LA FE

El capítulo precedente se ocupa de la conversión en general, y da también una descripción breve del elemento negativo de ella, es decir, del arrepentimiento. 

El presente capítulo se dedicará a la discusión del elemento positivo, que es la fe. Esta es de significado tan céntrico en Soteriología que pide ser tratada aparte. Se le aborda mejor en este punto, no sólo porque la fe es una parte de la conversión, sino porque también es el instrumento relacionado con la justificación. Su discusión forma una transición natural hacia la doctrina de la justificación por medio de la fe.

LOS TÉRMINOS BÍBLICOS PARA LA FE

LOS TÉRMINOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y SU SIGNIFICADO.
El Antiguo Testamento no tiene ningún nombre para la fe, a menos que emunah se considere así en Hab. 2: 4. Esta palabra por lo común significa "fidelidad", Deut. 32: 4; Sal 36: 5; 37: 3; 40: 11, pero el modo en el que la afirmación de Habacuc se aplica en el Nuevo Testamento, Rom. 1: 17, Gal 3: 11; Heb. 10: 38, parecería indicar que el profeta usa el término en el sentido de fe. La palabra más común en el Antiguo Testamento para "creer" es he'emin, la forma hiphil de 'aman. En qal significa "alimentar" o "criar"; en niphal, "estar firme" o "establecido", "inmutable", y en hiphil "considerarse establecido", "considerar como verdadero'', o "creer". La palabra se construye con las preposiciones beth y lamedh.
Construida con la primera, es evidente que se refiere a un descanso seguro o a una persona, o cosa o testimonio; en tanto que con la segunda, significa la aprobación dada a un testimonio, que se acepta como verdadero. La palabra próxima en importancia es Mach, que se construye con beth y que significa "confiar en", "apoyarse sobre", o "tener fe". Esta palabra no acentúa el elemento de asentimiento intelectual, sino más bien el de confiado descanso.
A diferencia de he'entin, que generalmente, se traduce en la Septuaginta por pisteuo esta palabra se acostumbra traducir por elpizo o peithomai. El hombre que confía en Dios es uno que afirma toda su esperanza para el presente y para el futuro sobre El. Hay todavía otra palabra, es decir, chasah, que se usa con menos frecuencia, y que significa "esconderse uno", o "huir para refugiarse". En esta, también, el elemento de confianza sobresale con claridad.
LOS TÉRMINOS DEL NUEVO TESTAMENTO Y SU SIGNIFICADO.
Dos palabras se usan en todo el Nuevo Testamento, es decir, pistas y el verbo de la misma raíz pisteuein. Estas dos no siempre tienen con exactitud la misma connotación.
1. Los significados diferentes de pistas.
A. En el griego clásico. La palabra pistas tiene dos significados en el griego clásico. Denota:
I. Una convicción fundada sobre la confianza en una persona y en su testimonio, el cual según este carácter se distingue del conocimiento que descansa sobre la investigación personal
II. La confianza misma sobre la que descansa una convicción. Esta es más que una mera convicción intelectual de que una persona es digna de confianza; presupone una relación personal con el objeto de la confianza, un salir de uno mismo para descansar en otro. Los griegos no usaban en forma ordinaria la palabra en este sentido, para expresar sus relaciones con los dioses, puesto que los consideraban hostiles a los hombres, y por lo tanto como objetos de temor más bien que de confianza.
B. En la Septuaginta. La transición del uso de la palabra pistas del griego clásico al uso del Nuevo Testamento, en el que el significado "confianza" o "tener fe" es por completo importante, se encuentra en el uso que la Septuaginta hace del verbo pisteuein más bien que del nombre pistas que no ocurre sino una sola vez, sin otro significado que el del Nuevo Testamento. El verbo pisteuein sirve por lo general como traducción de la palabra he'emin, y de este modo expresa la idea de la fe en el sentido de asentir con la Palabra de Dios y el de confiada fe en El.
C. En el Nuevo Testamento. Hay unos cuantos ejemplos en los que la palabra tiene un significado pasivo, es decir, el de "fidelidad" o "fidedigno", que es su significado usual en el Antiguo Testamento, Rom. 3: 3; Gal 5: 22; Tito 2: 10. Por lo general se usa en un sentido activo. Deben notarse los siguientes significados especiales.
I. Una fe intelectual o convicción que descansa sobre el testimonio de otro, y por lo tanto, está fundada sobre la confianza en ese otro más bien que sobre la investigación personal, Fil. 1 : 27, II Cor. 4 : 13 ; II Tes. 2 : 13, y de manera especial en los escritos de Juan
II. Una fe confiada o confianza en Dios, o, de manera más particular, en Cristo, con un concepto de redención del pecado y de la futura bienaventuranza. Esto acontece de manera especial en las epístolas de Pablo, Rom. 3: 22, 25; 5: 1, 2; 9:30, 32; Gal 2: 16; Ef. 2: 28; 3: 12, y muchos otros pasajes. Esta confianza debe distinguirse de aquella sobre la que descansa la fe intelectual mencionada arriba bajo la letra (I).
1. El orden en las etapas sucesivas de la fe es como sigue:
Confianza general en Dios y Cristo
2. Aceptación de su testimonio sobre la base de aquella confianza.
3. A su misión a Cristo y confianza en Él para la salvación del alma. Esta última, 'le manera especial, se llama fe salvadora.
2. Las construcciones diferentes de Pisteuein y su significado. Encontramos las siguientes:
A. Pisteuein con el dativo. Esto, por lo general denota un asentimiento de fe. Si el objeto es una persona, por lo común se emplea en un sentido cargado de ideas, incluyendo la idea profunda, religiosa, de una devoción y confianza creyente. Cuando el objeto es una cosa, por lo común es la Palabra de Dios, y cuando es una persona, es por lo general, o Dios o Cristo, Juan 4: 50; 5: 47; Hech. 16: 34; Rom. 4: 3; II Tim. 1: 12.
B. Pisteuein seguido de hoti. En esta construcción la conjunción sirve, por lo general, para introducir lo que se cree. Globalmente, esta construcción es más débil que la precedente. De los veinte pasajes en los que se encuentra, catorce ocurren en los escritos de Juan. En un par de casos, el asunto que se cree, con dificultad llega a la esfera religiosa, Juan 9: 18; Hech. 9: 26, en tanto que en algunos de los otros, el asunto decididamente es de importancia soteriológica, Mat. 9: 28; Rom. 10: 9; I Tes. 4: 14.
C. Pisteuein con preposiciones. Aquí se despliega con sus plenos derechos el más profundo significado de la palabra, el de una fe firme llena de confianza. Las siguientes construcciones merecen consideración.
I. La construcción con en. Esta es la más frecuente en la Septuaginta aunque está ausente, por completo, del Nuevo Testamento. El único caso seguro está en Marc. 1: 15, en donde el objeto es el evangelio. Otros posibles ejemplos son Juan 3: 15; Ef. 1: 13, en donde el objeto pudiera ser Cristo. La implicación de esta construcción parece ser la de una confianza firmemente adherida a su objeto.
II. Construcción con epi y con el dativo. Se encuentra nada más en la cita de Isa. 28: 16; que aparece en tres pasajes, es decir, Rom. 9: 33; 10: 11; I Ped. 2: 6, y en Luc. 24: 25, I Tim. 1: 16. Expresa la idea de un reposo inconmovible y lleno de tranquilidad, una firme confianza puesta en su objeto.
III. La construcción con epi y el acusativo. Esta se usa siete veces en el Nuevo Testamento. En un par de casos el objeto es Dios, considerando su operación en la salvación del alma en Cristo; en todos los otros es Cristo. Esta construcción incluye la idea de una moción moral, de una dirección mental hacia el objeto. La idea principal es la de volverse con una fe confiada hacia Jesucristo.
IV. La construcción con eis. Esta es la construcción más característica del Nuevo Testamento. Ocurre 49 veces. Aproximadamente catorce de estos ejemplos son de Juan, y los restantes de Pablo. Con excepción de un caso, el objeto es siempre una persona, rara vez Dios, y más comúnmente, Cristo. Esta construcción tiene un significado lleno de ideas, que expresan, como lo hacen, "una transferencia absoluta de la confianza en nosotros hacia otro, una completa sumisión de uno hacia Dios". Compárese Juan 2: 11; 3: 16, 18, 36; 4: 39; 14: 1; Rom. 10: 14; Gal 2: 16; Fil. 1: 29.

EXPRESIONES FIGURADAS QUE SE USAN PARA DESCRIBIR LA ACTIVIDAD DE LA FE

Hay en la Escritura varias expresiones figuradas acerca de la actividad de la fe. Las siguientes son algunas de las más importantes.
1. Se habla de la fe como de una mirada hacia Jesús, Juan 3: 14, 15 (compárese Núm. 21: 9). Esta es una figura muy apropiada, porque incluye los diversos elementos de la fe, especialmente cuando se refiere a una mirada insistente sobre alguno, como en el pasaje indicado. Hay en ella un acto de percepción (elemento intelectual), un deliberado clavar los ojos sobre el objeto (elemento volitivo), y una determinada satisfacción testificada por esta concentración (elemento emocional).
2. También se representa a la fe como un tener hambre y tener sed, un comer y beber, Mat. 5: 6; Juan 6: 50-58; 4: 14. Cuando los hombres en verdad tienen hambre y sed espirituales, sienten que algo les falta, son conscientes del carácter indispensable de algo que les falta y se esfuerzan en alcanzarlo. Todo esto es característico de la actividad de la fe. Al comer y al beber no sólo tenemos la convicción de que el alimento y la bebida están presentes, sino también la confiada esperanza de que eso nos satisfará, de la misma exacta manera en que apropiándonos a Cristo por medio de la fe tenemos una determinada medida de confianza de que nos salvará.
3. Por último, hay también las figuras de venir a Cristo y de recibirlo, Juan 5: 40; 7: 37 (compárese el versículo 38); 6: 44, 65; 1: 12. La figura de venir a Cristo retrata a la fe como una acción en la que el hombre procura encontrar fuera de sí mismo y de sus propios méritos, el ser vestido con la justicia de Jesucristo; y la de recibir a Cristo acentúa el hecho de que la fe es el órgano para apropiárselo.
LA DOCTRINA DE LA FE EN LA HISTORIA ANTES DE LA REFORMA
Desde los primerísimos tiempos de la Iglesia cristiana la fe se consideró en el entendimiento de los dirigentes como la condición más grande para la salvación. Lo mismo que ella el arrepentimiento se hizo muy prominente. Al mismo tiempo se le concedió muy poca reflexión al principio a la naturaleza de la fe y casi ninguna a la relación de la fe con las otras partes del ordo salutis. No había ninguna definición popular acerca de la fe.
En tanto que había una tendencia a usar la palabra "fe" para denotar la aceptación de la verdad sobre la base del testimonio, también se le empleaba en algunos casos con un sentido más profundo, como para incluir la idea del propio sometimiento a la verdad recibida en forma intelectual. Los alejandrinos contrastaron a pistas y gnosis y consideraron a la primera fundamentalmente como conocimiento inicial e imperfecto. Tertuliano acentuó el hecho de que la fe acepta una cosa sobre la base de autoridad y no porque traiga la garantía de la razón humana. También usó el término en un sentido objetivo, como designación de algo que debe ser creído, la regula fidei.
Aun hasta el tiempo de Agustín se prestaba poca atención a la naturaleza de la fe, aunque siempre se le reconocía como el medio prominente para la apropiación de la salvación. No obstante, Agustín dio al asunto mayor consideración. Habló de la fe en más de un sentido. Algunas veces la consideró como un mero asentimiento intelectual a la verdad. Pero concibió la fe evangélica, o justificante, como que incluía también los elementos del propio sometimiento y el amor. Esta fe se perfecciona en el amor y de esta manera se convierte en el principio de las buenas obras.
No obstante, no tuvo Agustín un concepto propio, de la interrelación entre la fe y la justificación. Esto se debe en parte al hecho de que no distinguió cuidadosamente entre la justificación y la santificación. El concepto profundo de la fe que se encuentra en Agustín no fue recibido por la Iglesia en general. Hubo tendencia a confundir la fe con la ortodoxia, es decir, con la posesión de una fe ortodoxa.
Los escolásticos distinguieron entre un fides informis, es decir, un mero asentimiento intelectual hacia la verdad enseriada por la Iglesia y una fides formata (caridad) es decir, una fe formada (a la que se da una forma característica) por medio del amor, y consideró a la última como la única fe que justifica puesto que envuelve una infusión de gracia. Sólo como fides formata puede la fe convertirse en activa para bien y llegar a ser la primera de las virtudes teologales por medio de las cuales el hombre queda colocado en posición correcta con Dios.
Hablando en forma estricta, lo que justifica es el amor por medio del cual la fe queda perfeccionada. De esta manera se colocó la fe misma como fundamento para el mérito humano. El hombre queda justificado no en forma exclusiva, por la imputación de los méritos de Cristo, sino también por la gracia inherente. Tomás de Aquino define la virtud de la fe como un "hábito de la mente, por razón de la cual la vida eterna tiene su incepción en nosotros, hasta donde hace que el intelecto dé su asentimiento a las cosas que no se ven".
DESPUÉS DE LA REFORMA
En tanto que los católico romanos acentuaban el hecho de que la fe que justifica es un mero asentimiento y que tiene su asiento en el entendimiento, los Reformados la consideraron por lo general como fiducia (confianza), que tiene, su asiento en la voluntad. Sobre la importancia relativa de los elementos de la fe ha habido diferencias, a pesar de todo, hasta entre los mismos protestantes.
Algunos consideran la definición de Calvino como superior a la del Catecismo de Heidelberg. Dice Calvino : "Tendremos una definición completa de la fe si decimos que es un firme y seguro conocimiento del favor divino hacia nosotros, fundado sobre la verdad de una promesa gratuita en Cristo, y revelado a nuestras mentes, y sellado en nuestros corazones' por medio del Espíritu Santo".
El Catecismo de Heidelberg, por otra parte, también introduce el elemento de confianza cuando responde a la pregunta, "¿qué es la fe verdadera ?" de la manera siguiente : "La fe verdadera no es sólo un conocimiento seguro por medio del cual sostengo como verdad todo lo que Dios nos ha revelado en su Palabra, sino también una confianza inconmovible de que el Espíritu Santo obra en mi corazón mediante el evangelio, para que no sólo a otros, sino a mi también se me conceda por Dios, gratuitamente, la remisión de pecados, la justicia eterna y la salvación sólo por gracia, y nada más por causa de los méritos de Cristo".
Pero es por completo evidente que se deduce de la relación que Calvino da a entender, que en ella queda incluido el elemento de confianza, en aquel "firme y seguro conocimiento" del cual habla. Hablando de la osadía con la que debemos acercarnos a Dios en oración, se expresa así: "Tal osadía brota nada más de la confianza en el amor divino y en la salvación. Tan verdadero es esto, que el término fe se usa con frecuencia como equivalente de confianza".
Calvino rechaza en absoluto la ficción de los escolásticos que insisten en que "la fe es un entendimiento por medio del cual cualquier despreciador de Dios puede recibir lo que se nos entrega en la Escritura".283 Pero todavía hay un punto más importante de diferencia entre el concepto de los Reformadores acerca de la fe y la de los escolásticos.
Estos últimos reconocieron en la fe misma alguna eficacia real y hasta meritoria (nieritum ex congruo) al disponer a, y al procurar, u obtener la justificación. Los Reformadores, por otra parte, enseñaron unánime y explícitamente que la fe que justifica no justifica por alguna eficacia propia meritoria o inherente, sino nada más como un instrumento para recibir o retener lo que Dios ha provisto en los méritos de Cristo. Consideraron esta fe ante todo como un don de Dios, y sólo en forma secundaria, como una actividad del hombre en su dependencia de Dios.
Los arminianos manifestaron una tendencia romanizante cuando concibieron la fe como obra meritoria del hombre, considerándola como base sobre la que el hombre queda aceptado por Dios en su favor. Schleiermacher, el padre de la teología moderna, con dificultad menciona la fe salvadora y nada sabe en absoluto de la fe como una confianza infantil en Dios. Dice que la fe "no es otra cosa que una experiencia incipiente de que nuestras necesidades espirituales encuentran satisfacción por medio de Cristo".
Es una experiencia nueva de carácter psicológico, una nueva conciencia enraizada en un sentimiento, no de Cristo, no de alguna doctrina sino de una armonía con el infinito, con el todo de las cosas, en la que el alma encuentra a Dios. Ritschl concuerda con Schleiermacher al sostener que la fe brota como resultado del contacto con la realidad divina, pero encuentra su objeto, no en alguna idea o doctrina, no en la plenitud de las cosas, sino en la persona de Cristo como la revelación suprema de Dios.
No es un asentimiento pasivo, sino un principio activo. En El hombre hace de Dios su propio fin, es decir, se apropia del reino de Dios como propio, comienza la obra del reino y al hacer esto encuentra la salvación. Los conceptos de Schleiertnacher y Ritschl caracterizaron una gran parte de la teología moderna amplitudista. La fe, en esta teología, no es una experiencia celestial, sino una ganancia humana; no el mero acto de recibir un regalo, sino una acción meritoria; no de la aceptación de una doctrina, sino un "hacer de Cristo nuestro Maestro" en un intento de modelar la vida de uno según el ejemplo de Cristo.
Este concepto encontró fuerte oposición a pesar de todo, en la teología de crisis, que acentúa el hecho de que la fe salvadora no es nunca nada más una experiencia natural psicológica; es hablando en sentido estricto un acto de Dios más bien que del hombre, nunca constituye una posesión permanente del hombre y es en sí misma nada más un hohlraum (espacio vacío), por completo incapaz de efectuar la salvación.
Barth y Brunner consideran a la fe nada más como la respuesta divina producida en el hombre por Dios, a la Palabra de Dios en Cristo, es decir, no tanto a doctrina alguna como el mandato divino o al acto divino en la obra de la redención. Es una respuesta afirmativa, el "sí" al llamamiento de Dios, un "sí" que Dios mismo produce en nosotros.
LA IDEA DE LA FE EN LA BIBLIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Es evidente que los escritores del Nuevo Testamento al acentuar la fe como el principio fundamental de la vida religiosa no quisieron perder terreno y apartarse de la explicación contenida en el Antiguo Testamento. Consideraron a Abraham como el tipo de todos los creyentes verdaderos (Rom. 4; Gal 3; Heb. 11; Sgo. 2), y a aquellos que son de la fe como los hijos verdaderos de Abraham( Rom. 2 : 28, 29; 4: 12, 16; Gal 3: 9). La fe nunca se trata como una novedad del nuevo pacto, ni hay ninguna distinción entre la fe de los dos pactos.
Hay un sentido de continuidad, y la proclamación de la fe se considera como la misma en ambas dispensaciones, Juan 5 : 46 ; 12 : 38, 39 ; Hab. 2 : 4 ; Rom. 1 : 17; 10 : 16; Gal 3 : 11 ; Heb. 10: 38. En ambos testamentos la fe es la misma entrega radical de uno mismo a Dios, no sólo como el más alto bien del alma, sino como el bondadoso Salvador del pecador. La única diferencia que aparece, se debe a la obra progresiva de redención, y esto se hace, más o menos, evidente aun dentro de los límites del mismo Antiguo Testamento.
1. En el período patriarcal. En las primeras porciones del Antiguo Testamento hay muy poco en la línea de las afirmaciones abstractas respecto al camino de la salvación. La esencia de la religión de los patriarcas se nos exhibe en acción. La promesa de Dios está en el primer plano. Y el caso de Abraham está designado para presentar la idea de que la respuesta adecuada a esa promesa es la de la fe.  Toda la vida de Noé fue determinada por su confianza en Dios y en sus promesas, pero es en especial Abraham el que se nos presenta como un creyente típico, que se encomienda a Dios con una confianza libre de oscilaciones en las promesas de Dios, y queda justificado por la fe.
2. En el período de la ley. La entrega de la ley no efectuó un cambio fundamental en la religión de Israel sino que nada más lo introdujo en su forma externa. La ley no sustituye la promesa, ni fue suplantada por las obras. Muchos de los israelitas, en realidad, miraron a la ley en espíritu del todo legalista, y procuraron basar sus demandas a la salvación sobre un cumplimiento escrupuloso de ella como un cuerpo de preceptos externos.
Pero en el caso de aquellos que entendieron su verdadera naturaleza, que sintieron la intimidad y espiritualidad de la ley, sirvió ella para ahondar el sentido del pecado, y es más, para agudizar la convicción de que la salvación sólo puede esperarse de la gracia de Dios. La esencia de la verdadera piedad fue vista cada vez más como consistente en una fe confiada en el Dios de la salvación.
Aunque el Antiguo Testamento acentúa con claridad el temor del Señor, un gran número de expresiones, tales como esperar, confiar, buscar refugio en Dios, mirar a Él, descansar en El, poner el corazón en El, y asirse a Él hacen evidente, en gran manera, que este temor no es el de la cobardía sino del niño ; un temor reverente, y acentúa la necesidad de hacer responsable y amante entrega de tino mismo a Dios, que es la esencia de la fe salvadora.
Aun en el período de la ley, la fe es distintamente soteriológica, y mira hacia la salvación mesiánica. Es una confianza en el Dios de la salvación y es un firme descanso en sus promesas para el futuro.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Cuando el Mesías vino en cumplimiento de las profecías trayendo la esperada salvación, se hizo necesario que los portadores de la revelación de Dios dirigieran a su pueblo hacia la persona del Redentor. Esto era tanto más necesario si se atiende al hecho de que el cumplimiento vino en una forma que muchos no esperaban y que aparentemente no correspondía con la promesa.
1. En los evangelios. La demanda de la fe en Jesús como el Redentor, prometido y esperado, apareció como algo característico en la nueva época. "Creer" significa hacerse cristiano. Esta demanda parecía crear un golfo entre la antigua dispensación y la nueva. Hasta se llamaba a esta última en su principio "la venida de la fe", Gal 3: 23, 25. Lo que caracteriza a los evangelios es que en ellos Jesús se ofrece constantemente como el objeto de la fe, y eso en relación con los más elevados intereses del alma. El Evangelio de Juan más que los sinópticos acentúa los más altos aspectos de esta fe.
2. En los Hechos. En los Hechos de los Apóstoles se requería la fe en el mismo sentido general. Por medio de la predicación de los Apóstoles los hombres son traídos a la obediencia de la fe en Cristo; y esta fe se hace el principio formativo de la nueva comunidad. Se desenvuelven diferentes tendencias en la Iglesia y dan nacimiento a los diferentes modos de ocuparse de la fe según se hace manifiesto en los escritos del Nuevo Testamento.
3. En la Epístola de Santiago. Santiago tuvo que reprender la tendencia judía de concebir la fe que le agrada a Dios, como un mero asentimiento intelectual de la verdad, una fe que no produce frutos apropiados. Su idea de la fe que justifica no difiere de la de Pablo, que acentúa el hecho de que esta tiene que manifestarse en buenas obras. Si no lo hace es fe muerta y de hecho no existe.
4. En las Epístolas de Pablo. Pablo tuvo que contender particularmente con el legalismo arraigado en el pensamiento judío. Los judíos se envanecían de la justicia de la ley. En consecuencia, el Apóstol tuvo que vindicar el lugar de la fe como el único instrumento de la salvación. Como es natural, al hacerlo tuvo que dar mucha atención a Cristo como el objeto de la fe, puesto que sólo de este objeto deriva la fe su eficacia. La fe justifica y salva sólo porque se pone en Jesucristo.
5. En la Epístola a los Hebreos. Considera también a Cristo como el objeto de la fe salvadora, y enseña que no hay justicia sino sólo por medio de la fe, 10:38; 11: 7. Pero el peligro en contra del cual el escritor de esta carta tenía que estar en guardia no fue el de caer de la fe a las obras, sino más bien el de caer de la fe a la desesperación. Habla de la fe como "la certeza de lo que se espera, como la convicción de lo que no se ve", 11: 1. Exhorta a sus lectores a una actitud de fe, que los capacitará para levantarse de lo visible a lo invisible, de lo presente hasta el futuro, de lo temporal a lo eterno, y los hará capaces de ser pacientes en medio de los sufrimientos.
6. En las Epístolas de Pedro. Pedro también escribe a lectores que estaban en peligro de llegar al desaliento, aunque no de caer otra vez en el judaísmo. Las circunstancias en las que se encontraron lo impulsaron a poner énfasis especial sobre la relación de la fe con la salvación consumada, para avivar en sus corazones la esperanza que los sostendría en sus pruebas presentes, la esperanza de una gloria invisible y eterna. En su segunda carta acentúa la importancia del conocimiento d e la fe como una salvaguardia en contra de los errores prevalecientes.
7. En los Escritos de Juan. Juan tuvo que contender con un incipiente gnosticismo, que falsamente insistía sobre el conocimiento (gnosis) y despreciaba a la fe sencilla. Se suponía que el primero traía con él un mayor grado de bendiciones que la segunda.
De aquí que Juan insistiera de todo punto en magnificar las bendiciones de la fe.
Insiste no tanto en la certidumbre y gloria de la herencia futura que la fe asegura, como en la plenitud del presente goce de la salvación, que ella trae. La fe abarca el conocimiento como una convicción firme y hace desde luego a los creyentes poseedores de la nueva vida y de la salvación eterna. Entretanto Juan no descuida el hecho de que la fe alcanza también hasta el futuro.

LA FE EN GENERAL

La palabra fe no es de manera exclusiva un término religioso y teológico. Se usa con frecuencia en un sentido general y no religioso, y aun así tiene más de una connotación. Los siguientes usos del término merecen atención particular. Puede denotar:
LA FE ES UN POCO MAS QUE UNA MERA OPINIÓN
La palabra "fe" se usa algunas veces en un sentido menos estricto y más popular, para denotar una persuasión de la verdad de carácter más fuerte que una mera opinión, y no obstante, más débil que el conocimiento. Aun Locke define a la fe como "el asentimiento de la mente a proposiciones que tienen probabilidades de ser verdaderas, pero que con certeza no lo son".
En el lenguaje popular con frecuencia decimos de algo de lo que no tenemos seguridad absoluta, pero de lo que al mismo tiempo nos sentimos constreñidos a reconocerlo como verdadero: "Lo creo pero no estoy seguro de ello". En consecuencia, algunos filósofos han encontrado que el característico que distingue a la fe es el grado menor de certidumbre que proporciona Locke, Hume Kant y otros.
LA FE ES UNA CERTIDUMBRE INMEDIATA
Con frecuencia se habla de la fe en relación con la ciencia considerándola una certidumbre inmediata. Hay una certidumbre que el hombre obtiene por medio de la percepción, la experiencia y la deducción lógica, pero hay también una certidumbre intuitiva. En cada ciencia hay axiomas que no pueden ser demostrados y hay convicciones intuitivas que no se adquieren mediante percepción o deducción lógica.
El Dr. Bavinck dice: "La esfera de la certidumbre inmediata es más amplia que la de la certidumbre demostrativa y esta última se basa en la primera, y queda en pie o cae con ella. También la certidumbre intuitiva no puede ser más amplia que aquella que recibimos a través de una demostración lógica y experimental". La esfera de la certidumbre inmediata es más grande que la de la certidumbre demostrativa. En los dos casos ya mencionados la fe se considera de manera exclusiva como una actividad del intelecto.
LA FE CONSIDERADA COMO UNA CONVICCIÓN FUNDADA SOBRE EL TESTIMONIO Y QUE INCLUYE LA CONFIANZA
En la conversación ordinaria la palabra "fe" se usa con frecuencia para denotar la convicción de que el testimonio de otro es verdadero, y de que lo que promete será hecho ; una convicción fundada sobre su reconocida veracidad y fidelidad. En realidad es, un aceptar lo que otro dice fundándose en la confianza que inspira.
Y esta fe, esta convicción fundada sobre la confianza, conduce con frecuencia a una mayor confianza: Confianza en un amigo en tiempo de necesidad, en la habilidad de un doctor para darnos ayuda en tiempo de enfermedad y en la de un piloto que guía a la embarcación al puerto, etc. En este caso la fe es más que un mero asunto del intelecto. La voluntad entra en juego y el elemento de confianza se presenta en el primer plano.
LA FE EN EL SENTIDO RELIGIOSO, Y PARTICULARMENTE LA FE SALVADORA
Las características de la fe que la distinguen en el sentido teológico no siempre se han definido de la misma manera. Esto se hará evidente cuando consideremos el concepto, los elementos, el objeto y el fundamento de la fe.

EL CONCEPTO DE LA FE: DISTINCIÓN ENTRE 4 CLASES DE FE

Como fenómeno psicológico la fe en el sentido religioso no difiere de la fe en general. Si la fe en general es una persuasión de la verdad fundada sobre el testimonio de uno en quien se tiene confianza, y en quien podemos apoyarnos, y por lo mismo descansa sobre autoridad, entonces la fe cristiana en el sentido más comprensivo es la persuasión que el hombre tiene de la verdad de la Escritura fundado en la base de la autoridad de Dios.
La Biblia no siempre habla de la fe religiosa en el mismo sentido, y esto dio surgimiento a las distinciones teológicas siguientes:
1. La fe histórica. Esta es una aprehensión nada más intelectual de la verdad, vacía de todo propósito moral o espiritual. El nombre no implica que abarque solamente hechos y eventos históricos excluyendo verdades morales y espirituales; ni que esté basada en el testimonio de la historia, porque puede tener referencia a hechos o eventos contemporáneos, Juan 3: 2. Más bien expresa la idea de que esta fe acepta las verdades de la Escritura como debe uno aceptar una historia en la que personalmente no tiene uno interés.
Esta fe puede ser el resultado de la tradición, de la educación, de la opinión pública, de la comprensión de la grandeza moral de la Biblia, etc., acompañada con las operaciones generales del Espíritu Santo. Puede ser muy ortodoxa y escritural, pero no está enraizada en el corazón, Mat. 7: 26; Hech. 26: 27, 28; Sgo. 2: 19. Es una fe humana, y no una fe divina.
2. La fe milagrosa. La llamada fe milagrosa es una persuasión operada en la mente de una persona de que un milagro será producido por medio de él, o a su favor. Dios puede encargar a una persona que haga un trabajo que transcienda de sus poderes naturales, y al encargárselo lo capacita para hacerlo.
 Cada intento de hacer un trabajo de esa clase requiere fe. Esto es muy claro en casos en los que el hombre aparece nada más como el instrumento de Dios o como uno que anuncia que Dios hará un milagro, porque un hombre de tal clase debe tener plena confianza de que Dios no lo colocará en ridículo. En último análisis Dios es el único que obra milagros, aunque tenga que hacerlos por medio de instrumentos humanos. Esta es la fe en los milagros, en un sentido activo, Mat. 17: 20; Marc. 16: 17, 18.
No necesariamente, pero pudiera ser que estuviera acompañado de la fe salvadora. La fe en los milagros puede también ser pasiva, es decir, la persuasión de que Dios obrará un milagro en favor de uno. También esta puede o no, estar acompañada de fe salvadora, Mat. 8: 10-13; Juan 11: 22 (compárense los versículos 25-27); 11: 40; Hech. 14: 9. Se pregunta con mucha frecuencia si una fe de esta clase tiene un lugar legítimo en la vida del hombre contemporáneo.
Los católicos romanos contestan la pregunta afirmativamente, en tanto que los protestantes se inclinan a dar una respuesta negativa. Señalan que no hay base bíblica para semejante fe, pero no niegan que puedan ocurrir todavía los milagros. Dios es del todo soberano también en este sentido, y la Palabra de Dios nos conduce a esperar otro ciclo de milagros en el futuro.
3. La fe temporal. Esta es una persuasión de las verdades de la religión que viene acompañada con algunos impulsos de la conciencia y un avivamiento de los efectos, pero que no está enraizada en un corazón regenerado. El nombre se deriva de Mat. 13: 20, 21. Se llama fe temporal, porque no es permanente y porque no puede sostenerse en los días de la prueba y de la persecución. Esto no quiere decir que no dure tanto como la vida.
Es muy posible que perezca sólo a la hora de la muerte, pues entonces sí, de seguro, cesa. Esta fe algunas veces se llama fe hipócrita, pero no es por completo correcto llamarla así porque no envuelve en forma necesaria una hipocresía consciente. Aquellos que poseen esta fe acostumbran creer que no tienen la verdadera fe. Sería mejor llamarla una fe imaginaria, aparentemente genuina, pero de carácter pasajero.
Difiere de la fe histórica en el interés personal que muestra por la verdad y en la reacción de los sentimientos sobre ella. Grande dificultad puede experimentarse al intentar distinguirla de la verdadera fe que salva.
Cristo dice de uno que cree así: "No tiene raíz en sí mismo", Mat. 13: 21. Es una fe que no brota de raíz plantada en la regeneración, y por lo mismo no es la expresión de la vida nueva, vida que se incrusta en las profundidades del alma. En general, debe decirse que la fe temporal está fundada en la vida emocional, y que procura una satisfacción personal más bien que la gloria de Dios.
4. La fe salvadora. La verdadera fe que salva es una que tiene su asiento en el corazón y está enraizada en la vida regenerada. Se ha hecho con frecuencia una distinción entre el habitus y el actus de la fe. No obstante, más allá de éstas se encuentra el semen fidei. Esta fe no es ante todo una actividad del hombre, sino una potencia latente producida por Dios en el corazón del pecador. La semilla de la fe es habitus de fe, pero otros más correctamente lo llaman semen fidei. Sólo después de que Dios ha implantado la semilla de la fe en el corazón puede el hombre ejercitar la fe.
Esto es lo que parece que Barth tiene en mente también cuando en su deseo de acentuar el hecho de que la salvación es, en forma exclusiva, una obra de Dios, dice que Dios, más bien que el hombre, es el sujeto de la fe. El ejercicio consciente de la fe gradualmente forma un habitus, y esto adquiere un significado fundamental y determinante para el ejercicio futuro de la fe. Cuando la Biblia habla de fe se refiere, por lo general, a la fe como actividad del hombre, aunque nazca de la obra del Espíritu Santo.
La fe salvadora puede definirse como una convicción segura, operada en el corazón mediante el Espíritu Santo, respecto a la verdad del evangelio, y una confianza sincera (fe) en las promesas de Dios en Cristo. En último análisis, es verdad, Cristo es el objeto de fe salvadora, pero se nos ofrece sólo en el evangelio.
LOS ELEMENTOS DE LA FE
Al hablar de los diferentes elementos de la fe no debemos perder de vista el hecho de que la fe es una actividad del hombre, considerando a éste como un todo, y no como actividad de sólo una parte del hombre. Además, el alma funciona en la fe por medio de sus facultades ordinarias, y no por medio de alguna facultad especial.
Es un ejercicio del alma que tiene esto en común con otros ejercicios similares, que aparece como sencillo, y no obstante, bajo un estrecho escrutinio se encuentra que es complejo e intrincado. Y por tanto, para obtener un concepto adecuado de la fe es necesario distinguir entre los varios elementos que comprende.
1. Un elemento intelectual. (notitia). Hay un elemento de conocimiento en la fe, en relación con el cual deben considerarse los siguientes puntos:
A. El carácter de este conocimiento. El conocimiento de la fe consiste en un reconocimiento positivo de la verdad, en la cual el hombre acepta como tal todo lo que Dios dice en su Palabra, y especialmente lo que dice respecto a la profunda depravación del hombre, y acerca de la redención que hay en Cristo Jesús.
En contra de Roma debe mantenerse que este conocimiento seguro pertenece a la esencia de la fe; y en oposición a teólogos como Sandeman, Wardlaw, Alexander, Chalmers y otros, que una mera aceptación intelectual de la verdad no es el todo de la fe. Por una parte habría una sobrestimación del conocimiento de la fe, si se considerara a este como el resumen completo de los objetos de la fe. Pero por otra parte, se tendría también una baja estimación de él si lo consideramos como una mera información de las cosas que se creen, sin la convicción de que son verdaderas.
Algunos amplitudistas modernos tienen este concepto y en consecuencia les gusta hablar de la fe como de una aventura. Lo que encuentra respuesta en el corazón del pecador es un conocimiento espiritual de las verdades de la religión cristiana.
B. La certidumbre de este conocimiento. El conocimiento de la fe no debe considerarse como menos seguro que otro conocimiento. Nuestro Catecismo de Heidelberg nos asegura que la fe verdadera se caracteriza también por ser, además de otras cosas, "un conocimiento seguro" (cierto, incontestable)".284 Esto está en armonía con Hebreos 11: 1, que habla de la fe como de "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Hace que las cosas futuras e invisibles sean, en forma subjetiva, reales y ciertas para el creyente. El conocimiento de la fe nos llega por la mediación, y se nos imparte por el testimonio de Dios en su Palabra, y lo aceptamos como seguro y fidedigno sobre la base de la veracidad de Dios. La seguridad de este conocimiento encuentra su garantía en Dios mismo y en consecuencia nada puede superarle en certeza. Y es del todo esencial que esto sea así, porque la fe tiene que ver con las cosas espirituales y eternas, en donde se necesita la certeza, si en alguna parte es necesaria.
Debe haber certeza en cuanto a la realidad del objeto de la fe; y si no la hay, la fe es vana. Machen deplora el hecho de que muchos, al presente, pierdan de vista esta verdad. Dice: "Toda la dificultad consiste en que se considera a la fe como una cualidad benéfica del alma, sin tomar en cuenta la realidad o irrealidad de su objeto; pues en el momento en que se trata a la fe de esa manera, en ese momento se la destruye".
C. La medida de este conocimiento. Es imposible determinar con precisión la cantidad de conocimiento que, en forma absoluta, se requiere en la fe salvadora. Si la fe salvadora es la aceptación de Cristo, tal como se ofrece en el evangelio, surgirá, como es natural, la pregunta: ¿Qué tanto del evangelio debe conocer un hombre para ser salvo? O para decirlo con las palabras del Dr. Machen: "¿Cuáles son, para decirlo en la forma más sencilla, los requerimientos doctrinales mínimos para que un hombre pueda ser cristiano?"
En general, puede decirse que debe ser suficiente dar al creyente alguna idea del objeto de la fe. Toda verdadera fe salvadora debe contener cuando menos un mínimo de conocimiento, no tanto de la revelación divina en general, cuanto del Mediador y de sus bondadosas operaciones. Mientras más conocimiento verdadero tenga uno acerca de las verdades de la redención, más rica y completa será su fe, aunque todas las demás cosas sigan iguales.
Como es natural, uno que acepta a Cristo, mediante la fe verdadera, también con prontitud y voluntad aceptará el testimonio de Dios como un todo. Es de la mayor importancia, sobre todo, en la actualidad, que las iglesias procuren que sus miembros tengan un bueno y legítimo entendimiento de la verdad, en lugar de uno brumoso. De manera particular, en esta época anti dogmática las iglesias deben ser mucho más diligentes de lo que han sido en adoctrinar a sus juventudes.
2. Un elemento emocional (asentimiento). Barth llama la atención al hecho de que la época en la que el hombre acepta a Cristo mediante la fe, constituye el momento existencial de la vida del hombre, en el que éste deja de considerar el objeto de la fe en forma separada e indiferente, y comienza a sentirse vivamente interesado en él.
No es necesario adoptar la construcción peculiar de la doctrina de la fe, según Barth, para admitir la verdad de lo que sobre este punto dice. Cuando uno abraza a Cristo por la fe, lo hace con profunda convicción de la verdad y de la realidad del objeto de la fe, siente que esa fe satisface en la propia vida una necesidad importante, y tiene conciencia de que en ello le va un interés absorbente, eso es el asentimiento.
Resulta verdaderamente difícil trazar la diferencia entre este asentimiento y aquel conocimiento de la fe que ya hemos descrito, debido a que como ya hemos visto, el característico distintivo del conocimiento de la fe salvadora es que lleva consigo una convicción de la verdad y de la realidad de su objeto. De aquí que algunos teólogos se hayan mostrado inclinados a limitar el conocimiento de la fe a una mera información respecto al objeto de la fe ;
A. Pero esto es contrario a la experiencia, porque en la fe verdadera no puede haber conocimiento que no incluya una convicción sincera acerca de la verdad y realidad de su objeto, a la vez que un interés en él
B. Esto haría que el conocimiento en la fe salvadora resultara idéntico con el que se encuentra en una fe vista nada más como un concepto histórico, cuando la diferencia entre fe histórica y fe salvadora se encuentra en parte, exactamente en este punto. Debido a lo difícil que es hacer una distinción clara, algunos teólogos prefieren hablar de que sólo dos elementos hay en la fe salvadora, es decir, conocimiento y confianza personal.
Estos son los dos elementos que se mencionan en el Catecismo de Heidelberg cuando dice que la fe verdadera "no es sólo un conocimiento seguro mediante el cual uno retiene como verdadero todo lo que Dios nos ha revelado en su Palabra, sino también una confianza sincera que el Espíritu Santo produce en mí por medio del evangelio".
Es probable que merezca preferencia considerar al conocimiento y al asentimiento nada más como dos aspectos del mismo elemento en la fe. El conocimiento podría entonces considerarse como su aspecto más pasivo y receptivo, y el asentimiento como su aspecto más activo y transitivo.
3. Un, elemento volitivo (fiducia). Este es el elemento culminante de la fe. La fe no es sólo un asunto del intelecto, ni de una combinación del intelecto y de las emociones; es también asunto de la voluntad que determina la dirección del alma, un acto del alma que sale en dirección de su objeto y se lo apropia. Sin esta actividad, el objeto de la fe que el pecador reconoce como verdadero, real y aplicable a sus necesidades presentes, permanece fuera de él.
Y en la fe salvadora es asunto de vida o muerte apropiarse tal objeto. Este tercer elemento consiste en una confianza' personal en Cristo como Salvador y Señor, incluyendo el sometimiento a Cristo del alma que se considera culpable y manchada, y que ésta reciba y se apropie a Cristo como la fuente del perdón y de la vida espiritual.
Tomando en consideración todos estos elementos resulta muy evidente que el asiento de la fe no puede situarse en forma exclusiva en el intelecto, ni en los sentimientos, ni en la voluntad, sino sólo en el corazón, el órgano central del ser espiritual del hombre, y del cual fluyen las corrientes de la vida. Para contestar la pregunta de si esta fiducia (confianza) incluye por necesidad un elemento de seguridad personal, debe decirse, en oposición a católico romano y arminianos, que éste es, sin ninguna duda, el caso.
Como es natural, lleva consigo un cierto sentimiento de protección y seguridad, de gratitud y gozo. La fe, que en sí misma es certeza, tiende a despertar un sentido de seguridad, y un asentimiento de firmeza en el alma. En la mayoría de los casos ésta es al principio muy implícita y con dificultad penetra en la esfera del pensamiento consciente; se trata de algo vagamente sentido, más bien que percibido con claridad.
Pero en la medida en que la fe crece, y aumentan sus actividades, la conciencia de la seguridad y protección que trae también se hace más grande. Hasta lo que los teólogos, por lo general, llaman "confianza' que busca refugio" acarrea al alma cierta medida de seguridad. Esta difiere por completo de la posición de Barth, quien acentúa el hecho de que la fe es un acto constantemente repetido, siempre es un nuevo salto de desesperación dado en la oscuridad, y nunca llega a ser una posesión continua del hombre; y así Barth destierra la posibilidad de cualquiera seguridad subjetiva de fe.
EL OBJETO DE LA FE
Para dar respuesta a la pregunta respecto la cual es el objeto de la verdadera fe salvadora, tendremos que hablar haciendo distinción, pues se puede tratar de esta fe en un sentido general y en otro especial. Hay pues:
1. Una fides generalis. Con esto se quiere decir una fe salvadora en el sentido más general de la palabra. Su objeto es toda la revelación divina tal como se contiene en la Palabra de Dios. Todo lo que se enseña en la Escritura de manera explícita, o que puede deducirse de ella mediante buenas y necesarias inferencias, pertenece al objeto de la fe en este sentido general. Según la iglesia de Roma es obligatorio para sus miembros creer cualquiera' cosa que la ecclesia docens declare ser parte de la revelación de Dios, y en esto queda incluida la llamada tradición apostólica. Es verdad que "la iglesia que enseña" no reclama el derecho de fabricar nuevos artículos de fe; pero sí reclama el derecho para determinar con autoridad lo que la Biblia enseña, y lo que, de acuerdo con la tradición, pertenece a las enseñanzas de Cristo y de sus apóstoles. Y esto le proporciona una grande anchura.
2. Una fides specialis. Esta es fe salvadora en el sentido más reducido de la palabra. En tanto que la fe verdadera que descansa en la Biblia como la Palabra de Dios es necesaria en absoluto, esa no es todavía el acto específico de fe que justifica y que por tanto salva en forma directa. Aquella debe conducir y de hecho conduce a una fe más especial. Hay ciertas doctrinas referentes a Cristo y a su obra, y determinadas promesas hechas en El a los pecadores, las cuales el pecador debe recibir y las cuales deberán conducirlo a colocar su fe en Cristo.
El objeto especial de la fe, pues, es Jesucristo y la promesa de salvación por mediación suya. Consiste el acto especial de la fe en recibir a Cristo y descansar en El tal como se nos presenta en el evangelio, Juan 3: 15, 16, 18; 6: 40. Hablando con precisión no es el acto de fe como tal lo que justifica, sino más bien, aquello que se recibe por medio de la fe y, que por tanto, salva al pecador.
LA BASE DE LA FE
La base última sobre la cual descansa la fe se apoya en la veracidad y fidelidad de Dios, en relación con las promesas del evangelio. Pero debido a que no tenemos conocimiento de esto sin la Palabra de Dios, a ésta se le puede llamar, y con frecuencia se le llama la última base de la fe. No obstante, a distinción de la primera debiera llamarse, la base próxima.
El medio por el cual reconocemos la revelación incorporada en la Escritura como la verdadera Palabra de Dios, es, en último análisis el testimonio del Espíritu Santo, I Juan 5 : 7 : " Y el Espíritu es el que da testimonio porque el Espíritu es la verdad". Compárese también Rom. 4: 20, 21; 8: 16; Ef. 1: 13; I Juan 4: 13; 5: 10.
Los católico romanos encuentran la última base de la fe en la iglesia; los racionalistas reconocen como tal sólo a la razón; Schleiermacher la busca en la experiencia cristiana, y Kant, Ritschl y muchos amplitudistas modernos la colocan en las necesidades morales de la naturaleza humana.
FE Y SEGURIDAD
Surge una pregunta muy importante aquí, es decir, si la seguridad corresponde a la esencia de la fe, o es algo adicional que no es parte de la fe. Debido a que la expresión "seguridad de la fe" no siempre se usa en el mismo sentido, es necesario hacer una cuidadosa distinción. Hay una doble seguridad, es decir:
1. La seguridad objetiva de la fe, que es "la cierta e indubitable convicción de que Cristo es todo lo que declara ser y que hará todo lo que promete". Se conviene en lo general que esta seguridad es de la esencia de la fe.
2. La seguridad subjetiva de la fe, o la seguridad de la gracia y de la salvación, que consiste en un sentido de seguridad y protección, que se levanta en muchos casos a la altura de una "convicción firme de que cada creyente como individuo puede ya tener sus pecados por perdonados y salvada su alma".
En cuanto a la relación que esta seguridad mantiene en la esencia de la fe, las opiniones difieren.
1. La iglesia católico romana niega no sólo que la seguridad personal pertenezca a la esencia de la fe, sino aun el que sea un actus reflexus o fruto de la fe. Enseña que los creyentes no pueden estar seguros de su salvación, excepto en aquellos raros casos en los que la seguridad se da por medio de una especial revelación. Esto es el resultado natural del semipelagianismo y del sistema confesional de Roma. Los primitivos arminianos que compartían la posición semipelagiana de Roma, tomaron una actitud muy parecida. Su punto de vista fue condenado por el Sínodo de Dort.
2. Los Reformadores reaccionaron en contra de la falsa y perniciosa posición de la iglesia de Roma. En su protesta, ocasionalmente, acentuaron la seguridad unilateral como el elemento más importante de la fe. Algunas veces se refirieron a quienes les falta la seguridad de salvación, la convicción positiva de que sus pecados están perdonados, considerándolos desposeídos de la verdadera fe. La fiducia de fe fue representada algunas veces por ellos como la firme confianza del pecador de que todos sus pecados están perdonados por causa de Cristo.
A. Sin embargo, de sus escritos se deduce con mucha evidencia que no quisieron enseñar que esta fiducia no incluye otros elementos;
B. Y que no intentaron negar que los verdaderos hijos de Dios deban luchar con frecuencia contra toda clase de dudas e incertidumbres.
3. Los símbolos Confesionales Reformados varían un tanto. El Catecismo de Heidelberg enseña, también como reacción contra Roma, que la fiducia de la fe consiste en la seguridad del perdón de los pecados. Se coloca por completo en la posición de los Reformadores y concibe la seguridad de la salvación como que pertenece a la esencia de la fe.
Los Cánones de Dort toman la posición de que esta seguridad en los elegidos no es fruto de una revelación especial, sino que brota de la fe en las promesas de Dios, del testimonio del Espíritu Santo, del ejercicio de una buena conciencia, de la práctica de las buenas obras, y se goza de acuerdo con la medida de la fe. Sin embargo, se afirma con claridad que los creyentes con frecuencia tienen que luchar con dudas carnales, de tal manera, que no siempre son sensibles a la seguridad de la fe.
La Confesión de Fe de Westminster al hablar de la plena seguridad de la fe afirma que ésta no pertenece a la esencia de la fe en una forma tal que un verdadero creyente no tenga que esperarla mucho tiempo. Esto ha dado ocasión a que algunos teólogos presbiterianos nieguen que la seguridad personal pertenezca a la esencia de la fe. Sin embargo, la Confesión no dice esto, y hay razones para pensar que no tuvo la intención de enseñarlo. Los teólogos Marrow de Escocia dan, en verdad, una interpretación diferente respecto a su posición?
4. Después del período confesional hubo varias desviaciones de esta posición.
A. Los antinomianos consideraron que esta seguridad era la plenitud de la esencia de la fe. Ignoraron todas las otras actividades de la fe y la consideraron nada más como una aceptación intelectual de la preposición: Tus pecados te son perdonados. De Labadie (un teólogo holandés) no reconocía como miembro de la iglesia a nadie que no tuviera esta plena seguridad.
B. Por otra parte, un nomista pietista afirmaba que la seguridad no pertenece al mero ser, sino nada más al bienestar de la fe, y que puede asegurarse sólo mediante continua y consciente introspección, o en casos excepcionales, mediante una especial revelación. Toda clase de "señales de vida espiritual" que no se derivan de la Escritura sino de la vida de reconocidos cristianos se han tomado como regla de examen personal. Sin embargo, el resultado ha probado que este método en vez de producir seguridad más bien ha conducido a dudas, confusión e incertidumbre cada vez más grandes.
C. Los metodistas aspiran a una conversión metódica que lleve consigo inmediata certidumbre. Colocan a los hombres ante la ley, los hacen ver su manifiesta pecaminosidad y su terrible culpa, y los intimidan con los terrores del Señor. Después de haberlos traído de este modo bajo la influencia terrífica de la ley, los introducen de inmediato a la plenitud y libertad del evangelio de redención, que exige, en substancia, la aceptación de Cristo como Salvador personal. En un solo momento son transportados los pecadores sobre olas de emoción desde la más profunda tristeza al más exaltado gozo. Y este cambio repentino lleva consigo una seguridad inmediata de redención. El que cree, también queda seguro de que está redimido. No obstante, esto no significa que también esté seguro de la salvación final. Esta es una certidumbre a la cual el metodista consistente no intenta alcanzar puesto que cree en la caída de los santos.
D. Entre los teólogos Reformados hay diferentes opiniones. Muchos presbiterianos niegan que la fe misma incluya la seguridad, y en los círculos Reformados algunos hacen suya tal negación. No obstante, Kuyper, Bavinck y Vos sostienen correctamente que la fe verdadera, así como incluye confianza, lleva consigo un sentido de seguridad que puede variar en grado.
No obstante, hay también una certidumbre de fe que es fruto de meditación.
Es posible hacer de la fe misma un objeto de meditación, y de esta manera llegar a la seguridad subjetiva que no pertenece a la esencia de la fe. En ese caso y según la experiencia de nuestra propia vida, llegamos a la conclusión de que está presente dentro de nosotros la obra del Espíritu Santo, compárese I Juan 2 : 9-11 ; 3 : 9, 10, 18, 19 ; 4 : 7, 20.
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO DE LA FE.
Tres puntos merecen nuestra atención aquí :
1. La iglesia de Roma oblitera la diferencia entre la fe histórica y la fe salvadora enseñando que la fe consiste en un mero asentimiento a las doctrinas de la iglesia. Esta fe es uno de los siete pasos preparatorios para la justificación en el bautismo, y por tanto, necesariamente lo precede ; pero como una actividad nada más del intelecto, es natural que no conduzca a la salvación. Un hombre puede tener la verdadera, es decir, la fe de la Biblia, y sin embargo, estar perdido. Hasta este punto aplica la iglesia de Roma su principio de externalización también a la fe.
2. También, prácticamente ha despojado a la fe del elemento del conocimiento. Uno puede ser considerado creyente verdadero con la única condición de que esté listo para creer lo que la iglesia enseña, sin saber en realidad qué sea eso. A esa fe se le llama fides implicita a diferencia de la fides explícita que incluye el conocimiento. Al enseñar que es suficiente con creer lo que enseña la eclesia doten, la iglesia católico romana aplica el principio del clericalismo.
3. Hay todavía otro principio que caracteriza a la doctrina católico romana de la fe, es decir, la diferencia entre una fides informis y una fides formado. La primera es el mero asentimiento a la doctrina de la iglesia, en tanto que la otra es la fe que incluye al amor como principio formativo y se perfecciona con el amor. Esta es la fe que justifica en realidad.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Cuál era el concepto de la fe en la iglesia primitiva?
2. ¿Difiere el concepto de Agustín del de los primitivos Padres?
3. ¿Cómo surgió la diferencia entre una fides informis y una fides formata?
4. ¿Cómo difirieron Lutero y Calvino en cuanto al orden de la fe y del arrepentimiento?
5. ¿Convienen los luteranos y los Reformados en cuanto al orden de la fe y la regeneración?
6. ¿Por qué es importante mantener el orden adecuado?
7. ¿Cómo surgió la diferencia entre el actus de fe y el habitus de fe, y por qué es importante?
8. ¿Puede la proposición, "Soy salvo", ser alguna vez objeto de la fe salvadora?
9. ¿Qué concepto de la fe se encuentra en Schleiermacher y Ritschl?
10. ¿Por qué resulta muy adecuado que la salvación sea contingente con la fe¿
11. ¿De qué manera el excesivo activismo de Barth afecta a su doctrina de la fe?
12. ¿Qué quiere decir el mismo Barth cuando declara que el hombre nunca es un creyente o un cristiano sino siempre un pecador?

13. ¿Cómo explica usted la negación de Barth acerca de que la fe incluya la seguridad?