANZA AGRADECIMIENTO A DIOS.
Si
uno cree que Cristo murió por sus pecados y que con la ayuda parcial del
Espíritu santo ha llegado a esa convicción, estará sumamente agradecido con
Dios. Pero suponga que, además de estar agradecido con Cristo por haber muerto
en la cruz por usted, cayera en la cuenta de que nunca hubiera amado a Jesús a
no ser que él lo hubiera amado primero, que nunca lo hubiera elegido a no ser
que el lo hubiera elegido a no ser que el le hubiera dado fe en ÉL.
Entonces
lo amaría mucho más. Su humildad sería mucho mayor porque sabría que ni es
suficientemente bueno para distinguir algo bueno que está ante sus ojos. Su
agradecimiento sería mucho mayor porque tendría mucho más de que estar
agradecido. Su decisión de vivir una vida mejor sería mucho más firme porque
habría más razones por las que estar agradecido. Cuán bueno es Dios no sólo en
perdonarnos los pecados sino también en darnos fe en Cristo de modo que podamos
conseguir el perdón de los pecados. ¡Que bueno es Dios¡
B. LA CONFIANZA DE SER SALVO.
Si en
último término nuestra salvación dependiera de nuestra libre voluntad de
aceptar a Cristo, y si dios suministrara la expiación vicaria de Cristo, pero
no nuestra fe, entonces estaríamos en una condición deplorable. Pensemos en
esto - ¡que el seguir siendo cristianos o no, dependiera de nosotros¡ ¡Qué
pensamientos tan terrible¡ ¿La salvación depende de nosotros, quienes por
naturaleza estamos corrompidos y no amamos a Dios? ¿De nosotros, que como
cristianos todavía tenemos al hombre viejo en nosotros? ¿De nosotros, quienes
dudamos, vacilamos, y pecamos? ¿La salvación depende de nosotros? Oh, no, que
no sea así. Creo hoy, pero quizá mañana no creeré.
Quizá
sucumbiré ante los deseos pecaminosos en vez de seguir fiel a Cristo. Quizá mis
profesores escépticos me convencerán de que la Biblia no es la verdad. Éstas
pueden ser las turbaciones del que piensa que en último término su fe depende
fundamentalmente de sí mismo y que no la ha recibido de Dios.
Pero
el calvinista sabe que toda su salvación depende de Dios y no de sí mismo. Sabe
que no sólo Cristo murió por sus pecados, sino también que Dios le dio la fe.
Sabe que el que ha comenzado la buena obra en él la continuará hasta el día del
juicio (Fil. 1.6) Así pues, el arminiano no puede poseer el gozo y consuelo de
salvación porque hace descansar su fe en sí mismo y no en Dios.
Alabemos
a Dios, de quien provienen todas las bendiciones, incluyendo la fe, que es el
medio de garantizar las bendiciones de la expiación de Cristo. Alabemos a Dios
por su amor selectivo.
PREGUNTAS PARA ESTUDIO Y DISCUSIÓN
Preguntas
sobre el capítulo que usted acaba de leer:
1. ¿Cuál
es la diferencia entre predestinación y predeterminación
2.
¿Cuál es la diferencia entre la predestinación y el fatalismo?
3. ¿Cuáles
son las dos partes de la predestinación?
4. ¿Qué
significa la palabra incondicional en la expresión elección incondicional?
5. ¿Cuál
es la diferencia entre un Arminio y un arminiano?
6. ¿En
qué sentido es bíblico decir que, aunque Dios predestine a todos, el hombre es
libre? Acuda a su Biblia, al contestar las siguientes preguntas:
1. ¿Qué
palabras se pudiera usar en vez de elección o elegir? Vea Efesios 1.4, por
ejemplo.
2. ¿Qué
nos enseña Deuteronomio 7.6-9 acerca del aspecto incondicional de la elección?
3.
Exponga en detalle Romanos 8.29-30. Muestre, basado en el resto de la Biblia lo
que significa la palabra “conocer”. (cf. Gn.4.1, 18.19; Nm. 31. 18; Sal. 1.6;
Am. 3. 2; Mt. 7. 23; 1 Cor. 8. 3; 2 Tim. 2. 19).
4.
Estudie Romanos 9.10-26 especialmente los versículos 11,14, 16 y 19 ¿Qué dicen
estos versículos acerca de la elección?
5.
¿Cómo afecta 1 Jn. 4.19 la enseñanza de la elección?
6.
¿Cómo puede Usted “hacer firme vuestra vocación y elección”? 2 Pedro 1.10. Fíjese
en el apéndice de este libro. Lea con cuidado las siguientes secciones antes de
contestar las preguntas:
A. La
actitud de Calvino hacia la predestinación, pág. 167.
B.
Artículo XVI La confesión Belga de fe, Pág. 175.
C. Capítulo
III (Sec. III VIII) Capítulo IX La confesión de Fe de Westminster, pág.175,
182. A la luz de esta lectura, como también su reflexión sobre la Biblia,
conteste estas preguntas:
1.
¿Cómo ayuda la enseñanza de la elección al cristiano para que alabe a Dios más
de lo que da la enseñanza que da Arminio?
2.
¿Resuelve el arminiano el problema de cómo reconciliar la responsabilidad
humana con la predestinación y la certeza de todos los sucesos? Explíquese.
3.
¿Cómo respondería a alguien que diga “si estoy predestinado para ser salvo, me
salvaré de todas formas. De modo que pecaré todo lo que quiera”?
4. ¿O
que respondería si dijera, “si no estoy predestinado para salvarme, no me puedo
salvar. Ni siquiera voy, pues, a tratar de salvarme. Nada puedo hacer respecto
a esto”?
5.
¿Cómo respondería a una persona que dijera, “si la elección es incondicional es
verdadera, entonces Dios es arbitrario, aceptador de personas, quien escoge a
unos y se muestra duro con otros”?
6.
¿Hubiera sido injusto Dios si no hubiera elegido a nadie y dejado que todos se
condenaran al infierno?
7. Si
alguien se niega a aceptar a Cristo, ¿de quien es la culpa: de Dios por no
elegirlo o de la persona? ¿Cómo lo demostraría basado en la Biblia?
8. ¿Le
es posible a alguien llegar a estar seguro de que es un elegido? ¿Cómo?
9. ¿Se
puede saber si alguien es elegido? ¿Cómo? ¿Pero puede saberse si es réprobo?
¿Por qué?
10. ¿En
que maneras la enseñanza de la elección nos da mejor garantía de nuestra salvación?
LECCIÓN. 5
3: EXPIACIÓN LIMITADA.
I. EL PROBLEMA
¿Por
quién fue que Cristo quiso morir? ¿Por los pecados de quién pagó Cristo de
hecho? ¿Por quién fue Cristo al infierno? ¿A quién reconcilió Cristo con Dios?
¿A quién sustituyó Cristo? ¿Cuál fue su intención, su propósito al morir?
¿Salvarlos a todos o sólo a los que Dios eligió? Durante mucho tiempo los
cristianos ortodoxos han respondido a estas preguntas de dos formas diferentes.
El arminiano ha dicho, “Cristo murió por todos”, en tanto que el calvinista ha
dicho, “Cristo murió solo por el creyente.” El arminiano ha enseñado la
expiación universal; en tanto que el calvinista ha enseñado la expiación
limitada.
El
arminiano dice que Cristo murió por todo el mundo, incluyendo a Esaú y Judas.
Dicen que Cristo pagó por los pecados aun de los réprobos, aquellos que
conscientemente rechazan a Jesús, aquellos que van al infierno. Hacen una
distinción entre lo que Cristo hizo (morir por todos) y lo que Cristo consiguió
(no todos se salvan). Para ellos la expiación es como un obsequio universal;
hay un regalo para todos, pero sólo algunos tomaran posesión del regalo. Cristo
no sólo derramó su sangre, también la esparció. Quiso salvar a todos, pero sólo
algunos se salvarán. Por consiguiente, parte de su sangre se ha perdido: se ha
desparramado.
Se
puede encontrar una ilustración de la posición arminiana en el caso de un
americano que fue condenado a muerte hace más de 100 años. Antes de que lo
colgaran, sin embargo, el presidente Andrés Jackson le concedió el perdón. Pero
el hombre se negó e incluso apeló a la Corte Suprema, la cual sostuvo su
derecho de negarse a recibir el perdón. La Corte declaró que el Presidente
puede otorgar el perdón, pero que el perdón nunca se puede imponer a una
persona; se puede rechazar. En forma semejante, el arminiano dice, Dios puede
ofrecer el perdón al hombre sobre la base de la muerte de Cristo, pero el
pecador condena o puede rechazarlo. Sin embargo cualquiera que rechace el
perdón tanto de Dios como de un Presidente es necio.
Para
robustecer su posición, el arminiano recurre a pasajes como 1Juan 2.2 (“Él es
la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo”), 2 Corintios 5.14 (“porque el amor de Cristo
no constriñe, pensando esto: que uno murió por todos”) y Juan 4.42
(“verdaderamente éste es el Salvador del mundo”).
El
calvinista, por otro lado, dice que Cristo murió sólo por el creyente, por el
elegido, sólo por los que de hecho se salvarán e irán al cielo. Según el calvinista,
Cristo quiso o se propuso que su expiación pagara por los pecados sólo de
aquellos que el Padre le había dado (Jn.6.37-40). Dice que si Cristo de hecho
llevo el castigo de los pecados de todos entonces se salvan. Pero esta
conclusión obviamente no es aceptable. Hay personas que van al infierno. El
calvinista recurre a los pasajes que afirman que Cristo murió, no por todos,
sino por su “pueblo” (Mt. 1.21), sus “ovejas” (Jn. 10.15, cf. 10.26), “sus
amigos” (Jn. 1:5.13) “la iglesia” (Hch. 20.28), y “la esposa” (Ef. 5.25).
Cuando
el calvinista emplea el término limitada, no quiere decir que la expiación sea
limitada en su poder para salvar. Por el contrario, cree que la expiación de
Cristo es ilimitada en cuanto a poder, que Cristo salva en forma completa, y
que la expiación tiene un valor infinito. Pero si cree que la expiación
ilimitada de Cristo es limitada en su fin, que Cristo quiso quitar, y de hecho
quitó la culpa de los pecados de un número limitado de personas a saber,
aquellos a quienes Dios ha amado con un amor especial desde la eternidad. La
expiación, de valor limitado, se limita a ciertas personas. Es una expiación
limitada.
Como
la expresión expiación limitada puede confundir a las personas, algunos han
preferido el término definido o particular. Estos últimos términos subrayan los
objetos de la expiación, que es ilimitada en cuanto a su poder, se limita a un
número definido y particular de personas a saber, los creyentes. No importa
cual término se emplee, limitada, definida o particular, si se tienen bien
claras estas distinciones.
II. LA RESPUESTA BÍBLICA
Antes
de pasar a la información bíblica básica, obsérvense dos pasajes que tratan de
la expiación limitada: Juan 10.15 Y Efesios 5.25
En
Juan 10 Jesús emplea la ilustración del pastor y su rebaño. Dice de sí mismo
que es pastor y que tiene un rebaño de ovejas. Conoce a las ovejas y ellas lo
conocen a Él. Escuchan su voz y lo siguen, y él les da vida eterna a fin de que
no perezcan. Estas ovejas son los verdaderos creyentes. Ahora bien, Jesús dice
que da su vida por estas ovejas y no por todo el mundo: “El buen pastor su vida
da por las ovejas” (10.11). Y en 10.15 dice de nuevo, “pongo mi vida por las
ovejas”.
Esto
es expiación limitada. Entrega la vida por sus ovejas, y sólo por sus ovejas.
En 10.26 dice a aquellos que no creen en Él que son ovejas suyas. “pero
vosotros no creéis,” dice a los judíos incrédulos, “porque no sois de mis
ovejas.” En otras palabras, no estaban incluidos en su rebaño, por lo cual,
como había dicho antes, dará la vida. Esto es expiación limitada.
En
Efesios 5.25-27 Pablo amonesta a los esposos de la iglesia de Éfeso a que amen
a sus esposas “así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella”. Es la iglesia, no el mundo, por quien Cristo se entregó a sí mismo.
Además,
se entregó a sí mismo para ella “para santificarla, habiéndola purificado.”Hay
una unidad inseparable entre la muerte de Cristo por la iglesia y su acción
santificadora y purificadora de la misma. Cristo purifica y santifica a aquellos
por quienes murió. Como el mundo no está santificado, ni purificado, es obvio
que Cristo no murió por él.
Además,
si el punto de vista Arminiano fuera correcto, es decir si Cristo amó a “todo”
el mundo por igual y se entrego a sí mismo por el mundo, entonces el
paralelismo entre la esposa del marido y la esposa de Cristo caería por su
base.
Porque
entonces la amonestación sería que el marido debe amar a otra que no es su
esposa y entregarse por ella, del mismo modo que Cristo se entregó a sí mismo
no sólo por la iglesia su esposa, sino también por los que están fuera de ella.
Pero sería contradictorio a la Biblia, que enseña que el hombre debe tener una
sola esposa.
Ahora
examinemos la base bíblica de la expiación limitada desde el punto de vista del
Padre, del Hijo y del Espíritu santo, y veamos la unidad y armonía de su
propósito y acción.
A. LA ELECCIÓN DEL PADRE.
Si el
Arminiano tiene razón en su negativa de la elección; sí Dios no predestinó a
algunos para la vida eterna, sino que los postdestinó; si Dios no ha amado a
algunos con un amor particular desde la eternidad; si Dios no decidió desde la
eternidad salvar a su pueblo entonces no hay expiación limitada sino universal.
Ambas cosas son inseparables: el amor indefinido y la expiación indefinida, el amor
universal y la expiación universal, el amor indiscriminado y la expiación
indiscriminada, y la elección ilimitada (Dios elige a todos) y la expiación es
limitada. Si Dios no ha amado a ciertas personas con un amor particular,
entonces el arminiano tiene razón: Dios no envió a su hijo para que muriera por
ciertas personas solamente. Si Dios ha amado a todos por igual, entonces Dios
de hecho ha enviado a su hijo para que muriera, por todos por igual.
El
Arminiano tiene razón al observar que el amor del Padre y la expiación del hijo
van juntos, que las mismas personas son el objeto del amor de Dios y de la
expiación, que hay concordancia entre el amor del Padre y la muerte del Hijo.
Los objetos de ambos son los mismos. El Arminiano y el calvinista están de
acuerdo a este respecto. Pero la Biblia enseña repetidamente que Dios no ama a
todos con el mismo amor. “A vosotros solamente he conocido de todas de todas
las familias de la tierra” (Am. 3.2); “A los que antes conoció, también los
predestinó” (Ro. 8.29); “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Ro. 9.13). “Elección Incondicional.” La expresión “Amado
de Dios” no se aplica al mundo, sino solo a los santos de Roma (1.7), de
Colosal (3.12) y de Tesalónica (1 Te. 1.4;2 Te. 2.13), y a los destinatarios
cristianos de la carta de Judas (v. 1) .
Como
los objetos del amor del padre son particulares, definidos y limitados, también
lo son los de la muerte de Cristo. Como Dios ha amado a algunos y no a todos,
como ha decidido en forma soberana e inmutable que éstos en concreto se
salvaran, envió a su hijo para que muriera por ellos, para que los salvara, no
para que se salvara a todo el mundo. Como es una elección definida, la
expiación es definida. Como es una elección limitada, la expiación es limitada.
Como es una elección particular, la expiación es particular. El amor de
elección de Dios y la expiación de Cristo van juntos y tiene como meta las
mismas personas. Hay unidad entre el padre y el hijo.
Fue
porque dios amó tanto al mundo de los pecadores elegidos que envió a su hijo
unigénito para que el mundo se salvara por medio de él (Juan. 3.16-17) En este
pasaje la palabra “mundo” no quiere decir todas y cada una de las personas,
tanto los réprobos como los elegidos, sino el mundo entero en el sentido de
personas de todas las tribus y naciones, no solo judíos. Como el Padre había
dado algunos a Jesús, Jesús vino a la tierra para morir por ellos (Jn.
6.37-40). Jesús tuvo una meta definida y precisa, que coincidió con el
propósito del Padre. Su propósito no fue morir en forma imprecisa por toda la
gente del mundo, sino que, como dijo, “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”
(v.37).
La
voluntad del decreto del Padre fue no que todos se salvaran sino que Jesús no
perdiera a ninguno del os que el padre le había dado (v. 39). Jesús murió sólo
por este propósito (v. 38). 1 Juan 4.10 enseña también en forma clara la
relación inseparable entre el amor de Dios y la expiación de Cristo, porque
dice que Dios “Nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.” El objeto del amor de Dios es el mismo objeto de la
propiciación de Cristo. El “nosotros” se refiere no al mundo sino a aquellos
cuyos pecados son perdonados 2.12) que han vencido al maligno (2.13) y que son
hijos de Dios (3. 1, 2).
En
otras palabras, Cristo murió sólo por los hijos de Dios: aquellos a quienes
Dios amó con amor especial. Pablo también identifica a aquellos por quienes
Cristo murió con aquellos a quienes Dios ama, cuando escribe: “Mas Dios muestra
su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por
nosotros” (Ro. 5.8). El objeto del amor de Dios (“nosotros”) es el mismo que aquellos
por quienes Cristo murió (“nosotros2). Debido al amor especifico de Dios por
“nosotros” los santos (1.7) y los justificados (5.1) Cristo murió por los
mismos.
Quizá
el más convincente de todos los pasajes para mostrar la relación íntima y
necesaria entre elección limitada y expiación limitada es Romanos 8. 32. Este
versículo es tanto más sorprendente porque es un pasaje al que recurren
constantemente los que defienden la expiación ilimitada. Dice así: “El que no
escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no
nos dará también con él todas las cosas? A primera vista, puede parecer que
Pablo enseña claramente que Cristo murió por todos.
Pero
una reflexión más madura lleva a la conclusión clara de que es imposible que
sea así. El “todos” del versículo 32 se refiere a todos los elegidos, y no
todos los que viven en el mundo entero. La razón de esto es que el pasaje
entero de Romanos 8 desde el versículo 28 hasta el final del capítulo trata
sólo de los cristianos. Todo lo que antecede y sigue de inmediato al versículo
28 hasta el final del capítulo trata sólo de los cristianos. Todo lo que
antecede y sigue de inmediato al versículo 32 se refiere sólo al pueblo
especial de Dios. Todas las cosas no contribuyen al bien de todo el mundo, sino
sólo de aquellos que aman a dios y que han sido llamados conforme a su
propósito electivo (v. 28).
Las
promesas de dios son sólo para aquellos a quienes él ha conocido de antemano y
ha predestinado y glorificado (v. 29-30). De éstos es de quien Pablo dice “Si
Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará con él todas
las cosas?” (v. 32). El “todos nosotros”, por quienes Cristo murió son aquellos
cristianos que pablo acaba de mencionar.
Luego
en la frase que sigue inmediatamente, Pablo continúa hablando sólo de los
elegidos: “Quién acusará a los escogidos de Dios?” La idea es: nadie puede,
porque Cristo murió por ellos. ¿Ven la conexión íntima entre los elegidos y
aquellos por quienes Cristo murió? Son los mismos. Todo lo que procede y sigue
al “todos nosotros” del versículo 32 está restringido a los elegidos, a los que
Dios ama. Por consiguiente este versículo, en lugar de apoyar una expiación
universal, apoya precisamente lo opuesto: limita el “todos nosotros” a aquellos
que aman a Dios. Esta es expiación limitada.
Y
precisamente es esta expiación limitada la que proporciona tanto consuelo en
tiempos de prueba. Porque pablo arguye (v. 32) que si Dios dio lo más grande
del mundo por su pueblo es decir, si Dios sacrificó a su hijo Jesús por
nosotros los creyentes entonces dios dará también todo lo que sea para nuestro
bien. Así pues, no tienen por qué preocuparse, los de poca fe, los que temen
tanto el mañana. Recordemos, que si Dios sacrificó a Cristo por nosotros,
entonces todas las demás cosas que son buenas son pequeñeces. Y Dios nos las
dará. Demos gracias a Dios Padre no sólo por su amor eterno de elección, sino
también por el Hijo que murió por nosotros.
Para
resumir esta sección, la Biblia enseña que el propósito de la predestinación
del Padre y de la expiación del Hijo es el mismo: La salvación de un número
limitado de personas, de los elegidos de Dios. En otras palabras, la expiación
limitada se basa en la elección incondicional.
B: LA EXPIACIÓN DEL HIJO.
Para
responder a la pregunta: ¿Por quién murió Cristo?, es necesario definir la
palabra morir. ¿Qué quiere decir morir? ¿Exactamente qué es los que Jesús hizo
cuando murió? Éste es el meollo de la pregunta.
La
Biblia define la muerte de Jesús por lo menos cuatro maneras diferentes. Cuando
Cristo murió, (1) se sacrificó en forma vicaria por los pecados (He. 9,10); (2)
propició, es decir; aplacó la ira justa de Dios (Ro. 3.25, He. 2.17; 1 Jn. 2.2;
4.10); (3) reconcilió a su pueblo con Dios, es decir, eliminó la enemistad
entre ellos y Dios (Ro. 5.10; 2 Co. 5.20; etc.); y (4) los redimió de la
maldición de la ley (Gal. 3:13).
La
pregunta a la que hay que contestar en forma precisa es ésta: ¿Se sacrificó o
no? ¿Se sacrificó Cristo en realidad en forma vicaria por los pecados o no? Si
lo hizo, entonces no fue por todo el mundo, porque entonces todo el mundo se
salvaría.
¿Redimió
Cristo en verdad, no en forma teórica, sobre el papel, sino en realidad a Judas
de la maldición de la ley, haciéndose de hecho maldición por Judas (Gal. 3.13),
de manera que éste ya no esté bajo la maldición de la ley? Desde luego no.
Pablo dice que Cristo se hizo maldición por nosotros, es decir, por pablo y por
los gálatas creyentes. Como Judas no quiso creer en Cristo, está en el infierno
bajo la maldición de la ley. Cristo no murió por él.
¿Reconcilió
Cristo de verdad, a Esaú con el Padre, por medio de su muerte (Ro. 5.10), o no?
¿Quitó de hecho, con su muerte vicaria, la enemistad que existía entre Dios y
Esaú de manera que ésta ya no se da?
Es lo
uno o lo otro. Si Cristo reconcilió a Esaú, si Cristo se hizo maldición por
Judas, si de hecho soportó los tormentos del infierno por todo el mundo, en
otras palabras, si murió por todo el mundo, en otras palabras, si murió por
todos, entonces nadie está perdido. Todos han sido reconciliados y redimidos.
Pero decir que todos los hombres están redimidos es contradictorio con lo que
afirma la Biblia.
Así
pues la naturaleza de la expiación, ¿qué hizo de hecho Cristo? Gira alrededor
de la pregunta: ¿por quién murió Cristo? El sustantivo (expiación) define su
adjetivo (limitada). Si la expiación en realidad no salva, si no quita de
verdad la maldición de Dios sobre el pueblo, si no redime de hecho , entonces
sí puede ser para todos, incluso para los que están en el infierno. Pero si la muerte
de Jesús es lo que la Biblia dice que es, sacrificio vicario por los pecados,
redención verdadera y no hipotética, mediante la cual el pecador queda realmente
reconciliado con Dios, entonces, obviamente, no puede ser por todos los
hombres, porque entonces todos se salvarían, y lo cierto es que no es así.
Una
de las dos cosas es verdadera: o la expiación es limitada en su alcance o es
limitada en su naturaleza o poder. No puede ser ilimitada en ambos sentidos. Si
es ilimitada en su alcance, es decir, si Cristo murió por todos y cada uno,
como pretende el Arminiano, entonces no puede ser ilimitada en su naturaleza,
en su poder, porque entonces todos se salvarían. Como el Arminiano cree en una
expiación que es ilimitada en su alcance, necesariamente ésta es una expiación
vaga, indefinida, pobre, que no salva de hecho a nadie.
Si,
por otra parte, la expiación es ilimitada en cuanto a su eficacia y a su poder salvador,
como la Biblia lo indica, entonces debe ser limitada en su alcance. A no ser
que alguien crea en el universalismo, que todos se salvaran, la expiación no
puede ser ilimitada tanto en su naturaleza como en su alcance. Por
consiguiente, es bíblico hablar de una expiación ilimitada (en cuanto a su
naturaleza y su poder) y limitada (en cuanto a su alcance). O, una expiación
particular definida e ilimitada.
Cuando
se cae en la cuenta de que la expiación es real y no ficticia, que de hecho, y
no en forma imaginaria, quitó la culpa del pecado, entonces es posible ver el
error que hay en la ilustración del prisionero condenado a muerte pero quien
fue perdonado por el presidente Jackson. La razón de que el ejemplo falle y de
que el hombre pudiera rehusar el perdón fue porque éste no tenía base objetiva.
Si otro hombre hubiera sido colgado en lugar de él, si otro hubiera pagado la
deuda, entonces el estado no hubiera podido exigir dos castigos por el mismo
delito.
Pero
en ese caso no hubo sustituto. En el caso de la expiación, por el contrario no
se trata de un simple perdón ficticio, sin sustituto real; porque Cristo
efectivamente murió en lugar de los pecadores. Se sacrificó de hecho por los
pecados. Dios castigó a Cristo en lugar de castigar a sus amados. Pero nadie
actuó como sustituto en el perdón otorgado al hombre condenado del ejemplo
anterior. Si hubiera aceptado el perdón, entonces se hubiera pasado por alto
las exigencias estrictas y justas de la ley. Pero esto no puede suceder en la
ley divina. Alguien tiene que morir para pagar por los pecados cometidos: o la
persona misma o Cristo.
C: LA MORADA DEL ESPÍRITU.
2
Corintios 5.14-15 nos dice “El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que
si uno murió por todos, luego todos murieron, y por todos murió, para que los
que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucito por ellos”
He aquí otro ejemplo sorprendente de como un texto puede a primera vista dar la
impresión de que refrenda la teoría universalista de la expiación, cuando en realidad
hace lo contrario. A menudo se recurre a la expresión de Pablo “uno murió, por
todos” como prueba de la expiación ilimitada de que Cristo murió por todos y
cada uno de los que han vivido o vivirán. Pero el estudio cuidadoso del pasaje
revela que Pablo enseña lo contrario.
Adviértase
sobre todo el “luego”. Pablo escribe que “uno murió por todos, luego todos
murieron”. Debido a la muerte de Cristo, dice Pablo, todos murieron. Hay una
conexión inseparable entre la muerte de Cristo y la muerte de todos. El luego”
exige una relación causal. De ahí que, el “todos murieron” no se pueda referir
a la muerte natural de todos los hombres, porque la muerte de Cristo no es la
causa de la muerte física del hombre. El “todos murieron” se refiere a la
muerte espiritual del creyente.
Es la
misma clase de muerte de Romanos 6, donde Pablo dice que los cristianos son
bautizados en la muerte de Cristo y unidos a la misma. Han muerto al pecado
debido a la acción del espíritu Santo en su corazón. Ahora bien, es obvio que no
todos han muerto en este sentido. Muchos siguen viviendo en el pecado, no han
muerto al pecado. Por consiguiente, Cristo no pudo haber muerto por ellos.
Porque hay una relación indestructible entre la muerte de Cristo y aquellos por
quienes murió: “Murió por todos. Luego, todos murieron.” Obviamente, el Todos
en ambos casos significa todos los creyentes no todo el mundo, tanto réprobos,
como elegidos. Porque los réprobos nunca murieron al pecado.
Además,
Pablo advierte también, de acuerdo con Romanos 6, que si los cristianos están
muertos al pecado, entonces están vivos en Cristo. Si están sepultados
espiritualmente con Cristo, resucitarán espiritualmente con él. (Si bien Pablo
no lo afirma en forma explícita en este pasaje, sabemos por el resto de la Biblia
que esto es posible sólo gracias a la acción del Espíritu santo.) Entonces da
un paso más y arguye que el amor de Cristo hacia los cristianos debería
constreñirlos a vivir vidas santas, todo por amor de “aquel que murió y
resucitó por ellos”.
En
otras palabras, hay una cadena inexorable de sucesos en 2 Corintios 5.14-15:
(A)
Cristo Murió Por Todos Los Creyentes; Por Consiguiente,
(B) Todos
Los Creyentes Mueren Espiritualmente En Cristo, Y:
(C) Todos
Ellos Resucitaran De Nuevo Espiritualmente En Cristo.
Si se
firma el punto (a), deben seguirle el (b) y (c). Por consiguiente en este
pasaje no se menciona al mundo, al incrédulo, sino sólo a aquellos que murieron
al pecado, resucitaron espiritualmente en Cristo y viven por él. Así pues el
“todos” de uno murió por todos” se refiere a todos los cristianos. Ésta es
expiación limitada.
Éste
es, pues, el gran plan de la redención. Dios no amó en forma vaga a todos los
hombres, sin elegirlos soberanamente. Y por tanto tampoco Cristo murió en forma
indeterminada por todos los hombres, eliminando su pecado hipotéticamente esto
es, no verdaderamente. Y el Espíritu santo no aplicó en forma insulsa la muerte
de Cristo a todos y dejó en sus manos, en último término, el salvarse o no
salvarse.
Antes
bien, la Biblia enseña la acción unida de las tres Personas de la Trinidad:
entre la elección del Padre, La expiación del hijo, y la morada del espíritu
santo. Debido a que el Padre ha amado algunos desde la eternidad (Ro. 8.29),
envió a su Hijo para que muriera por ellos. Lleno de amor, el Hijo no perdió a
ninguno de los que el padre le dio (Jn. 6.39), si no que llevó sobre sí la
maldición por sus ovejas, por su pueblo, por su iglesia, por su esposa.
Lo
salvó en verdad, lo redimió y lo reconcilió con el padre. Luego, el Espíritu
santo vino al pueblo al que el Padre había escogido y por quien el Hijo había
muerto y lo hizo morir al pecado y vivir espiritualmente, es decir, nacer de
nuevo. Coincide pues el propósito del Padre del hijo y del espíritu santo. Los
tres buscan el mismo propósito y lo consiguen: La salvación de aquellos a
quienes el padre ha amado con amor especial. *
III. OBJECIONES
Desde
hace siglos se han suscitado ciertas objeciones en contra de la doctrina bíblica
de la expiación limitada. Puede ser útil examinar por lo menos tres de ellas.
A. EL OFRECIMIENTO LIBRE DEL EVANGELIO.
Algunos
dicen si Cristo no quitó los pecados de todos, si el padre, el Hijo y el
espíritu Santo no quisieron salvar a todos entonces ¿Cómo es posible decir,
como lo hace el calvinista, que Dios sinceramente ofrece salvación a todos,
incluyendo a aquellos que no ha predestinado para ser salvos? Nos hallamos
frente a un misterio fundamental. Por una parte, la Biblia enseña que dios tiene
la intención que se salven sólo algunos. Por otra parte, la Biblia afirma, en
forma inequívoca, que dios ofrece libre y sinceramente la salvación a todos.
Ezequiel
dice, por ejemplo, “Diles: Vivo yo, dice Jehová el señor, que no quiero la
muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.
Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de
Israel? (33.11).
Isaías
dice, “A todos los sedientos: venid a las aguas, y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed” (55.1). En otro pasaje dice, “Mirad a mí, y sed
salvos”, todos los términos de la tierra” (45.22). Jesús dice, “Venid a mí
todos los estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11.28).
Más adelante exclama: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y
apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas y no quisiste!” (Mt.
23.37). Pedro escribe con claridad inconfundible que el señor es “paciente para
con nosotros, no queriendo, que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 P. 3.9).
*Algunos
han tratado de defender la elección y acción soberana del espíritu Santo,
negando al mismo tiempo la expiación limitada. Esta teoría produce un desacuerdo
no bíblico entre la acción del Padre, del hijo y del Espíritu. Describe al
padre como a quien ama a todos los hombres por igual, al hijo como a quien
muere por todos los hombres por igual, pero al Espíritu Santo como a quien
actúa irresistiblemente sólo en los corazones de algunas personas. Es mucho
mejor ceñirse a los datos bíblicos que señalan una verdadera unión entre todas
las personas de la trinidad en cuanto a la consecución de su único propósito:
el cumplimiento de la elección del Padre.
Se puede
encontrar una excelente presentación bíblica de este problema, al igual que
toda la enseñanza de la expiación limitada, en el informe de las Actas del
sínodo de la Iglesia Cristiana Reformada de 1967. No se trata de un estudio
abstracto sino de un análisis nacido de una situación práctica.
Finalmente,
en Apocalipsis 22.17 leemos esta invitación universal: “Y el Espíritu y la
esposa dicen: Ven y el que oye, diga: Ven y el que tiene sed, venga: y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
¿Cómo
es posible reconciliar estas dos series de afirmaciones: por una parte, dios
tiene la intención de salvar sólo a algunos; y, por otra, dios ofrece
sinceramente la salvación a todos’ ¿Acaso no prueban todos los pasajes que se
acaban de citar que Cristo sí murió por todos? Porque si ofrece sinceramente la
salvación a todos, debe haber hecho provisión para que estos se salven.
De
nuevo nos encontramos ante el problema fundamental de Dios. Sus caminos son más
excelsos que los nuestros. Al hombre le parece imposible reconciliar ambas
verdades. Parecen contradecirse mutuamente. Sin embargo, La Biblia es la
palabra infalible de Dios y no puede errar. Ya que ambas series de verdades
están en la Biblia, deben aceptarse; y el hombre debe resignarse al hecho de que
no puede entender a Dios y sus caminos.
Debe
ser suficientemente humilde para reconocer que la criatura no puede comprender
los pensamientos de Dios. Debe simplemente preguntarse: ¿hizo dios estas dos
afirmaciones que parecen contradictorias? Si encuentra ambas en la Biblia, como
lo hace el calvinista, debe entonces aceptarlas. No debe decir que aceptara lo
que su mente finita pueda entender. Porque entonces, automáticamente, excluye
la posibilidad de Dios, porque Dios es infinitamente mayor que su mente y es
incomprensible.
B. PASAJE UNIVERSALISTAS.
A
veces se objeta en contra de la expiación limitada basándose en el hecho de que
la Biblia explícitamente dice en varios pasajes que Cristo es la propiciación
por los pecados de todo el mundo (1 Jn. 2.2), que es el Salvador del mundo (Jn.
4.42), que quita el pecado del mundo (Jn. 1.29), que “murió por todos” (2 Co.
5. 14-15), y se entregó como rescate por todos (1 Ti. 2.6). Si murió por todos,
razonan, entonces no murió solo por unos cuantos.
La
respuesta a esta objeción es que a menudo la Biblia emplea las palabras mundo o
todos en un sentido restringido, limitado. Deben interpretarse siempre en su
contexto y a la luz del resto de la Biblia. Es lo que debemos hacer en
cualquier tipo de lectura. Por ejemplo, si un periódico informara que se ha
hundido un barco, pero que todos fueron rescatados, es obvio que significa que
todos los que estaban en el barco fueron rescatados y no todos los que estaban
en el mundo.
Lo
mismo ocurre en la Biblia. Cuando Lucas informa que cesar mandó que “todo el
mundo” se empadronara y que “iban todos para ser empadronados, cada uno en su
ciudad” (2. 1, 3) es evidente que todos no son todos. Porque los japoneses, los
chinos y los anglosajones no se empadronaron.
Cuando
pablo afirma dos veces que “todo me es lícito” (1 Co. 6.12; 10.23), es obvio,
por el resto de sus escritos, que no todo le era lícito. No le era lícito
pecar:
Cuando
Jesús dice: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”
(Jn. 12.32, es evidente que todos, no son todos. Porque millones de paganos ni
siquiera han oído hablar de Jesús, y mucho menos han sido atraídos por Él. Y
muchos otros millones que han oído hablar de Jesús en vez de haber sido
atraídos hacia Él, se han sentido repelidos ante el simple pensamiento acerca
de Él. Jesús puede haber querido decir una de dos cosas: todos los elegidos
serán atraídos a Él, o todos los hombres, tanto gentiles como judíos, tanto
hotentotes como suecos, serán atraídos hacia Él, todos no son todos.
En
forma semejante, en 1 Corintios 15.22 Pablo escribe en términos al parecer
universalistas cuando dice “Porque así como en Adán todos mueren, también en
Cristo todos serán vivificados.” Aunque es evidente que todos los que viven en
el mundo murieron en Adán (Ro. 5.12ss), es igualmente evidente que todos no han
muerto en Cristo. Hay muchos que no han sido crucificados en Cristo. Lo odian.
A la
luz de tantos pasajes (y se podrían citar más) en los que todos no significa
todos en el sentido de cada uno de los individuos que viven, es imposible
recurrir, en forma simplista, a estos pasajes universalistas para probar que
Cristo murió por todos. Se debe estudiar cuidadosamente el contexto. Cuando lo
hicimos en el caso de romanos 8.32 y 2 corintios 5.14-15, resultó claro por el
contexto que Pablo afirmaba que Cristo murió por todos los elegidos. En otros
lugares las palabras mundo y todos se refiere simplemente a todos los
creyentes, a toda la iglesia, y al mundo más allá de Israel. En 1 Juan 2.2, por
ejemplo, leemos que Cristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” Esto
significa que Cristo murió por los pecados no sólo de de los judíos, sino
también de los holandeses, italianos y suecos, de hecho, por todo el mundo. No
significa
Por
todos y cada uno de los judíos, holandeses, italianos y suecos.
C. OBSTÁCULO AL EVANGELISMO.
Algunos
arguyen que si el evangelista no puede decir a su auditorio, “Cristo murió por
vosotros,” quedará afectada, en forma considerable, su eficacia en la
evangelización.
La
respuesta a tal argumento es que si hubiera que elegir, es mejor decir la
verdad, y no ganar tantos “conversos”, que conquistar a muchos con falsedades.
El fin no justifica medios ilegítimos. Si la Biblia dice que Cristo murió por
los elegidos, entonces el evangelista no puede representar el papel de dios
afirmando que sabe que todos los que componen el auditorio son elegidos y por
consiguiente, que Cristo murió por ellos. No lo sabe y no debería decirlo.
Pero
también debería advertirse que la eficacia del evangelismo no depende de la
afirmación bíblica “Cristo murió por vosotros”. No se encuentra una afirmación
de este tipo en George Whitefield o Charles Spurgeon, por ejemplo, y sin
embargo tuvieron un éxito evangelístico fenomenal. Es digno de mención que en
ningún pasaje de la Biblia se encuentra una expresión semejante. Es suficiente
decir a la persona inconversa: “Cristo murió por el pecado.
Se
entregó por los pecadores como usted y yo. Si desea salvarse, crea en él. Es su
responsabilidad, y Dios le ofrece libremente la salvación por medio de Jesús.
Crea.” * una afirmación así es bíblica y muy eficaz. El gran predicador
Charles Spurgeon es un ejemplo excelente de la eficacia que puede tener un
predicador que no suaviza las enseñanzas bíblicas del calvinismo.
Además,
la expiación limitada en lugar de ser obstáculo para el evangelismo, es un gran
estímulo para el mismo. Porque si creemos con la Biblia que por naturaleza
todos están condenados, y que sin embargo Dios tiene un pueblo en todas las
naciones, en todas las tribus, y en todas las comunidades, y que Cristo ha
quitado los pecados de este pueblo, entonces es muy estimulante predicar el
evangelio. No es un caso perdido después de todo. Habrá éxito. Lo que debemos
hacer para cumplir con nuestro deber es hablarles a los demás de Cristo. Y como
la expiación de Cristo ha quitado de hecho los pecados de los elegidos, habrá
respuesta infalible por parte de ellos. Gente de todas las tribus y lenguas
creerán, porque murió por ellos.
*Ciertamente
es posible decir en un sentido al hablar a los no salvos que “Cristo murió por
vosotros”. A causa de la muerte de Cristo muchas bendiciones les llegan a los
réprobos: todas las bendiciones naturales de este mundo le llegan por medio del
dominio mediador de Cristo. Pero todas estas bendiciones no son salvíficas: no
dan como resultado la redención de la persona.
Por
consiguiente, si bien hablando técnicamente se pude decir al no creyente,
“Cristo murió por usted”, es mas probable que esta afirmación dé lugar a un
equivoco y sólo debería emplearse si entiende adecuadamente. La persona
corriente al oír que Cristo murió por ella, concluiría ante todo que Cristo
borró la culpa de sus pecados. Quizá no sea éste el caso, y por tanto es mejor
no afirmar dogmáticamente lo que puede ser falso.
PREGUNTAS PARA ESTUDIO Y REFLEXION
Preguntas
sobre el capítulo que usted Acaba de leer:
1.
Explique en sus propias palabras lo que significa “Expiación Limitada”
1. 1
¿Qué es expiación?
1. 2 ¿Por
qué se llama limitada?
2. ¿En
qué manera se puede prestar a equívocos la palabra limitada en la expresión
Expiación Limitada?
3. ¿En
qué sentido es limitada la expiación?
4. ¿En
qué sentido es ilimitada la expiación?
5.
¿Sería mejor expiación definida? ¿Por qué?
6.
¿Sería mejor Expiación Particular? ¿Por qué?
7. ¿De
qué manera se relaciona la Expiación Limitada con la Elección Incondicional?
Acuda
a su Biblia, al contestar las siguientes preguntas:
1.
Estudie Juan 10.11, 15, 16 para ver qué dice acerca de que por quienes murió
Cristo.
2.
Analice Romanos 8.32. ¿Qué dice acerca de la expiación limitada?
3. Cite
todos los pasajes que pueda, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, para
mostrar que dios ofrece la salvación a toda la gente sin excepción, elegidos y
no elegidos.
4.
Busque los siguientes versículos de la Biblia y explique cómo los reconcilia
con la enseñanza bíblica de la expiación limitada:
A. Juan
1.29
B. Juan
4.42
C. 2
Corintios 5.14-15
D. 1
Timoteo 2.6
E. 1
Juan 2.2
Fíjese
en el apéndice de este libro. Lea con cuidado la siguiente sección: La
confesión de Westminster capítulo VII hasta el capítulo X, y a la luz de Esta
lectura como también esta sección del libro conteste estas preguntas:
1.
¿Cómo se puede probar la expiación limitada basado en la expiación vicaria de
Cristo?
2. ¿Qué
sucedería si la expiación fuera ilimitada en extensión y en poder?
3. ¿Es
bíblico decirlo al no cristiano, “Cristo murió por Usted”? ¿Por qué?
4. ¿De
qué manera resulta estimulante para los misioneros la expiación limitada?
5. ¿Qué
consuelo se puede sacar del hecho de la expiación limitada?
LECCIÓN: 6
4:_GRACIA IRRESISTIBLE.
Dos
estudiantes universitarios asisten a un estudio bíblico. Uno dice, “Es
magnifico”; el otro dice, “Bobadas”. Dos personas extrañas escuchan un sermón
muy claro acerca de “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al
Padre si no por mi.” Uno cree, el otro no. Dos muchachos, de hechos mellizos
crecen en la misma casa, con la misma instrucción religiosa. Uno ama a Dios, y
el otro lo odia. Sus nombres son Jacob y Esaú.
¿Por
qué? ¿Por qué dos personas sometidas exactamente a las mismas circunstancias
reaccionan en formas opuestas? ¿Por qué una persona cree y la otra rechaza a
Cristo? Éste es el problema que examina este capítulo.
La
respuesta bíblica es la gracia irresistible, es la única causa de estas
reacciones diferentes.
I. ¿QUÉ ES GRACIA IRRESISTIBLE?
A. GRACIA.
Gracia es un favor no merecido. Un
cierto estudiante universitario está más ocupado en causar problemas que en su
educación. Perturba la conferencia de un distinguido profesor visitante, y con
ello priva al conferencista del derecho de hablar y a los estudiantes del
derecho de escuchar. Incluso da un puñetazo en la cara a un paralítico que
insiste en ir a la clase.
En
compañía de una pandilla quema la biblioteca de la universidad, corta las
mangueras de los bomberos, grita groserías a la policía e incluso mata a un
compañero, líder del grupo que se le opone. Este asesino es condenado en la
corte de justicia por todos estos crímenes y se le condena a muerte. Estando en
la cárcel, sigue hablando con odio y venganza contra todos los que elaboran en
pro de la paz, de orden y de la libertad. Pero el tribunal de apelación le
otorga el perdón e incluso hace que se le entreguen diez mil dólares al año
como pensión vitalicia. Esto es gracia: Favor inmerecido.
De
manera semejante, cada uno de nosotros ha cometido crímenes mucho más odiosos,
y éstos en contra de dios, y merecemos un castigo mucho mayor. Dios hizo bien
al género humano. Pero nosotros, voluntaria y libremente, nos rebelamos en
contra de él. Nos ruega que nos apartemos del pecado y lo sirvamos a él, y le
respondemos ridiculizándolo. Está es nuestra naturaleza el odiar a Dios con un
sentimiento de venganza absoluta, y el odiar a todos los demás. Nuestra meta
única es ser siempre los primeros y pisotear a Dios. Merecemos el fuego eterno
del infierno.
En
una situación tan terrible como ésta, siendo todavía pecadores no arrepentidos,
Dios ama a algunos, envía a Jesús para que muera por ellos y luego envía al
espíritu Santo para que los haga aceptar el sacrificio que Cristo ha hecho por
ellos. Como culminación, manda que esos bastardos espirituales (He. 12.8) pasen
a ser hijos suyos y hereden riquezas incalculables. Esto El favor inmerecido.
Esto es gracia. (Y está a disposición de yodos los que quieran. Si alguien la quiere,
puede confiar en Cristo ahora mismo y aceptarla. Puede pedir a Cristo, el dios
hombre, que lo salve de los pecados.)
B. IRRESISTIBLE
Irresistible
significa que cuando dios ha escogido a algunos para que se salven y cuando
envía a su Espíritu santo para que los transforme de seres odiosos en seres
amantes, nadie puede resistirle. Les irresistible. Logra lo que se propone
hacer.
Pero
no entendamos mal la palabra irresistible. A algunos les puede dar la idea que
significa que alguien tiene que hacer lo que no quiere hacer. De una montaña
elevada puede desprenderse una avalancha de nieve, con fuerza irresistible,
sepultando al habitante del pueblo que, obviamente, no quiere morir. El
comunista puede obligar al predicador a que abandone el púlpito y ponerlo
irresistiblemente en la cárcel. Cualquier adulto puede secuestrar a un niño de
tres años sin que éste pueda ofrecerle resistencia.
Algunos
conciben la gracia irresistible en este sentido. Se imaginan a Dios como
obligando a la gente a hacer lo que no quieren hacer, como arrastrándolos hasta
el cielo a pesar de su resistencia y pataleo por así decirlo en contra de su
voluntad. Ven a Dios como alguien que obliga, coacciona y violenta la voluntad
del hombre.
Pero
éste no es el significado de la palabra irresistible cuando se habla de la
gracia irresistible; y si produce malos entendidos, entonces habría que escoger
otra palabra. Por ejemplo eficaz, efectiva, insuperable, o cierta. Lo que la
gracia irresistible significa es que dios envía a su Espíritu santo para que
actúe en las vidas de la gente de manera que, en forma definitiva y cierta, son
cambiados de ser malos a ser buenos. Significa que el Espíritu santo logrará sin
lugar a dudas, sin peros, ni sin, que aquellos a quienes Dios ha escogido desde
la eternidad y por quienes Cristo ha muerto, crean en Jesús.
Pero
dios hace esto de una manera que siempre le agrada al hombre. Como dijimos
antes, el hombre es siempre libre. Hace exactamente lo que quiere hacer. Esto
no significa que tiene voluntad libre es decir, la capacidad para escoger el
bien y el mal por igual. No posee esta clase de libertad. Porque odia a Dios,
ama el pecado, y libre y voluntariamente peca sin ninguna obligación externa.
Jamás puede escoger el bien, a Dios y a Cristo, porque está sometido a la
esclavitud del diablo y a sus propios deseos pecaminosos. No posee libertad
real.
Por
naturaleza el hombre es como una persona a quien le agrada comer manzanas
podridas, llenas de gusanos, tomadas del basurero, o como quien le gusta
sentarse en el barro para comer tierra. Dios puede cambiar la naturaleza de esa
persona de manera que le guste el filete miñón y las alcachofas, en vez de la
tierra, y que ansíe comer un plato de fruta fresca, en lugar de una manzana
podrida.
De
manera semejante, Dios cambia el corazón del hombre de malo en bueno. Por
naturaleza, al hombre le gusta pecar y le agrada todo lo que producirá
infelicidad y castigo eterno. Mediante la gracia irresistible Dios no deja el
corazón sin cambiar y en esa forma arrastra al hombre al cielo en contra de su
voluntad. No, transformara radicalmente su índole, de manera que ahora este
hombre se duele verdaderamente del pecado y ama a dios. Ahora, con su corazón
cambiado, aborrece lo que antes solía hacer. Cristo es ahora para él lo más
excelso. El cristianismo se convierte en algo atrayente. En forma libre y ansiosa
busca a Dios.
Es
así como actúa la gracia irresistible de Dios.
C. PUNTOS DE VISTA ERRÓNEOS.
A fin
de aclarar todavía más lo que significa la gracia irresistible, será útil
presentar el contraste que existe entre esta posición bíblica y dos puntos de
vista erróneos, el pelagianismo y el Semipelagianismo.
1. PELAGIANISMO.
El
pelagianismo es una herejía antigua, (Pelagio vivió en el siglo quinto), que se
presenta constantemente ante nosotros bajo nombres diferentes. Es la antítesis
del Calvinismo, o mejor aún, del agustinianismo, ya que Agustín fue el
principal autor de su derrota dentro de la iglesia. El agustinianismo o
calvinismo dice que el hombre está completamente corrompido y no es capaz de
hacer ningún bien por su propia cuenta, sin la acción irresistible del Espíritu
santo.
El
pelagianismo, por otra parte, dice que el hombre no está corrompido, ni total
ni parcialmente. Antes bien, el hombre nace siendo perfectamente bueno y puede
escoger con igual capacidad entre el bien y el mal. De hecho, algunos son
incluso impecables, Así pues, según el pelagianismo, no se necesita al Espíritu
Santo ni su gracia irresistible para ayudar al hombre a hacer el bien.
Esta
enseñanza es totalmente pagana y la iglesia cristiana la repudió por completo
en el sínodo de Cartago (418), el Concilio de Éfeso (4131), y el Sínodo de
Orange (529)
2. SEMIPELAGIANISMO.
Hay
una posición intermedia entre el calvinismo y el pelagianismo, llamado
semipelagianismo o arminianismo, esa postura no acepta el pelagianismo, porque
éste afirma que el hombre puede no pecar sin la ayuda del espíritu Santo. Tampoco
le agrada el agustinianismo, porque éste dice que el hombre es totalmente malo,
incapaz de hacer ni una cosa buena sin la acción irresistible del espíritu
santo.
Por
ello los semipelagianos buscaron un punto intermedio. Enseñaron que el hombre
posee algo bueno, alguna capacidad para creer en Cristo. Claro está, dicen, que
el hombre natural no puede creer sin la ayuda de Dios: necesita el sostén del
Espíritu santo, Pero afirman tanto el semipelagiano como el católico* y
el Arminiano, que Dios no da esta fe al hombre en una forma irresistible. La
palabra clave es cooperación. Dios hace su parte y el hombre la suya. Actúan
juntos.
Un
evangelista sostiene que esta posición dice, “Hay un campo en su vida que Dios
nunca tocará, Su voluntad. Nunca lo obligará a creer. Esta es responsabilidad
suya. Solamente usted puede hacerlo.” O, como escribe otro: “Debemos repudiar
el punto de vista de que Dios regenera al hombre antes de que éste se convenza
de pecado, se arrepienta, se convierta y cree. Este punto de vista hace que
Dios, arbitrariamente, determine la salvación o la condenación de las personas
basado únicamente en su propia buena voluntad soberana. Ni Dios ni nadie más
nos puede convertir si no nos convertimos nosotros mismos.” Según él, el hombre
primero debe arrepentirse y creer, y luego Dios regenerará al hombre.
Volvamos
a hora a la pregunta del comienzo del capítulo: ¿Por qué una persona cree en
Cristo, en tanto que otra que se halla en las mismas circunstancias lo rechaza?
Hay básicamente dos respuestas: La voluntad del hombre o la voluntad de Dios.
El Arminiano, el semipelagiano y el pelagiano dicen que la diferencia entre
ambos se encuentra en la voluntad del hombre. Dios presenta el evangelio por
igual a los que lo rechazan y a los que lo aceptan. Dios viene con la
predicación de la palabra, la presentación de Cristo, la oferta de salvación.
Pero a nadie obliga a que crea. El hombre es en último término el factor
decisivo. Si el hombre no acepta a Cristo, entonces Dios no puede hacer nada en
relación a ello.
El
Calvinista, por otro lado, dice que en último término la diferencia radica en
Dios y no en el hombre, En un determinado hombre el Espíritu no actúa en una
forma salvadora. Por consiguiente, como este hombre está espiritualmente
muerto, no puede creer, aun cuando oiga la predicación externa de la palabra y
quizá la lea muchas veces. En otro hombre, sin embargo, el Espíritu santo actúa
en forma irresistible, regenerándolo, de manera que entiende plenamente que es
pecador y que necesita a Dios, y, por consiguiente desea creer y salvarse.
Así
pues, según el Arminiano, la razón por la que uno acepta y el otro rechaza el
evangelio es que el hombre decide; pero según el calvinista, es Dios quien
decide. En un caso, la fe es el don de Dios al hombre. De ahí que tenemos dos
respuestas diametralmente opuestas en cuanto a la pregunta de por qué algunos
rechazan el evangelio y otros lo aceptan.
*Los
Dominicos, sin embargo, se acercan más a la posición calvinista. Consúltese
cualquier obra de teología Dogmática escrita por alguno de ellos.
II. SU BASE BÍBLICA
Las
cinco doctrinas tienen entre sí una clara relación de interdependencia. Si la
depravación total es un hecho, entonces la elección incondicional también lo
es, y también lo son la expiación limitada, la gracia irresistible, y la
perseverancia de los santos. Los cinco o se mantienen juntos o caen juntos.
Veamos, pues, los puntos que ya hemos tratado hasta ahora, y veamos cómo la
gracia irresistible depende de ellos.
A. EXPIACIÓN LIMITADA.
La
Biblia enseña que desde la eternidad Dios amo de antemano a algunos, y que en
consecuencia envió a su Hijo para que muriera por ellos. Como hemos visto,
Jesús de hecho murió por ellos. No se limitó a dar la impresión que quitaba sus
pecados. No fue teóricamente al infierno por ellos. De hecho llevó sobre sí sus
pecados y eliminó su culpa. Es uno o el otro, o Jesús los salvó o no los salvó.
O los sustituyó de hecho o no los sustituyó. La Biblia enseña que sí lo hizo.
Si
Cristo de hecho los ha liberado de la culpa del pecado, y si la salvación llega
sólo por la fe, entonces es necesario que Dios envié al Espíritu santo a sus
vidas, afín de que puedan aceptar la salvación que ya se les ha conseguido en
la cruz. El espíritu Santo debe actuar en una manera irresistible. No se puede
dejar al hombre en forma parcial la aceptación de Cristo, porque entonces todos
los rechazarían, y la expiación limitada conduce a la acción irresistible del
Espíritu Santo.
B: ELECCIÓN_ INCONDICIONAL.
Si es
cierto que Dios ha elegido a algunos incondicionalmente para que se salven (no
vamos a repetir las innumerables pruebas que se encuentran en la Biblia y ya
que se han explicado en el capítulo 2); entonces por consiguiente, el Espíritu
ha de actuar en una forma irresistible. De lo contrario todos, a causa de su
depravación, rechazarían a Cristo, y entonces no habría predestinación a la
vida eterna. Dios no podría estar seguro de aquellos a quienes ha elegido
creerían y se salvarían. La certeza de elección y confianza de su resultado y
que realiza lo que Dios ha predeterminado. Sin la gracia irresistible de Dios,
no podría haber predeterminación ni elección.
1. JUAN 6.37, 44.
“Todo
lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le hecho fuera…
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; yo le
resucitaré en el día postrero.”
Jesús
dice en este pasaje que el Padre le ha dado a ciertas personas, y que cada una
de ellas “vendrá a mí” No hay vaguedad. Es una sencilla afirmación declarativa:
“Todo…vendrá a mí” Esto puede suceder, desde luego, sólo si Dios impulsa en
forma irresistible a que vengan. Y esto es lo que Jesús dice que sucederá (V.
44). El Padre los Traerá y Jesús entonces los resucitará en el último día. La
palabra “traer” es la misma que se emplea para indicar la acción de sacar una
redada de peces (Jn 21.6, 11).
La
red no puede oponer resistencia a Pedro que la va arrastrando hacia la orilla.
Nada puede hacer; está pasivo; no puede oponerse. Es la misma palabra que se
emplea en el caso de Pedro que saca la espada para cortar la oreja de Malco
(Juan 18.10), en el de pablo y de Silas que son conducidos al foro (Hechos
16.19), y en el de Pablo a quien una turba lo saca del templo (Hechos 21.30).
En todos estos casos, se conduce al objeto en forma irresistible. La espada no
puede oponerse a Pedro, ni Pablo a la turba. Tampoco pueden hacer nada aquellos
a quienes el padre ha entregado a Jesús; no pueden resistir al padre quien los
conduce. Cada uno de esos que el padre omnipotente da a Jesús, vendrán a Jesús.
Es tan cierto esto como lo es las palabra de Jesús.
2 .JUAN 10.16.
“También
tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer y
oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.” Jesús, en forma infalible, se
posesiona de todas sus ovejas. Algunas ya pertenecen al redil, pero otras no.
Esas que todavía n pertenecen al redil él las conducirá hasta él mismo con toda
certeza. Lo hace enviando al Espíritu Santo para que actúe en sus vidas y las
traiga en forma irresistible al redil. Entonces habrá un solo rebaño y un solo
pastor.
3. ROMANOS 8.29-30.
“Porque
a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. Y a los que predestinó, a estos a estos también llamó, a estos
también justificó.”
Aclaremos
un par de términos. Como hemos visto antes, La palabra “antes conoció”
significa “amó desde antes.” Significa lo mismo que en Génesis 4.1, donde se
afirma que Adán conoció a Eva. La palabra “llamó” no se refiere sólo a un
llamamiento externo, de palabra; en armonía con el resto del nuevo testamento,
significa, además del llamamiento externo, la acción de Dios que produce una
respuesta interna afirmativa.
Así
pues, Pablo afirma con claridad que hay una sucesión inexorable de
acontecimientos que comienzan con el amor eterno de Dios por los elegidos.
Aquellos a quienes Dios ha amado de antemano, también los ha predestinado. Y
aquellos a quienes ha predestinado también los ha llamado para que crean. Y aquellos
a quienes ha llamado, y que han creído, los ha justificado (declarado justos).
Y aquellos a quienes ha justificado, también los ha glorificado.
Los
planes de Dios no fracasan. En todo este proceso desde el amor y predestinación
de Dios hasta la glorificación final, hay un ambiente de certeza y de seguridad
de éxito. Esta certeza y seguridad se pueden dar sólo si Dios actúa en forma
irresistible en las vidas de aquellos a quienes ha amado de antemano.
C: DEPRAVACIÓN TOTAL.
Todas
las ilustraciones Bíblicas del nuevo nacimiento, el cual propone la incapacidad
o depravación total del hombre, indican que el hombre es incapaz de resistir
los propósitos de Dios en la elección.
1. RESURRECCIÓN.
La
Biblia afirma que el hombre natural está muerto en sus pecados. No tiene vida
espiritual. El hombre muerto no puede resistir el poder de resurrección que
tiene Dios. En el día del Juicio todos serán resucitados de la muerte. Algunos
desearán no tener que ser resucitado. Clamarán a las montañas para que los aplasten
y los aniquilen, porque tendrán miedo de enfrentarse con su Dios y juez.
Pero
no pueden oponer resistencia; Dios resucitará a todos los que han muerto,
buenos y malos, creyentes e incrédulos. No pueden negarse a ser resucitados del
mismo modo que Dios no quebrantar su promesa de resucitar a todos. Cuando
Lázaro estaba en la tumba y Cristo le devolvió la vida, no pudo permanecer
muerto; tuvo que salir de la tumba. Cristo no podía ser frustrado en su deseo
de darle la vida.
De la
misma forma, cuando Dios resucita a alguien de la muerte espiritual, al muerto
le es imposible resistir. Tiene que vivir. No está en sus manos cambiar esto.
2. NUEVO NACIMIENTO.
Otra
ilustración de la acción de Dios en el corazón del hombre es el nacimiento.
Obviamente resulta necio hablar de que alguien se puede negar a nacer. Las
personas no pueden elegir entre nacer o no nacer. No está en sus manos. Alguien
que no existe, no se puede negar a ser concebido y a nacer.
Así
también, es ridículo hablar de que alguien puede resistir al nacimiento
espiritual. “El viento sopla de donde quiere, Así es todo aquel que es nacido
del espíritu” (Juan 3.8).
3. UNA NUEVA CREACIÓN.
Otra
ilustración de la regeneración es la creación (2 Co. 5.17; Gal. 6.5; Ef. 2.10).
Nada de lo que alguna vez ha sido creado se ha negado a ser creado. Al
principio no había nada sino Dios. Cuando Dios decidió crear el universo, no
hubo nada que le pudiera decir, “No quiero ser creado,” porque ni siquiera
había nada para lo que dijera. Fue simplemente creado. Dios es omnipotente:
hizo lo que quiso.
En
forma semejante, en la creación espiritual nadie puede resistir el propósito de
Dios. Dios espiritualmente recrea al que quiere. Y nadie puede oponérsele.
4. HECHURA.
Pablo
escribe que nosotros somos “hechura suya (de Dios), creados en Cristo Jesús
para buenas obras” (Ef. 2.10). Así como una muñeca o un teléfono o un radio no
pueden resistirse a ser hechos, así tampoco nosotros que somos hechura de Dios
podemos negarnos a ser hechos.
Vemos
pues, que todas las ilustraciones bíblicas acerca de la regeneración enseñan la
depravación total y natural del hombre y su incapacidad no sólo para hacer el
bien, sino también para resistirse a la acción del Espíritu santo. Para decirlo
en forma positiva, pablo habla de “cuál es la supereminente grandeza de su
poder para con nosotros los que creemos” (Ef. 1.19). “este poder que hay en
nosotros,” sigue diciendo hebreos, “es el mismo que la fuerza poderosa que
utilizó cuando resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su diestra en
el cielo.” ¡Qué amalgama de Dios en el hombre!
EXPRESEMOS NUESTRA GRATITUD A DIOS POR
SU GRACIA IRRESISTIBLE. SIN ELLA NADIE SE SALVARÍA.
A
veces Dios envía adversidades a las personas. Como pobreza, desgracias, cáncer
o soledad. Cuando alguien se halla en problemas, es natural que busque la ayuda
de otro; y sería natural pensar que esas personas acudirían a Dios. Pero el
hombre está tan depravado, que nunca acudirá a Dios a no ser que el Espíritu de
Dios cambie su corazón.
A
veces, Dios utiliza el azúcar en vez del vinagre. Bendice a personas con tantos
bienes materiales que uno pensaría que cualquiera que tenga un mínimo de
gratitud acudiría a Dios, de quien proceden todas las bendiciones. Sin embargo,
hay algunos que nunca tienen que preocuparse por el dinero y que disfrutan de
salud excelente que parecen volverse tanto más indiferentes y endurecidos para
con Dios, cuantas más bendiciones reciben. ¿La razón de ello? El Espíritu Santo
actúa en sus vidas.
Incluso
resulta posible que alguien vea milagros y sin embargo no crea, si el Espíritu
no está en su vida. Esto sucedió cuando los fariseos vieron al Hijo del hombre
que curaba a un ciego y sin embargo lo llamaron Belcebú. Incluso si alguno
volviera de la tumba, no creería, dijo Abraham al rico (Lc. 16). La razón es
que el hombre natural es incapaz de aceptar las cosas de Dios a no ser que el
Espíritu de dios lo cambió.
O
alguien puede oír la predicación profética acerca del Día del Juicio y sin
embargo burlarse del predicador, como hicieron en tiempos de Noé. O el
predicador puede ser extraordinariamente elocuente, cultivado, emotivo y
lógico; pero si el Espíritu no actúa, nadie creerá.
Así
pues, demos gracias a Dios por su gracia irresistible. Sin ella el hombre está
perdido. Si el consentimiento final para salvarse lo tiene que dar el hombre,
éste se perderá; a tanto llega su maldad. El hombre se opondrá. Pero gracias a
Dios por su gracia irresistible, con la que se supera la depravación total del
hombre y por medio de la cual el hombre nace de nuevo y cree.
Esto
le sucedió a Pablo. Odiaba tanto a Dios que se afanaba por encarcelar a todos
los que creían en Cristo. Sin embargo, a pesar de todo su odio, y precisamente
durante uno de sus viajes de persecución a Damasco, Dios entró en su vida en
una forma irresistible. Pablo quedó abrumado. No pudo sino creer. Esto es
gracia irresistible.
Cuatro
siglos más tarde un africano, hijo de madre cristiana y de padre pagano trató
de encontrar la paz. Al principio trato de gozarse de la vida. Vivió la vida
más disipada que uno se pueda imaginar. Hizo todo lo que se le antojaba y
conculcaba así los mandamientos de Dios. Probó la religión pagana del
maniqueísmo. Probó la lógica y la universidad. Nada de ello le sirvió, hasta
que un día que estaba en un jardín oyó una voz que le decía, “Toma y lee; toma
y lee.” Salió corriendo del jardín a ver a su amigo Alipsio, cogió una Biblia.
La abrió al azar en Romanos 13.13, 14 y leyó, “No en glotonerías y borracheras,
no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor
Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” La paz entro en el alma
de Agustín y dijo a su amigo, “He sido regenerado.”
Así
actúa Dios. En medio de nuestro egoísmo y dureza de corazón, a menudo viene a
la persona menos pensada y con una fuerza irresistible la regenera de manera
que ésta cambia y alcanza la paz con Dios.
A
menudo los cristianos dan testimonio de que ellos no acudieron a Dios. No fue
así, ocurrió a pesar de sí mismos. No pudieron evitarlo. En una forma
misteriosa fueron atraídos poderosamente hasta Dios (Juan 6.37, 44).
En
una ocasión Pablo había estado predicando por algún tiempo en Filipos, junto al
río. Una señora Tiatira, vendedora de púrpura, escucho a Pablo pero no creyó.
Entonces Lucas nos dice que Dios abrió su corazón de manera que respondiera a
lo que Pablo decía (hechos 16.14). Sin esa apertura del corazón, lidia no
hubiera podido creer. Esto es gracia irresistible, y debemos estar agradecidos
por ella. Sin ella, seguiríamos muertos en el pecado, sin regeneración ni
salvación.
Es
necesario añadir una palabra de cautela. Si bien es cierto que nadie puede
salvarse sin la gracia irresistible de Dios, nadie debe caer en la trampa
racionalista de decir que no tiene ninguna responsabilidad. No puede razonar
diciendo que, como todo depende del Espíritu Santo, no tiene necesidad de
creer, o que simplemente debe limitarse a esperar que el Espíritu venga él, y
que no puede hacer nada para salvarse.
Sin
negar ni por un momento la verdad de la gracia irresistible, a ella hemos
dedicado todo éste capítulo, sin embargo es cierto que la Biblia no quiere que
razonemos en forma no bíblica y digamos que vamos a esperar a que el Espíritu
venga a nosotros antes de creer. La Biblia nunca autoriza esto. Nos trasmite un
único mandamiento: creer en el Señor Jesucristo. Ahora bien, si usted cree,
entonces puede saber por el resto de la Biblia que fue porque Dios produjo en
usted tanto el querer como el hacer de acuerdo a su beneplácito (Fil. 2:13).
Así pues, crea. Dios se lo manda. Si lo hace, dele gracias a Dios por haberlo
hecho creer.
PREGUNTAS PARA ESTUDIO Y REFLEXION
Preguntas
sobre el capítulo que usted acaba de leer:
1 ¿Qué
significa la palabra gracia en la expresión gracia irresistible?
2 ¿Qué
significa irresistible?
3 ¿Se podría
entender mal la palabra irresistible? ¿De qué manera?
4 ¿Qué
otras palabras se podría usar en vez de irresistible?
5
¿Cuál es la “causa última” por la que alguien acepta a Cristo?
6 ¿Se
podría decir que la respuesta a la pregunta anterior elimina la responsabilidad
humana? ¿Por qué no?
7
Explique la posición arminiana acerca de la gracia irresistible.
Acuda a su Biblia para contestar las
siguientes preguntas:
1 ¿Qué
dice Juan 6.37, 44, acerca de la gracia irresistible?
2 ¿Qué
dice Juan 10.16 acerca de la gracia irresistible?
3 ¿Muestre
como Romanos 8.19-30 enseña la gracia irresistible?
4 ¿De
qué manera las ilustraciones de la regeneración…”Nuevo nacimiento,
resurrección, creación y hechura”…muestran que el hombre no puede resistir al
espíritu santo?
5 ¿De
qué manera la historia de la Lidia muestra que la simple presentación eterna
del evangelio no es suficiente para salvar a una persona, sino que es Necesario
que ésta haya sido regenerada (Hechos 16.14)?
Fíjese
en el apéndice de este libro, antes de contestar las siguientes preguntas: lea
con cuidado la Sección Capítulo X de la CONFESIÓN DE WESTMINSTER sobre “El
Llamamiento Eficaz”.
Ahora
conteste las siguientes preguntas:
1. ¿De
qué manera la elección incondicional conduce a la gracia irresistible?
2.
Muestre cómo el Arminiano, a menudo, presume el hecho de la gracia irresistible
en su oraciones.
3. ¿Por
qué es tan maravillosa la enseñanza de la gracia irresistible? Sea personal en
la respuesta.
4.
¿Puede Ud. Mencionar a ciertas personas que conoce personalmente y quienes a
pesar de sí mismos se sintieron compelidos a acudir a Jesús para ser salvos?
5.
Describa a una persona acerca de la cual se sienta inclinado a decir, “la única
esperanza es que Dios actúe en él con la gracia irresistible”.
6. ¿Le
impide la enseñanza acerca de la elección pedirle a Dios que actúe en forma
irresistible? ¿Por qué?
LECCIÓN 7
5:_PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS.
I. DEFINICIÓN
A. UNA VEZ SALVO, SIEMPRE SALVO.
La
descripción más sencilla y breve de la perseverancia de los santos es: una vez
salvo, siempre salvo. Es uno de los pensamientos más grandiosos de la Biblia:
Una vez que uno haya creído no se puede perder, nunca iré al infierno. Cristo
será siempre su salvador. Se puede decidir el destino eterno, de una vez por
todas, de manera que ya no haya que preocuparse por ello.
B: PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS.
La
expresión Perseverancia de los santos enfatiza que los cristianos, los santos,
como Pablo los llama en sus cartas, perseverarán en la confianza en Cristo como
salvador. No es que a veces creerán y otras no, sino que seguirán creyendo para
siempre. Por consiguiente, siempre serán salvos.
C. PERSEVERANCIA DE DIOS.
Es
posible, sin embargo, emplear otro término para describir este hecho, a saber,
la perseverancia de Dios. Porque en realidad la perseverancia de los santos
depende de la perseverancia de Dios. Como dios persevera en su amor hacia su
iglesia, la iglesia puede perseverar en su amor hacia él.
La
perseverancia de los santos se podría comparar a la providencia de Dios. En el
mundo natural Dios no sólo creó el universo, sino que también lo sostiene. Si
retirara su poder por un instante, el universo todo caería de nuevo en la no
existencia. Dios crea y sostiene el universo. Lo mismo ocurre en la vida
espiritual. Dios no sólo nos recreó, sino que nos mantiene vivos
espiritualmente en cada instante. Si se apartara a su santo Espíritu de
nosotros por un simple instante, también nosotros en forma instantánea
volveríamos a nuestra naturaleza depravada.
O
para emplear otra ilustración, se nos puede comparar al hombre que vive en una
cámara de oxigeno. Se le mantiene vivo sólo con esta ayuda externa a él. Si se
le saca de la cámara, el hombre muere.
Así
también, la perseverancia constante de Dios es la base de la perseverancia de
los santos.
D. PRESERVACIÓN DE LOS SANTOS.
Otro
término que podría emplearse es preservación de los santos. En tanto que la
expresión perseverancia de los santos enfatiza la actividad del cristiano, la
expresión preservación de los santos enfatiza la actividad de Dios. La
perseverancia de los santos pone de relieve que el hombre hace algo, y la perseverancia
de Dios pone de relieve que dios lo hace. La perseverancia de los santos, sin
embargo, enseña que Dios preserva al hombre; lo mantiene y protege de manera
que nadie lo pueda arrebatar de su mano.
E. SEGURIDAD ETERNA.
En
otras palabras, perseverancia de los santos significa seguridad eterna. La
persona que pone sinceramente su confianza en Cristo como su salvador está
segura en los brazos de Jesús. Está a salvo. Nadie la puede herir. Irá al
cielo. Y así será por la eternidad. Está segura para siempre, no solo por un
tiempo. Está eternamente segura.
El
Arminiano enseña lo contrario; a saber, que alguien que ha nacido verdaderamente
de nuevo, que ha sido salvado por la muerte de Jesús, puede perder la fe e ir
al infierno. El Arminiano cree: a veces si cree y a veces no; a veces si es
salvo y a veces se está perdido; a veces si es hijo, y a veces hijo del diablo;
a veces si está espiritualmente vivo, y a veces muerto. ¿Quién puede decir cuál
será la situación final?
II: BASE BÍBLICA
A. LA ELECCIÓN INCONDICIONAL.
Las
cinco doctrinas o se sostienen juntos o caen juntos. La doctrina de la
perseverancia de los santos se deduce naturalmente del bíblico de la elección
incondicional. Si la doctrina de la elección es falsa, entonces también lo es
esta doctrina; pero si la doctrina de le elección es verdadera, entonces esta
doctrina se desprende de ella necesariamente.
Elección
significa que Dios ha escogido a algunos desde la eternidad para ser salvos. Ha
determinado con certeza divina que irán al cielo. Si como dice el Arminiano,
fuera posible, que alguien a quien Dios ha elegido abandonara la fe después de
haber empezado ya a creer entonces no hay elección. Elección significa que Dios
ha predeterminado que los elegidos serán salvos. Nunca puede perecer. Ahora
bien, ésta es la perseverancia de los santos.
En
Romanos 8.29 Pablo dice que aquellos a quienes Dios conoció antes, es decir,
amó de antemano, también los ha predestinado al cielo, y aquellos a quienes ha
predestinado también los ha llamado, justificado y glorificado. Si alguien
pudiera caer e ir al infierno, entonces no habría predestinación. Pero Pablo
está convencido de que nada puede separar a los elegidos del amor de la
elección de Cristo, No lo puede lograr la tribulación, ni la angustia, ni la
persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni los peligros, ni la espada.
No,
en todas estas cosas los cristianos son más que vencedores por medio de Dios
que los ama. Además, dice pablo, no hay nada, nada en absoluto, que pueda
separar al cristiano del amor de Dios. “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni los presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8.38, 39).
Ésta es la perseverancia de los santos. No hay absolutamente nada en este mundo
pasado, presente o futuro que pueda separar al creyente del amor de Dios hacia
él.
En
realidad la perseverancia de los santos depende de La perseverancia de Dios. Si
fuera cierto que la fe del hombre proviene en último término de sí mismo y no
de Dios, entonces, como el hombre es depravado, sería muy posible que debido a
su volubilidad el hombre no perseverara en la fe, sino que llegará un día a
rechazar a Cristo. Creyó en algún tiempo, pero quizá mañana estará
emocionalmente perturbado y cambiará. Quizá se verá sometido a algunas pruebas
duras y le echará la culpa a Dios por ellas. Siendo veleidoso, se levantará
quizá con el pie izquierdo y se volverá en contra de Dios. Es muy comprensible,
según la teoría arminiana del hombre como co-originador de su fe, que este
pueda perder la fe y caer.
Pero
cuando caemos en la cuenta de que la fe no es un don del hombre a Dios, sino
que es más bien el don de Dios al hombre, entonces nos damos cuenta de que el
hombre nunca perderá esta fe. Se puede confiar en ello porque Dios no es
veleidoso. “Porque yo Jehová no cambio” (Mal. 3.6). “Jesucristo es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos” (He. 13.8). Dios no es como un niño a quien hoy
día le gusta el oso de juguete, pero mañana lo deja de lado en un rincón.
No es
como la niña que se extasía ante el peinado que lleva hoy pero mañana se peina
de forma diferente. No, Dios no es caprichoso, veleidoso ni excéntrico.
Persevera en su amor. Es estable e inmutable. Este hecho hizo que pablo
escribiera a los filipenses que está “persuadido de esto, que el que comenzó en
vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Si Dios
comienza una obra en los filipenses, entonces la concluirá en la segunda venida
de Cristo. Esto no es nada más que la perseverancia de los santos. La
perseverancia de los santos depende de la perseverancia de Dios.
O si
se piensa que dios nos escoge para ser salvos porque hemos hecho algo bueno tal
como creer en Cristo, entonces sería concebible que si Dios nos ve vacilar en
la fe, cambie de pensamiento de manera que nos perdamos. Porque somos malos y
depravados, y nos apartaremos de Dios a no ser que venga a nuestra vida a cada
momento con su gracia renovadora y sostenedora.
Pero
dios no actúa de esta forma. No nos dio gracia salvadora porque vio de antemano
que íbamos a hacer el bien. Tal como creer en Cristo. Porque por naturaleza
somos completamente depravados. No hay dentro (de nosotros nada que pudiera ser
la causa más mínima, más microscópica de que Dios nos ame. Es lo contrario,
todo lo que hay dentro de nosotros haría que nos odiara (véase cap. 1).
La
causa de que nos ame se encuentra sólo en Él. Si Dios sabía desde el primer
momento que no hay absolutamente nada en nosotros que nos haga dignos ni en lo
más mínimo de recibir su amor y su gracia salvadora entonces no podría haber
nada en nosotros, como el pecado o la incredulidad, que lo hiciera apartar su
amor de nosotros y quitarnos su gracia salvadora.
Porque
la causa de su amor se encuentra en Él y no en nosotros. Así pues, la doctrina
bíblica de la perseverancia de los santos se funda en el amor eterno de
elección de Dios.
B. EXPIACIÓN LIMITADA.
Si lo
que hemos escrito en el capítulo 3 es verdadero y bíblico, si Cristo murió por
los elegidos, por las ovejas de Dios, entonces de aquí se desprende la
perseverancia de los santos. La pregunta crucial es: De hecho ¿qué hizo Cristo
en la cruz? ¿Quito en realidad la culpa de su pueblo? ¿O hizo esto sólo en
teoría? Si Jesús sufrió en verdad la maldición de Dios por los pecados de su
pueblo, como Pablo dice en Gálatas 3.13, que lo hizo, si Cristo realmente llevó
sobre sí los sufrimientos infernales de la cruz y fue un sustituto auténtico no
sólo en teoría por todos los pecados de su pueblo tanto los pasados, como los
presentes y futuros, entonces ese pueblo no puede ir al infierno y recibir
castigo por sus pecados, Cristo fue castigado por ellos, esto significa que los
suyos irán con toda certeza al cielo. Esto es perseverancia de los santos.
En
romanos 8.33-34 Pablo razona de esa manera: dice que Cristo se entregó por
todos nosotros, es decir, los elegidos. Esto es expiación limitada. Por
consiguiente, pregunta Pablo, “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es
el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Ro.
8.33,34). Es decir, la expiación de Cristo es otro fundamente para la confianza
del cristiano de que todos aquellos por los que Cristo murió se salvarán con
certeza. Esto no es otra cosa que la perseverancia de los santos.
Decimos
que es otro fundamento. En realidad no lo es. Porque la expiación de Cristo por
los suyos procede directamente del amor de la elección del Padre por los suyos.
La expiación no hace sino implementar el amor de elección del Padre. El padre
deseaba salvarlos, y Cristo si, los salva. En otras palabras, hay una unidad
entre el objeto del amor del padre y el objeto del amor de la expiación de
Cristo.
C. VIDA ETERNA.
Uno
de los argumentos bíblicos más poderosos a favor de la seguridad eterna se
encuentra en las palabras vida eterna, o vida perdurable. La Biblia emplea
constantemente este término. He aquí apenas cuatro ejemplos en Juan:
“Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3.16.
“El
que cree en el Hijo tiene vida eterna” Juan 3.36.
“El
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación” Juan 5.24.
“Estas
cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para
que sepáis que tenéis vida eterna” 1 Juan 5.13.
Tanto
Jesús como Juan dicen que el creyente tiene vida eterna. Ante todo, adviértase
el tiempo del verbo. El creyente tiene vida eterna. No es que la vaya a
alcanzar en el futuro, si no que la posee desde ahora. Cualquiera que lea estas
frases pude poseer, vida eterna de inmediato, sin esperar un sólo momento.
Jesús lo dijo. Lo único que tiene que hacer es pedir sinceramente a Jesús que
sea su salvador.
Luego
obsérvese qué es vida eterna. Esto significa vida para siempre. O de otra
manera, una vez salvo, siempre salvo: siempre, por siempre. Sí la teoría
arminiana fuera cierta, y un creyente que ha nacido de nuevo pudiera perder la
fe y decir es que el creyente posea vida eterna, Se podría decir que tiene vida
buena, o vida santa, o vida sobrenatural, o vida feliz; pero nunca se podría
decir que el creyente posea vida eterna. Porque según el Arminiano no posee
vida eterna. Posee vida temporal, vida momentánea, vida finita, pero no una
vida que nunca termina.
Ahora
bien, esto se opone a la palabra de Dios. Jesús dice que “todo aquel que en él
cree, no se pierde”. Pero el Arminiano dice, “No, para cierto tiempo es sólo
una vida temporal.” Jesús dice, “si alguno comiere de este pan, vivirá para
siempre” (Jn. 6.51). El Arminiano dice, “Quizá.” Jesús dice, “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo
aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn. 11.25, 26). “No
morirá,” dice Jesús. “Posiblemente”, dice el Arminiano.
A
pesar de los que dicen los arminianos, el empleo constante de la palabra eterna
debería llenar de gozo a todo aquel que realmente cree. Porque el testimonio
inequívoco de la Biblia es que el que confía en Jesús no morirá sino que tendrá
vida eterna, que nunca, nunca, terminará. Gracias a Dios por la vida eterna.
D._JUAN 6. 39.
“Y
ésta es la voluntad del Padre, el que me envió: que todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”
Jesús
acaba de decir que todos aquellos que el Padre le ha dado vendrán a Él (v. 37).
Es cierto. Además, ha venido para hacer la voluntad del Padre, y ésta es su
voluntad: no perder “nadie de todos los que el me diere”, y que “lo resucite en
el día postrero”. Y en el versículo 44 dice que “le resucitaré”. El “día
postrero” se refiere al ultimo día en la tierra, al día del juicio. En otras
palabras, todos los que están con Jesús serán resucitados en el “ultimo día
para ir al cielo. Jesús no perderá a ninguno de ellos. Esto es la perseverancia
de los santos.
E._JUAN 10.28-29.
Al
hablar de sus ovejas, Jesús dice, “Yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las dio, es mayor que
todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Si
hay algún pasaje que enseñe claramente la seguridad eterna, es este. Veamos
cómo se desarrolla el argumento de Jesús:
1. “VIDA ETERNA”
Sólo este
término es suficiente para probar la perseverancia de los santos. Porque si una
persona se aparta de la fe una vez que ha creído, entonces no hay nada eterno
acerca de la vida que Jesús le promete. Hay una vida breve, corta, pero no
eterna. Pero Jesús dice que es vida eterna.
2. “NO PERECERÁN JAMÁS”.
Si,
como dice el Arminiano, el creyente puede Perder la fe, entonces, en realidad
perecerá. Pero Jesús dice que nunca perecerá. La prueba a favor de la
perseverancia de los santos difícilmente podría ser más clara; pero sólo en
caso que todavía hubiere algunos Tomases que dudaran, Jesús añade una tercera
afirmación que elimina el último vestigio de temor.
3. “NADIE LAS ARREBATARÁ DE
MI MANO”.
¡Cuán
preciso es Jesús! Nadie puede hacer que una sola de sus ovejas se pierda. No lo
puede el diablo. No lo pueden los maestros. No lo pueden los amigos. Ni
siquiera uno mismo se puede arrebatar a sí mismo de las manos de Jesús. Es
imposible. Nadie puede hacerlo. Con esto ya debería acabarse para siempre el
dudar en cuanto a la enseñanza de Jesús sobre la seguridad eterna. Estas tres
afirmaciones inequívocas son concluyentes. Pero para que no queden malos
entendidos, Jesús añade una cuarta afirmación.
4. “MI PADRE QUE ME LAS DIO,
ES MAYOR QUE TODOS, Y NADIE LAS PUEDE ARREBATAR DE LA MANO DE MI PADRE”.
El
Padre es omnipotente. Es mayor y más poderoso que toda la gente y los demonios
juntos. Por consiguiente, la conclusión ineludible es que nadie puede arrebatar
a las ovejas de Dios de su mano. ¡Qué conclusión y reafirmación tan poderosa de
la perseverancia de los santos! Si alguien continúa sin creer en la seguridad
eterna, está ciego.
F. EFESIOS 1.13, 14.
“habiendo
creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las
arras de nuestra herencia.”
En la
época del nuevo testamento, se sellaban las cartas o los objetos, tales como la
tumba de Jesús (Mt. 27.66). Se utilizaba el sello para garantizar la genuinidad
del artículo, para indicar que pertenecía a alguien, y para protegerlo. Por
ello la posesión del Espíritu Santo era el sello de Dios, el inicio de que el
creyente pertenecía Dios y que sería protegido contra todo daño. En Efesios
1.13-14 y 4.30 Pablo dice que este sello o protección seguirá en acción hasta
el día de la redención. El Espíritu Santo es la garantía de que el creyente no
se perderá.
Luego
Pablo emplea otra ilustración notable para enseñar la seguridad eterna. Dice
que el espíritu santo es las arras de la herencia completa que habrá de llegar
(Ef. 1.14). La palabra griega traducida “arras” es término ordinario que se
usaba en las operaciones de negocios u otros acuerdos. Se hacía un primer pago,
como se hace hoy al comprar a crédito; y ese pago era promesa de que se pagará
el resto. Así pues el Espíritu santo es la promesa de Dios de que seguirá la
herencia completa. Esto es lo mismo que decir que una vez que se tiene al
Espíritu santo, siempre se tendrá al espíritu santo. Una vez salvo, siempre
salvo.
G. 1 PEDRO 1.4, 5.
Para
una herencia incorruptible reservada en los cielos para vosotros, que sois
guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que
está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”
Pedro
tiene palabras muy confortadoras acerca de la certeza eterna de nuestra
salvación. Dice que el cristiano posee una herencia y que esa herencia se
guarda en el cielo para él. Pero quizá alguien se puede preocupar de que,
aunque la herencia esté allá, nunca la alcanzará para disfrutarla. Piensa que
es un cristiano demasiado débil.
Para
descartar tal idea Pedro dice que el cristiano es guardado para alcanzar la
salvación. La palabra “guardado” es la misma que se emplea para indicar la
protección o cuidado de una ciudad a cargo de soldados (2 Co. 11.32). Pero
Pedro pone de relieve que el cristiano no es guardado por elementos humanos
débiles como los soldados. No, los protege Dios mismo. Y Dios es omnipotente. Y
por si no fuera suficiente decir simplemente “Dios”, Pedro remacha el clavo en
cuanto a la omnipotencia de Dios añadiendo la palabra “poder”. Al cristiano lo
guarda “el poder de Dios”.
Quizá
alguien pueda estar de acuerdo en que Pedro quiso decir efectivamente que al
cristiano lo guarda el poder de Dios, pero que esto pude ser por un tiempo
corto. Pedro refuta esa idea rápidamente al añadir que Dios lo guarda para
salvación que se manifestará en el tiempo postrero, en el Día del Juicio. La
preservación de los santos no es algo temporal, sino para siempre, hasta el día
postrero.
II. ALGUNAS OBJECCIONES TRADICIONALES
A.
¿Acaso todos nosotros no conocemos personas que en un momento expresaron fe en
Cristo? Iban a la iglesia, leían la palabra de Dios, oraban y parecían
cristianos genuinos. Luego sucedió algo y poco a poco se fueron apartando de la
fe hasta que hoy día no quieren saber nada de la iglesia, ni de Cristo, ni de
Dios. ¿Acaso estos hechos no prueban que la perseverancia de los santos no es
cierta?
En
respuesta a esta objeción, dividamos nuestro argumento en dos partes:
1. CRISTIANOS.
Es
cierto que los cristianos pueden echarse para atrás. Todos nosotros lo hemos
experimentado en algún grado. A veces nos parece que no estamos tan cerca de
Dios como deberíamos. Nos enfriamos espiritualmente en mayor o menor grado. Y
algunos cristianos hacen cosas bastante malas. Difícilmente sabría uno que son
cristianos. Hay Divides que cometen adulterios y asesinatos, Pedros que niegan
a Cristo, y pablos que hacen cosas que no deberían hacer.
Pero
la doctrina de la perseverancia de los santos no quiere decir que los
cristianos sean impecables. La Biblia nos enseña que el cristiano pecará y en
algunos casos retrocederá mucho. Pero si ha nacido de nuevo verdaderamente, si
el espíritu santo estuvo realmente en él para hacerlo creer, entonces el
Espíritu es el pago inicial de su herencia total. Entonces realmente tiene vida
eterna, la cual significa que se salvará eternamente.
La
Biblia no promete que la vida del cristiano será siempre en línea recta y
ascendente. Antes bien, quizá sea como la del niño que se encarama por una
ladera nevada. A menudo resbala nevada. A menudo resbala, pero al final
consigue llegar a la cima.
La vida
del cristiano es como la línea que describe la economía de un país durante un
periodo de cien años. La línea del diagrama empieza en el rincón izquierdo más
bajo y se va elevando hacia el extremo derecho superior. Hay altos y bajos, hay
recesiones y depresiones casi catastróficas. La línea es quebrada y no recta en
su ascensión; pero si se la considera globalmente, en ese período de cien años,
es fácil ver que a pesar de los retrocesos temporales, al final hay ganancia, y
que la economía de ahora es muy superior a la del siglo diecinueve.
O
como dijo el gran predicador Charles Spurgeon, al que va a bordo del barco
quizá las olas lo derriben en cubierta una y otra vez, pero nunca lo
arrastraran hasta el mar.
Pablo
afirma este hecho de los altibajos de la vida cristiana al mismo tiempo que la
perseverancia de los santos, cuando, en esa misma sección de Romanos donde
escribe acerca de los pecados graves que han entrado en la vida del cristiano,
dice que a pesar de estos retrocesos, “el pecado no se enseñoreará de vosotros”
(6. 14). En otras palabras, el cristiano quizá sufra derrotas momentáneas, pero
el pecado nunca se enseñoreará de él por completo. Siempre habrá lucha contra
el pecado aunque se sienta débil.
Esto
es así porque Dios no ha retirado a su santo espíritu Santo del cristiano. Así
pues, el hecho de que el cristiano siga luchando contra el pecado y a veces
caiga no significa que un día Dios lo abandonará para que quede bajo el dominio
completo del pecado. Pablo lo dice claramente: “El pecado no se enseñoreará de
vosotros.”
Así
pues, una respuesta a este problema de la evidente deserción de la fe cristiana
es que en algunos de los retrocesos que vemos quizá sean sólo temporales
marchas hacia atrás de un cristiano que tambalea, y quien, por la gracia del
Espíritu Santo, llegará a su tiempo a reincorporarse a la fe que parece haber
negado.
2. NO CRISTIANOS.
Otra
explicación, es que las personas que niegan a Cristo quizá nunca fueron
cristianos. No todos los que dicen, “Señor, Señor,” son cristianos. Algunos
tienen algún aspecto de la religiosidad, pero niegan el poder de Dios (2 Ti.
3.5). Algunos, como Judas, incluso predican el evangelio y realizan milagros y
sin embargo están perdidos. Otros se aparecen como ángeles de luz, pero en
realidad son diablos (2 Co. 11.14). Algunos dirán, “Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros?” Pero Jesús les contestará, “Apartaos de mí,
hacedores de maldad” (Mt. 7.22-23).
Parte
de la semilla cae en terreno superficial. En seguida echa raíces y brota, pero
el sol lo abrasa rápidamente y muere. Algunas personas oyen el mensaje
cristiano, se emocionan, pasan gozosos al frente en respuesta al llamamiento
que se les hace, y luego al cabo de dos meses se olvidan de que se les hace,
luego al cabo de dos meses se olvidan de que se entregaron a Cristo.
Estos
casos en lugar de probar que el cristiano puede apartarse de la fe, nos ponen
sobre aviso en cuanto a que debemos asegurarnos de nuestro llamamiento y
elección (2ª P. 1.10). Señalan el hecho de que es posible pertenecer a una
iglesia, bautizarse, compartir la Cena del señor y sin embargo ir al infierno.
“No todos los que descienden de Israel son israelitas” (Ro. 9.6). No todos los
que están en la iglesia pertenecen a la verdadera iglesia. Debemos asegurarnos
de que hemos nacido de nuevo, de que estamos arrepentidos del pecado, y de que
sinceramente pedimos a Cristo que sea nuestro salvador.
Así
pues, estos ejemplos vivos de personas que retroceden no se oponen a la
enseñanza bíblica de la preservación de los santos. Es decir, estas personas
son, o cristianos que retroceden temporalmente, pero que serán restaurados
plenamente a la fe, o son hipócritas, que nunca fueron cristianos verdaderos.
El hecho es la evidencia bíblica, es demasiado abrumadora a favor del “una vez
salvo, siempre salvo.
B.
¿Acaso el creer en la perseverancia de los santos no hará que algunos se
vuelvan licenciosos? ¿No razonarán acaso que sí están seguros eternamente y no
se pueden perder, pueden hacer lo que quieran? ¿Pueden dedicarse por completo a
la vida de pecado, porque a fin de cuentas se salvarán?
Para
el que piensa de esta forma le tengo algunas noticias: esa persona no demuestra
que es cristiana, y si persevera en esa manera de pensar, ira al infierno en
vez de ir al cielo. Porque es imposible que el cristiano genuino asuma tal
actitud. El espíritu Santo no se lo permitirá. Si Dios ha comenzado una buena
obra en alguien, no lo abandonará a toda clase de pecados. “El pecado no se
enseñoreará de vosotros. (Ro. 6.14). Es una contradicción intrínseca hablar de
un cristiano que puede hacer todo lo que su vieja naturaleza pecaminosa desee.
Cuando Dios predestina a alguien, lo predestina a la santidad, no al pecado
(Ef. 1.4). Si alguien dice que no importa lo que haga porque Dios lo ha
predestinado; porque los predestinados nunca actúan en una manera tan
pecaminosa.
Cuando
decimos una vez salvo, siempre salvo,” esto no quiere decir solamente haber
sido salvado de la culpa del pecado, de manera que el salvo no vaya a sufrir
las iras del infierno. Significa también ser salvo del poder del pecado. La
salvación nunca es simplemente salvación de la culpa del pecado sino del poder
del pecado. Pero tampoco sólo del poder del pecado. Es ambas cosas. Es
imposible que alguien sea salvo de la culpa del pecado sin serlo del poder del
pecado.
La
perseverancia de los santos significa que los santos perseverarán en la fe. Y
esta fe se compone de pesar y arrepentimiento por el pecado. Si alguien no está
arrepentido de sus pecados y se abandona a ellos entonces, nunca poseyó fe y no
es salvo.
El
término preservación de los santos significa que Dios preservará, protegerá, y
guardará a los santos hasta el día postrero en que se les revele la salvación.
Esa salvación no quiere decir simplemente que han sido salvados del infierno y
que ahora pueden pecar todo lo que se les antoje. Una situación así sería un
infierno en el cielo, y esto es imposible.
Además,
es precisamente cuando el cristiano cae plenamente en la cuenta de la verdad
bíblica de la perseverancia de los santos que no se inclinará ya más hacia el
pecado sino hacia la santidad. Porque querrá mostrar agradecimiento a Dios por
mantenerlo en la fe, y la mejor forma de hacerlo es guardando los mandamientos
de Dios, cuando el cristiano se da cuenta de que por naturaleza no es buena
persona, si no más bien enemiga de Dios; cuando cae en la cuenta
Además
de que la fe que tiene procede de Dios; y cuando ve que la única razón de que
persevere en la fe en Dios es que Dios persevera en enviarle al Espíritu,
entonces no desea pecar; sino que desea dar gracias a Dios por no interrumpir
nunca esa buena obra que empezó en él (Fil. 1.6).
Por
tanto, afirmar que la doctrina de la perseverancia de los santos conduce al
pecado es hacer una caricatura de la fe cristiana. Lo opuesto a esto es lo
verdadero.
CONCLUSIÓN.
La
enseñanza de “una vez salvo, siempre salvo” es una de las enseñanzas más
grandiosas de la Biblia. No permita que nadie le quite el gozo de saber que
será salvo para siempre. Es una bendición el poder hacer, una vez por todas,
una decisión que fijará su destino eterno. Es muy alentador el poder entregar
la vida a Cristo, y saber que al hacerlo, de inmediato, es uno salvo y será
salvo para siempre y que el poder de dios lo guardará para la salvación total
que se revelará cuando Cristo regrese.
Alabemos
a Dios de quien proceden todas las bendiciones. Alabemos al Padre por su amor
de elección. Alabemos al Espíritu Santo por su acción irresistible. Alabemos al
Dios trino al preservarnos hasta el fin. ¡Gloria a Dios!
PRENGUNTAS PARA ESTUDIO Y REFLEXION
Preguntas sobre el capítulo que usted
acaba de leer:
1.
Comente el significado de los siguientes términos:
1. 1.
Seguridad eterna
1. 2.
Preservación de los santos
1. 3.
Perseverancia de Dios
1. 4.
Perseverancia de los santos.
2.
¿Cómo se relacionan entre sí los cuatro términos anteriores?
3. ¿Por
qué la perseverancia de los santos debe ser tal que si la expiación de Cristo
se limita a los elegidos y es vicaria?
Acuda a su Biblia para contestar las
siguientes preguntas:
1. Lea
Romanos 8.29, 30, 38 y 39; muestre cómo la elección incondicional conduce,
necesariamente, a la perseverancia de los santos.
2. ¿De
qué manera prueban esta doctrina los muchos textos bíblicos que hablan de la
vida eterna y perdurable?
3. lea
Juan 10.28-29 y muestre cuatro maneras en las que este texto afirma que “Una
vez salvo, siempre salvo”.
4.
¿Cómo se reconcilia la preservación de los santos con el pecado que no tiene
perdón mencionado en hebreos 6. 4-6 y Mateo 12.31?
Fíjese
en el apéndice de este libro, antes de proseguir con las siguientes preguntas: Lea
Capítulo XVII La perseverancia de los santos de la Confesión De Fe De
Westminster.
1. Si
el texto bíblico afirma que “Una vez salvo, siempre salvo”, ¿Por qué algunos
que parecen ser cristianos se van para atrás?
2.
¿Acaso el hecho de que algunos que parecían cristianos como Judas, Meneo y
Alejandro llegaran a rechazar el evangelio van en contra de la perseverancia de
los santos? ¿Por qué?
3. ¿Qué
es lo que se puede aprender de los ejemplos citados?
4.
¿Cómo le respondería Usted a una persona que le dijera, “Si la perseverancia de
los santos es verdadera, entonces por qué no pecar todo lo que uno quiere, ya
que al final uno se salva de todas maneras”?
5. Si
alguien le dijera, “Ojala pudiera estar seguro de que siempre seré salvo”.
¿Cómo podría ayudarlo?
6. ¿De
qué manera el conocimiento del hecho de la perseverancia de los santos puede
constituir un motivo de gran gozo para Usted?
7.
Conoce a alguien que parece ser cristiano, pero que ahora niega a Cristo de
palabra o de hecho o de ambas maneras? Cuente detalles. ¿Cómo se lo explica?
¿Le puede suceder a Usted? ¿Por qué?
8.
¿Cómo puede tener seguridad de su salvación eterna?
LECCIÓN: 8
6:_EL GRAN MISTERIO
I. EL PROBLEMA
En
los cinco capítulos anteriores se ha enfatizado la soberanía de Dios.
La
doctrina bíblica de la depravación total pone de relieve que el hombre natural,
no regenerado, nunca puede hacer nada bueno ni por una fracción de segundo.
Esta muerto a las obras buenas. Para creer, o hacer algo bueno depende de que
Dios se lo haga hacer.
La
elección incondicional enseña la soberanía de Dios al poner de relieve que la
elección del hombre por parte de Dios para la vida eterna no se basa en nada
que haya en el hombre. Esta elección no está condicionada por el conocimiento
previo que tiene de quién cooperará con él y aceptará el sacrificio de Cristo.
Es una elección incondicional. La razón de la elección soberana se encuentra
sólo en Dios y no en nada que haga o sea el hombre.
Vemos
la soberanía de Dios en la expiación limitada cuando caemos en la cuenta de que
Cristo no ofreció una expiación que salva a todo el mundo, sino más bien una
expiación que salva sólo a aquellos que han sido escogidos por el Padre. Hay
unidad completa entre el propósito del padre y del hijo. El hijo murió por
aquellos a quienes el Padre amó.
Cuando
observamos la selectividad de la gracia irresistible, vemos otra vez la
soberanía de Dios. Así como la nada no puede negarse a ser creada o a nacer,
así tampoco el muerto no puede resistir a que se le dé vida, y el que está
espiritualmente muerto o no ha nacido espiritualmente no puede resistir al
Espíritu omnipotente de Dios al hacerle nacer de nuevo. Y si alguien posee vida
espiritual, es porque el Espíritu lleva a cabo la selección soberana del Padre.
El hombre nada puede hacer en cuanto a nacer de nuevo.
Hay
unidad entre las tres personas de la trinidad. El padre escoge a los elegidos,
Cristo muere por ellos, y el Espíritu santo lleva a cabo la voluntad de ambos
haciendo, en forma irresistible, que los elegidos crean y se salven.
La
perseverancia de los santos revela la soberanía de Dios en cuanto es
continuación de su soberanía que se ve en los aspectos anteriores de
depravación total, elección incondicional, expiación limitada y gracia
irresistible.
Para
poner más relieve todavía la soberanía de Dios, es necesario señalar que Dios
lo predestina todo. Dios no sólo es omnipotente, de modo que para él las
naciones no son más que una gota en el océano o una ligera capa de polvo en una
báscula (Is. 40), sino que también “hace todas las cosas según el designio de
su voluntad” (Ef. 1.11). Es incluso bíblico decir que Dios la predeterminado el
pecado.
Si el
pecado estuviera fuera de los planes de Dios, entonces ninguno de los asuntos
importantes de la vida estaría bajo la soberanía de Dios. Porque ¿qué acciones
del hombre son perfectamente buenas? Toda la historia estaría fuera de la
predeterminación de Dios: la caída de Adán, la crucifixión de Cristo, las
conquistas del Imperio Romano, la Reforma, la Revolución Francesa, Waterloo,
las guerras de independencia americanas, las dos guerras mundiales, los
asesinatos presidenciales, las violencias de toda índole, y el surgimiento y
caída de las naciones.
Hay
dos instancias en que la Biblia enseña en forma especialmente clara que todo
incluso el pecado, ha sido ordenado por Dios: la venta de José y la crucifixión
de Cristo.
En el
primer ejemplo, advirtamos el pecado que conlleva. Los hermanos de José lo
odiaban. Planearon cuidadosamente cómo librarse de Él, lo arrojaron a una
cisterna, y luego lo vendieron como esclavo a gente extraña que se dirigía a
Egipto. Luego se fueron a la casa con la ropa de José manchada de sangre de
animal y mintieron cruelmente a su padre, quien, quien tenía un amor especial
por José. No se puede dudar de que pecaran.
Pero
ahora adviértase lo que dice José acerca de ellos cuando más tarde van a Egipto
para comprar comida. Dice: “No me enviasteis acá vosotros”
(Gn.
45.8). En un sentido, esto no es correcto. Sus hermanos sí lo hicieron. En
forma deliberada, maliciosa y odiosa lo vendieron como esclavo. Pero José dice
que no lo hicieron. José no estaba equivocado, sino que sólo trata de decir en
una forma poderosa y convincente que Dios estaba en realidad detrás de todo
ello. El acto pecaminoso de venderlo no había estado a merced de la casualidad
o de la voluntad pecaminosa del hombre. Dios había determinado que José fuera a
Egipto. Por eso dice, “No me enviasteis acá vosotros,” y luego de inmediato
afirma lo que la mayor parte de la gente nunca se atrevería a afirmar: “sino
Dios”. Dios se aseguró de que José fuera vendido a Egipto.
Más
tarde, José reconoce en una manera más explicita que sus hermanos cometieron
pecado, cuando les dice, “Vosotros pensasteis mal contra mí.” Pero agrega,
“Dios lo encaminó a bien” (Gn. 50.20). El uso del mismo verbo en el caso de
José y en el de Dios destaca más la paradoja. Dios está envuelto en una forma
real en las acciones de los hermanos. Dios quería asegurarse de que su pueblo
elegido de Israel tuviera un amigo especial en Egipto que lo ayudara en la
época de sequía y hambre.
Porque
de este pueblo iba a salir el salvador del mundo. Para conseguir; pues este
objetivo de continuar el linaje de Abraham, Dios no podía dejar los
acontecimientos al azar. Por eso ordenó el pecado de los hermanos de José:
“sino Dios (me envió)”; “Dios los encamino a bien.” En otras palabras, Dios se
aseguró de que los hermanos de José pecaran; pero lo hizo en una forma tal que
la responsabilidad es de los hermanos y no de Dios. Porque Dios es sólo
santidad y luz, y no hay tinieblas en él.
Un
segundo ejemplo claro de la predeterminación del pecado es la crucifixión de
Cristo. Este fue el pecado más odioso de todos porque constituyó el epítome del
odio del hombre contra Dios.
Sin
embargo este pecado lo predeterminó Dios. Dios no dejó la muerte de su Hijo y
por consiguiente la salvación de su pueblo a merced del hombre pecador.
Supongamos que Judas y los líderes judíos hubieran cambiado de pensamiento y
hubieran decidido no matar a Jesús. Supongamos que Jesús hubiera envejecido y
hubiera muerto de muerte natural o no hubiera muerto nunca. Entonces no hubiera
habido expiación del pecado y no hubiera habido cielo. En ese caso los planes
de Dios de lección y salvación se hubieran frustrado.
Dios
no dejó al azar la salvación del mundo. Por ello, como Pedro dijo en
Pentecostés, Jesús fue “entregado por el determinado consejo y anticipado
conocimiento de Dios” (Hch. 2.2). Y más adelante la iglesia, al hablar de la
muerte de Jesús, confesó a Dios, que Herodes, Pilatos, los gentiles y los
judíos se habían unido “para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes
determinado que sucediera2 (Hch. 4.28). En otras palabras, el pecado lo
predetermina Dios.*
*Compare
Josué 11.20; 1 Samuel 16. 23, 2 Samuel 12. 11-12; 16. 10-11; 1 Reyes 22.22-30;
Job 1.21; Isaías 10.5; 2 Tesalonicenses 2.11; y Apocalipsis 17.17. Lea el
Artículo XIII de La Confesión Belga de fe, afirmación magnifica referente a la
predeterminación de Dios (pág. 171).
Así
pues una vez más confesamos con todo vigor la soberanía absoluta de Dios. Él
predestina, elige y preordena.
Pero,
si alguien ha estado reflexionando verdaderamente, es muy probable que se le
haya suscitado muchas veces una objeción muy grave. En forma involuntaria, la
persona corriente se rebela y casi muestra hostil ante algunas de estas ideas.
Retrocede ante el pensamiento de que todo ha sido planeado y determinado por
Dios desde hace muchísimo tiempo. Esto lo perturba.
Porque,
¿dónde está la santidad de Dios? Si predeterminó el pecado de los hermanos de
José y el pecado de Judas, ¿cómo puede una persona racional decir que Dios es
santo? ¿Acaso la culpa no es de Dios? O, para decirlo de otro modo, ¿dónde está
la libertad del hombre? ¿Acaso el hombre no es más que un muñeco que Dios
manipula? ¿No es más que un juguete mecánico con una cuerda en la espalda que
lo hace funcionar? ¿No es más que un computador al que le introduce algunos
datos y luego en forma mecánica realiza su labor? ¿Dónde está la responsabilidad
del hombre si dios ha preordenado todas las cosas? ¿Acaso, si esto es así, el
ladrón no deja de ser responsable por robar? La culpa es de Dios.
He
aquí el gran misterio, el título de este capítulo: Cómo resolver este problema
abrumador de reconciliar la predeterminación de Dios con la libertad del
hombre. Es el misterio de la soberanía divina y la responsabilidad humana, de
la libertad de Dios y la libertad del hombre, del amor de Dios y la
omnipotencia de Dios.
¿Cómo
reconciliar ambas cosas?
II. SOLUCIONES
A. ARMINIANISMO.
Hay
dos modos de resolver el problema: una es racionalista y la otra bíblica. El
Arminiano a pesar de recurrir tanto a la Biblia, es notable que en el punto de
la soberanía de Dios él recurre a la razón, en vez de hacerlo a la Biblia. Ve
el problema correctamente: reconciliar las dos fuerzas opuestas a la soberanía
de Dios y la responsabilidad del hombre.
Pero
para resolver el problema coloca la razón del hombre en lugar de la Biblia.
Razona que lógicamente no se puede reconciliar estos dos hechos evidentemente
contradictorios. Por ello retiene un conjunto de hechos y niega el otro.
Retiene
la libertad del hombre y restringe la soberanía de Dios. De esta manera el
problema racional se resuelve. La contradicción se disuelve.
B. HIPER-CALVINISMO.
Opuesto
completamente al arminiano se encuentra el híper-calvinista. Contempla ambas
series de hechos, la soberanía de Dios y la libertad del hombre, y como el
arminiano, dice que no se pueden reconciliar estas dos fuerzas evidentemente
contradictorias. Al igual que el arminiano, trata el problema en una forma
racionalista, negando un aspecto del problema. En tanto que el arminiano niega
la soberanía de Dios, el híper-calvinista niega la responsabilidad del hombre.
Considera tan claras las afirmaciones bíblicas respecto a la predeterminación
por parte de dios que se aferra a ellas. Pero al no poder reconciliar
lógicamente la predeterminación con la responsabilidad del hombre, niega esta
última. Así pues, el arminiano y el híper-calvinista, aunque diametralmente
opuestos, se parecen mucho en su racionalismo.
C: CALVINISMO.
1.
Paradoja. Frente a estos puntos de vista humanistas, el calvinista acepta ambos
lados de la antinomia. Se da cuenta de lo que él mismo defiende es ridículo.
Simplemente resulta imposible para el hombre armonizar estas dos series de
hechos. ¿Decir por un lado que Dios hace que todas las cosas sucedan, y sin
embargo decir que el hombre es responsable por lo que hace? ¡Insensatez! Debe
ser o una cosa o la otra cosa, pero no ambas. ¿Decir que Dios predetermina el
pecado de Judas y sin embargo Judas es responsable? ¡Necedad! Dios no puede
predeterminar el robo y luego echarle la culpa al ladrón.
El
calvinista admite abiertamente que su posición es ilógica, ridícula, sin
sentido y necia. Esto está de acuerdo con lo que dice Pablo, “La palabra de la
cruz es locura a los que se pierden” (1 Co. 1.18). Los griegos buscan la
sabiduría y la lógica, y para ellos el calvinismo es irracional. El calvinista
defiende dos posiciones evidentemente contradictorias. * Dice por un
lado que Dios ha predeterminado todas las cosas. Luego se da la vuelta y le
dice a cada hombre, “La salvación depende de ti. Debes creer. Es tu deber y
responsabilidad. Si no crees, no puedes echarle la culpa a Dios. Debes echarte
la culpa a ti mismo. Pero si crees, recuerda que Dios es quien realizó en ti
tanto el creer como el hacer según su beneplácito” (Fil. 2.12., 13). “Recuerda
que si te esfuerzas por conseguir el objetivo de la vida, fue Cristo quien te
asió a fin de que lo puedas conseguir” (Fil. 3.12.) Frente a la lógica, el
calvinista dice que si el hombre hace algo bueno, toda la gloria es para Dios;
y que si el hombre hace algo malo, el hombre debe pagar con el reproche. El
hombre siempre pierde.
* Debe
enfatizarse que la contradicción sólo es aparente y no rea. El hombre no puede
armonizar las dos posiciones al parecer contradictorias, pero Dios si puede.
Para
muchos esta posición resulta necia. Es irrazonable. Por esto el calvinista debe
decidir: ¿cuál es su autoridad? ¿Su propia razón o la palabra de Dios?
Si
responde qué es el poder de raciocinio del hombre, entonces. Al igual que el
arminiano y el híper-calvinista, tendrá que excluir una de las dos fuerzas
paralelas. Pero no lo puede hacer, porque cree que la Biblia es la Palabra de
Dios y que el Espíritu Santo la inspiró. Confía enteramente en Dios, sabiendo
que su palabra no se puede conculcar. Es infalible e inerrante.
Con
esa creencia firme y la voluntad de creer todo lo que se encuentra en la
Biblia, acepta esta paradoja de la soberanía divina y la responsabilidad
humana. No puede reconciliar ambas cosas; pero al ver que la Biblia enseña
claramente ambas, las acepta.
2.
Misterio. Y no lo perturba el que no pueda entender todo lo que se refiere a
Dios. Después de todo, los caminos de Dios son más elevados que sus caminos, al
igual que el cielo está por encima de la tierra (Is. 55.9). Si lo pudiera
entender todo, tal como el problema del mal, entonces su inteligencia será tan
grande como la de Dios. Recuerda las preguntas que Dios le hizo a Job, cuando
éste no podía entender muchas cosas y tenía problemas y dudas acerca de la
bondad de Dios. Dios le preguntó a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la
tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.” Y luego agrega sarcásticamente,
“¡Tú lo sabes!” Dios pasa a mostrar la pequeñez de Job cuando pregunta, “¿Has
mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar? ¿Has
entrado tú hasta las fuentes del mar, y has andado escudriñando el abismo?
Declara si sabes todo esto… ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz,
y dónde está el lugar de las tinieblas?” “¡Tú lo sabes,” agrega Dios
sarcásticamente, “Pues entonces ya habías nacido, y es grande al número de tus
días!” (Job 38).
Lo
que Dios quiere al interrogar a Job es mostrarle que es insignificante y que El
es infinitamente mayor. Por consiguiente, no sorprende que Job no tenga todas
las respuestas. Después de todo hay algunas cosas que Dios conoce y el hombre
nunca puede ni vislumbrar, porque Dios es infinita y cualitativamente mayor que
el hombre. El lema del calvinista es Deuteronomio 29.29 donde Moisés dice que
“las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son
para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las
palabras de esta ley.” Hay ciertos asuntos que son demasiado profundos para el
hombre. No puede comprenderlos ni nunca los comprenderá. El hombre es finito y
Dios es infinito. Uno de estos asuntos es la paradoja aparente de la soberanía
de Dios y la responsabilidad del hombre. Este asunto secreto le pertenece al
Señor nuestro Dios, y esto debería bastarnos. No deberíamos tratar de averiguar
ese concejo secreto de Dios.
Pero
hay muchos aspectos de la voluntad de Dios que nos han sido revelados, tales
como el mandamiento de creer, la ley moral, los Diez Mandamientos, el Sermón
del Monte, y la forma de santificarse. Acerca de estos asuntos no hay dudas, y
el hombre debería aprenderlos, enseñarlos a sus hijos y obedecerlos.
Esta
es, pues, la humildad religiosa del calvinista. Confiesa: No sé.* No lo
puedo entender todo, pero como encuentro en la Biblia que Dios es ciento por
ciento soberano y aun así yo sigo siendo responsable, lo creo. Y trataré de
hacer todas esas cosas que se mandan.
3. Aplicación.
Esto significa que si bien el hombre está totalmente corrompido y es
incapaz de creer, y que si bien la fe es un don de Dios creado en el pecador
por la acción irresistible del espíritu santo, sin embargo, depende del hombre
el creer. Tiene el deber de obedecer el mandamiento de Dios de que creamos.
Quiere
decir que si bien la santificación es un don de Dios, y si bien es Dios quien
opera e nosotros para que hagamos todo lo bueno, sin embargo es nuestra
responsabilidad utilizar los medios de la gracia, y no esperar a que Dios nos
mueva.
Quiere
decir que si bien Dios ha predeterminado todas las cosas, sin embargo la
oración es eficaz, y el hombre debería orar, sabiendo que la oración ferviente
del hombre justo es poderosa (Stg. 5.16).
Quiere
decir que si bien Dios no ha elegido a todos, y que si bien Cristo no ha muerto
por todos, sin embargo debemos mostrar celo en seguir el mandato de Cristo de
ir por todo el mundo, haciendo discípulos en todas las naciones
(Mt.
28.19).
Porque
ésta es la pauta bíblica, combinar los dos elementos: la soberanía de Dios y la
responsabilidad del hombre. Es notable la forma en que Pablo los une.
Por
ejemplo, antes y después de su gran pasaje acerca de la elección divina (Ro.
9-11), Pablo presupone la responsabilidad humana. Los capítulos 6 y 7 están
llenos de mandatos, tales como, “No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal” y
“Tampoco presentéis vuestros miembros al pecado”
Y en
el mismo versículo que sigue al pasaje de la elección, comienza con, “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordia de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación” (Ro. 12.1). Adviértase que
la
*El
cristiano nunca debe avergonzarse de decir, “No sé” de hecho la ignorancia
aprendida es más sabia que la sabiduría de los burlones. Calvino escribió: “De
esas cosas que no ha sido dado conocer ni es legitimo conocer la ignorancia es
aprendida; al ansia de conocerlas es una especie de locura” (Instituto de la
Religión Cristiana, III, XXXIII, 8). “Aquellos que tratan de conocer más de lo
que Dios ha revelado don locos. Por consiguiente, deleitémonos más en una ignorancia
sabia que en una curiosidad inmoderada e intoxicada de saber más que lo que
Dios permite” (“La Predestinación Eterna de Dios” en El calvinismo de Calvino).
Base para
el vigoroso llamamiento a la acción de Israel por parte de Dios. Para pablo, la
elección no mata la iniciativa, sino que el fundamento es el fundamento de la
misma.
Obsérvese
la misma combinación de la soberanía de Dios y de la responsabilidad del hombre
en Colosenses 3.12. Pablo alienta a los colosenses a que se revistan de un
corazón de compasión, amabilidad, humildad, gentileza y paz. La razón que les
da es que han sido elegidos para ser buenos y santos, deben vivir de acuerdo
con lo que se espera de ellos.
En 1
Tesalonicenses 5.8-9 razona de la misma forma. Incita a los tesalonicenses a
que se dominen, “porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salvación.”
Y En
2 tesalonicenses 2.15 exhorta a sus lectores a que se mantengan firmes porque
dios los ha escogido desde el principio para ser salvos (2.13-14).
En
otras palabras, para pablo, la elección, en lugar de matar la iniciativa, ere
un gran estímulo para buenas obras.
III. LA PRÁCTICA
Está
bien tener la teoría, pero también es provechoso observar la práctica. ¿Mata el
calvinismo el incentivo a las acciones buenas? Si una persona sabe que ha sido
elegida, ¿no se apagará su deseo de esforzarse por Dios? La respuesta se puede
encontrar en las vidas de dos que creyeron en la soberanía de Dios con todo su
ser: Juan Calvino y Pablo.
A. CALVINO.
La
energía y celo de Calvino fueron increíbles, He ahí un hombre que creyó tanto
en la soberanía de dios que generaciones más tarde casi se ha identificado su
nombre con la predestinación. Sin embargo, véase su vida, su energía y celo por
la acción.
El
biógrafo Stockelberger escribe lo siguiente acerca de su vida en Ginebra: “Era
predicador incansable de la palabra. Además del servicio religioso dominical,
cada otra semana dirigía los servicios diurnos. Se conservan más de dos mil de estos
sermones. Además de predicar, daba conferencias teológicas durante la semana.
Visitaba a los miembros enfermos e indiferentes. Los jueves presidía el consejo
de ancianos, y los viernes la reunión de predicadores en la que se discutía la
Sagrada Escritura. No había día en que no lo visitarán personas extrañas para
recibir su aliento. Las noches las dedicaba más a escribir que a dormir.”
Un
Biógrafo católico hostil escribe: “Es casi increíble cómo un hombre que tuvo
que luchar constantemente contra enfermedades corporales graves fuera capaz de
desarrollar una actividad tan variada y fatigosa. Sus contemporáneos lo han
comparado muy bien con el arco que siempre está tenso. Se privaba del sueño a
fin de dedicar tiempo a trabajar y fatigaba incluso a sus secretarias con dictados
constantes. Tenía la casa siempre abierta a cualquiera que buscara consejo.
Estaba siempre informado acerca de todos los asuntos de la iglesia y del
estado, incluso en detalles insignificantes. Si bien mantenía poco contacto con
el mundo exterior, casi conocía a cada uno de los ciudadanos.”
Este
gigantesco trabajo resulta aún más abrumador si se considera lo enfermo que
estaba Calvino. Stickelberger escribe: “Como consecuencia de sus privaciones y
vigilias durante la juventud, en edad temprana se vio afligido por dolores
persistentes en un lado de la cabeza, los cuales le continuaron durante casi
toda la vida. Estos dolores solían desarrollar su excitación emotiva hasta tal
punto que muchas noches se sentía atormentado por ellos.
“Enfermo
de la tráquea, escupía sangre con dolor cuando había utilizado demasiado la voz
en el púlpito. Varios ataques de pleuresía fueron preparando el terreno para la
consunción de la que fue victima en la edad de cincuenta y un años.
Constantemente sufría de la vena hemorroidal, cuyos dolores se vieron
incrementados hasta un punto intolerable con un absceso interno que se resistía
a la curación.
En
varias ocasiones la fiebre intermitente se apodero de él, minando su fortaleza
y reduciéndola paulatinamente. Tuvo piedras en la vejiga y en los riñones,
además de calambres de estómago e influencias intestinales. A todo ello se le
añadió por fin artritis. No exagero cuando a modo de paréntesis escribió en una
carta, “Si mi condición no fuera una lucha constante con la muerte”
Recuérdese
que toda esta energía y acción la desarrolló el hombre cuyo nombre más que
ningún otro en la historia va asociado con la predestinación. Su vida es una
contradicción de la afirmación de que la predestinación mata el incentivo del
hombre para trabajar. Sería difícil mencionar otra persona que haya trabajado
en forma tan infatigable como Juan Calvino.
Esta
aparente paradoja entre la predestinación y confianza humilde en Jesucristo se
sintetiza en forma muy bella en el testamento de Calvino, que dictó poco antes
de morir:
“En
el nombre de Dios, yo, Juan Calvino, siervo de Dios en la iglesia de Ginebra,
debilitado por muchas enfermedades doy gracias a Dios por haberme mostrado no
sólo misericordia, a mí su pobre criatura, y por haberme soportado en todos los
pecados y debilidades y lo que es mucho más por haberme hecho partícipe de su
gracia para servirle por medio de mi obra.
Confieso
vivir y morir en esta fe que me ha dado, y no tengo otra esperanza ni refugio
que su predestinación en la que se basa toda mi salvación. Acepto la gracia que
se me ha ofrecido en nuestro Señor Jesucristo y acepto los méritos de su
sufrimiento y muerte ya que por medio de ellos han sido sepultados todos mis
pecados; y humildemente le suplico que me lave y purifique. Con la sangre de
nuestro gran Redentor; que fue derramada por todos los pobres pecadores de modo
que yo, cuando me presente delante de su rostro, pueda mostrarme semejante a
él.
“Además,
declaro que me he esforzado en enseñar su palabra incontaminada y en explicar
la Sagrada Escritura fielmente, según la medida de la gracia que él me ha dado.
En todas las discusiones que he tenido contra los enemigos de la verdad, no
empleo ni astucias ni sofismas, sino que he luchado por su causa con
honestidad. Pero, oh, mi voluntad, mi celo fueron tan fríos y flojos que me
reconozco culpable en todos los aspectos; sin su infinita bondad, todos mis
esfuerzos apasionados serían humo, más aún, la gracia misma que me dio me haría
resultar más culpable; por ello mi única confianza en que él Padre de
misericordia quien como tal desea revelarse a mí, miserable pecador.
“En
cuento a los demás, deseo que después de la muerte mi cuerpo sea sepultado
según la forma acostumbrada, en espera del día de la bendita resurrección.”
¡Oh
Dios, concédenos que todos podamos poseer una confianza tan sencilla en nuestro
único Salvador Jesucristo!
B. PABLO.
Pero
no nos detengamos en este gigante de la historia de la iglesia. Remontémonos al
que fue la fuente del pensamiento de Calvino, el inspirado apóstol pablo. Él
fue quien dijo que aquellos a quienes Dios ama de antemano los predestina, y
aquellos a quienes predestina llama, y aquellos a quienes llama justifica y
glorifica. Fue Pablo quien dijo, “no depende del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia,” y quien cita a Dios diciendo: “A Jacob
amé, mas a Esaú aborrecí.”
De
quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” “Mas
antes, oh hombre, ¿quien eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de
barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el
alfarero sobre el barro?” Fue pablo quien habló de aquellos que han sido
escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin
mancha, habiendo sido predestinados para la adopción como hijos.
Y sin
embargo, ¿Quién podría afirmar siquiera por un momento, con honestidad, que
este gran defensor de la predestinación no estuvo enardecido por el Señor? ¿No
exclamó acaso, “Ay de mí si no anunciare el evangelio de Jesucristo”? De hecho,
¿no fue acaso el conocimiento mismo que Pablo obtuvo por medio de la visión, de
que el Señor tenía mucha gente en Corinto, el estímulo que necesitaba para
permanecer en esa ciudad durante un año y medio, para trabajar diligentemente,
a fin de que aquellos a quienes el señor poseía pudieran oír el evangelio y
salvarse? ¿Suenan acaso las afirmaciones constantes de pablo referentes a que
el oraba de día y noche sin cesar por las iglesias recién fundadas como si la
elección hubiera mitigado su entusiasmo? ¿Acaso sus trabajos de tres años en
Éfeso con lagrimas no revelan el espíritu de un hombre que no puede hacer los
suficiente por su señor?
¿Acaso
no fue Pablo quien dijo que consideraba que su vida no valía nada con tal de
poder testificar de la gracia de Dios? ¿Consideraría que no tiene celo por la
causa de una persona que fue azotada tres veces con varas, una apedreada, tres
veces sufrió naufragio; que pasó veinticuatro horas en alta mar; que viajó
tanto, con peligros de ríos, peligro de ladrones, peligro de gentiles, peligros
de los de su nación, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros
en el mar, peligro entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en muchos
desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez? ¿Es ese acaso
un Espíritu frío, frígido, inanimado, apagado, sin celo ni iniciativa?
Se ve
pues que la Biblia y la historia misma de la iglesia desmienten las opiniones
de aquellos que acusan al calvinismo de ser una influencia mortal, algo que
debería ocultarse y de lo que no se debería hablar, algo en lo que hay que
pensar cuando nadie nos escucha.
Por
consiguiente, en vez de temer las grandes verdades de la soberanía de dios,
extasiémonos en gratitud para con Dios por su amor de predestinación, el cual,
a pesar de la rebelión completa de todo hombre contra Dios y del odio hacia él,
se empeño en salvar a algunos. Y demos gracias a dios de que incluso nuestra fe
proceda de Él y se nos haya dado en una forma irresistible. Porque sabemos que
por naturaleza somos tan depravados que si Dios no hubiera actuado en esta
forma irresistible y preciosa, nunca hubiéramos creído, Además, demos gracias a
Dios de que Cristo no muriera en una manera insulsa y débil por todos los
hombres, de manera que no se tuviera seguridad de la salvación de ninguno, sino
que su realización quedara en manos de los totalmente depravados.
Demos
más bien gracias a Dios de que la muerte de Cristo fuera una garantía absoluta
de que todos y cada uno de los elegidos se salvarían. Y una vez salvados, demos
gracias a Dios de que no tenemos que temblar por temor de que mañana podamos
apostatar y perdernos eternamente, sino más bien, de que una vez salvos,
siempre seremos salvos. En otras palabras, “Bendito sea el dios y Padre de
nuestro señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de
su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el amado” (Ef. 1.3-6).
Y
finalmente, no se olviden de “hacer firme vuestra vocación y elección” (2P.
1.10). Porque es posible saberlo todo acerca de la predestinación y sin embargo
ir al infierno, y todo por no acudir sinceramente a Jesús en arrepentimiento y
pedirle que le salve de sus pecados. Así pues, en el nombre de Dios, les mandó
e invito: crean en el Señor Jesucristo. Depende de ustedes. Pero si creen,
entonces den gracias a Dios por haberles hecho desear creer Soli deo gratia: A
Dios sólo sean dada las gracias.
PREGUNTAS PARA SU ESTUDIO Y REFLEXION
1.
¿Todo ha sido decretado por Dios? Demuestre su respuesta con la Biblia.
2. Si
el pecado no ha sido decretado por Dios, mencione las acciones humanas y los
acontecimientos históricos que sí lo han sido.
3.
Busque en la Biblia los siguientes pasajes y comente lo que dicen acerca de que
el pecado ha sido decretado por Dios:
A.
Génesis 45.5-8
B.
Génesis 50.20
C.
Hechos 2.23
D.
Hechos 28
4.
Igualmente, busque los siguientes versículos de la Biblia y comente lo Que dice
n acerca de que Dios decreta el pecado:
A.
Josué 16.23
B. 1
Samuel 16.23
C. 2
Samuel 12.11-12
D. 2 Samuel 16.10-11
E. 1 Reyes 22.20-33
F. Job 1.21
G. Isaías
10.5
H. 2
Tesalonicenses 2.11
I.
Apocalipsis 17.17
5.
Busque los siguientes versículos que hablan de la santidad de Dios:
A.
Salmo 5.4-6
B.
Isaías 6.3
C.
Romanos 9.14
D. 1
Pedro 1.16
E.
Apocalipsis 15.4 ¿Cómo se reconcilian estos versículos con los que se mencionan
en las preguntas 5 y 6?
6.
¿Cómo puede un dios santo y omnipotente decretar la caída. El pecado Y el
infierno?
7. ¿Es
bíblico decir, “La salvación depende de usted”?
8.
¿Cómo muestra la historia del naufragio de pablo tanto la soberanía Divina como
la responsabilidad humana (Hch. 27.22-25, 31)?
9.
¿Cómo impone el arminiano una lógica racionalista a la Biblia?
10. ¿De
qué manera hace lo mismo el hipercalvinista?
11. ¿Qué
posición ocupa el calvinista respectos a estos dos extremos?
12.
¿merece reproche el que ha sido predestinado a ser ladrón?
13. Lea
Deuteronomio 29.29 y explíquelo en detalle.
14. Lea
y comente pasajes de la Biblia que hablen de la incomprensibilidad de Dios
tales como Isaías 55.8 9, Job 38 y romanos 11.33-36.
15. ¿Le
gustaría saber todo lo que Dios sabe y ser como él? Sea sincero y diga por qué.
16.
¿Cómo se relacionan en colosenses 3.12 la soberanía divina y la responsabilidad
humana?
17. ¿Y
en 1 tesalonicenses 5.8-9?
18. ¿Y 2
tesalonicenses 2.13, 15?
19. A
veces se dice que la enseñanza de que Dios predetermina todas las cosas mata la
iniciativa del hombre. ¿Cómo refutaría este argumento con las vidas de pablo y
de Calvino?