EL LLAMAMIENTO EN GENERAL Y EL LLAMAMIENTO EXTERNO

RAZONES PARA COLOCAR PRIMERO LA DISCUSIÓN DEL LLAMAMIENTO

El asunto sobre el orden relativo entre el llamamiento y la regeneración ha sido discutido con frecuencia, la discusión a menudo ha sufrido de falta de discernimiento y el resultado ha sido un mal entendimiento. Los términos "llamamiento" y "regeneración" no siempre se han usado en el mismo sentido. En consecuencia, fue posible sostener sin inconsistencia, por una parte que el llamamiento precede a la regeneración, y por la otra, que la regeneración es primero que el llamamiento.
1. Consideraremos con brevedad las explicaciones encontradas en la Escritura y en nuestros símbolos doctrinales.
2. El orden que en general siguen los teólogos Reformados.
3. Las razones que podrían presentarse en favor de una discusión por separado, del llamamiento externo por medio de la Palabra, como que precede tanto a la regeneración como al llamamiento interno.
LA PRESENTACIÓN BÍBLICA DEL ASUNTO
El orden bíblico está indicado con claridad en unos cuantos y bien conocidos pasajes. El primero de todos es la visión de los huesos secos en Ez. 37: 1-14. Mientras Ezequiel profetizaba sobre los huesos secos de la casa de Israel, entró en ellos el aliento de vida. Este pasaje se refiere a la restauración civil y al avivamiento religioso de la casa de Israel, y probablemente contenga también una sugestión referente a la resurrección de sus muertos.
La palabra profética se presenta aquí, como que precede al origen de la vida nueva del pueblo de Israel. Como es natural, esto todavía no significa que la primera esté relacionada causalmente con la segunda. . . . Un pasaje muy instructivo se encuentra en Hech. 16: 14, que habla de la conversión de Lidia. Mientras Pablo predicaba el Señor abrió el corazón de Lidia para que oyera las cosas de que hablaba el Apóstol. Se indicaba con claridad que la apertura del corazón va precedida por el llamamiento externo, y seguida por el llamamiento interno.
La unidad de los dos llamamientos o del doble llamamiento se ve con claridad. La afirmación de Pablo en Rom. 4: 17, en relación con este asunto, se cita con frecuencia, pero es muy difícil considerarla adecuada, porque no se refiere ni al llamamiento externo ni al interno por medio de la predicación de la Palabra de Dios; sino, posiblemente al fíat creador de Dios por medio del cual existieron todas las cosas, o bien, a su mandato dado a las cosas que no son, como si fueran, y que alcanza aún a los muertos.
Otro pasaje se encuentra en Santiago 1: 18, "El, de su voluntad, nos hizo nacer por la Palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas". Con dificultad podría dudarse de que la Palabra de verdad de que aquí se habla es la palabra de la predicación, y la conjetura es que esta palabra precede al nuevo nacimiento, y es en algún sentido instrumento suyo. Y por último, hay un pasaje bien conocido en I Ped. 1: 23, en el que el mismo apóstol habla de los creyentes como de aquellos que de nuevo han sido engendrados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre".
Considerando lo que dice el versículo 25, la palabra a que aquí se hace referencia, con mucha dificultad podría ser otra que la palabra del evangelio que había sido predicada entre los lectores originales de la carta. También esta palabra de Pedro implica que la palabra de la predicación precede a la regeneración y se relaciona con ella como instrumento suyo.
En vista de estos pasajes la conclusión está perfectamente garantizada, de que en el caso de los adultos, el llamamiento externo hecho por medio de la palabra, precede en general a la regeneración. Si también, las palabras de Pedro, garantizan la afirmación de que el llamamiento interno precede a la implantación de la nueva vida, es un asunto que por el momento no necesitamos considerar.
EL CONCEPTO TAL COMO SE PRESENTA EN NUESTROS SÍMBOLOS CONFESIONALES
También en nuestros símbolos confesionales se encuentra la implicación de que en el caso de los adultos la predicación de la palabra precede a la regeneración, pero debe recordarse que en estos símbolos no se usa la palabra "regeneración" en el sentido limitado en que se emplea en la actualidad. La Confesión Belga, en el Art. XXIV dice:
"Creemos que esta fe verdadera, habiéndose producido en el hombre por el oír de la Palabra de Dios y la operación del Espíritu Santo, le regenera y le hace un hombre nuevo, y le hace vivir en una vida nueva, y le libra de la esclavitud del pecado". La fe se produce en el hombre por el oír de la Palabra, y la fe a su vez opera la regeneración, es decir, la renovación del hombre en la conversión y en la santificación. Los Cánones de Dort contienen una descripción un tanto más detallada en los Capítulos III y IV, Artículos 11 y 12:
"Pero cuando Dios cumple su beneplácito en los elegidos y obra en ellos la verdadera conversión, no sólo hace que el evangelio se les predique externamente e ilumine con potencia sus intelectos por el Espíritu Santo, sino que mediante la eficacia del mismo Espíritu regenerador empapa las más profundas intimidades del hombre . Y esta es esa regeneración tan noblemente celebrada en la Escritura, y denominada una nueva creación; una resurrección de entre los muertos; un acto de infundir vida que Dios opera en nosotros sin ninguna ayuda nuestra.
Pero esto de ninguna manera se efectúa sólo por la predicación externa del evangelio, por la persuasión moral, o un modo tal de operación que, después de haber ejecutado Dios su parte todavía quede a cuenta del poder del hombre el ser o no regenerado, el ser convertido o continuar inconverso", etc.
En estos artículos las palabras "regeneración" y "conversión" se usan indistintamente. No obstante, es muy evidente que ambas denotan el cambio fundamental en la disposición rectora del alma tanto como el cambio resultante en las manifestaciones públicas del modo de vivir. Y este cambio se opera, sino en su totalidad, al menos en parte, debido a la predicación del evangelio. En consecuencia, ésta precede.
EL ORDEN QUE GENERALMENTE SIGUEN LOS TEÓLOGOS REFORMADOS
Entre los Reformados se ha establecido la costumbre de colocar el llamamiento primero que la regeneración, aunque algunos cuantos han invertido el orden. Hasta Maccovius, Voetius y Comrie, supralapsarianos todos, siguieron el orden acostumbrado. Varias consideraciones impulsaron a los teólogos Reformados, en general, a colocar el llamamiento antes que la regeneración.
1. Su doctrina del pacto de la gracia. Consideran que el pacto de la gracia es el bien grande y todo comprensivo, que Dios en su infinita misericordia concede a los pecadores, un bien que incluye todas las bendiciones de salvación, y por tanto, también la regeneración. Pero este pacto está relacionado con el evangelio en forma inseparable. Se anuncia y se da a conocer en el evangelio, del cual, Cristo es el centro vivo, y por tanto, sin Cristo no hay evangelio. Donde el evangelio es desconocido el pacto no puede hacerse realidad; pero dondequiera que aquel se predica, éste se establece y glorifica a la gracia divina. Tanto la predicación del evangelio como la administración del pacto preceden a las operaciones salvadoras del Espíritu Santo y a la participación de los creyentes en la salvación lograda por Cristo.
2. Concepto de los Reformados sobre la relación entre la obra de Cristo y la del Espíritu Santo. Los anabaptistas fallaron en hacer justicia a esta relación. Cristo y su obra redentora se nos presentan en el evangelio. Y de Cristo como Mediador entre Dios y el hombre, y Causa que mereció nuestra salvación, es de donde el Espíritu Santo deriva todo lo que comunica a los pecadores. En consecuencia, une su trabajo a la predicación del evangelio y opera en forma salvadora sólo en donde se presenta el mensaje divino de la redención. El Espíritu Santo no obra sin la presentación de Cristo en el evangelio.
3. La reacción de los teólogos Reformados en contra del misticismo de los anabaptistas. Los anabaptistas proceden sobre la hipótesis de que la regeneración efectuó no una mera renovación de la naturaleza humana, sino por entero, una nueva creación. Y siendo esto así, consideran como imposible que cualquier cosa que pertenezca a esta creación natural, por ejemplo, el lenguaje humano en el que la Palabra de Dios fue traída al hombre, pudiera en alguna forma servir de instrumento para comunicar la vida nueva a los pecadores. Según lo vieron ellos, la regeneración eoipso excluía el uso de la Palabra de Dios como medio, puesto que después de todo se trata nada más de letras sin vida. La tendencia mística de los anabaptistas encontró fuerte oposición entre los teólogos Reformados.
4. Su experiencia en relación con la renovación espiritual de los adultos. En tanto que respecto a los niños del pacto que mueren en la infancia había la arraigada opinión de que son regenerados y por tanto salvos, no había la misma opinión unánime en cuanto al tiempo en que aquellos que crecen se convierten en participantes de la gracia de la regeneración. Algunos compartían la opinión de Voetius de que los niños elegidos son regenerados antes del bautismo, y de que la vida nueva, aun en los adultos, puede permanecer escondida durante muchos arios.
No obstante, la gran mayoría se mostró renuente a tomar aquella posición, y sostuvieron que la vida nueva, si está presente, se revelará de algún modo. La experiencia les enserió que muchos no dan evidencias de la vida nueva sino hasta después de haber escuchado el evangelio durante muchos arios.

RAZONES PARA DISCUTIR POR SEPARADO EL LLAMAMIENTO EXTERNO, CONSIDERÁNDOLO PRECEDENTE A LA REGENERACIÓN

1. Claridad de la presentación. El llamamiento externo y el interno son uno en esencia; no obstante, deben distinguirse con cuidado. Puede surgir alguna disputa respecto del uno que nada tenga que ver directamente con el otro. Puede haber incertidumbre en cuanto a si el llamamiento interno precede lógicamente a la regeneración en el caso de los adultos, en tanto que no la hay, de ninguna clase, en este sentido, con respecto al llamamiento externo por medio del evangelio. De aquí que se considere deseable tratar del llamamiento externo primero, y luego, emprender la discusión del llamamiento interno en relación con el de la regeneración.
2. La naturaleza preparatoria del llamamiento externo. Si procedemos sobre la hipótesis de que el ordo salutis se ocupa de la aplicación efectiva de la redención obrada por Cristo, sentimos al momento que el llamamiento externo hecho por la Palabra de Dios, con dificultad podría, hablando en forma estricta, considerarse uno de sus peldaños. En tanto que este llamamiento no se vuelva un llamamiento interno y eficaz mediante la operación acompañante del Espíritu Santo, tendrá tan sólo un significado preliminar y preparatorio. Varios teólogos Reformados hablan del llamamiento eficaz como de una clase de gracia común, puesto que no fluye de la elección eterna ni de la gracia salvadora de Dios, sino más bien, de su bondad común; y por eso, aunque a veces produce cierta iluminación de la mente, no enriquece el corazón con la gracia salvadora de Dios.
3. La naturaleza general del llamamiento externo. En tanto que todos los otros movimientos del Espíritu Santo en el ordo salutis terminan nada más en el elegido, el llamamiento externo por medio del evangelio tiene más amplio alcance. En dondequiera que el evangelio se predique, el llamamiento llega por igual a los elegidos y a los reprobados. Tiene el propósito de servir, no sólo trayendo a los elegidos a la fe y a la conversión, sino también el de revelar el grande amor de Dios a los pecadores en general.
Mediante la predicación, Dios sostiene su demanda de obediencia sobre todas sus criaturas racionales, amortigua la manifestación del pecado y promueve la justicia cívica, la moralidad externa y aun los ejercicios religiosos públicos.
EL LLAMAMIENTO EN GENERAL
Puesto que el llamamiento externo es nada más un aspecto del llamamiento en general, tendremos que considerar con brevedad a éste antes de entrar a la discusión del llamamiento externo.
EL AUTOR DE NUESTRO LLAMAMIENTO
Nuestro llamamiento es la obra del Dios triuno. Es ante todo la obra del Padre, I Cor. 1: 9; I Tes. 2: 12; I Ped. 5: 10. Pero el Padre hace todas las cosas por medio del Hijo; y por eso este llamamiento se atribuye también al Hijo, Mat. 11: 28; Luc. 5: 32; Jn. 7:37; Rom. 1: 6 (?). Y Cristo, a su vez, nos llama por medio de su Palabra y de su Espíritu, Mat. 10: 20; Jn. 15: 26; Hech. 5: 31, 32.
VOCATIO REALIS Y VERBALIS
En general, los teólogos Reformados hablan de una vocatio realis para distinguirla de la vocatio verbalis. Por la primera dan a entender el llamamiento externo que viene a los hombres por medio de la revelación general de Dios, una revelación de la ley y no del evangelio, para que reconozcan, teman y honren a Dios como a su Creador. La vocatio realis viene a los hombres en cosas (res) más bien que en palabras: en la naturaleza y en la historia, en el medio ambiente en que viven, y en las experiencias y vicisitudes de sus vidas, Sal 19: 1-4; Hech. 16. 16, 17; 17: 27; Rom. 1: 19-21; 2: 14, 15.
Este llamamiento nada sabe de Cristo y por tanto, no puede conducir a la salvación. Al mismo tiempo es de la mayor importancia con relación a impedir el pecado, impulsar el desarrollo de la vida natural y para mantener el buen orden en la sociedad. Este no es el llamamiento que aquí nos atañe. En la soteriología sólo cabe considerar la vocatio verbalis, y esta se puede definir como aquel acto bondadoso de Dios por medio del cual El invita a los pecadores para que acepten la salvación que se ofrece en Cristo Jesús.
DIFERENTES SIGNIFICADOS DE LA VOCATIO VERBALIS
La vocatio verbalis es, como el término mismo lo sugiere, el llamamiento divino que llega al hombre por la predicación de la Palabra de Dios. Según el católico romano también pueden llegar al hombre mediante la administración del bautismo. De hecho, consideran al sacramento como el medio más importante para que Cristo llegue a los hombres, y le señalan a la predicación del evangelio una importancia decididamente subordinada. Con Roma la importancia céntrica no se halla' en el púlpito, sino en el altar. En el curso del tiempo se hicieron manifiestas considerables diferencias de opinión sobre la pregunta: ¿Por qué el llamamiento evangélico demuestra su eficacia en algunos casos, y en otros no?
Pelagio buscó la explicación de esto en la voluntad arbitraria del hombre. El hombre tiene por naturaleza una voluntad del todo libre, de tal manera que puede aceptar o rechazar el evangelio, como le convenga, y de este modo obtener, o dejar de obtener las bendiciones de la salvación. Al contrario, Agustín, atribuyó esa diferencia a la operación de la gracia de Dios. Dijo: "El mismo hecho de escuchar el llamamiento divino se produce por la misma gracia divina en aquel que anteriormente resistía, y entonces, cuando ya no resiste, se enciende en él el amor de la virtud".
Los semipelagianos tratan de mediar entre los citados arriba, para evitar tanto la negación agustiniana del libre albedrío como el menosprecio pelagiano hacia la gracia divina. El semipelagianismo acepta la presencia de semillas de virtud en el hombre, las cuales, por sí mismas, tienden a llevar buen fruto; pero sostienen que éstas para desarrollo necesitan la influencia fructificarte de la gracia divina.
La gracia que para esto se necesita se da a todos los hombres en forma gratuita, de tal manera que con ella pueden aceptar la llamada del evangelio para salvación. Por tanto, el llamamiento siempre será efectivo si el hombre, ayudado por la gracia divina lo acepta. Esta se hizo la doctrina predominante de la iglesia católica romana. Algunos católico romanos posteriores, de los cuales Bellarmino fue uno de los más importantes, introdujeron la doctrina del congruismo, en la cual, la aceptación del llamamiento del evangelio se hizo depender de las circunstancias en las que llega al hombre. Si estas son congruas, es decir, adecuadas o favorables, el hombre aceptará, pero si no, lo rechazará.
El carácter de las circunstancias, de consiguiente, dependerá en gran parte, de la operación de la gracia preveniente. Lutero desarrolló la idea de que aunque la ley produce arrepentimiento el llamamiento del evangelio lleva consigo el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está en la Palabra, y por tanto, el llamamiento siempre es suficiente en sí mismo, y en su intención siempre es eficaz.
La razón por la que este llamamiento no siempre efectúa el resultado deseado e intentado, se encuentra en el hecho de que los hombres en muchos casos colocan un tropiezo en el camino, de tal modo que, después de todo, el resultado queda determinado por la actitud negativa del hombre. Aunque algunos luteranos hablan todavía de llamamiento externo e interno, insisten en que el primero nunca viene separado del segundo. Esencialmente el llamamiento siempre es eficaz, de modo tal que en realidad no queda lugar pata la diferencia.
La firme insistencia de Lutero sobre el carácter eficaz del llamamiento del evangelio se debió al desprecio con que lo vieron los anabaptistas. Estos prácticamente hicieron a un lado la Palabra de Dios como un medio de gracia y acentuaron lo que dieron en llamar la palabra interna, la "luz interna", y la iluminación del Espíritu Santo. Para ellos la palabra externa no era más que la letra que mata, en tanto que la palabra interna era espíritu y vida. En su esquema, el llamamiento significa poco o nada.
Ya en Agustín se encuentra la diferencia entre llamamiento externo y llamamiento interno; Calvino la tomó prestada de Agustín y de este modo alcanzó prominencia en la teología Reformada. Según Calvino, el llamamiento del evangelio no es efectivo en sí mismo; pero se hace eficaz mediante la operación del Espíritu Santo cuando aplica la palabra salvadora al corazón del hombre, y se aplica de esta manera sólo en los corazones y en las vidas de los elegidos. De este modo la salvación del hombre sigue siendo obra de Dios desde el mero principio.
Dios, mediante su gracia salvadora no sólo capacita al hombre, sino que lo hace atender al llamamiento del evangelio para salvación. Los armiñadnos no quedaron satisfechos con esta posición, sino que prácticamente se volvieron al semipelagianismo de la iglesia católico romana.
Según ellos, la proclamación universal del evangelio está acompañada de una gracia suficiente y universal, ayuda bondadosa concedida en forma actual y sin excepción, suficiente para capacitar a todos los hombres, si así lo eligen ellos, para alcanzar la posesión plena de las bendiciones espirituales, y al final la salvación".
Una vez más la obra de salvación se ha hecho depender del hombre. Esto marca el principio de un retorno racionalista hacia la posición pelagiana, la cual, por completo niega la necesidad de una operación interna del Espíritu Santo para salvación.
EL LLAMAMIENTO EXTERNO
La Biblia no usa el término "externo", pero habla con claridad de un llamamiento que no es eficaz. En la gran comisión está presupuesto, tal como se encuentra en Marc. 16: 15 y 16, "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo, más el que no creyere, será condenado". La parábola de la fiesta de bodas, en Mat. 22: 2-14 nos enseña con claridad que algunos de los invitados no vinieron, y concluye con las bien sabidas palabras: "Porque muchos son llamados, y pocos escogidos".
La misma lección se enseria en la parábola de la gran cena, Luc. 14: 16-24. Otros pasajes hablan de manera explícita de un rechazamiento del evangelio, Juan 3: 36; Hech. 13: 46; II Tes. 1: 8. Todavía otros más hablan del terrible pecado de la incredulidad en una forma que muestra con claridad que algunos lo cometían, Mat. 10: 15; 11: 21-24; Juan 5: 40; 16: 8, 9; I Juan 5: 10.
El llamamiento externo consiste en la presentación y oferta de salvación en Cristo a los pecadores junta con una ardiente exhortación para aceptar a Cristo mediante la fe, a fin de obtener el perdón de los pecados y la vida eterna.
ELEMENTOS INCLUIDOS EN EL LLAMAMIENTO EXTERNO
1. Una presentación de los hechos del evangelio y de la doctrina de la redención. El camino de la redención revelado en Cristo debe ser presentado con claridad en todas sus relaciones. El plan de Dios para redención, la obra salvadora de Cristo, y las operaciones renovadoras y transformadoras del Espíritu Santo, todo esto debiera interpretarse en sus mutuas relaciones. No obstante, debe recordarse que una mera presentación de las verdades de redención, no importa cuán bien hecha esté, no constituye el llamamiento del evangelio. La mejor presentación no sólo es fundamental, sino que hasta constituye una parte muy importante de ese llamamiento. Al mismo tiempo, de ninguna manera puede ser el llamamiento completo. Según nuestro concepto Reformado los elementos siguientes pertenecen al llamamiento completo del evangelio.
2. Una invitación para aceptar a Cristo con arrepentimiento y fe. La presentación del camino de salvación debe suplementarse con una invitación ardiente (II Cor. 5: 11, 20) y hasta con un solemne mandato (Juan 6: 28, 29; Hech. 19: 4) para arrepentirse y creer, es decir, para aceptar a Cristo por la fe. Pero para que esta aceptación de Cristo no se entienda con sentido superficial como a menudo lo explican los avivamentistas, se requiere que se presente con toda claridad la naturaleza verdadera del arrepentimiento y de la fe. Debe esclarecerse por completo que el pecador no puede de sí mismo arrepentirse y creer verdaderamente, sino que Dios obra en él, "tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad".
3. Una promesa de perdón y salvación. El llamamiento externo también contiene una promesa de aceptación para todos aquellos que cumplen con las condiciones no con su propia fuerza, sino por la potencia de la gracia de Dios producida en sus corazones por el Espíritu Santo. Aquellos que por gracia se arrepienten de sus pecados y aceptan a Cristo por la fe reciben la seguridad del perdón de sus pecados y de la salvación eterna.
Debe notarse que esta promesa nunca es absoluta, sino siempre condicional. Ninguno puede esperar que en su caso se cumpla, a menos que sea en el camino de la fe y del arrepentimiento que de verdad sean producidos por Dios. Tiene que inferirse de inmediato, del hecho de que estos elementos están incluidos en el llamamiento externo, que aquellos que rechazan el evangelio no nada más rechaza ciertos hechos e ideas, sino que resisten a la operación general del Espíritu Santo que está conectado con este llamamiento, y que son culpables del pecado de desobediencia obstinada.
A causa de su negación para aceptar el evangelio, se aumenta su responsabilidad y atesoran para ellos mismo, ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, Rom. 2: 4 y 5. Que los elementos que arriba acabamos de mencionar también están incluidos en el llamamiento externo se descubre con mucha evidencia de los siguientes pasajes de la Escritura:
A. Según los Hechos 20: 27 considera la declaración de todo el consejo de Dios como parte del llamamiento; y en Ef. 3: 7-11 rememora algunos de los detalles que había declarado a sus lectores.
B. Encontramos ejemplos del llamamiento al arrepentimiento y a la fe en pasajes como Ez. 33: 11; Marc. 1: 15; Juan 6: 29; II Cor. 5: 20
C. La promesa está contenida en Juan 3: 16-18, 36; 5: 24, 40.249
LAS CARACTERÍSTICAS DEL LLAMAMIENTO EXTERNO
1. Es general o universal. Esto no debe entenderse en el sentido en que lo sostuvieron algunos de los antiguos teólogos luteranos, es decir, que aquel llamamiento efectivamente vino a los vivientes más de una vez en el pasado, por ejemplo : En el tiempo de Adán, en el de Noé y en el de los apóstoles.. McPherson dice con mucho acierto: "Un llamamiento universal de esta clase no es un hecho, sino una mera teoría inventada con un propósito".
En esa explicación luterana los términos "general" o "universal" no están usados en el sentido que se quiere dar cuando se dice que el llamamiento del evangelio, es general o universal. Además, esta explicación es, cuando menos en parte, contraria a los hechos. El llamamiento externo es general sólo en el sentido, de que viene a todos los hombres, sin distinción, a quienes se predica el evangelio. No se limita a ninguna época, nación o clase de hombres. Viene tanto a los justos como a los injustos, los elegidos y los reprobados.
Los pasajes siguientes dan testimonio de la naturaleza general de este llamamiento: Is. 55: 1, "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche", compárense también los versículos 6 y 7. En relación con este pasaje uno podría pensar en decir que sólo se llama a los pecadores calificados espiritualmente; pero esto con toda seguridad no se puede decir de Isa. 45: 22, "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más".
Algunos interpretan también la invitación de Jesús, que nos es tan conocida, Mat. 11: 28, "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar", limitándola a aquellos que de verdad están preocupados por sus pecados, y de verdad están arrepentidos; pero no hay autorización para hacer tal limitación. El último libro de la Biblia concluye con una hermosa invitación general: "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente", Apoc. 22: 17.
Que la invitación del evangelio no está limitada a los elegidos, como algunos sostienen, se hace muy evidente de pasajes como Sal 81: 11-13; Prov. 1: 24-26; Ez. 3: 19; Mat. 22: 2-8; Luc. 14: 16-24. El carácter general de este llamamiento se enseña también en los Cánones de Dort.251 Y a pesar de eso, esta doctrina, repetidas veces se encuentra con oposición entre individuos y grupos de las iglesias Reformadas.
En la iglesia escocesa del Siglo XVII algunos negaban por completo la invitación indiscriminada, y la oferta de salvación, en tanto que otros querían limitarla a la extensión de la iglesia visible. En contra de estos, surgieron para defenderla los teólogos Marrow, como Boston y los Erskine. En los Países Bajos este punto fue discutido de manera especial en el Siglo XVIII. Los que sostenían la oferta universal recibieron el nombre de predicadores de la nueva luz, en tanto que aquellos que defendían la oferta particular, la oferta para los que ya daban evidencia de tener en cierta medida la gracia especial, pudiendo por tanto, ser reconocidos como del grupo de los elegidos, fueron conocidos como los predicadores de la antigua luz. Hasta el día de hoy hay ocasiones en que nos encontramos con oposición sobre este punto.
Se dice que semejantes invitaciones y ofertas generales no son consistentes con la doctrina de la predestinación y de la expiación particular, y se piensa que en estas doctrinas debe encontrar el predicador su punto de partida.
Pero la Biblia no enseña que el predicador del evangelio haga tal cosa, a pesar de la importancia de aquellos aspectos doctrinales. Su punto de partida y su autorización los encuentra en la comisión de su Rey: "Id por todo el mundo, predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo: Pero el que no creyere será condenado", Marc. 16: 15 y 16. Además, es manifiesto del todo, como imposible, que cualquiera que predique el evangelio pueda limitarse a los elegidos, como algunos quieren que lo aceptemos puesto que el predicador no sabe quiénes son. Jesús los conocía, pero El no limitó su oferta de salvación a los elegidos, Mat. 22: 3-8, 14; Luc. 14: 16-21; Jn. 5: 38-40.
Habría una verdadera contradicción entre las doctrinas Reformadas de la predestinación y la expiación particular, por una parte, y la oferta universal de salvación por la otra, si esta oferta incluyera la declaración de que Dios se propone salvar a todo individuo que oiga el evangelio, y que Cristo en realidad hizo expiación por los pecados de cada uno de ellos. Pero la invitación del evangelio no envuelve tal declaración.
Es un llamamiento bondadoso para aceptar a Cristo mediante la fe, y una promesa condicional de salvación. La condición se cumple sólo en los elegidos, y por tanto, sólo ellos obtienen la vida eterna.
2. Es un llamamiento bona fide. El llamamiento externo es un llamamiento de buena fe, un llamamiento hecho con seriedad. No se nos adjunta la invitación con la esperanza de que no la aceptaremos. Cuando Dios llama al pecador para que acepte a Cristo por la fe, ardientemente lo desea; y cuando promete la vida eterna a los que se arrepienten y creen, su promesa es condicionada.
Esto se deduce de la naturaleza íntima de Dios, de su veracidad. Es una blasfemia pensar que Dios fuera culpable de equivocación y de engaño, que quiera decir una cosa dando a entender otra, que ardientemente suplicara que el pecador se arrepienta y crea para salvación, y al mismo tiempo no lo deseara en ningún sentido de la palabra. El carácter bona fide del llamamiento externo se prueba por los siguientes pasajes de la Biblia: Núm. 23: 19; Sal 81: 13-16; Prov. 1: 24; Isa. 1: 18-20; Ez. 18: 23, 32; 33: 11; Mat. 21: 37; II Timo 2: 13. Los Cánones de Dort también lo afirman de manera explícita en II y IV, 8. Varias objeciones se han presentado a la idea de semejante oferta bona fide de salvación.
A. Una objeción se deriva de la veracidad de Dios. Se dice que según esta doctrina El ofrece el perdón de los pecados y la vida eterna a aquellos para quienes no ha querido estos dones. No necesitamos negar que hay una verdadera dificultad en este punto, pero esta es la dificultad con la que siempre estamos confrontados cuando tratamos de armonizar la voluntad decrectiva de Dios con su voluntad preceptiva; es una dificultad que ni los mismos objetores pueden resolver y que con frecuencia nada más ignoran.
Pero no debemos aceptar que estos dos aspectos sean contradictorios en realidad. La voluntad decrectiva de Dios determina lo que con la mayor seguridad tendrá que acontecer (sin necesidad de implicar que Dios, en realidad se deleite en todo ello, por ejemplo, en toda clase de pecado), en tanto que la voluntad preceptiva de Dios es la regla de vida para el hombre, la que informa al hombre respecto a lo que es agradable a la vista de Dios.
Además, debe recordarse que Dios no ofrece a los pecadores, sin condición alguna, el perdón de los pecados y la vida eterna, sino nada más en el camino de la fe y de la conversión; y que la justicia de Cristo aunque no se haya determinado para todos, no obstante, es suficiente para todos.
B. Una segunda objeción se deriva de la incapacidad espiritual del hombre. El hombre, tal como es por naturaleza, no puede creer y arrepentirse y por tanto, se ve como burla que a él se le pida esto. Pero en relación con esta objeción deberíamos recordar que, en último análisis, la incapacidad del hombre en las cosas espirituales tiene su raíz en su rebelión para servir a Dios. La situación actual de cosas no es como para que haya muchos que aunque pudieran, quieran arrepentirse y creer en Cristo. Todos aquellos que no creen, no tienen voluntad de creer, Juan 5: 40. Además, es tan irrazonable requerir de los hombres el arrepentimiento y la fe en Cristo, como demandar de ellos que guardan la ley.
Con mucha inconsistencia proceden algunos de aquellos que se oponen a la oferta general de salvación fundándose sobre la incapacidad espiritual del hombre, y en cambio, no vacilan en colocar al pecador frente a las demandas de la ley y hasta insisten en que el pecador las cumpla.
EL SIGNIFICADO DEL LLAMAMIENTO EXTERNO
Se puede preguntar, ¿por qué Dios viene con la oferta de la salvación a todos los hombres, sin diferencia alguna, incluyendo hasta a los reprobados? El llamamiento externo contesta la pregunta con más de un propósito.
1. En el llamamiento externo Dios sostiene su derecho sobre el pecador. Como Regente Soberano del universo tiene derecho al servicio del hombre y aquí se trata de un derecho absoluto. Y aunque el hombre se desgarró de Dios cayendo en el pecado, y ahora es incapaz para prestar obediencia espiritual a su legítimo Soberano, la' voluntaria transgresión del hombre no abrogó el derecho de Dios al servicio de sus criaturas racionales. Permanece el derecho de Dios a demandar obediencia absoluta, y El afirma su derecho tanto en la ley como en el evangelio. También encuentran expresión sus demandas sobre el hombre en el llamamiento que le hace a la fe y al arrepentimiento. Y si el hombre no hace caso de este llamamiento, es como si despreciara y rechazara los justos derechos de Dios, y por lo tanto acrecienta su culpa.
2. El llamamiento externo es el medio señalado divinamente para conducir a los pecadores a la conversión. En otras palabras, es el medio por el cual Dios recoge a sus elegidos de entre las naciones de la tierra. Como tal, debe por necesidad ser universal puesto que ningún hombre puede distinguir a los elegidos. El resultado final, de consiguiente, es que los elegidos, y sólo ellos aceptan a Cristo por la fe. Esto no significa que los misioneros pueden salir y dar a sus oyentes la seguridad de que Cristo murió por cada uno de ellos y que Dios se propone salvar a cada uno de ellos; sino que les traen las nuevas jubilosas de que Cristo murió por los pecadores, que los invita a venir a Él, y que ofrece salvación a todos aquellos que verdaderamente se arrepientan de sus pecados y lo acepten con fe viva.
3. Es también una revelación de la santidad de Dios, y de su bondad y compasión. En virtud de su santidad, Dios en todas partes disuade del pecado a los pecadores, y en virtud de su bondad y misericordia les advierte en contra de su propia destrucción, pospone la ejecución de la sentencia de muerte, y los bendice con la oferta de la salvación. No cabe duda de que esta bondadosa oferta es por sí misma una bendición, y no como piensan algunos, que es una maldición para los pecadores.
Revela claramente la compasión divina para ellos, y así se declara en la Palabra de Dios, Sal 81: 13; Prov. 1: 24; Ez. 3: 18, 22; 33: 11; Amós 8: 11; Mat. 11: 20-24; 23: 37. Al mismo tiempo, es cierto que el hombre por su oposición al llamamiento externo, hasta esta bendición la vuelve en maldición. Esto, de manera natural acrecienta la responsabilidad del pecador y si decididamente no lo acepta ni lo aprovecha, hará más terrible su juicio.
Por último, el llamamiento externo acentúa con claridad la justicia de Dios. Si aún la revelación de Dios en la naturaleza sirve el propósito de advertir de la inutilidad de cualquiera excusa que los pecadores se sintieran inclinados a presentar, Rom. 1: 20, esto todavía resulta más cierto de la revelación especial del camino de salvación. Cuando los pecadores desprecian la paciencia de Dios y rechazan su bondadosa oferta de salvación, se hace en extremo visible la grandeza de su corrupción y maldad, y la justicia de Dios en condenarles.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿En qué casos aceptan los Reformados que la regeneración precede al mismo llamamiento externo?
2. ¿Cómo relacionan el llamamiento externo con la doctrina del pacto?
3. ¿Sobre qué base afirmaron los arminianos en la época del Sínodo de Dort que las iglesias Reformadas no podían consistentemente enseñar que Dios con toda seriedad llama a los pecadores sin diferencia de ninguna clase de la salvación?
4. ¿Cómo concibieron los católico romanos el llamamiento por medio de la palabra?
5. ¿Cómo la conciben los luteranos?

6. ¿Es correcto decir (con Alexander, Syst. Theol. II, pp. 35'7 y sigts.) Que la palabra por sí misma es adecuada para efectuar un cambio espiritual y que el Espíritu Santo nada más remueve el obstáculo que impide recibirlo?